7.11.12

Otoñada

Por encima de su vitola poética, a su pesar incluso, a uno, como a tantos, no deja de asombrarle el otoño. Su belleza natural, digamos. Así, mi hijo, la otra tarde, al contemplar el paisaje de Valdeamor y las sierras adyacentes, con el Pinajarro en frente, subiendo por Baños, no pudo por menos que expresar su sorpresa al ver los dorados bosques de castaños, las líneas amarillas de los chopos y las hojas de color corinto de otros árboles de nombre indistinguible. Uno asintió y, sin dejar de atender a lo importante, miraba de reojo esos matices que, a pesar de la reiteración, siempre parecen inéditos. La visión otoñal no dejó de acompañarnos el resto del camino: por el Castañar bejarano, en las cercanías de Piedrahíta, en la bajada de Villatoro y ya cerca de Segovia o en la misma ciudad castellana, nuestro destino. A la vuelta, ya solo, la noche había emboscado ese horizonte. Se limitaba uno a evocarlo entre las sombras. Y todo parecía mucho menos oscuro.