7.4.25

Apuntes del natural

Más vida, de José Saborit (Valencia, 1960), es un libro meridiano. Por su tono, de línea clara, y por la luz mediterránea que lo ilumina. Que el poeta sea pintor (y teórico del arte), dota a su poesía de una gama de detalles que difícilmente podría mostrar quien se limita, digamos, a escribir versos. Sin esa perspectiva añadida, quiero decir. 
Autor de los libros de poesía Flor de sal, La eternidad y un día, La misma savia, Carta al hijo y Con los ojos de nadie, en Más vida, no hace falta más que leer el título, celebra la existencia por encima de lo que ésta tenga de penosa por culpa de los sufrimientos y las penalidades, de las amarguras y las pérdidas. Es una actitud vital que comparte con otros poetas que son además amigos, levantinos como él: Marzal, Gallego, Moreno... Y Lola Mascarell, por supuesto, dedicataria del libro y protagonista del poema “Quédate quieta”. Discípulos aventajados (dicho con afecto) de Francisco Brines, una suerte de dios tutelar, de cuya poesía tomaron lo hímnico, en detrimento de su marcado componente elegíaco. 
“Uno soñaba hace años con escribir un ensayo sobre la alegría en la historia de la literatura, que es un libro en el que la poesía española iba a tener más bien poco que decir: hay mucha, sí, pero siempre a costa de otras cosas, conseguida tras superar enormes obstáculos y reveses, al estilo del «llegué por el dolor a la alegría» de José Hierro”, escribía aquí atrás el crítico Juan Marqués en The Objective. Aquí, sin embargo, parece brotar de la misma forma natural con la que Saborit es capaz de expresar cuanto le sucede y pasa. Y con un ritmo, cabe añadir, hipnótico, propio de alguien que tiene, sí, buen oído. Y que domina el oficio. Basta con leer “La perfecta alegría”, con cita de Francisco de Asís. O “Los tristes”, un poema logrado y memorable, dedicado a otro recién llegado a la comunidad de los alegres, el monje salmantino Víctor Herrero. 
Hay mucha naturaleza en estos poemas, escritos, o eso parece, en pleno campo. Logrados apuntes del natural, diría el pintor. “Cítricos”, por ejemplo (“Nada sé de su trágica acidez, / nada de su agridulce metafísica”), o “Arden los árboles”, “Julio”, “Sábado por la mañana” y “El pastor en la roca”. Una naturaleza circunscrita al interior valenciano que ya estaba muy presente en su libro de prosas, escrito a modo de diario, Perspectiva aérea
Con todo, es el nacimiento de la hija lo que centra buena parte de sus reflexiones: “Encinta”, “Amor” (“Antes de que nacieras ya te amaba”), “Lucía la mañana” (la niña que comparte con Lola, su madre, la dedicatoria del volumen), “Primer gesto”, “Mamá” o “Suite para Lucía”. Otro poema, ”Imagino tus manos”, está dedicado “A mi hijo”. Doble paternidad, por tanto. Recuérdese que un libro anterior se titulaba Carta al hijo.
En otras ocasiones es el poeta quien se vuelve niño y recuerda. En ”Papá (donde el hijo es él) y “Simbad” regresa a la infancia. 
Utilicé antes el adjetivo “reflexiva” y sí, esta poesía es de sesgo meditativo (léase “De lo que apenas puede hablarse”, “Fajador” o “Soledad), aunque nunca olvide el canto, donde se acentúa su vis lírica. 
Lo cotidiano es fuente de inspiración, poco importa si es la vista de un viejo aparador, un vaso de vino, un ladrillo que les regala un amigo, un plumier, las moscas, una hoja de acelga, las flores, un espejo, las tijera de su padre, una piña... A “la prosodia / de las cosas sencillas” se refiere en un momento dado. 
“Que las palabras salvan”, como Saborit escribe, se constata después de leer este libro. A conciencia verdadero.

Más vida
José Saborit
Pre-Textos, Valencia, 2025. 76 páginas. 15 €

NOTA: Esta entrevista se ha publicado en la revista digital EL CUADERNO

Acuarelas florales del autor