No es fácil seguirle la pista editorial a José Luis García Martín. Lo mismo sale en Renacimiento (Sevilla) una antología de su poesía (que no conozco), que otra de poesía nacional y extranjera en La grúa de piedra (Torrelavega), la colección que dirige Luis Alberto Salcines. Arena y nada. Poemas de vario tiempo y lugar se titula. Una delicia, anticipo. Aficionado a estos experimentos desde los albores de su carrera literaria (uno de los últimos es Jardines de bolsillo. Tres mil años de poesía, publicado por Trea), debemos añadir que no siempre los poetas elegidos han existido o existen. Quiero decir que otra de sus aficiones es inventarse heterónimos, digamos, algo natural si tenemos en cuenta su fruición lectora. Su facilidad para la escritura es también proverbial. Mentiras para decir la verdad, por usar sus propias palabras. Aquí nos presenta versiones de poetas europeos, americanos, chinos o tamiles; apócrifos gallegos; haikus japoneses, y hasta poemas de presuntos escritores reales, como Jean Cocteau o John Cheever (acaso lo mejor del libro). "He conservado siempre el hábito de ir formando, junto a la biblioteca real, otra imaginaria, que sueño en las noches de insomnio". Estas son algunas de esas "ensoñaciones".
Otro que gusta también de estas o parecidas investigaciones es Martín López-Vega, un poeta que nació a la sombra de las ovetenses tertulias martinianas. Leyó el otro día en el Aula Díez-Canedo de Badajoz y me ha gustado mucho el cuadernillo que ha tenido a bien enviarme Paulete. Por los poemas, of course.
Otro que gusta también de estas o parecidas investigaciones es Martín López-Vega, un poeta que nació a la sombra de las ovetenses tertulias martinianas. Leyó el otro día en el Aula Díez-Canedo de Badajoz y me ha gustado mucho el cuadernillo que ha tenido a bien enviarme Paulete. Por los poemas, of course.