Aquí pasó lo de siempre, que diría el poeta. Blanca Portillo deja el marchito Festival de Mérida. No se siente apoyada por el gobierno del nuevo Monago ni por el ayuntamiento emeritense del viejo Acedo. No se entiende con la Junta, según el Hoy. Más de lo mismo. Los responsables de la cosa cultural en Extremadura y en España -gestores culturales, titiriteros y "de la ceja" en general-, salvo excepciones, gracias a los raros códigos de buenas prácticas, son menos que nada. Lo que el capricho del político de turno. Duran lo que una instalación en un museo. Y sirven para lo mismo: para que la señora de la limpieza, confundida, los tiré a la basura mientras los enteraos aplauden. Lo suyo es, por usar un término económico de moda, la volatilidad. Si difícil es mantenerse con los unos, no digamos con los otros. Al fondo, cómo no, la habitual fotografía indecente (de "Asier Exteandía caracterizado como un Cristo que se tapa los geniales (sic) con una cruz", según El Mundo). Esta vez no es de Montoya. Una excusa que me suena. Demasiado manida, ¿no? Da igual. Da pena.