“Nació en Canadá. La enseñanza del
griego antiguo es su sustento de vida”. Esta es la escueta nota biográfica que
aparece en la solapa del libro que comentamos, escrito por la poeta Anne Carson
(Toronto, 1950) a partir de su viaje desde St. Jean Pied de Port hasta
Finisterre siguiendo el Camino de Santiago. Pero antes de entrar en materia
convendría recordar al lector que de esta profesora de varias universidades de
su país y de Estados Unidos se han publicado no pocos libros en España. De
poesía, La belleza del marido, Decreación, Hombre en sus horas
libres y Autobiografía de rojo, traducidos, respectivamente, por Ana
Becciu, Jeannette L. Clairond y Jordi Doce. En prosa, Eros, dioptrías, Albertine.
Rutina de ejercicios y Nox, editado este mismo año también en Vaso
Roto (como otros títulos citados), un libro singular no sólo en lo que se
refiere a su formato: una caja que contiene “una reproducción xerográfica de un
cuaderno elaborado tras la muerte del hermano de la autora que incluye texto,
fotografías y cartas, impresiones de chorro de tinta pegadas a las hojas,
manuscritos, pinturas y collages”, según el crítico Ben Ratliff. Además, sus
páginas no están numeradas y el texto está doblado en forma de acordeón.
Tipos de agua lleva
en el original inglés un subtítulo que no se corresponde exactamente con el de
su edición española (la versión al castellano es, por cierto, de Sara Cantú
Pérez de Salazar): An Essay on the Road to Compostela, es decir, que
estamos ante un ensayo que, al mismo tiempo (si hay alguien innovador en la
lírica contemporánea es Carson), participa del diario y de la poesía. En
realidad formaba parte de Plainwater, un volumen publicado por primera
vez en 1995, donde se reunían ensayos y poemas.
Si se me permite la digresión, cuando
leí este libro tenía muy cercana la experiencia de un familiar argentino que
había hecho el Camino. Gracias a las redes sociales, se podría decir que uno
fue acompañándolo. Por otro lado, siempre he querido realizar ese mítico viaje.
Esa es la ventaja del lector: a falta de emprenderlo, puede caminar por
estas páginas como si aquello hubiera sido posible.
El ensayo está dividido en breves
capítulos (que a veces pasan por poemas en prosa), uno por día y lugar, aunque
algunos sitios se repitan. Cada fragmento del diario va encabezado por la cita
de un poeta japonés con dos excepciones: sendos epígrafes de Antonio Machado.
La primera anotación es del día 20 de
junio y se sitúa en St. Jean Pied de Port. La última, en Finisterre y el 26 de
julio.
Otra cosa curiosa es que al final de
muchos capítulos se alude a los peregrinos y, siguiendo la fórmula “Los
peregrinos...”, se afirma o se concluye algo, en especial mirando hacia la
tradición y el pasado. Con frecuencia, esas pocas líneas dan en un aforismo o
una sentencia. Por ejemplo: “Los
peregrinos eran personas que amaban un buen enigma”. O esta otra, que
parafrasea el solvitur ambulando de
Fermor: “Los peregrinos eran personas que resolvían las cosas mientras
caminaban”. Y: “Los peregrinos eran personas a quienes les sucedían cosas que
sólo suceden una vez”.
Por lo demás, ella se considera una
peregrina (“yo, una peregrina”) y va acompañada en su trayecto por un hombre,
al que denomina “mi Cid”, interesado por los “aspectos históricos” de la ruta,
lo que permite habilitar en el texto un juego entre sentimental y amoroso que
constituye una de sus líneas centrales. “Caminamos codo a codo, en diferentes
países”. “¿Quién es este hombre? No tengo ni idea”, dice. Y: “Temo que no te
amo lo suficiente”. Lo califica de “amante nervioso”. Y añade: “yo solo tengo
atisbos de su vida”. “El deseo carnal está ausente”, precisa. Duermen en
habitaciones separadas. “Cómo es la
conversación de los amantes”, se pregunta. “Llegas a entender el viaje porque
has tenido conversaciones, no al revés”. Y, en fin: “El amor es el misterio
dentro de este caminar”. Su Cid, suele hacerlo delante de ella. Le gusta el
calor (“Nací en el desierto”). Bebe vino. En un momento dado alude a la soledad
de “dos personas que están sentadas en un bar, que no se aman”. “Hay un
silencio que se apodera de dos personas”. Escribe: “Eres tú quien está sola”.
Por ser el que es, el viaje de Carson
es, ante todo, un viaje interior. Eso no significa que no abunde lo exterior,
la mirada (“Las formas de la vida cambian a medida que las observamos, nos
cambian por haber mirado”): las descripciones del paisaje (acompasadas a su
estado de ánimo), los cambios de clima (bastante frío y lluvioso para ser
verano). La Meseta, la montaña de León, Galicia… En esa “vida viajera”, “te
vuelves adicta al horizonte”, confiesa. “Hay un impulso de caminar. No se puede
uno detener”. “Lo inesperado nos impele a avanzar”. Y ahí, la luz (“Todo es
oro”, “La luz es asombrosa, un martillo”, que no se ve en las fotografías), la vegetación, la niebla, los lobos, las
montañas, la luna, el agua: “Tipos de agua nos ahogan”, repite. “Nos filtramos
hacia el oeste”. “Vivimos en aguas que brotan del corazón”. Más que una
metáfora.
Mencioné antes la palabra aforismo y
bien está que consignemos que menudean a lo largo del texto. Así, cuando
afirma: “una conversación es un viaje”, “Un peregrino es una persona que está
tramando algo”, “Las sorpresas nos transforman en niños”, “Las distancias
guardan silencio”, “El conocimiento es un camino”, “Cada peregrino da en el
clavo a su manera”, “El tiempo es un camino”…
La pareja llega a Santiago de
Compostela el 25 de julio, fiesta del Apostol. Les recibe, en la catedral,
“como un beso”, el Pórtico de la Gloria. Pero aún deben continuar viaje hasta
Finisterre, por poco que le entusiasme a ella la idea. Allí está “el fin del
mundo”.
Carson se pregunta en el libro: “¿Hay
dos formas de conocer el mundo?” Y responde: “Una manera sumisa y otra
devoradora”. Y concluye: “Ambas terminan más o menos igual”. Ella se retrata y
dice: “Soy una peregrina (no novelista) y la única historia que tengo que
contar es el camino en sí”. Luego vuelve a preguntarse: “¿Cuál es la vida de un
peregrino después de que deja el camino?”.
Tipos de agua. El Camino de Santiago
Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 129-130 de la revista TURIA.
Tipos de agua. El Camino de Santiago
Anne Carson
Madrid, Vaso Roto, 2018. Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 129-130 de la revista TURIA.