1.2.14

Ambiciones

Alonso Cano
Me hace gracia (de esa que da mucha pena) el afán de algunas personas por figurar. Del modo que sea. A costa de lo que haga falta. Recurriendo a las excusas más peregrinas. Y más en el ámbito literario, donde sólo hay menudencias. Para eso se comparan con quienes no pueden hacerlo. Ya quisieran. Aun así sacan conclusiones expeditivas. Y pecho. ¡Personalicemos!, dicen, y lo consiguen. De momento. Sí, porque se apoyan, claro, en su pequeño poder. Desde ahí se promocionan. Descaradamente. Presupuesto mediante, que la policía cultural es tonta y están en cosas más importantes. Al final pasan, o eso parece, por lo que ni de lejos son. Poetas, por ejemplo, ese título al parecer tan codiciado. De los pocos que, en rigor, uno no puede otorgarse a sí mismo. Y lo hacen, faltaría más, pero a plazo fijo: su nombramiento de vate dura lo que su cargo. De la nada a la omnipresencia y de ésta al nunca más se supo.
Los impostores cuentan, claro está, con la ayuda de algunos incautos. Y es posible que hasta con la de un par de listos. Nunca han faltado aduladores, por no decir pelotas o palmeros. Ni los que se aprovechan, hunos y otros. Gente que se une gustosa a la fiesta. 
Debería ser más explícito, de acuerdo. Y bien podría. Pero no debo. O no quiero. O ni siquiera hace falta. A buen entendedor... En la oscura provincia, ay, nos conocemos todos. Valle abajo o Valle arriba.
En fin, se ve que hoy se ha levantado uno trascendente. O sencillamente indignado, por seguir con lo de Eloy Tizón, que no vino a este chiribitil por nada.
Me da pena (de esa que hace mucha gracia)...