25.4.13

La casa de Amalia Bautista

Ya dije hace poco que Renacimiento llevaba un ritmo imparable en lo que a libros de poesía, y no sólo, se refiere. Anuncié, además, la llegada de Falsa pimienta, la última entrega de Amalia Bautista (Madrid, 1962), número 115 de la colección Calle del Aire. 
Tengo desde hace tiempo en alta estima su poesía y este libro no viene sino a confirmarme en esa fidelidad lectora. Digamos que por contraste. Me explico. Es un lugar común, o eso me parece, creer que alguien que escribe lee aquello que se parece a lo que él (o ella) hace, lo más afín literariamente hablando, lo que, a la postre, comulga con su presunta poética. No es mi caso. Dentro de un orden, aprecio incluso más aquello que me resulta extraño o diferente, entre otras razones porque uno se imagina incapaz de escribirlo. La admiración, por otra parte, es un sentimiento, por lógicos y estupendos que nos pongamos. ¿Y qué admira uno de esta poesía? Muchas cosas, la verdad. Por ejemplo, y para empezar, el elegante ritmo de sus endecasílabos blancos. Para seguir -porque éste es ante todo y por encima de todo un libro de amor-, por la capacidad de AB para escribir poemas amorosos con la debida naturalidad, sin afectación, falsa retórica ni ñoñería, algo que suele ser norma en este tipo tan afamado de versos. Tal vez por eso, uno les tiene tan poco afecto y respeto. Que los nerudianos me perdonen.
El título da una pista sobre el talante del conjunto, lleno de frescura. En más de un sentido, por cierto. No me convence, pero reconozco que le va bien, lo mismo que los tonos de la cubierta de Marie-Christine del Castillo. Una cosa y la otra proceden de uno de los poemas de libro, que lleva, claro, el mismo título.
Consta de tres partes: "Doméstica sede", "Fuera de casa" y "La pertenencia". ¿No son elocuentes?
Yo no sé si es políticamente correcto lo que voy a decir; sin embargo, me parece destacable y singular otro rasgo: esta poesía está escrita por una mujer, y se nota. Mucho, según creo. Para mí es positivo, no discriminatorio. ¿Poesía femenina? No sé si existe; no obstante, ésta lo es. Si no lean "Tríptico del espantapájaros", "Ne me quitte pas" o "Adivina adivinanza", un poema divertido en un libro en el que el humor tal vez no abunde, pero donde hay mucha alegría. Sí, ya que la menciono, conviene señalar que la vitalidad es aquí evidente, y la celebración de la vida, con amor o sin él. Hasta la amargura, que por algún resquicio se cuela, parece darse al final por vencida. Quizá porque estos poemas parecen escritos en estado de gracia, al amparo de eso que, no sin temor o cautela, denominábamos inspiración.
Hice alusión a la naturalidad, a la perfección rítmica y métrica (dos en uno), al vitalismo, a la femineidad (sin perdón), todas ellas marcas de la casa. La que ha ido construyendo Amalia Bautista, con discreción, paciencia y cuidado a lo largo de los años. A mi modo de ver, es amplia y luminosa. Está llena de ventanas. Es, en suma, habitable. Digna, como poco, de ser visitada, aunque lo mejor sería poder pasar en ella unas vacaciones o, todavía mejor, una larga temporada. Diré más. Con permiso de su dueña, cualquier lector puede entrar y salir de ella como si tuviera llave. Una suerte.