11.1.22

Pasiones lectoras

José Luis Melero (Zaragoza, 1956) es escritor, bibliófilo y un estudioso de la cultura de Aragón. Fue uno de los fundadores del Rolde de Estudios Aragoneses y de la revista del mismo nombre (que todavía sigue viva). También de Crótalo.
Aragonesista confeso, presidió la Fundación Gaspar Torrente para la investigación y desarrollo del aragonesismo y es académico de número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, donde ostenta el cargo de Bibliotecario.
Pertenece a diferentes Consejos de Redacción de revistas y al Consejo Científico y Consejo Editorial del Instituto de Estudios Turolenses, editor de Turia.
Columnista de prensa y colaborador de programa radiofónicos (como “Aragoneses en Aragón”, de Aragón Radio, junto a Genoveva Crespo), es un reconocido experto en jota y un hincha del Real Zaragoza.
Tiene, entre otras distinciones, la de Hijo Predilecto de la Ciudad de Zaragoza, la Medalla de Oro de Santa Isabel (concedida por la Diputación Provincial de Zaragoza) y la de Hijo Adoptivo de la Villa de Aguarón.
Todo lo dicho podría dar a entender al lector desprevenido que estamos ante un circunspecto señor de provincias que apenas sale de casa debido a sus rancias ocupaciones eruditas. Dista mucho de ser verdad. Lo demuestra, y no sólo, su faceta de escritor, un arte que ejercita, sobre todo, desde la columna, y no por su condición de estilita, sino porque escribe una para su periódico, Heraldo de Aragón, cada semana.
Quien haya leído Leer para contarlo. Memorias de un bibliófilo aragonés (2015), La vida de los libros (2009), Escritores y escrituras (2012), El tenedor de libros (2015) y El lector incorregible (2018), todos publicados por Xórdica, sabe bien cómo es. A esta serie se suma ahora Lecturas y pasiones, aunque, para completar el mapa, no está de más que mencionemos otras obras suyas como Los libros de la guerra (2006),  Manual de uso del lector de diarios (2013) y Una aproximación a la bibliofilialos libros, la vida y la literatura (2017), además de los dedicados a la jota o a los cuentos populares de su tierra.
Lecturas y pasiones reúne ciento doce artículos del Heraldo publicados entre 2018 y 2021. Antes de entrar en materia conviene fijarse, con independencia de la afición de cada cual por la bibliofilia (estamos ante un libro bien hecho), en la ilustración de la cubierta, obra de Jorge Gay, y, más que nada, en el prólogo. Los de Melero son pequeñas joyas que nunca han de saltarse, no como la mayoría de los enojosos delantales que se colocan en las primeras páginas de los libros. En éste, el autor vuelve a recordarnos su “pasión por los libros” que “desbordada, acabó convirtiendo mi casa en una biblioteca”. Tanto, podemos precisar, que, como antaño hiciera un rico con su querida, tuvo que ponerle un piso a los ejemplares que terminaron rebasando la suya propia.
Sostiene, aunque parezca baladí, que “los libros están hechos para ser leídos” (y no coleccionados, como suelen hacer sus camaradas bibliófilos). Y, con pudor, que “tener muchos libros […] no significa tampoco nada”.
Afirma después: “Dime que libros has leído y te diré quién eres”. Y: “Uno siente pasión por los libros porque anhela leerlos”. Luego añade: “Por eso nos gustan más los libros humildes que las grandes piezas de caza mayor”.
De sus lecturas y pasiones, sí, está hecho este libro, donde convive “lo local y lo universal”, que viene a ser lo mismo cuando de literatura se trata como nos explicó hace tiempo Miguel Torga.
La materia a que me refería se resume en los asuntos de los que esos artículos tratan. De escritores “raros” y olvidados, de otros mucho más conocidos e incluso de amigos que escriben (el desaparecido Félix Romeo o los muy vivos Fernando Sanmartín, Sergio Vila-Sanjuán y Antón Castro). Para empezar, porque la pulsión amistosa es en Melero de una naturalidad llamativa y, para seguir, porque es evidente que los amigos pueden escribir buenos libros. Aquello, ya saben, de que la admiración está en el origen de la amistad, al decir del clásico. ¿A quién, en fin, no le gustaría aparecer en alguna de estas columnas de la sección de Opinión del suplemento ‘Artes & Letras’ del citado diario aragonés?
Incluso cuando nos habla de fútbol, pongo por caso, o de un libro o un autor que es o fue paisano suyo (de los “ilustres”), esto es, cuando desciende a lo personal y regional por excelencia, es capaz de encandilarnos. Sencillo: porque escribe muy bien (un estilo que no se nota, digamos, ni retórico ni enfático, pero efectivo y sólo suyo) y porque detrás de la información y del análisis está la anécdota o el retrato del personaje, singular casi siempre.
Anécdotas divertidas, señalo. Y es que Melero gasta un sentido del humor tan sustancial como notable, extraño en el panorama literario patrio; con frecuencia, tan solemne y grave. Un humor, claro, teñido de ironía. De esa benévola e inteligente que no hace sangre.
Si no fuera pecado, diría que la de este hombre es una literatura entretenida.
No es cosa de poner aquí la ristra de autores de los que nos cuenta algo. Es larga, sin duda, y recortada dejaría de tener gracia. Sin embargo, me atrevo a destacar lo que a uno más le ha interesado. Así, las columnas que dedica a Lorca, aprovechando un viaje a Granada con su mujer, Yolanda, su “vicerrectora favorita”, como le ocurre con frecuencia; a las pesquisas del Rastro, con su admirado Trapiello al fondo (en 2019 publicó, en edición no venal de 50 ejemplares, Un recorrido por el Rastro de Andrés Trapiello) y a otras exploraciones por librerías de viejo, como la de Antonio Mateos en Málaga (antes de que internet acabara con el placer de comprar primeras ediciones); a la bibliofilia de “un bibliófilo muy atípico”, como se define, y a las bibliotecas de otros, esa suerte de autobiografías; a las librerías normales, a las Ferias del Libro (de cualquier época) y a los pregones y las presentaciones de libros (que odia y ama, más desde que está jubilado y lleva una vida social intensa y hasta peligrosa); a los descubrimientos de obras y escritores (y escritoras, no se me enfaden) que él resucita con justicia poética (como la de quien creía extremeño: “el cazador Antonio Covarsí”, o la de otro de Extremadura, nacido, éste sí, en Mérida: mi añorado Alberto Oliart, poeta inédito); a hechos históricos, pues no le falta, al revés, un gran sentido de la Historia; a Jaca, una ciudad a la que uno siempre ha querido ir; las que destina a la suya, Zaragoza, y, ya allí, a los famosos y no tanto que pasaron por esa ciudad con universidad y río; a escritores de vidas poco ejemplares, como Sender y Salinas; o, por terminar, a la política, que en este país llamado España es inseparable de nuestra última, catastrófica Guerra Civil.
Podríamos ir leyendo, semana a semana, esta especie de novela por entregas (por lo que tiene de trama en la que se enreda una serie de curiosos personajes), ya que Melero publica las columnas en su muro de Facebook tras su aparición en el periódico, pero uno prefiere esperar a que la ristra adopte forma de libro. Uno de esos “humildes” que “sentimos cerca del corazón y leemos con fruición y avidez”, por decirlo con sus propias palabras.
 
Lecturas y pasiones
José Luis Melero
Xórdica, Zaragoza, 2021. 288 páginas. 20 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en la revista digital EL CUADERNO.