6.1.16

Castelo: aire por aire

Santiago Castelo era un hombre que se hacía querer. Por eso tuvo en vida muchos más amigos que enemigos. Su sentido de la amistad era profundo. Es cierto que no todos los que le trataron obtuvieron, en rigor, esa categoría. Ya saben, para Pla, había amigos, conocidos y saludados. Trapiello añadió otra clase: los evitables. Entre los primeros, Juan Ricardo Montaña. De Don Benito. Ha sido el principal responsable de la edición de Aire por aire. A Santiago Castelo, un hermoso homenaje en su memoria que toma el título de una anécdota relatada por Antonio Reseco, según feliz sugerencia de Carlos Medrano, otro de los amigos del alma del poeta de Granja de Torrehermosa y alentador también de esta iniciativa. Lo publica Vberitas en una edición no venal cuidada con esmero por el citado Montaña e impresa en Trejo. 
Los colaboradores son, para empezar, viejos amigos de Castelo. Para seguir, extremeños en su mayor parte. Se ha preferido que prime, sobre la cantidad, el sentimiento, de ahí la esencialidad de la ofrenda, que consta de dieciocho textos e ilustraciones. Poemas (de José Luis Bernal, Jesús García Calderón, Carlos García Mera, Teresa Guzmán, Marisa de Llanos, Carlos Medrano, Basilio Sánchez, José Antonio Zambrano y uno mismo), prosas (de Jesús Lillo, Manolo Núñez y Antonio Reseco), cartas (de Pureza Canelo y Carmen Fernández Daza), así como dibujos (de Luis Ledo y Pilar Molinos, a modo de collage). Cierra el conjunto un emotivo texto del promotor que se sitúa en el cementerio de Granja, donde reposan los restos del poeta y periodista para siempre. Y antes del colofón, la fotografía de Manuel Cerrato Quintero, de la misma serie que sirvió de viñeta para la cubierta de su libro póstumo, La sentencia: el cuaderno donde lo escribió a mano, la pluma estilográfica y las gafas. 
No falta en la cubierta ni su letra menuda y redonda (de maestro de escuela, dice Lillo) ni el abanico que le acompañaba casi siempre. 
No voy a valorar las distintas aportaciones. No estoy en disposición de hacerlo. Ninguna carece de valor, siquiera sea por la pequeña verdad que contiene. Por eso, todas son emocionantes. Más para quienes quisimos y queremos a José Miguel. 
Se felicita uno de que Juan Ricardo haya elegido el mejor camino para recordar a nuestro admirado poeta. Y que lo haya hecho con la minuciosidad y el cariño que le caracterizan. Él estaría encantado. Nos consta a todos. Gracias.