Miguel
Sánchez-Ostiz
Pamiela,
Pamplona, 2017. 112 páginas.
Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950), autor de una veintena de
novelas (premiadas con el Herralde y el de la Crítica), numerosos diarios (es
uno de nuestros mejores y más adelantados diaristas) y otras obras de ensayo
(sobre Baroja, por ejemplo) y crónicas de viajes, reunió en La marca del cuadrante su poesía publicada entre 1979 y 1998,
que incluía cuatro libros inéditos. Desde entonces, hace diecisiete años, no
había vuelto a dar a la imprenta una obra poética, salvo el
cuaderno Deriva de la frontera (2012).
Pocos pueden ostentar el título de francotirador como él. Porque
“actúa aisladamente” y “sin observar la disciplina del grupo”. Va por libre. Y
a esa manera de proceder dedica buena parte de estos versos airados, entre el pessoano
fingimiento y el luisfelipiano desarraigo.
“En diecisiete años caben varias vidas”, afirma en el
prólogo. Vividas, siempre “de paso”, en el Valle de Baztán, a la busca de la
casa de la vida (para S-O, “el camino”). Estos poemas se escribieron allí (algunos
en Sutegia) y en esos años. Son “testimonio de un recorrido vital”, un “relato
autobiográfico de lo vivido”. Y un “ajuste de cuentas”, sobre todo “conmigo mismo”.
No hay trampa ni cartón. Se trata de “escribir de una vez por todas una
verdad”. Sin “jeremiadas”. “Escribe y sé definitivamente traidor / o rebelde a
tu tribu y a sus leyes”. Por eso la crudeza impera. Un lenguaje desabrido, quevedesco,
prosaico y certero que no teme el uso de palabras manchadas y gruesas. Entre la
rabia y la depresión. El poeta airado echa la vista atrás y contempla una
batalla perdida. “No estás aquí ni allí / ni en ningún lado. / Estás de más”,
escribe. “Bobo de ninguna parte”. Con una sensación: que la suya es una vida
echada a perder. Habla “Del miedo de morir sin haber vivido”. De que “No hay
antídoto para el veneno / lento de una vida en balde”.
Sí, tras un cernudiano “tú”, este hombre (“libre e indemne”)
se dice lo que pocos se atreven a pronunciar en voz alta. Sobre él, ya se dijo,
y sobre la vida civil y la literaria en este país cainita. “Ibas para
tragasables / y diste en tragasapos”. Léase “Ser o no ser”. “Nunca seré de los
vuestros”, anota.
Sabe, con Marti i Pol, que “la verdadera muerte es
desertar”. Que sin escribir “suave” y siendo “mosca cojonera” no se va lejos. “No
cedas, no cejes”. Con Reggiani declara: “Mi país es la vida”. Y añade: “No, no
siempre el que resiste gana”. Y: “No supe jugar y eso fue todo”. “Filosofa en
tu rincón, / en medio de tu ruina”, sostiene en el poema final; titulado, con
elocuencia, “Liquidación por derribo”.
Nota: Esta reseña del último libro de Sánchez-Ostiz se publicó en El Cultural el pasado viernes, 1 de diciembre.