23.10.13

La poesía de Julia Hartwig

JH / E.Hartwig
Sí, me he dado cuenta de que últimamente traigo a este rincón a muchas poetas. No es deliberado. A diferencia de otros, y no señalo a nadie, nunca he tenido dudas al respecto: hombre o mujer, poco importa si lo que escriben es poesía. 
De la polaca Julia Hartwig (Lublin, 1921) uno sabía por los blogs de dos excelentes traductores: Abel Murcia y Xavier Farré. Que la poesía de Polonia es un filón inagotable, lo dedujo uno hace mucho tiempo. Esta es otra prueba. Y de qué notable naturaleza. 
Dualidad es el título elegido para esta amplia antología de los poemas de Hartwig que publica, en edición bilingüe, Vaso Roto. Abre el volumen un comedido prólogo -firmado por sus editores, Antonio Benítez Burraco y Anna Sobieska, en la polaca Carmona- que nos pone sobre la pista de una poesía caracterizada, ante todo, de ahí el título, por su intento de conciliar contrarios. Dualidades como la vida y la muerte, por ejemplo. En busca del deseable equilibrio, de la armonía ("Lo que sucede es que no me gusta el caos. Creo necesario pensar de un modo equilibrado." "Solo puede salvarnos mantener el ritmo / y la visión de la armonía"), Hartwig escribe desde la mesura, la templanza y la morigeración. Además, apuesta por la racionalidad. Por su "forma contenida, cuidadosa, precisa y ajena -como explican sus traductores- a cualquier tipo de experimentación o de confrontación con estilos precedentes", ha sido tachada de "clasicista". Nada nuevo. 
Otro de sus puntales poéticos se establece sobre la memoria ("poetisa de la memoria" la denominan), y tampoco por ahí se busca la novedad. 
Esa obsesión por la dualidad se manifiesta en su gusto por la paradoja y lo paradójico: "Todo está como entonces. Nada está como entonces". Abundan en sus poemas (y uno se alegra por la coincidencia) los "sin embargo" y los "no obstante": "No obstante, esto ya es la vida y no somos pocos los que estamos ya muertos de veras". O: "Y, no obstante, también eso fue vivir".
En la antología hay poemas magníficos: "Los antiguos nombres", "A despecho de uno mismo" ("Todos los poetas del mundo escriben el mismo poema"), "También es eso" ("El arte es conjurar la existencia / para que perdure"), "El manuscrito", "Al acercarse el final", "Cosas que vuelven", "De viaje", "Fuera del tiempo", "Meditaciones"...
En "Coda" da un verso que es una poética: "Siempre buscando aun sabiendo inescrutable el misterio". Lo mismo que cuando escribe: "Mirar con atención. Guardar en la memoria."
En "Claro, poco claro" leemos: "Los sentimientos más apasionados / no alumbran los mejores poemas / ni la música más lograda / ni los cuadros más sublimes / Y no obstante sin ellos / nada podría ver la luz". Termina: "Admite / que en todo esto hay algo poco claro".
Como buena polaca (y presupongamos que católica), la culpa es un tema muy presente. En poemas como "Más tarde más temprano" o "Desaliento" ("siempre culpable").
«Escribir representa mi salvación. Y, no obstante, yo no escribo para salvarme. Escribo simplemente porque siento la necesidad de hacerlo aunque, al mismo tiempo, he descubierto en ello algo que da sentido a mi vida. El mal sobreviene cuando la vida carece de sentido y cuando no hay nadie capaz de sugerirnos cuál puede ser ese sentido», ha dicho Hartwig, un nombre que añado con gusto a mi lista de poetas polacos. Tan lejos, tan cerca.