5.11.12

Como antes

Días de difuntos, gristes, como casi todo lo que nos ocurre, con queja o sin ella. Ayer, sin embargo, pudimos salir de ese círculo y volvimos al campo, al molino, para celebrar en familia, con cierto retraso, el cumpleaños de Alberto. Él llega a 19 y hoy mi padre, de vivir, cumpliría 83. Tras el arroz de costumbre (uno debió ser oriental en otra vida), di un buen paseo. El "corto", sí, pero fueron unos kilómetros bien aprovechados, sin lluvia. Sólo me crucé con unos cuantos cazadores. Sólo se oían, aquí y allá, más cerca que lejos, sus disparos. Por eso no vi, como solía ocurrirme en esta época, perdices o conejos. ¡Para darme a mí ese gusto estaban! Y sonaba, cómo no, el agua de la garganta, al pasar por los puentes. Después, la lumbre, como siempre. Y su lenguaje de llamas y de brasas, indescifrable e infinito. Y la conversación. Y los recuerdos. Salvo de los periódicos, no hubo lectura.
Brutus cojea cada vez más por culpa de su vieja herida. A su alrededor, corren y saltan más gatos que nunca. Echa uno de menos aquellos domingos "molineros". Han sido muchos años. Volveremos pronto, me digo, pero nunca se sabe.