Ágora
Ana Luísa Amaral
Sexto Piso, Madrid, 2023. 188 páginas. 24 €
Ana Luísa Amaral
Sexto Piso, Madrid, 2023. 188 páginas. 24 €
Me temo que en los
últimos años la traducción de libros de poesía portuguesa se ha reducido
ostensiblemente, un hecho que no tiene justificación si tenemos en cuenta su
sostenida calidad, propia de una de las tradiciones líricas más importantes de
Europa. Sólo en los dos últimos siglos, la nómina de autores y obras resulta
apabullante. Por suerte, los libros de Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956–Leça
da Palmeira, Oporto, 2022), una voz reconocida dentro y fuera de su país, están al alcance del lector español: Oscuro, What’s In a Name, Mundo y la
antología El exceso más perfecto,
editada por la concesión del Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana. Ni siquiera su inesperada, prematura muerte ha malogrado
esa necesaria presencia. El poeta Martín López-Vega se ha encargado de la
traducción de Ágora, que vio la luz en Assírio & Alvim, su
editorial portuguesa, en 2019 y le valió el premio Francisco de Sá de
Miranda en 2021.
En esta ocasión, Amaral se sirve de la écfrasis
(según el diccionario, “descripción precisa y detallada de un
objeto artístico” o “figura consistente en la descripción minuciosa de algo”)
para, a través de treinta y tres obras de arte (que van de una vasija griega
hasta un cuadro de Van Gogh pasando por Blake, Caravaggio, Gentileschi,
Rembrandt, Giotto, Rubens, de La Tour, Uccello… ), reflexionar acerca de lo que
nos ocurre. Sí, su aventura poética va mucho más allá de la mera descripción de
esas pinturas, si bien la edición del libro recoge, como es lógico, las
reproducciones en color de dichas composiciones.
Para ello Amaral elije algunos motivos claves del imaginario
occidental, relacionados en su mayor parte con La Biblia, vertiente
veterotestamentaria. Para ella “una fuente” en la que reconocer nuestro legado
“judeocristiano”.
También alude a algunos mitos, como el del vellocino de oro.
Desde ahí viaja hasta la actualidad en un apasionado diálogo que le permite (a
ella y, consiguientemente, al lector) abordar asuntos tan acuciantes como el
éxodo oriental y africano de inmigrantes que naufragan y mueren a diario en el
Mediterráneo, cuestión a la que dedica el poema que cierra el volumen.
La suya, dijo, es la “voz dos refugiados”. Esa que ofrece a cuantos
carecen de ella. La misma voz que da a los personajes que figuran en esas obras
y que ahora hablan desde el otro lado de la historia. De forma más humana,
diría. Como la Virgen en la Anunciación, pongo por caso, o Cristo en el juicio
(“Pero yo no estoy sereno / solo finjo estarlo”), el jardín (“Ellos no saben de
la historia más de dentro”) o la cena de Emaús. Además, Salomé, Herodías, Jacob
(“La agonía del espacio, / la tortura del tiempo”), Holofernes (en el poema “El
dolor: un habla distinta”), David y Goliat (“Siempre se mata / aquello que se
ama”), “el hermano del [hijo] pródigo” (“Debe ser una cosa extraña / la
lealtad, / tanto como penoso el oficio de amar”), Isaac (su estupor), san
Francisco, la mujer de Lot (“innominada yo”), Magdalena, Adán y Eva y Caín
(“Antes ser todo y libre / que bueno pero humilde”), Babel (un poema precioso,
digno de ser leído en el Congreso), Lázaro, Verónica, el diluvio (“el precio
del perdón / y la seca promesa del ya basta”), etc. No olvida la vindicación
feminista: “las piedras, que no mueren, / pero poseen el poder de / matar / mujeres
/ aún hoy”.
Amaral procede en este libro con una concisión y una
parquedad destacables. La cotidianeidad que caracteriza su poesía autobiográfica
deja paso a una visión más profunda y trascendente del mundo. Va, sin desvíos, a
lo esencial, lo que no significa que pierda por ello esa limpia claridad que la
identifica.