Plasencia y la poesía se llevan bien. Desde antiguo. El erudito Daniel Berjano publicó a principios del XX, en la Revista de Extremadura, Los poetas placentinos contemporáneos de Lope de Vega, y es que ya en los siglos áureos destacaron, entre otros, los nombres de Micael de Carvajal, Alonso de Acevedo y Luis de Miranda, escritores nacidos aquí, alabados por el mismísimo Cervantes, que formaron parte de un numeroso grupo rescatado del olvido por el aludido Berjano, el bibliógrafo Rodríguez Moñino o el hispanista Joseph E. Gillet. Y cómo no mencionar a Luis de Toro, médico, autor de uno de los textos más hermosos que sobre esta ciudad se hayan escrito. Pura poesía, sí. Como ese lema que don Fadrique de Zúñiga, allá por 1550, mandó grabar en un balcón de su palacio, el que llamamos del Marqués de Mirabel: «Todo pasa», aunque con ello, como ha conjeturado Gonzalo Hidalgo Bayal, otro poeta placentino, “no procurara mayor fin que doblegarse al coqueteo espiritual y efímero del siglo con la ambición expresa de una memoria perdurable”, algo muy poético también.
Sin pretender ningún grado de exhaustividad, que le sobrepasa tanto a uno como al alcance de este preámbulo, podemos dar un salto considerable y, dejando a un lado el prosaico siglo XVIII, aterrizar junto al decimonónico José María Gabriel y Galán, que, a pesar de no ser placentino de nacencia, se paseó por estas calles, se casó en la céntrica iglesia de San Esteban y, de paso, nos legó al menos un poema de evocación inevitable en todo discurso, pregón o prólogo de carácter local que se precie. Más acá, en la segunda mitad del XX, su nieto: José Antonio, éste sí placentín, de quien se acaba de publicar como es debido, muchos años después de su prematura muerte, la poesía reunida.
Ya rigurosamente contemporáneos, de la Perla del Valle son los poetas Felipe Núñez, al que tuve y tengo por maestro, y mis compañeros de generación Serafín Portillo y Javier Pérez Walias. Como lo es, siquiera sea desde la distancia murciana, Ángel Paniagua.
Pero no acaba con ellos la lista. Sin olvidar a Myriam Rubio y Beatriz Pérez (como se ve no abundan las poetas entre nosotros), en los últimos tiempos se constata un florecimiento poético que uno calificó en su blog, no sin sorna, de auténtica plaga lírica. Sus responsables, sin embargo, son gente seria, preparada y capaz: Álex Chico, Víctor Martín Iglesias, Juan Francisco Fuentes (sobrino de Walias), Víctor Peña Dacosta y José Manuel Chico Morales (hermano de Álex). Los tres primeros ya han publicado su primer libro: La tristeza del eco, Á. Chico (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2008); Cómo hemos llegado a esto (New Jersey, Casavaria, 2010), V. Martín y Tierra, territorio, casa (Sevilla, Argo Ediciones, 2006), J. F. Fuentes. El resto está en ello y Álex Chico a punto de ver publicado, precisamente en Sevilla, su segundo libro, Dimensión de la frontera.
(Nota: en la fotografía, de izquierda a derecha, Álex, José Manuel, Francisco, Víctor M. y Víctor P.)
Sin pretender ningún grado de exhaustividad, que le sobrepasa tanto a uno como al alcance de este preámbulo, podemos dar un salto considerable y, dejando a un lado el prosaico siglo XVIII, aterrizar junto al decimonónico José María Gabriel y Galán, que, a pesar de no ser placentino de nacencia, se paseó por estas calles, se casó en la céntrica iglesia de San Esteban y, de paso, nos legó al menos un poema de evocación inevitable en todo discurso, pregón o prólogo de carácter local que se precie. Más acá, en la segunda mitad del XX, su nieto: José Antonio, éste sí placentín, de quien se acaba de publicar como es debido, muchos años después de su prematura muerte, la poesía reunida.
Ya rigurosamente contemporáneos, de la Perla del Valle son los poetas Felipe Núñez, al que tuve y tengo por maestro, y mis compañeros de generación Serafín Portillo y Javier Pérez Walias. Como lo es, siquiera sea desde la distancia murciana, Ángel Paniagua.
Pero no acaba con ellos la lista. Sin olvidar a Myriam Rubio y Beatriz Pérez (como se ve no abundan las poetas entre nosotros), en los últimos tiempos se constata un florecimiento poético que uno calificó en su blog, no sin sorna, de auténtica plaga lírica. Sus responsables, sin embargo, son gente seria, preparada y capaz: Álex Chico, Víctor Martín Iglesias, Juan Francisco Fuentes (sobrino de Walias), Víctor Peña Dacosta y José Manuel Chico Morales (hermano de Álex). Los tres primeros ya han publicado su primer libro: La tristeza del eco, Á. Chico (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2008); Cómo hemos llegado a esto (New Jersey, Casavaria, 2010), V. Martín y Tierra, territorio, casa (Sevilla, Argo Ediciones, 2006), J. F. Fuentes. El resto está en ello y Álex Chico a punto de ver publicado, precisamente en Sevilla, su segundo libro, Dimensión de la frontera.
(Nota: en la fotografía, de izquierda a derecha, Álex, José Manuel, Francisco, Víctor M. y Víctor P.)