22.5.14

Cuatro libros

Luis Ángel Lobato (Medina de Rioseco, 1958) que formó parte de Sentados o de pie. 9 poetas en su sitio, la antología de Antonio Piedra (Fundación Guillén de Valladolid), publica en la ejemplar colección Cálamo de Palencia Dónde estabas el día del fin del mundo, un libro que gira en torno al tema del amor y que, sin embargo, no cae en las trampas habituales del género. Veinticuatro poemas sin título lo componen. Si no está escrito en ese lugar, al menos, como diría Thelma o su amiga Louise, desde allí se ve. O se lee. Al límite.

Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964) reedita, de la mano de Vitela, su libro La muerte oculta. Se publicó por primera vez en 1996 y, tras ese hecho, el poeta no dio nada a la imprenta hasta quince años después. Lleva un prólogo elocuente de Antonio Colinas y un epílogo -todo un exhaustivo ensayo- de Tomás Rodríguez Reyes. Por lo demás, el rescate es pertinente: los poemas conservan la frescura de la poesía verdadera. 

Aitor Francos (Bilbao, 1986) publica en Baile del Sol su tercera obra, Libro de las invitaciones. "El revelador mundo poético de Aitor Francos nos traslada a escenas donde los órganos y el cuerpo, la Naturaleza y los ciclos se vuelven protagonistas mientras su autor continúa un proceso de búsqueda: escribo para reasignarme/ la insignificancia", dice de él Luna Miguel, y añade: "un poemario con el que Aitor Francos se confirma como una de las voces jóvenes españolas más interesantes del panorama actual."

Ángel Mendoza (El Puerto de Santa María, 1969) es, como uno, maestro de Primaria. Publica en Libros Canto y Cuento La luz de hoy y uno no puede por menos que recordar, al leerlo, a la mejor poesía andaluza (no me pregunten lo que es) de las últimas décadas. Llenos de luz, de claridad sureña, del temple que gasta la gente de la costa gaditana, los versos de Mendoza transmiten serenidad, cierto humor (no exento de ironía) y una sabiduría de vivir propia de aquellas latitudes (ignoro los motivos, por más que los sospeche). Me quedo con estos cuatro, del poema "Cantamañanas": "No quieras ser el hombre / más triste de este mundo, / porque el hombre más triste / de este mundo soy yo."