Juan Carlos Pajares (Huelva, 1961) tiene una sección en la internáutica Tam Tam Press denominada Aforismos del pájaro. De los publicados en 2013, ha reunido 52 (tantos como semanas de un año) en un libro singular que a uno, lo confieso, le ha deslumbrado. Su título: Corner of the silenced (Un año en Tam Tam Press). Lo publica Eolas Ediciones.
No es baladí que lleve un prólogo de Tomás Sánchez Santiago, alguien que contagia, por adelantado, un razonado entusiasmo. Alude el poeta zamorano afincado en León (como Pajares, que vive en esa misma provincia) a la "escritura lapidaria" (y a la "terapéutica lapidaria"), al "pensamiento colectivo", a la "moralidad", al "tufo de los discursos impostados que arrojan desde los escenarios públicos cada día sobre nuestras cabezas", a "lenguajes de relámpago"... Define al libro como "anuario puntual y crítico" y afirma que está escrito "bajo una visión afilada y llena de matices". Cree "que la palabra que sostiene todo es la palabra 'decepción'" y que es "también un manual para aturdidos con el que se deberían recuperar las agallas de la dignidad. En las escuelas, en los hospitales, en las paradas de autobús, en las pantallas de los estadios tendrían que estar a la vista estas páginas, de una en una, pequeña baraja de lápidas que habría de terminar con el rincón de los silenciados, que ya no caben, desde luego, en un rincón."
Sí, estamos ante un "texto de combate", pero a uno lo primero que se le vino a la boca para definirlo fue la palabra poesía. Es, ya digo, lo que encuentro ahí, en eso que él llama aforismos.
"Con la orza rota y la nave al pairo en mitad de la tormenta, las ratas subieron de la sentina en tropel para cruzar la cubierta y abandonar el barco, mientras la marinería, caótica, desesperada, intentaba infructuosamente dirigir la proa lejos de los escollos, y el capitán, en su cámara, lustraba meticuloso el sextante, el compás, la ballestilla, el astrolabio…”, leemos en el número 5.
Y en el 18: “Urge un reparto equitativo de la pobreza”.
En el 20: “Me armé de palabras, crucé por mis hombros dos cananas de verdades como puños, me pertreché con un buen escudo de silogismos y salí a la calle a disparar contra toda esa infamia. No tardaron mucho en abatirme. No era la munición adecuada”.
En el 23: “Nuestro destino es al fin y al cabo otro lugar de paso”.
Y, por no copiar aquí todos (ganas me dan), en el 40: “Abriéndose paso entre las hierbas altas de la pradera, las murallas de espinos y los escobares, zigzaguea veloz el perro. Es feliz, como sólo pueden serlo las almas puras. Camino detrás, observando y poniendo cuidado en todo, con la inmensa tristeza, la angustia y la desolación que sólo la razón procura”.
¿Me explico? Pajares, a la perfección.
Desde esta "esquina de los silenciados" todo se ve y se comprende mejor. Que estos tiempos aciagos darán libros que nos harán mejores es algo que demuestra a las claras y por derecho esta obra tan "despojada de inocuidad". Tan necesaria.