La semana pasada moría en un hospital de Madrid Francisco Muñoz Ramírez; para los más, Paco Muñoz. Había nacido en Mérida en 1953 y era Hijo Adoptivo de Zarza Capilla. Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y residió en Badajoz, su ciudad, casi toda la vida.
Se decantó pronto por la gestión cultural y no por la enseñanza, que hubiera sido lo previsible. Estuvo al frente del Servicio de Publicaciones de la Diputación pacense, coordinó las actividades culturales del Pabellón de Extremadura en la Exposición Universal de Sevilla del 92, dirigió el Teatro López de Ayala de Badajoz y desde 1995 hasta 2007 desempeñó el cargo de consejero de Cultura de la Junta de Extremadura. Tres legislaturas estuvo, por decisión de Ibarra (al que siempre le importó esa materia tan despreciada por la política), al frente de esa consejería. Desde allí impulsó leyes como la de Bibliotecas del 97, y la de Patrimonio Histórico y Cultural, del 99. Además, propició la creación del Instituto de la Mujer y del Instituto de la Juventud y puso en marcha la Orquesta de Extremadura y la Orquesta Joven, La Academia Europea de Yuste, la Filmoteca y la Biblioteca Regional, cabecera de la Red de Bibliotecas extremeñas y donde se depositó el Fondo Clot-Manzanares. También estableció una Red de Teatros y, en lo que respecta al Patrimonio, las áreas de rehabilitación integral en los conjuntos históricos, así como el Proyecto Alba Plata (Premio Europa Nostra 2005).
Apostó también por la arquitectura contemporánea y durante su etapa se inauguraron los Palacios de Congresos de Mérida y Badajoz. Antes de marcharse, colocó la primera piedra del de Plasencia.
Promovió asimismo la Red de Museos de Extremadura, abrió el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), facilitó la creación de la Fundación Helga de Alvear y la adquisición del Archivo Happening Vostell.
Durante su etapa, se convocaron y concedieron los Premios Extremadura a la Creación.
Dentro de sus competencias en materia de Juventud, Mujer y Deportes, se crearon los Espacios para la Creación Joven, la Casa de la Mujer de Cáceres y la de Badajoz, el plan de Dinamización Deportiva Municipal y numerosas obras de construcción de instalaciones deportivas en todos los municipios extremeños.
No fue todo lo que se hizo bajo su dirección y a favor de la ciudadanía extremeña a lo largo de esos años (aunque la enumeración de logros parezca larga), pero basta y sobra para demostrar que esa afirmación, casi unánime, de que ha sido el mejor consejero de Cultura de la Junta de Extremadura es una verdad incuestionable.
Es obvio que esa titánica tarea no la realizó solo. Con todo, no debe desdeñarse ni su inteligencia (capaz de generar prácticas e ingeniosas ideas) ni su capacidad de liderazgo para poder rodearse de las personas adecuadas con las que lograr que de una santa vez esta tierra saliera de su secular atraso y se pusiera por fin en la hora de España. En la del mundo. Pondré un par de ejemplos que conocí bien y de cerca. Por una parte, la eficaz gestión de su jefa de gabinete, Luisa Merino, tan dura (y de qué dureza) como exigente. Por otra, los nombramientos de Fernando Pérez como director de la Editora Regional y de Antonio Franco en el MEIAC. La amistad personal no le nubló la visión. Sin ellos, ni una ni otra institución hubieran alcanzado el prestigio del que gozan, que rebasa el limitado ámbito autonómico.
Cuando, muerto prematuramente el citado Fernando, me pidió que le sucediera (un honor que no olvido), sólo esgrimió una razón al preguntarle el porqué: "porque tienes criterio". Así era Paco (sabía escuchar) y así de claro lo tenía.
Visto en perspectiva, odiosas comparaciones al margen, su labor tiene tintes épicos. Estaba casi todo por hacer, es cierto, y no pocos, de distintas áreas literarias y artísticas, dispuestos a hacerlo. Desde dentro y no desde fuera, como venía siendo norma. Vivir esos años, junto a otros compañeros de generación y desde la primera línea de fuego, fue sin duda apasionante. Y raro, muy raro, que se diera esa feliz confluencia, una feraz sintonía, entre los intereses de los gestores políticos y los de los agentes sociales, digamos, miembros de esa sociedad civil apenas existente en la Extremadura de nuestros amores. Insisto, que Ibarra y Muñoz estuvieran ahí favoreció decisivamente esa alianza que sobrepasó los limites del mero entendimiento político. La mayoría ni siquiera estábamos afiliados al PSOE, por no hablar de quienes militaban en otras formaciones.
La decisión, esta sí de partido, que le llevó, muy a su pesar, a ser el candidato a la alcaldía de Badajoz en 2007 (elecciones que perdió) y la repugnante, indecente campaña que orquestó el PP de Floriano contra él (alentada desde Madrid por el ministro Acebes) a cuenta de la edición de un catálogo con fotografías de Montoya (fui uno de los denunciados por el sindicato Manos Limpias, pues era entonces director de la editorial que había publicado, años atrás, el libro), le arruinó la existencia. Todo se trastocó, en lo personal y en todo lo demás. Volvió a la Diputación, enfermó gravemente y... Nuestras conversaciones se fueron distanciando hasta que se impuso el silencio. La última vez que nos encontramos fue en un homenaje a nuestro querido amigo Ángel Campos Pámpano (un personaje fundamental en su trayectoria y en la de todos los extremeños que aman la cultura, amén de factótum de los Premio Extremadura a la Creación, pongo por caso) que tuvo lugar en su querido Badajoz.
Sí, tal vez sea habitual hablar bien de los que mueren; sin embargo, pocas veces me ha parecido más oportuno y necesario escribir unas líneas para ensalzar la figura y, más que nada, el legado de este extremeño cabal llamado por todos -era cercano, sociable y accesible- Paco Muñoz. Su memoria perdurará en quienes le conocimos. Su ejemplo habla a favor de que una gestión pública, limpia y eficiente, de la cultura es posible.
NOTA: Las dos fotografías están tomadas en Alburquerque. En una reunión de la consejería que tuvo lugar a principios de siglo en el Castillo de Luna. Un repaso a las caras y a los nombres dan pistas acerca de su tino a la hora de elegir su equipo, funcionarios inclusive. En todas las disciplinas. Buscaba, según creo, capacidad y solvencia.