31.8.24

Antología inminente


Hace tiempo que Meditaciones del lugar. Antología poética (1989-2018) ronda por internet, un libro que publica Pre-Textos en su preciosa colección la Cruz del Sur. Está previsto que llegue a las librerías a mediados de septiembre. En el colofón figura el 21, sexagésimo sexto aniversario de la boda de mis padres. Yo ya tengo un ejemplar a mano. Salió de imprenta el 8 de agosto, día de mi cumpleaños (¡65!).  
La selección y el prólogo son de José Muñoz Millanes, neoyorkino de Navalmoral de la Mata, extremeño de ultramar, ensayista y traductor que ha publicado libros imprescindibles en el prestigioso catálogo de la editorial valenciana. Cuando Manuel Borrás me propuso recoger una muestra de mi poesía en la editorial que fundó en 1976 junto a Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, coincidimos en la solvencia de Millanes para ocuparse de ese exigente cometido. 
Su último libro, La ciudad latente, acaba de aparecer en La Veleta de Andrés Trapiello. El capítulo final: "Meditaciones del lugar. La poesía de Álvaro Valverde", coincide con el texto que sirve de introducción a esta antología. Allí explica la relación que mis versos tienen con la noción de lugar, con los lugares y lo espacial (terrestre), las ciudades y el paisaje, una constante en mi escritura. De "la poética del espacio" habló Bachelard. En ese sentido, estaríamos ante una suerte de recopilación temática. 
El afortunado título, que se me antoja cervantino (como la viñeta de Ramón Gaya que luce en la cubierta), es también cosa de Millanes. 
Me hace mucha ilusión formar parte del acreditado catálogo de la editorial Pre-Textos. Para mí, inseparable de mi ya larga vida de lector. Mil gracias. 

26.8.24

En calzonas


Comprobado. Diría que el 90% de los hombres que he visto este verano en Plasencia y en Cáceres (donde uno ha sufrido los rigores del tórrido verano extremeño) lleva pantalón corto o bermudas o, como decimos por aquí, calzonas. Me crucé con algunos que lucían una de aquellas horribles piratas de antaño o un simple bañador. Calzonas en cualquier situación o lugar. Los portadores suelen completar su vestuario estival con un sombrerito de ala corta o gorra, sandalias, una mariconera (con perdón) en bandolera y, ya puestos, una camiseta de tirantes, en lugar de con mangas o un polo. (Combinan muy bien con las camisas floreadas de aire hawaiano, como la que, en plan de broma, me regalaron en mi último, reciente cumpleaños.) El no va más es que la calzona sea de camuflaje. Me da que las que más abundan son las vaqueras con vuelta en el bajo, como la de la imagen. Sí, casi un uniforme (con lo que detesto el inevitable aborregamiento). Observo que es lo habitual en jóvenes y en mayores. En las edades intermedias, con abundar, encuentra uno cierta indefinición. En rigor, poca. Lo llamativo en todo caso, es ir con pantalón largo, como yo, incluso cuando camino a la vera del río (qué remedio) por las mañanas temprano. No, no ha sido uno partidario de las bermudas (el sumun de la etiqueta en las islas de las que toman el nombre), la forma sin duda más elegante de pantalón corto. La usé en el pasado, durante los perdidos estíos conileños y para ir al molino cuando mis hijos eran pequeños. Hace años que no gasto esa prenda. Una prenda, por cierto, que no es nueva: mi padre ya la usaba, y sin complejo. Presumía de piernas. Y con ella llegó al colegio de Galisteo mi amigo Néstor en septiembre de 1991. 
Supongo que estamos ante una muestra más del avance imparable de la informalidad. ¿Dónde quedaron las corbatas? ?Dónde los calcetines? ¿Dónde las americanas de lino?, aunque hayan vuelto, no es poco, las saharianas. Me ha sorprendido, así de antiguo soy, que escritores y poetas lean en festivales y otros eventos (va por ti, Josemari) sus textos y poemas con las pantorrillas al aire. Nada nuevo, por otra parte. Hace más de treinta años conocí así vestido a mi admirado Álvaro García, un crío entonces (que jugaba al tenis), en un congreso literario que se celebró en Valencia a finales de los ochenta, década que dio nombre a nuestra generación poética.
¡Quién dijo solemnidad! Ignoro si ya es frecuente su uso en las bodas, por ejemplo, o en otras ceremonias religiosas o civiles. ¿Será otra exigencia del cambio climático? No pretendo, en fin, sino constatar ese hecho que sólo a uno, seguramente, llama la atención. No tengo nada en contra (mi hijo las usa siempre), sólo faltaría, aunque mi renuncia a esa moda sea también una discreta forma de discrepancia. La comodidad, se justifican, manda. Confieso, eso sí, que siento vergüenza ajena cuando veo a gente de mi edad (y con menos y con más) con según qué pintas, lo que uno denomina "modelo Benidorm". He dicho a mi mujer y a mis hijos que, si algún día me ven de esa guisa, vayan buscándome plaza en una residencia.

7.8.24

Náufragos aragoneses

 
Este es el espléndido reportaje de Pablo Ferrer sobre la última caja de Náufragos (La Rosa Blanca) que se publicó ayer en Heraldo de Aragón. Una atención para con el ambicioso proyecto de Salvador Retana que aún no ha merecido ni una sola línea en la prensa regional extremeña. 
Por cierto, la novena entrega contiene tres botellas con textos, respectivamente, de Ignacio Martínez de Pisón, Fernando Sanmartín y José Luis Melero. Un novelista, un poeta y un bibliófilo. 
El tiempo dirá. 

5.8.24

Un poema inédito

 
En el número 8 de la revista onubense Centauros publico un poema inédito: "Hombres de espalda". Surgió después de contemplar un cuadro del pintor aragonés Ignacio Fortún (que conocí gracias a José Luis Melero) y está dedicado a otro maño, el poeta Fernando Sanmartín, que conoce bien la obra de aquél. 
Agradezco a Alejandro Bellido la invitación. La revista se puede leer gratuitamente a través de este enlace. O en su web. Por suerte, hay también edición impresa. 


HOMBRES DE ESPALDA

                        A Fernando Sanmartín


Una vez escribí que me gustaban
las estatuas de hombres con abrigo.
Aparecen de pronto en cualquier parque.
También en una calle o una plaza.
Solitarios, de espaldas,
no sabemos muy bien a dónde miran.
Tal vez a su pasado.
A la vida que pudieron tener
y que les huye.
Su actitud es sin duda melancólica.
En sus hombros caídos
se adivina el cansancio,
la tenaz pesadumbre.
En sus rostros esquivos,
la gravedad, lo adusto.
Deducimos, en fin,
que es gente que atraviesa
encrucijadas decisivas,
momentos de zozobra, delicados.
Se ve uno a sí mismo al contemplar
a esos hombre de espalda con abrigo.