Con suma discreción, Julio Pérez González deja la gerencia de la Universidad Popular de Plasencia. Por "razones personales", según comentan. Demasiado sigilo, diría uno, aunque esa actitud le cuadre al protagonista, hombre de acreditada modestia. Vuelve a su plaza de funcionario municipal y abandona también sus tareas en la gestión cultural del Ayuntamiento. Juan Ramón Santos se queda ahora solo.
Supongo que en esta decisión han pesado muchas cosas y no una sola. Trabajar cansa, dijo Pavese. Sobre todo, si como hace al caso, la tarea es desbordante, y en ese centro cultural y educativo se realizaban y se realizan un montón de actividades capaces de agotar a cualquiera. Además, bregar con políticos suma incomodidades al asunto. Luego está la crisis, que no ceja. En Plasencia, con lo de las dichosas huertas de la Isla (donde, por cierto, cualquier día de estos acaba uno trabajando), vamos para rato. En todo caso, o precisamente por eso, me extraña que en la rueda de prensa donde se dio a conocer el programa del nuevo curso y se presentó a la nueva directora (que colaboraba con él) no se reconociera como es debido (que lo mismo sí, la prensa recoge lo que le parece oportuno) la labor de Julio. Ahí o en cualquier sitio. A buen seguro se hará. O no. Sabemos con qué generosidad agradecen las autoridades, y perdón por la generalización, los servicios prestados. Otro argumento a favor del descrédito de la clase política. Poco importa en qué escala. Sé de lo que hablo.
Quede constancia al menos aquí de ese hecho. Julio Pérez ha sido un director solvente y deja la UP en el excelente lugar que acaso imaginaron sus fundadores a principios de siglo; el actual alcalde al frente. Gracias. Muchas gracias, amigo. Ojalá te sea leve esta nueva etapa profesional. Por aburridos que resulten los expedientes del Departamento de Intervención. Hay vida después de la jornada laboral. Ahora sí.