5.5.15

Vida social (II)

El día 30, no sin antes conseguir el preceptivo permiso especial para ausentarme un par de horas del colegio y que no volvieran a llamarme la atención las autoridades educativas, como cuando lo del Aula "Valverde", asistí a la entrega de los Premios Avuelapluma. En los jardines del Museo Pedrilla, un sitio espléndido que, ya dije aquí, me recordaba buenos momentos del pasado. Allí solían concederse, año sí y año no, los premios "Extremadura a la Creación", a los que evoqué, sin nombrarlos, en el comienzo de mi breve intervención, al recibir la pluma de hierro de Roberto Iglesias. Al fin y al cabo, la iniciativa privada y la sociedad civil han venido a cubrir con estos premios el hueco que dejaron las instituciones (con la excusa de los recortes). Y no sólo por la mera entrega de unos galardones (en esta labor estamos libremente y por amor al arte, como señalé), sino por lo que tienen de simbólico en relación con el aprecio por la literatura y por los libros, un sector al que tan poco han atendido los populares estos últimos años. 
La ceremonia estuvo muy bien organizada y los tiempos muy medidos. El calor, sombrillas mediante, apretaba y uno iba, ay, demasiado abrigado. Fue un honor acompañar a mis compañeros de viaje, a gente tan comprometida, además, como Mar Cabra (del Consorcio de periodistas de investigación, los de la lista Falciani), Ángel Fernández (de Jost Down, a quien declaré mi condición de fan del magazine -en especial de sus entrevistas y fotografías-, afición que comparto con mi hijo Alberto), los productores de Making Doc (que vienen de Afganistán) y Maysun (fotógrafa de guerra). A su lado, y en ese sentido, lo de Los Ganglios (saludé al padre de una de las criaturas de ese grupo divertido y transgresor, el tipógrafo Pepe Melara), Paco Carrillo o uno no deja de ser anecdótico. O distinto.
En mi discursino de agradecimiento, tras dar las gracias a la asociación que edita el semanario cultural Avuelapluma, que es quien los concede, personificada en Conrado Gómez y Sergio Martínez (también en Aida, una becaria eficiente), y dejar caer lo que he dicho más arriba en referencia a los premios desaparecidos, situado debajo de palabras preciosas como "independencia", "rigor" y "pasión", me limité a mencionar el 30 aniversario de la salida de mi primer libro y que, por eso, entendía este premio como una compensación no buscada a esa fidelidad o a ese fervor. Recordé a dos amigos ya premiados, Gonzalo y Basilio, y leí, a favor del tópico que persigue a los poetas, un breve poema titulado "Cáceres". El movimiento se demuestra andando, como repito a mis alumnos. Poco más. Bueno, sí. Dediqué el premio a mi hija Leticia, porque, vine a decir, es el mejor poema que he escrito, con permiso de Alberto. 
Las autoridades, cuyas monsergas se suelen temer, estuvieron a la altura (nadie me presentó a la Consejera de Educación y Cultura, aunque aparezca a su lado en la foto de familia y me transmitiera una discreta enhorabuena al marcharse, y me sorprendió el amable saludo de Jerónima Sayagués, subdelgada del Gobierno, que me comentó que había ejercido de médico en Plasencia). Como a uno estos saraos multitudinarios (¡había mucha gente!) le apabullan y no se mueve del mismo lugar, apenas saludé a nadie. Me acompañaban, además de mi hija (que se fue sin probar bocado porque tenía clase), mi hermano Jesús (nadie le encuentra parecido conmigo) y mi amigo Miguel Ángel Lama. Se acercó, tan afectuoso como siempre, Esteban Cortijo, joven como cualquier jubilado, con el que charlé encantado. Lo mismo que a dos placentinas: la pedagoga y profesora Gloria Rubio y la periodista Isabel Bravo. Luego me llevó a un aparte Rosa Lencero, directora de la Editora Regional y coordinadora del Plan de Fomento de la Lectura, porque quería hablar conmigo. Nos habíamos saludado al llegar (iba con su marido, Antonio Viudas), ya que lo hicimos a la vez, pero fue a última hora cuando me abordó. No voy a contar, por supuesto, lo que hablamos, si bien comprendí, malentendidos mediante, que tenemos diferentes puntos de vista en lo que respecta a la Editora y que abundan los falsos amigos dispuestos a malmeter. Se dará cuenta cuando deje esas tareas y los consiguientes pelotas y aduladores abandonen el barco. Algunos ya hemos pasado por ahí. Ah, lo que le dejé muy claro es que mis opiniones sobre la citada Editora, sostenidas en este blog desde el ejercicio responsable de mi libertad de expresión, han evitado siempre el ataque personal. Soy muy libre de criticar, faltaría más, antes y después, pero no he pretendido nunca ofender a nadie. Y menos a ella, contra la que nada tengo. Que conste.
Con música de fondo (del grupo Berzosax y el dj Coletti), a la sombra de los árboles, degustando ricas tapas y canapés y bebiendo, una pena, cerveza sin alcohol (que se agotó, por cierto), la conversación, con unos y con otros, fue tan grata como sencilla. Un tanto desazonado porque mi hija no hubiera podido disfrutar de la fiesta, regresé a casa. A la soledad, al silencio. Bien está.

P. D. En Avuelapluma han publicado, con motivo de la concesión del premio, una breve entrevista.