8.6.15

Libros, libros, libros

Libros que uno ha leído, sí, pero a los que no les puedo dedicar todo el espacio que quisiera y que, a buen seguro, merecen.
Libros como Aguanieve, de Ramiro Gairín (Zaragoza, 1980), que publica La Isla de Siltolá, un puñado de haikus agrupados de tres en tres (por página) que suenan con la debida frescura y, contra lo habitual, ambientados en el medio urbano, no en la naturaleza, y en situaciones cotidianas, algo menos extraño. Un trago de agua fresca, sí, que nos ofrece un hombre que trabaja como técnico de hidráulica e hidrología. 
Bartleby Editores presenta Ficciones para una autobiografía, de Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952), un conjunto de poemas que se adaptan a la perfección a la cita de Borges del inicio: "Las (...) piezas de este libro no requieren mayor elucidación". Así, sin trampa ni cartón, Mora recuerda. Allí: lo femenino, ese mundo; el Sur, esa atmósfera; la soledad, esa llevadera carga; la infancia, ese paraíso (a veces); el verano, esa eternidad cuando se es niño; lo doméstico... Más lejos, Cracovia: el viaje. 
José Luis García Herrera (Esplugues de Llobregat, 1974) publica en Jizo Ediciones Mares de hierba (Libro de Escocia), con prólogo de Francisco Acuyo. Autor de numerosos libros y de otros tantos premios, aquí se va hasta Escocia y escribe, a modo de diario o de guía de viajes, un grupo de poemas situados en distintos lugares de aquellas septentrionales y húmedas tierras, donde no siempre es fácil distinguir la prosa del verso (de hecho habla en la página 59 de "narrar"). Con todo, agradece uno la pormenorizada excursión, más con estos calores. 
Algo parecido, salvando las distancias, hace José Carlos Díaz (Gijón, 1962) en Convalecencia en Remior, que publica Cuadernos de Poesía "Heracles y nosotros". También a modo de diario, Díaz, evoca una estancia en esa playa nórdica y lucense que le sirve para meditar sobre el paso del tiempo, la edad que avanza inexorable, los hijos, el amor ("En qué momento fue el amor costumbre")... Poesía autobiográfica, sin pretensiones ("Procuro escribir sin imposturas"), de línea clara, que, según el autor, es, más que "sentencia", "incertidumbre".
Vertientes se titula el libro de Evelyn de Lezcano (Canarias, siglo XX) que edita Huerga & Fierro. Islas, mitos, mares, dioses, símbolos... Poesía escueta, seca y directa, intensa y evocativa, de tono inspirado e íntimo que da a luz un extenso poema fragmentado, a modo también de notas de un diario. 
Sucesión de lunas, de Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaíra, 1973), publicado por anantes, lleva un prólogo del poeta y crítico Manuel Rico que nos evita dar explicaciones redundantes. En efecto, en el libro hay imaginación. Son protagonistas, a modo de símbolos, la noche y la lluvia. Estamos ante un libro-poema, dice Rico, donde prima la poesía amorosa. Se mezclan poemas en verso y poemas en prosa. En la primera parte, la principal preocupación es el lenguaje (se usa a menudo la palabra "palabras"). En la segunda, la lluvia pasa a primer término, "como si se tratara del personaje de una ficción".
Con La sangre, Andrés García Cerdán (Fuenteálamo, Albacete, 1972), bloguero, ganó el premio "Ciudad de Almuñécar", lo que le ha permitido, entre otras cosas, que la editorial granadina Valparaíso le publique su libro. Con cinco de poesía ya publicados, se aprecia el oficio de G. Cerdán, sus múltiples lecturas y su debilidad por la música (léase el extenso poema central "Velvet Blues", dedicado a Lou Reed o el poema "Morir en Albacete" y téngase en cuenta que este hombre ha grabado con un grupo de punk-rock), así como su condición de viajero (Florencia, Kiev, París, Londres...). Se ve que vivir en un pueblo de dos mil y pico habitantes no es obstáculo para escribir una poesía culta donde las referencias personales me mezclan con aquellas que proceden de los libros, el arte, las ciudades y, cómo no, de la música. Por movida que ésta sea.