Un número más y la revista cultural Turia, fundada y dirigida en Teruel por Raúl Carlos Maícas, llegará a centenaria. Y más joven y lozana que nunca, a pesar de los nubarrones que siguen cerniéndose sobre ella por culpa de la maldita crisis. Para demostrar que vida le sobra (como deberían sobrarle los suscriptores), está el 99, que anuncia en su faja roja (un color poco de moda en estos tiempos) a Czeslaw Milosz, Gervasio Sánchez (de él son las fotografías que lo ilustran) y Juan Eduardo Zúñiga (tan eterno como el espíritu de su querida Rusia). Con los dos últimos conversan y al poeta polaco le dedican el extraordinario Cartapacio, que encabeza otro Nobel, Vargas Llosa, y al que siguen: Zaleski, Zagajewski, Michnick, C. A. Molina, Güelbenzu, Monmany, Siles, Saladrigas, L. A. de Cuenca, Álvaro de la Rica, Á. Rodríguez Abad, Kosinska y él mismo, con un capítulo de El pensamiento cautivo que, en edición de Xavier Farré (traductor de los poemas del dossier), publicará Galaxia Gutenberg próximamente.
Ya dije que echaba de menos una reseña de Jaime Siles en ABC Cultural sobre la poesía completa de Milosz y aquí, sin embargo, borda un ensayo sobre la lírica del autor de Vilna, por más que, como aclara, no sea santo de su devoción.
Habrá que leer despacio tantas páginas interesantes dedicadas a Milosz.
Pero Turia es más. Más poesía, por ejemplo. En esta entrega hay poemas de Boris Vian, Clara Janés, Pureza Canelo, Amalia Bautista, Ferrer Lerín, Martín López-Vega, Rafael-José Díaz, Juan Marqués, Pérez Azaústre, Mercedes Cebrián, Julieta Valero, Sergio Gaspar, José Teruel, Montobbio, etc. Dejo para el final una agradable sorpresa: dos poemas inéditos de mi exigente paisano Manuel Neila.
A pesar de haber leído la parte lírica, el resto del número está (casi) sin explorar. Uno, que se conforma con placeres sencillos, pretende que dure. No dejaré para muy tarde los diarios de Maícas, ni algunas reseñas de las muchas que aparecen agrupadas en La Torre de Babel. Ya he dado buena cuenta de una: la que dedica Javier Lostalé, "La experiencia de lo íntimo", a la poesía reunida de Basilio Sánchez. ¿Cómo es posible que ningún suplemento literario le haya dedicado a ese libro el espacio que merece?
A falta, ya digo, de ir degustando cuanto atesora Turia, ya he tenido ocasión de sorprenderme con una de las entregas de la primera sección, Letras, firmada por Rafael Morales Barba: "La poesía social de Manuel Vilas o el nuevo realismo desorbitado". En efecto, este último adjetivo califica muy bien el estado en que quedé tras leer su original análisis crítico, que habrá hecho feliz, no me cabe la menor duda, al provocador poeta de Zaragoza. ¡Flipante!
Ya dije que echaba de menos una reseña de Jaime Siles en ABC Cultural sobre la poesía completa de Milosz y aquí, sin embargo, borda un ensayo sobre la lírica del autor de Vilna, por más que, como aclara, no sea santo de su devoción.
Habrá que leer despacio tantas páginas interesantes dedicadas a Milosz.
Pero Turia es más. Más poesía, por ejemplo. En esta entrega hay poemas de Boris Vian, Clara Janés, Pureza Canelo, Amalia Bautista, Ferrer Lerín, Martín López-Vega, Rafael-José Díaz, Juan Marqués, Pérez Azaústre, Mercedes Cebrián, Julieta Valero, Sergio Gaspar, José Teruel, Montobbio, etc. Dejo para el final una agradable sorpresa: dos poemas inéditos de mi exigente paisano Manuel Neila.
A pesar de haber leído la parte lírica, el resto del número está (casi) sin explorar. Uno, que se conforma con placeres sencillos, pretende que dure. No dejaré para muy tarde los diarios de Maícas, ni algunas reseñas de las muchas que aparecen agrupadas en La Torre de Babel. Ya he dado buena cuenta de una: la que dedica Javier Lostalé, "La experiencia de lo íntimo", a la poesía reunida de Basilio Sánchez. ¿Cómo es posible que ningún suplemento literario le haya dedicado a ese libro el espacio que merece?
A falta, ya digo, de ir degustando cuanto atesora Turia, ya he tenido ocasión de sorprenderme con una de las entregas de la primera sección, Letras, firmada por Rafael Morales Barba: "La poesía social de Manuel Vilas o el nuevo realismo desorbitado". En efecto, este último adjetivo califica muy bien el estado en que quedé tras leer su original análisis crítico, que habrá hecho feliz, no me cabe la menor duda, al provocador poeta de Zaragoza. ¡Flipante!