Le sigue a uno asombrando, libro sí y libro también, la colección de poesía de la hispanomexicana Vaso Roto. Me consta que en el último año ha aumentado sus ventas en porcentajes muy altos, más si tenemos en cuenta de lo que hablamos y cómo está el panorama. No me extraña. Buena prueba de ello es Guinza samba, una amplia selección de poemas escogidos del norteamericano Robert Pinsky (New Jersey, 1940). Además de libros de poemas, ha escrito prosa, ha traducido (a Dante y Schiller, por ejemplo), fue elegido tres veces consecutivas Poeta Laureado de Estados Unidos (1997-2000), un hecho sin precedentes y fundó el Proyecto del Poema Favorito, una idea que manifiesta su fama como promotor público de poesía, de divulgador de los versos y defensor de "la necesidad histórica de la poesía en sociedad". No en vano se le ha denominado "el último de los poetas «cívicos» o «públicos» de su generación". Una defensa, por cierto, que no se limita al ámbito de las nuevas tecnologías (creó una revista digital y hasta un videojuego), sino también al del tradicional libro impreso con aportaciones importantes en el campo de la crítica y el ensayo. Por todo ello, este licenciado por la Universidad de Rutgers que luego consiguió una maestría y un doctorado en Filosofía por la Universidad de Stanford, ha sido considerado en USA un poeta-crítico de referencia.
Para cubrir el vacío de su obra poética en español, Luis Alberto Ambroggio se propuso la tarea de traducirla. Por el camino, y gracias a Pinsky, entró en contacto con Andrés Catalán, el joven poeta y traductor salmantino, que había publicado en la revista Cuadernos Hispanoamericanos una versión de su poema "Imposible de contar", el mismo que se recitaba (apenas un fragmento) en un episodio de Los Simpson. Los caminos de la poesía, sí, son inescrutables. Ahora, por fin, contamos con la antología que comentamos y con un prólogo de Ambroggio y un epílogo de Catalán (que traduce magníficamente once poemas de los treinta y cuatro del conjunto) que clarifican ante quien estamos, cómo concibe la escritura y qué escribe el autor de Gulf Music: Poems, quien, como se nos explica, hizo "propuestas de selección y orden de sus poemas para la antología". El desafío era peligroso; sin embargo, como quería Vallcorba, han conseguido una traducción casi "transparente". Porque, decía el editor, "una traducción debe poder leerse como si no lo fuera, como si hubiera sido escrita en la lengua que estamos leyendo". A pesar de Frost.
Lo que viene después, los poemas de Pinsky, es tan sorprendente que uno, a pesar de la edad y de las muchas páginas que ya lleva a sus espaldas, diría que ha descubierto ahora la poesía. Es una sensación extraña, sin duda, pero muy gratificante. Puede que todo esté escrito y hasta leído (a lo Mallarmé), pero, a la vista está, sigue siendo posible que un poeta nos lo vuelva a decir como si fuera la primera vez. Y eso hace, a mi modesto parecer, Pinsky. En "Canto samurái", un comienzo por todo lo alto, "Camisa", "La ciudad", "Comida", "A la televisión", "El olvido", "Imposible de contar" (que sería una manera de contar lo que uno siente), "Ballena", "Tenis" (que haría las delicias de mi amigo Miguel Ángel Lama, que lo juega), "Criterios de Alcibiades" (con unos versos finales memorables)...
Guinza samba -que aunque alude a la música, pasión confesa de Pinsky, no me gusta como título- es un dechado de capacidad poética, de técnica sobresaliente y de imaginación desbordante. Esa "destreza combinada con lo mundano, rapidez deslumbrante del mago fusionada con inteligencia sutil, un gusto por las tareas y asignaciones para las que él elabora soluciones ingeniosas", de la que habló mi admirada Louise Glück, tras compararlo con el mismísimo Shakespeare.
Acaso estos versos de "Las cosas más a manos" me sirvan para expresar mejor mis sentimientos ante la poesía de Pinsky: "El miedo del lector a acabarse un libro, la pérdida de un mundo, / y también el miedo del lector a empezar un libro, a resultar / secuestrado por un nuevo mundo, por un espíritu o espíritus desconocidos."