12.5.20

La poesía reunida de Hill


Geoffrey Hill
Edición, traducción y prólogo de Andreu Jaume
Lumen, Barcelona, 2010. 456 páginas. 27

Hill (Bromsgrove, 1932-Cambridge, 2016) estudió en Oxford, donde culminó su vida académica como Professor of Poetry. Antes enseñó en Leeds, Cambridge y Boston.
Poeta insólito y resistente, su figura se aloja, según Jordi Doce, en “un lugar aparte de la escena poética angloamericana”. A pesar de su enorme prestigio (críticos como Bloom o Steiner lo confirmaron) su obra no había llegado al lector español del modo que la de contemporáneos como Hughes o Tomlinson. Sólo conocíamos Veintisiete poemas Himnos de Mercia, traducidos por Doce, el segundo en colaboración con Jiménez Heffernan.
Aunque su poesía completa, reunida bajo el título de Broken Hierarchies (2013), consta de 992 páginas, la edición de Jaume remite a Selected Poems, una muestra realizada por el poeta en 2006, donde no figuran poemas de su última etapa. Téngase en cuenta que Hill publicó cinco libros entre 1959 y 1983, pero que a partir de 1996, tras salir de una profunda depresión y tratarse con litio, dio a la imprenta otra decena.
Más cerca del modernism (del primer Eliot) que del Movement (de Larkin, su “contrafigura”), la poesía de Hill se caracteriza por su formalismo (Doce alude al término juanramoniano redondocerradas para referirse a la precisión de sus composiciones) y por su oscuridad (un lema de Pound abre Jerarquías rotas: “En la penumbra, el otro congrega luz contra sí mismo”).
Hill es un poeta doctus (Siles dixit), un “gran fabbro”, según Jaume, “que hizo de la dificultad un estandarte”. Alguien absolutamente preocupado por el lenguaje (“Quisiera proponer seriamente una teología del lenguaje”), al que pretende salvar, con meditado fervor, de la banalidad alejándolo del habla cotidiana, tan corriente en la poesía conversacional británica. Al fondo late una ineludible cuestión moral (y política y religiosa), pues no en vano pertenece a la generación que sobrevivió al nazismo, la Guerra y el Holocausto, tan presente en su obra. Su poesía es, por decirlo con el editor, “hija de las catástrofes del siglo XX”. Pura historia. Combinada con mayúscula y con minúscula, precisa Siles, “al modo trágico”. “Poeta del dolor” y “lo Sublime”, “el más blakeano de los poetas modernos”, afirmó Bloom, “su asunto, como su estilo, es la dificultad”. “Nos obliga a cada uno de nosotros a poner a prueba su propia fuerza como lector”. Su alto nivel de exigencia, su acendrado rigor, convierten sus versos en auténticos artefactos herméticos que es complicado, cuando no imposible, desentrañar. “Somos difíciles”, aseveró. A este hombre se le estudia, no se le lee. Es normal que su recepción haya tardado tanto. Por eso es tan loable el titánico esfuerzo de Jaume por verterlo al español, aunque cueste escucharlo en nuestra lengua. Las notas que sus poemas incluyeron en su momento, desechadas después, resultarían útiles a quien carece de los debidos pertrechos intelectuales (no digamos si no es de origen inglés) que esta poesía, opaca casi siempre, requiere. Con todo, libros como King Log, donde está “Ovidio en el Tercer Reich”, “Anunciaciones” (“el poema corto fundamental” de su promoción, según Bloom), “Canción de septiembre”, “Cuatro poemas acerca de la resistencia de los poetas” (que incluye el homenaje a Miguel Hernández) o “El cancionero de Sebastian Arrurruz”; Himnos de Mercia, escrito en versets, donde lo autobiográfico (“Mi rica y austera infancia” en los Midlands) se mezcla con lo medieval y arqueológico; Tenebrae, donde apreciamos la honda influencia de los metafísicos ingleses y los poetas barrocos y místicos españoles (traduce un soneto de Lope); o poemas como “Acedera”, “El funeral de Churchill”, “Pisgah” u otros posteriores, nos permiten afirmar que Hill es un poeta legible y, con la debida insistencia, gustoso, al que podemos comparar con el Valente de los setenta, traductor de Celan (al que aquél dedica un poema) o Jabés.
“Hasta ahora, como un erudito serio, / reúno fragmentos, más allá de la conjetura / estableciendo verdaderas secuencias de dolor”, dejó escrito quien definió la poesía como “un triste y colérico consuelo”.

NOTA: La reseña de la poesía de Hill se publicó en El Cultural el pasado viernes 8 de mayo de 2020. Eso sí, la que doy aquí es la primera versión que envié al suplemento, sin el leve recorte que sufrió a última hora.