29.11.20

Una lista

A Llop -confiesa en su último libro de conversaciones- le gustan las listas. Como a Bonet y a Modiano, por mencionar a dos autores de su misma estirpe literaria. A uno, las de libros (que están de moda, no sé si porque ya no damos para más) no le disgustan, salvo que sean las de los mejores del año y eso que, mal que me pese, ya estoy con la de este maldito 2020. Porque a casa siguen llegando libros y a un ritmo sorprendente (el colmo ha sido recibir aquí atrás un sobre sin remite con cuatro libros dentro, de autores diferentes, los cuatro de poesía) y porque me resulta imposible dar cuenta detallada de algunas lecturas recientes, aunque me gustaría, y porque, en fin, hay libros de los que he disfrutado, decido no ya despachar esas lecturas en unas pocas líneas (lo que no tiene perdón), sino, directamente, con la mera mención del título de la obra y unas pocas palabras más. Una lista, por cierto, que ni es alfabética ni está ordenada por puntos. Una lista de lecturas completas y gustosas. De libros de verdad. 

Despedida, de Cees Nooteboom (Visor). A modo de testamento. 
El corazón y el mar, de Carlos Javier Morales (Adonais). El regreso a la isla, la madre y la infancia. 
La moneda de Carver, de Javier Morales (Reino de Cordelia). Un puñado de relatos donde la literatura se hace carne, al cabo mortal. 
La herida del aire, de Pelayo Fueyo (La Isla de Siltolá). Poemas de verdad para tiempos de mentira. 
17 segundos, de Kirmen Uribe (Visor). Tan lejos, tan cerca. 
Cambiar de vida, de Sergio Álvarez Sánchez (Evohé Desván). Yendo y viniendo con la identidad a cuestas. 
Reliquias, de Juan Bello Sánchez (Tulipa). Cuánto en tan poco. 
Teoría de la justicia, de Francisco José Chamorro (Hiperión). "Yo sólo quería salir de Extremadura". Atentos.
Estatuas de sal, de Avelino Fierro (Franz). Cartas desde la pandemia.
Anacronía, de Gerardo Rodríguez Salas (Valparaíso), una estupenda primera salida a escena con la muerte, Nueva Zelanda y Granada como temas. 
Aire en el aire, de José Luis García Martín (Libros Canto y Cuento), la demostración de que un haiku puede ser mucho más que "el soneto de los haraganes". 
En el principio era América, de Oscar Díaz (La Isla de Siltolá). Estamos ante una voz muy particular que funda su discurso en la sintaxis. 
Lo superfluo y otros poemas, de Alberto Santamaría (La Bella Varsovia). Un libro sorprendente que pone en evidencia que lo silenciario no es necesariamente frío y hermético.
Ir al norte, de Fernando Sanmartín (Libros del Aire Poesía. Colección Abra del Pas). Por la geografía de la imaginación. 
Recuento, de Octavio Gómez Millán (Los Libros del Gato Negro). Una ciudad sin mar: Zaragoza. El padre. 
Jardín con biblioteca, de Carlos Aganzo (Cálamo). "Yo no puedo luchar, no soy hoplita, / siquiera ciudadano / después de tanto como se ha perdido. / Pero aún puedo cantar (como la musa, / la cólera de Aquiles por los muertos)". 
Diré tu cuerpo, Maria Mercé Marçal (Ultramarinos). Traducción de Noelia Díaz Vicedo. Dos libros de la desparecida poeta catalana. "Soy alguien -una mujer- que escribe". Para ordenar el caos. En busca de la identidad. 
Ir al norte, de Fernando Sanmartín (Libros del Aire). Un viaje por la geografía de la imaginación. 

Nota: La ilustración corresponde a un cuadro de Manel Castro: "La biblioteca II"