5.12.13

Verdades de Méndez Rubio

Hace poco, escribía Eduardo Moga en su espléndido blog (pocos, por cierto, conozco que hayan empezado con tanta fuerza y tan alta calidad literaria) lo que sigue: "... el hermetismo, en poesía, no existe, o, a lo sumo, solo existe para aquellos que no saben, o no quieren, abrir la puerta. Si una poesía nos capta, por su vigor sensorial, por su música o su color, por la exaltación y el misterio a que nos conducen sus ecos y sus asociaciones, es que ya hemos entrado en ella; y si no lo hace, no es porque no resulte diáfana, sino porque nosotros preferimos otra suerte de accesibilidad. Además, el hermetismo está demasiado cerca del insulto: algunos lo han utilizado para descalificar, aunque lo único que han descalificado con ello ha sido su capacidad para entender que la poesía, como decía Vicente Aleixandre, es una casa con muchas puertas". Son palabras contundentes, duras incluso, y dan que pensar. En cuanto me enfrenté a la lectura del nuevo libro de Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, 1967), recordé lo de Moga. Reconozco que he usado el término, quizá con demasiada alegría en alguna ocasión. En mi descarga, a veces por sintonía con el ermetismo italiano, que a uno siempre le ha parecido luminoso. Aquí, precisamente, lo he usado una vez a propósito de la poesía de AMR. Y tampoco en sentido negativo, como especifiqué. No hace falta, por lo demás, que demuestre mi aprecio por ella. En 2007 publicamos en la Editora Regional de Extremadura, donde paraba entonces uno, Todo en el aire. Poesía 1995-2005, primera entrega de sus versos reunidos.  
Va verdad se titula su nuevo libro y lo publica, con la coherencia que la viene caracterizando, Vaso Roto. 
Ya hice alusión en su día a la originalidad de los títulos de AMR y éste no le va a la zaga. 
A la verdad se refieren los epígrafes que abren la obra, de cummings (sic), Zambrano y Cage; un músico, por cierto, que se acercó, acaso como ningún otro, al silencio. No es la única referencia a esos extremos, a esa débil frontera entre lo que se dice y lo que se calla, entre el balbuceo y lo que no se puede decir. 
Los poemas (setenta y dos), sin título, agrupados con números romanos, siguen fieles a esa poética de depuración que ha venido caracterizando la exigente obra de AMR. Una obra de estirpe silenciaria, ya se dijo, desnuda y esencial, donde toda palabra parece imprescindible. 
El poeta, o la voz o voces que protagonizan los poemas, se dirige a un tú que es individual y colectivo a un tiempo. Lo real se embosca. Entre uno y los otros.
"Escribir no es una forma / de ver", escribe.
El poema XLIX, tal vez uno de los más logrados y significativos de Va verdad, puede, en su demoledora elocuencia, ofrecer al lector claves de un libro del que uno no se atreve a decir nada más:

Nunca es nunca
por el tiempo perdido.

El mundo de antes
se puede ver no muy lejos.
¿Quién no sabe mirar?

Se puede
vivir sin comprender nada.
Se debe
vivir sin comprender nada.