El premio "Arcipreste de Hita" (Pre-Textos-Ayuntamiento de Alcalá la Real) ha dado nombres y libros importantes a nuestra poesía reciente. De autores como Antonio Moreno, Jaime García-Máiquez, Gabriel Insausti, Vicente Luis Mora, Daniel Casado, Luis Artigue, Juan Vico...
Descubro ahora la poesía de Adolfo González (Avilés, 1982), que ganó ese certamen el pasado año con La luna en la punta de la lengua.
El jurado estaba presidido por Vicente Gallego que, visto lo visto, tiene razón al afirmar en su informe final que "no es habitual encontrarse en un premio con un libro tan cumplido (...), un libro en el que se dan cita la clarividencia poética y la sabiduría vital en luminosa armonía, y todo ello refrescado con unas gotas de buen humor". Desde luego, ese tribunal poético acertó. Como acierta Gallego con sus palabras a la hora de describir el libro.
A uno le ha sorprendido el buen hacer estilístico -con poemas muy breves, perfectamente trabados-, la originalidad de su apuesta -que desconcierta al primer golpe-, y, como destacaba el maestro valenciano, el fino sentido del humor que González gasta. Basta comprobar cómo tituló sus libros anteriores: Cabra, Matasellos, Un surtido, El gorrión pasa página con el pico y Música, religión y gimnasia, de los cuales conozco los dos últimos, de 2012, muy en la línea de lo que leemos en éste.
Me da que este hombre sabe lo que quiere y que se esfuerza, tras el aparente jajaja, por conseguirlo. Que nadie se equivoque, Adolfo González es un poeta serio, en el buen sentido, que trae bajo el brazo un libro digno de ser leído.