4.5.15

Contratono

Hasta ahora, el Premio Loewe no se ha caracterizado por descubrir obras escritas por mujeres. Sólo una poeta lo ha ganado, Cristina Peri Rossi, y dos consiguieron el galardón destinado a la Creación Joven, Josefa Parra y Elena Medel.
Contratono (Visor), de la colombiana María Gómez Lara (Bogotá, 1989), hija de la periodista Patricia Lara y del jurista y exministro Alfonso Gómez Méndez, cambia por completo esa situación. Aunque el premio "gordo", digamos, se lo llevó el chileno Óscar Hahn, el de la Creación Joven, como tantas otras veces, avala un libro importante de una poeta destinada a empresas líricas de envergadura. Para uno, devoto lector de la uruguaya, las palabras iluminadoras de Ida Vitale, miembro del jurado, ofrecían, antes de empezar a leer, una pista segura. No estamos ante una mera presentación de compromiso, sino ante la confirmación de ese deseable hallazgo al que hacía alusión más arriba. Por lo demás, y antes de entrar en materia, la salida a escena de la poesía de Gómez Lara justifica el verdadero espíritu del Loewe, más cerca del encuentro con nuevas voces que con las de poetas requeteconsagrados como el citado Hahn.
Vitale, que buscó entre los originales del premio "cercanías al reconocimiento de la intemperie", al "más allá de la mera confesión apaciguadora", encontró en este libro, como cualquier lector, una meditación sobre el desastre, lo que estaría en el epicentro de la obra. Con todo, la poeta, "más melancólica que doliente", alterna la dicha y el dolor (como en "Después del dolor") y, con una madurez que todos los que la han leído ya han subrayado, afronta lo que tiene o ha tenido delante. A la vida, me refiero, y sus particulares circunstancias. Heridas las llaman otros. Las suyas, como las de tantos, a vueltas con el amor (o el desamor) y la errancia (en la que se centra la segunda parte del libro, "Mover ciudades"), esa suerte de exilio (no político, en su caso) que va marcando las poéticas de no pocos escritores de entresiglos, un tema que ha venido a sustituir al de las experiencias bélicas de no pocos novelistas y poetas de la pasada centuria.
Sobre el título, una palabra que no aparece en el diccionario de la RAE, Vitale ha escrito que "alude, pienso, a un modo de relación con el mundo, a una forma sobria de expresar el desconcierto en el que se vive". Por su parte, Gómez Lara ha dicho: «El título sale de un verso de la poeta peruana Blanca Varela, que es "'único tono, el agua contra el agua". Me interesó la idea de una respuesta, de volver, de una música que contesta. El libro tiene muchos poemas con epígrafes que dialogan, de alguna forma, con la tradición, o con la poesía que me ha llevado a escribir. Desde Quevedo hasta poemas que están escribiendo ahora». Ya lo subraya Vitale en la mencionada presentación, la abundancia de maestros que, a través de esas citas, declara. Uno, clásicos al margen, se queda con un nombre, el de la norteamericana Emily Dickinson a la que, por cierto, dedica un memorable poema. O el de la polaca Wislawa Szymborska, otra mujer. Sí, "la poesía llama a la poesía", más a estas alturas de su historia. De la historia.
Entre las españolas, uno encuentra semejanzas con las poéticas, cada cual a su manera, de García Valdés, Maillard o Salas. Por el uso del lenguaje, ante todo.
Seguidora, según dice, de Eugenio Montejo (se ve que esta mujer sabe elegir), una vez afirmó que "en un poema uno solo puede decir la verdad." No miente. Aquí la hay, y mucha. Expresada mediante unos versos despojados, escuetos, sin signos de puntuación ni concesiones al adorno o a la galería, secos (en el mejor sentido), tan frescos o genuinos como, ya se dijo, cargados de lecturas, una conversación con los difuntos que no los separa, sin embargo, de la tierra.
En la primera parte, "No de sombras", la más personal acaso, se alude en varias ocasiones, precisamente, a la muerte, que aparece en el título de algunos poemas. "Nadie nos quita la muerte", uno de ellos, es, además, un poema logrado. Como "Kachkaniraqmi", vocablo quechua, que termina: "morir para salvarme / morir y estar aquí".
En "Mover ciudades", donde los poemas se me antojan más explícitos, hay también algunos dignos de mención; así, "Mudanza (con cita de Szymborska), "Diario de viaje", "Para borrar tu ciudad", "Preocupaciones" ("Me preocupa siempre la materia: / la poesía que se arma a pedacitos / golpeando piedras / aferrándose a la tierra / escrita con los huesos con la sangre"), "Contratono" ("algo nos cantaba / en contratono / que esta vez huir / sería quedarse") o "Ahora a tiempo" (un denso poema paradigmático de su preocupación por el lenguaje, un rasgo, insisto, nada desdeñable de la obra).
Ida Vitale escribe: "Me alegra recibir en el atestado salón de los poetas a una colega joven". Más de uno hará suyas esas palabras. Celebramos, sí, por más que éste no sea su primer libro, la llegada a la plural escena de la poesía escrita en español de María Gómez Lara. Sin duda, un admirable debut.