28.12.15

La poesía de Gálvez

Tras nueve años de silencio, vuelve Francisco Gálvez (Córdoba, 1945), quien publica en Pre-Textos, vestido con elegantes cubiertas azul marino, El oro fundido, un libro extenso y plural donde se condensan diversas vicisitudes y se vienen a encontrar diferentes caminos. La vida es aquí ley y el poeta da cuenta de sus circunstancias y de sus itinerarios. "Tomando el sol después de comer", uno de los poemas del volumen resuelto en prosa, da la medida, a manera de "Prólogo", de lo que el lector se está jugando. Lo vivido y la literatura (si es que la poesía lo es) se dan la mano para intentar desvelar el misterio que toda existencia esconde. El propio poeta desvelaba en una entrevista los asuntos de su obra: "Su diversidad, tanto de forma, tono y temas, aunque hilvanada en un tiempo muy concreto, que va desde la mirada reflexiva de la infancia y termina con la destrucción del World Trade Center en Nueva York. Y en medio: biografía, lo político y social, lo familiar y cotidiano, el amor y la literatura, ecología y trabajo". Insiste también el autor en la "oralidad" como referente fundamental. Algo que podemos comprobar de manera fehaciente en el poema "Apuntes de filosofía" o en otro titulado, precisamente, "Oralidad". 
Las formas son tan variadas como los temas; así, los versículos de "Contenedores" se alternan con la concisión de los versos de "Travel" (en la tercera parte, por cierto, aparece Tánger) o, como ya se mencionó, con esos poemas en prosa donde las palabras adquieren un ritmo más barroco y nervioso. 
"Café y poesía" y "Los rostros del personaje", partes finales del libro, son, a mi entender, las que contienen lo más notable del conjunto y donde Gálvez demuestra a las claras su solvencia lírica; el destilado de la experiencia de una ya larga vida dedicada con fervor a la poesía. 
Como en cualquier poeta que se precie, la mirada es clave en su poética. Por eso leemos: "Es la mirada media vida, / y si no miramos la perdemos". O: "Sólo se vive de mirar y hacer único lo que miramos". O, en fin: "Somos lo que somos, hacemos lo que hacemos, y la mirada es siempre discursiva". Esa mirada que "como la punta de un diamante rasga el pasado" y nos permite recordar lo sucedido, como en los emocionantes versos de "Papel carbón".
Para quien no haya leído a Gálvez, ésta puede ser la mejor puerta de entrada. Ya dentro, podrá acceder, si así lo considera oportuno, a otras estancias de una casa que ha logrado reunir un número considerable de sureñas habitaciones luminosas.