Copio íntegra la estupenda carta que Miguel Ángel Lama publicó ayer en el diario El País sobre este grave asunto irresuelto que temerarias decisiones autonómicas está agravando y comentarios indignantes y despreciables, como los de Esperanza Aguirre, a favor del desprestigio de los docentes, han puesto de actualidad.
Produce estupor leer la dedicatoria que Pérez Galdós escribió en 1881 para su novela La desheredada y comprobar la vigencia que aún tienen su lamento y su deseo. Galdós, tras referirse a las "dolencias sociales" que acarrea la falta de "reconstituyentes" como la aritmética, la lógica, la moral y el sentido común, y llamar "curanderos y droguistas" a políticos y filósofos, que nos "recetan uno y otro día", dedica su novela a los "verdaderos médicos" que pueden sanarnos: a los maestros de escuela.
Pasan los años, las décadas y se suceden los Gobiernos, y la educación sigue siendo la grave asignatura pendiente de nuestro país, de esta sociedad enferma. No hay ninguna tentativa de reforma seria que implique una aportación presupuestaria de carácter extraordinario -de emergencia- y una conciencia social de trascendencia histórica sobre la educación como base para el progreso de un país. Lejos de esto, se recortan gastos, equiparándolos a los derivados de un despilfarro delictivo o a los de áreas no prioritarias; y se propician situaciones de deficiencia con las que se atenta contra la calidad de la enseñanza y el ánimo de los profesores.
Elevar la nota de corte para estudiar en la Universidad española los títulos que conducen a ser maestro de escuela o profesor de Secundaria no cuesta dinero. Reducir los recursos económicos, materiales y humanos de la educación de un país no solo es un suicidio, sino una afrenta.
Pasan los años, las décadas y se suceden los Gobiernos, y la educación sigue siendo la grave asignatura pendiente de nuestro país, de esta sociedad enferma. No hay ninguna tentativa de reforma seria que implique una aportación presupuestaria de carácter extraordinario -de emergencia- y una conciencia social de trascendencia histórica sobre la educación como base para el progreso de un país. Lejos de esto, se recortan gastos, equiparándolos a los derivados de un despilfarro delictivo o a los de áreas no prioritarias; y se propician situaciones de deficiencia con las que se atenta contra la calidad de la enseñanza y el ánimo de los profesores.
Elevar la nota de corte para estudiar en la Universidad española los títulos que conducen a ser maestro de escuela o profesor de Secundaria no cuesta dinero. Reducir los recursos económicos, materiales y humanos de la educación de un país no solo es un suicidio, sino una afrenta.