13.12.10

Nuevo alfabeto ruso

En la citada reunión del taller de Gonzalo discutimos (es un decir) sobre el concepto de "entretenimiento" cuando a la lectura nos referimos. Uno dijo que nunca lee para eso, para entretenerse, y G. dijo que a él le pasaba todo lo contrario. Luego argumentamos y llegamos a la conclusión de que los dos hablábamos de lo mismo. O casi. Yo quería decir que leo para algo más que para matar el rato. O el tiempo. Estoy incapacitado para eso. No entiendo la lectura como pasatiempo. Como casi nada. Se lo achaco, entre otras razones, a mi culposa educación judeo-cristiana. Por otra parte, si lo que uno lee no fuera entretenido, no habría quien soportara la lectura. Ya lo dijo Cervantes, como recuerda Rafael Reig: "Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos donde uno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras, digo sin daño del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan. (...) Horas hay de recreación, donde el afligido espíritu descanse. Para este efecto se plantan alamedas, se buscan las fuentes, se allanan las cuestas y se cultivan, con curiosidad, los jardines".
Venía todo a cuento de las listas de libros más vendidos y porque comenté que, si las repasáramos, no habría leído ninguno de los títulos que figuran allí. Ni el Planeta de este año siquiera. Con todo, después de disfrutar como un cosaco, nunca mejor dicho, con Nuevo alfabeto ruso (Demipage), de Katia Metelizza, a lo mejor debería matizar más lo del entretenimiento. La obra, breve, divertida y deliciosa, no es de gran enjundia (aparente) y en ella, más que aprender o reflexionar sobre asuntos sesudos, todo te lleva al leve disfrute de las cosas sencillas de la "nueva" vida de los rusos. Nada que ver con la vuelta de los grandes autores de siglos pasados que regresan como si de una masa de aire siberiano se tratara. Yo, que conste, me lo he pasado bomba.
Será un libro muy leído y, si la editorial no fuera tan pequeña, casi me atrevería a pronosticar su inclusión en las mencionadas, tramposas listas.
Como tengo una alumna de origen ruso en clase, el otro día me llevé el precioso libro al colegio y les leí en voz alta a los muchachinos uno de los capítulos: "Hablemos de arenques". Los ojos de Tatiana se iluminaron.