Carmen Martín Gaite
Ed. de José Teruel
La Bella Varsovia, Barcelona, 2023. 160 páginas.
CMG (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) ha pasado a la historial
de la literatura por su obra narrativa, lo que no obsta para que se también reconozca,
entre otras, su labor como ensayista y poeta. Su poesía, por centrarnos, se
publicó por primera vez en 1976 y en Libros Hiperión, con el título A rachas.
Le siguieron nuevas ediciones en 1979, 1986 y 1993.
Esta reproduce, con leves variaciones, la que figura en el
tercer tomo de las Obras Completas publicadas por Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores en 2010 bajo el título Después de todo. Poesía
a rachas. Al cuidado de aquélla y de ésta, José Teruel. De su solvencia da
buena cuenta el prólogo: “Sacar los asuntos del caos”, donde explica con
clarividencia los rasgos fundamentales de su poética. “La poesía es una lucha
tenaz y muchas veces fallidas por retener el instante en que las cosas hablaron
un lenguaje especial y nos incitaron a captar ese recado urgente que apenas
insinuado se esconde, dejando un sobresalto en la memoria”, escribió la
salmantina. Nunca dejó de escribir esa “visita intermitente”. Esta “escritura intempestiva
–aclara Teruel– fue objeto de una cuidada atención y revisión por parte de su
autora”. De tono autobiográfico, no deja de ser “una meditación sobre su
experiencia”.
“Como casi todos los narradores de mi generación, yo empecé
escribiendo poemas”, dice en “A rachas”, texto incluido en la antología Poemas,
recitados por ella (le encantaba leer en voz alta). Publicó el primero (1947) en
una revista universitaria de su ciudad natal, inspirados en una fotografía del padre
del poeta Aníbal Núñez. Entre ese año y el 49 escribe varios cuadernos que,
debidamente reconstruidos o reelaborados (a veces de memoria), formarán el
corpus, muchos años después, de su citada ópera prima. Con un aire existencial,
neorromántico y de época, entre la realidad y el deseo, un “motivo recurrente”:
“la conciencia del tiempo”, un asunto central que no abandonará nunca.
A este “ciclo de juventud” le sucede otro “intermedio”: el
de los “poemas posteriores”. Hasta 1975, desde aquellos borradores estudiantiles,
no reveló ninguno nuevo. Un año después, Munárriz publicó A rachas. Para
entonces, es una “mujer ya afincada en la capital” y no, confiesa, “una
jovencita provinciana y soñadora” que no logra apresar el flujo del tiempo y a
quien no le resulta fácil abrigarse de su incuria, resume Teruel. Los de la
“primera entrega” fueron escritos entre el 69 y el 75. Los de la “segunda”,
desde el 76 hasta poco antes de la muerte de su hija, en 1985. Son poemas
cercanos a los del Grupo del 50, sección barcelonesa. Lenguaje coloquial,
ironía, paisaje urbano… No faltan canciones (recuérdense sus colaboraciones con
Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada, su gusto por el cancionero
galaico-portugués y por la poesía popular).
En Después de todo, del 93, se constata “la pérdida
de los grandes asideros” de su vida. La pérdida de Marta, el fin del amor… Aun
así, continúa; “contra viento y marea”, como prometió a su hija. Léase “Lo juro
por mis muertos”. Y ahí, la intimidad: “No se dice lo secreto, se cuenta”. Porque
“lo verdadero es secreto”. El “descalabro”, señala el editor, como “fuente
literaria”.
Su poesía es limpia y fresca. Genuina. Emocionante. Propia
de quien dijo “Necesito poesía”. Con poemas tan logrados como, pongo por caso,
“Callejón sin salida”, “Espiga sin granar”, “Convalecencia”,
“Descarrilamiento”, “Madrid la nuit”, “Mi ración de alegría”, “Let it be”,
“Diez coplas de amor y desgarro”, “Todo es un cuento roto en Nueva York” (con
Hopper al fondo) o cuantos componen Después de todo.
La poesía no fue “un pariente marginal de su obra”, sino
“una forma de visión” que impregnó lo narrativo y lo ensayístico. Concluye
Teruel que “lo genuinamente poético no reside en la forma ni en el tema, ni
siquiera en el uso del verso, sino «en un tratamiento temporal de la
experiencia humana»”. El tiempo como eje. Su inexorable paso.
NOTA: Esta reseña de ha publicado en EL CULTURAL.