Cristóbal Domínguez Durán (Vejer de la Frontera, 1993) publica en RIL Editores su tercer libro, Una postal color sepia. Antes ya había dado a la imprenta Secuelas (2018) y Nadie nos cuida en el sueño (2022).
Reconozco que me ha sorprendido gratísimamente. Aunque ya conociera su poesía y a pesar de que del editor Paco Najarro no pueda uno esperar más que cosas buenas.
Comienza por todo lo alto. Con citas de William Carlos Williams (que toma "conciencia de la tiranía de la imagen"), Olvido García Valdés y María Zambrano (Antígona, la historia). Antes, en la cubierta, la fotografía que inspira el título del libro y, más allá, la obra al completo.
El primer verso del primer poema (en cursiva, porque es también una suerte de prólogo) dice: "La belleza puede ser un significado / inagotable". Reconoce que "la realidad necesita metáforas / donde los ojos no terminen / cocidos / como huevos duros" y que la "vía" para contar "esta historia" será "La que limpia de palabras / lo sabido". Y es que, como escribe ya en la primera parte, titulada "Imagen" (un extenso poema fragmentado), "La memoria / más nuestra busca despegarse / del lenguaje". Luego aporta la clave de todo: "Hace un momento he encontrado / una fotografía, escrita / por el envés como una postal, / y he visto en su imagen / una historia". "La criaturita vivía en una casa de campo". Y ahí, la pobreza, el dolor y el luto. Los ojos, la mirada. Una enorme lógica (que antes definió como "cruel") "arrastra el corazón hacia el sepia / de las cosas que se heredan". Sobre estos versos cincelados cae a plomo el sol. El del verano en esas tierras del sur tan cercanas a un mar que suena a lo lejos. Donde las chicharras "eran mentira": "Decías que, en realidad, eran el sol / infinito / crujiendo las piedras". Contra el paisaje, digamos, el poeta reflexiona acerca de las palabras que secuestran sus ojos): "La alegría podría ser, / según muchos, / algo parecido a flotar, / sin derramarse, / sobre el idioma". Y del silencio. Aquí la parquedad es ley. Y ahí, la noche ("La calma en lo oscuro no existe", "La naturaleza sonando en la noche / es el peor monstruo"). Hay versos que, en rigor, son aforismos: "Somos un largo relámpago / en las palabras de otros". Este paisaje agostado y solitario me recuerda el que aparece en los poemas y diarios de César Simón. La sequedad es similar, y no hablo sólo del lugar.
Al fondo, la memoria familiar. La del padre (en su muerte), la madre (que planta un mandarino y teme a los relámpagos) o el tío (que da lugar al excelente poema en tres cantos titulado "Breve historia de los pozos"). La de la infancia. Y otra más lejana en el tiempo. La de los jornaleros, por ejemplo, que "se limpiaban la dentadura / con fango". "La nostalgia siempre viene de un lugar imaginario".
"Violencia", la segunda parte, protagonizada por un homérico "Nadie", recoge poemas fundamentales, como "Todavía persisten en estos lugares...", donde leemos: "Todo puede reducirse / a muy pocas cosas", un verso que mezcla una lección de vida con una poética. "Esto es solo lenguaje", sostiene. Y "Ya todo es imagen". Estamos, sí, ante un regreso, tan real como imposible. "Ante los ojos / esta hermosa desolación".
"Historia" la última parte, vuelve sobre lo que acaso ocurrió y le contaron. El relato de la vida de su madre cuando niña. La guerra, la lluvia, "la memoria de la luz"... "Yo prefiero decir: / El recuerdo es pasado y no lo es / porque huele a sueño".
Dice el crítico Carlos Pardo, y lo comparto, que Domínguez Durán "posee una habilidad rarísima: su poesía une la reflexión ética a la nitidez de las imágenes. Por eso suena tan clásico, tan ajustado a una dicción transparente y lírica; y a la vez tan ágil y flexible, entrando sin miedo en asuntos bien contemporáneos. Por eso nunca es frío ni cursi. Y por eso es difícil olvidar estos poemas cuando se han leído. Fascinante". Sí, lo reitero, fascinante.
Sergio Fernández Salvador nació en León hace cincuenta años y vive en Zaratán, un pueblo de Valladolid. Ha publicado los libros de poemas Quietud, Lo breve eterno e Hilo de nada así como dos tomos de diarios: Mitos y flautas y El dios del instante. Un potente jurado, presidido por Luis Alberto de Cuenca (del que Cálamo acaba de publicar Bébetela. 50 poemas de amor y erotismo, en edición y prólogo de Adrián J. Sáez), concedió a El cielo sin caminos el XXII Premio Emilio Alarcos, uno de los galardones que lleva Visor. Está escrito entre 2017 y 2023 y lo divide en cinco partes, por aquello de la relación temática que une a los poemas entre sí. La cita inicial de Tagore (de donde toma el título del libro) anuncia la paradoja vital: "anda suelta la muerte y los niños juegan". "Sean estas palabras / como las hojas" y que "aprendan su decir desde el silencio", leemos en el "Introito".
"Es siempre la belleza quien elige. Y elige a los sencillos". Para dar fe de ello, el poeta retrata la "alegría serena" de Laura y Andrea, sus hijas (que vuelven a aparecer la final de libro: "Esta casa es el árbol que crece con vosotras"). En la noche de San Juan. Alude al milagro "corriente" del agua.
En "De la luz de verdad" de nuevo la señalada paradoja: día y noche, muerte y vida. La frágil frontera que separa a la una de la otra. "¿Qué sabe una farola de la luz de verdad?". Contra la "ley de Murphy", "Lo que importa / es asumir a tiempo el íntimo mandato / de convertir la queja en gratitud".
El amor es otro de los temas. Ocupa la segunda sección. Él se manifiesta como "el que quiere querer y no hace daño". La ironía, siempre discreta, aflora en "Secretos de alcoba" (allí, "desergiándome y desfernandezándome"). Su dicción clásica (quevedesca en este caso) está en "Es lo nuestro / un ay, un cómo, un qué, una cautela...". Prima, lo subrayo, la llaneza. Esta es una poesía hecha con poco. Por lo menudo, diría Fermín Herrero.
Tampoco falta la música: "Eres la compañera perfecta de la vida". Ni las reflexiones sobre la memoria y el pasado, "en el que no te encuentras", que "ya no es lo que era", como "tú"; "El pasado te es fiel: cambia contigo".
Un epigrama dedicado a CR7 (sí, el futbolista Cristiano Ronaldo), un homenaje machadiano situado en Colliure (donde las palabras las pone don Antonio), el confinamiento ("Esta vida no es vida"), un poema a una higuera (que es también de Eugénio de Andrade, cuyos versos ha traducido) y hasta un epitafio ("No lloréis. Aquí sigo. / Quien no vivió no puede haberse muerto") completan la muestra. Sobresale, eso sí, un asunto central en todo el libro que dejo a posta para el final: el de la poesía. En orden de aparición, ya está presente en "Poder de la poesía" donde leemos que "no es fuego, ni su brasa / siquiera es el recuerdo de un recuerdo". Y que "Es menos, pero es más: / es solo una centella / que nunca se apaga". El poeta, por su parte, "tiene esa llave de sentido / que puede abrir la puerta /donde yace un misterio que le excede".
"(Otra) definición de poesía", un hermoso un soneto, otra poética: "Es mirar hacia dentro desde dentro", "es cultivar un grave pasatiempo", "la menos sola de las soledades", "Es más fiel que la vida, y más hermosa".
En "El deseo de luz produce luz", un poema logrado, escribe: "Maduran solamente las palabras / que aspiran a la altura y a la luz". Como en el árbol, "oculta la raíz, visible el fruto".
En "Crepuscolari" opta por esos "otros" que "supieron encontrar la fuente / en el monte de dentro, y hablándose a sí mismos / a todos hablan. De uno / en uno –eso es poesía–".
Me ha sorprendido especialmente el poema "Búscame en este espejo de palabras": nunca hasta ahora, o eso creo, había encontrado mejor explicación para el misterio del desdoblamiento entre el hombre (o mujer) que uno es y el poeta que a ratos se apropia, digamos, de su personalidad. "A mí también me abruma y me entristece / este ser solo a medias". "Empújame hacia él, búscale en mí". "Solamente él podría / ayudarme a llegar a ser quien soy". Sí, sería deseable que leyeran este poema las parejas, los familiares más directos y los amigos de los poetas.
Se cierra el volumen con una pregunta inquietante: "¿Hace cuánto que no cruzas un río / pisando sobre piedras"? ¿No esa una metáfora perfecta de este extraño oficio?