8.2.16

El idioma de la luz

El vuelo y la mirada es el segundo libro que publica Luis Llorente (Segovia, 1984). En la colección Tierra, de La Isla de Siltolá, ese vivero de nuevas voces poéticas que dirige, conviene recordarlo, Javier Sánchez Menéndez. 
En el título encuentra uno esa palabra clave que define bien el alcance de esta apuesta. Estamos ante un desafío ambicioso, con vuelo. La otra palabra es también decisiva: si algo hay aquí es una mirada precisa que observa cuando el mundo muestra. 
Pistas fiables son también las citas de JRJ y Valente que abren el volumen, muy unitario en, digamos, fondo y forma. Del último Juan Ramón y del primer Valente, según creo. Lo digo porque no es éste el único poeta del 50 interpelado en estos versos. También hay ecos de Claudio Rodríguez, ante todo (su presencia se lee y hasta se palpa) y de Francisco Brines. El tono, y por eso me atrevo a afirmarlo, es meditativo, como el de aquellos. El paisaje, añado, el castellano del de Zamora. Sutil, apenas subrayado, pero ahí. Los poemas son extensos (a veces formando breves series) y el modo de proceder, por eso, discursivo. El ritmo impecable, con encabalgamiento a los Rodríguez, pongo por caso, que dan en una lectura también de altura. Que, en todo caso, le ayudan al lector a leer, valga la redundancia, como es debido. O eso nos parece a algunos. Hay oído, recalco. Un regusto clásico de la mejor estirpe. No todo van a ser jóvenes poetas insustanciales a la americana que juegan a versificar poquedades o naderías en un idioma extraño.
Aunque la naturaleza está delante de nuestros ojos, como todo en este libro, no abruma, ni cansa, ni es tópica. Me remito a lo anterior. Sirve, a través de los símbolos, para evidenciar un estado de ánimo, ciertas reflexiones (acecha la María Zambrano de Claros del bosque), algunos sentimientos... Como el amoroso: "todo aquí se ilumina porque existes" ("El paseo"). 
La luz es otro elemento simbólico de primer orden. Que viene del cielo, como la de Rodríguez. Habla de "la arquitectura de la claridad" (un verso que podría haber servido de título a este libro). De la "secreta llama de la vida". Se afirma que "el hombre es un animal de luz". Que "ya eres / el idioma de la luz" (en el que Llorente escribe) o de "la luz sagrada entre las cosas". "La apariencia de la luz" titula la segunda parte de las tres de que consta la obra. 
Estamos ante un canto inspirado, "palabra / de celebración", que no teme a sobrevolar, ya decía, la cortedad de vuelo de algunos presuntos poetas. Vaguedades metafísicas, dirán algunos.
Y ya que hablo de poetas, a los citados habría que añadir nombres que él mismo menciona: Machado, san Juan de la Cruz, Panero (padre), Gamoneda... Y los que no cita y uno sí: Colinas, por ejemplo. Y Luis Javier Moreno, su paisano recién muerto, al que dedica un poema, alguien que nunca fue (y es) mal ejemplo. 
No puedo negar que he sentido afinidad con esta poesía. Inevitable, supongo. Por confluencia de maestros. De lecturas comunes. Más allá, aprecia uno coherencia, mucha coherencia en este libro honesto.

Colinas


7.2.16

Poema de Carles Hac Mor

CHM
Aquest poema / no vol dir res, / i tanmateix / ja ha dit massa.

O lo que es lo mismo, o casi: Este poema / no quiere decir nada, / y sin embargo / ya ha dicho demasiado.

En la muerte de este ácrata poeta catalán partidario de las vanguardias y del nihilismo que de definió a sí mismo como "infrapoeta". De la necrológica de El País firmada por Manuel Castaño, quien recuerda que "Uno de los lemas de Carles Hac Mor era que «la perfección es fascista»".

6.2.16

La vida quieta

Así ha titulado Melquiades Álvarez (que tiene nombre de político con calle en su natal Gijón, por el barrio de Cimadevilla,) su primer libro de poesía. Llega cuando está a punto de inaugurar su sexta década de vida, y se nota. Quiero decir que, aunque quieta, hay mucha vida vivida en este puñado de poemas que tampoco pueden negar la mano del pintor que es, alguien que desde siempre ha necesitado, como otros artistas, de la escritura en sus tareas de taller. Por eso en la preciosa edición de Trea, no falta la reproducción de una serie de dibujos realizados ex profeso con tinta china y carbón sobre papel. Como la cenrica que aparece en la cubierta, motivo de uno de los poemas.
Albert Camus y Jordi Doce, su paisano, abren con sendas citas el volumen. Allí se afirma, respectivamente, que "cada cosa tiene su verdad" y que "lo que es invisible de tan grande" es "lo que el poema ve".
"Camino de invierno" me parece un excelente poema inicial: "En mi pequeña mano / una manzana helada. // En mi otra mano, la mano de mi padre". Llegan luego otros, también conseguidos, fruto, ante todo, de la observación, de la lúcida mirada de un hombre que más que ver, contempla. Un hombre, por cierto, que pasea, que camina: "Febrero a las afueras". Así, "El afilador", "Viaje del otoño" (un viaje por las carreteras secundarias de España, uno de mis preferidos), "Piedras II" (en un molino abandonado), "Puntal soleado" (pura armonía y serenidad), "Límites", "Vida secreta", "Principio" ("El cofre de la pintura sigue vivo"), el amoroso "Amanecer" y el triste "Despedida", "Visión" (donde alude a "un árbol de la vida quieta"), el emotivo "Convalecencia", "Premonición", "Interior" (la casa como territorio) o "Los muertos" ("Aunque ausentes, los muertos parecen hablar / a través de algunas cosas").
Lo cotidiano, lo diario, es el asunto. Como en "La salida", donde leemos: "eres ese árbol erguido". En los títulos encontramos palabras elocuentes, por sencillas y habituales en la vida de cualquiera: hojas, noche, nubes, piedras, estaciones y meses, olas, nieve... O lugares: Valdediós, Monsacro, Cabo Peñas... O referencias a los objetos y a la música; de violonchelo especialmente, tan melancólica como el tono de estos poemas.
En "Conclusión", el poema final, leemos al principio: "Todo lo que fue importante va dejando de serlo". Pero después dice: "en la quietud desasosegada hay un centro / impuesto y paralizante que, no obstante, / tiene la importancia de una tensa espera. // Como sustancia que el tiempo / inyecta en una vida".

5.2.16

Suroeste digital

La singular y acreditada revista de literaturas ibéricas Suroeste, que dirige el poeta, profesor, crítico  y traductor Antonio Sáez Delgado,  acaba de actualizar Suroeste Digital, su versión internáutica. 
Concebida e impresa en Extremadura, apoyada por la Fundación Ortega Muñoz y la Junta de Extremadura, con consejos de redacción y asesor plurales, formado por escritores portugueses y españoles, recalca así su vocación universal. 
Uno, analógico por naturaleza, siempre preferirá su versión en papel, con elegante diseño de Luis Costillo, pero no le duelen prendas recomendar este práctico formato, accesible, ya se dijo, a cualquier lector conectado. 

Goldsmith dixit

"Hay muchos poetas conservadores y no sé por qué. Si eres un novelista, puede que tu libro sea adaptado a una película o que se convierta en un superventas. Pero con la poesía no hay nada que ganar apostando por lo seguro", dice el espabilado y cínico Kenneth Goldsmith, que se autodenomina poeta, a Andrea Aguilar en una entrevista que tiene, sí, mucho desperdicio. Creamos monstruos.

4.2.16

Faria de nuevo

Celebramos aquí, como es debido (esto es, por todo lo alto), la aparición en la escena lírica española del primer libro del malogrado poeta portugués Daniel Faria (1971-1999), la mejor manera que se le pudo ocurrir a la editorial religiosa Sígueme de entrar en el mundo de la poesía. Un libro, cabe añadir, que fue, sin duda, uno de los mejores del pasado año.
Llega ahora, traducido de nuevo por Luis María Marina (que acaba de presentar también en España a otra portuguesa: Ana Luísa Amaral), Hombres que son como lugares mal situados. Sí, ¡menudo título! Pues, créanme, eso no es nada comparado con las sorpresas que le esperan al lector cuando lo abra y empiece a leer. Uno confirma aquella primera impresión y ratifica su criterio de que nos encontramos ante un poeta mayor que tuvo tiempo, el poco que le dio la vida, de levantar una obra única destinada a durar. 
Por el poema que da título al libro -como el resto, un poema de poemas: hay seis así- empieza el inspirado canto en versículos de Faria y, con él, una sucesión de hallazgos que obliga al lector a parar de vez en cuando con la intención de asimilar un discurso basado en la perplejidad. Si en algún sitio se ha descrito el asombro de quien vive en plenitud de consciencia es en estos versos donde las metáforas y las imágenes, las palabras en suma, trabajan a favor de una claridad presentida que viene de lo más hondo del ser humano. Un ser humano (hombre, mujer, madre...) que sufre, piensa y duda; sin embargo, cuánta delicadeza para expresar la desesperación, el dolor, la angustia. "Una alianza con lo que respira".
Los símbolos son elocuentes: la piedra, el árbol, el muro, la llama, la luz... Más allá, un tono parabólico, digamos, tiñe el conjunto. La Biblia y sus personajes, tan presentes en la serie titulada "Si vas por el centro de ti mismo", una de las mejores, donde encontramos poemas como "Sara" o "Hijo pródigo".
Dije mujer y su presencia es de capital importancia en esta "encrucijada de la vocación", como la ha denominado, acertadamente, el editor del libro, Eduardo Ayuso. "Elogio de la mujer" es un precioso poema que no debería faltar en las numerosas antologías que reivindican su papel (todavía es necesario) en el mundo, pero hay otros y hasta una serie completa, "Para encontrar el golpe en el sueño", que la tienen como protagonista. En "La mujer adúltera", por ejemplo. 
Con todo, es en el lenguaje, cómo no, donde Faria vuelca todo lo que como poeta es y donde se pone de evidencia la trascendencia de su poética. Esa voz personal que, en rigor, muy pocos son capaces de poner en pie. De ahí la importancia de la tarea del traductor. "Examinemos también la escritura", leemos en "Una especie de ángel herido en la raíz", serie donde la reflexión acerca de ese espinoso asunto se pone de manifiesto: "Hablo de lo que veo..." "Sí, yo leo y descifro".
Faria, que no fue un místico al uso, no puede evitar que lleguen hasta su poesía ecos de san Juan de la Cruz. Como se escuchan los de Rilke, acaso el último de los poetas totales. Y, cosa curiosa, los poemas de la primera parte, los más potentes y los que dan título al libro, me han recordado, en el tono (y más), a los de Basilio Sánchez.
El libro se cierra con "Para el instrumento difícil del silencio": "Los días suman ruina a la ruina", leemos.
La edición, cuidada con esmero, añade un documento precioso: "Autorretrato del joven artista", el discurso que el poeta pronunció en la Asociación de Periodistas y Hombre de Letras de Oporto el 23 de octubre de 1998, un año antes de morir a causa de un accidente doméstico, cuando apareció este libro. Allí leemos que "el autorretrato de un artista en cualquier edad es su obra y que el del poeta son sus escritos". También que "el retrato del artista -el mío- en el presente es un rostro alejándose", lo que podría interpretarse como una triste profecía.
En una entrevista, Faria dijo a propósito de esta obra: «Los poemas de Hombres que son como lugares mal situados no sé muy bien cómo los compuse; fueron escritos cuando iba a entrar en el Monasterio y me hallaba como en estado de gracia absoluto». Se nota.
Para cerrar esta breve reseña, copiaré el poema que antes cité. Al copiarlo, aunque no sea a mano y con bolígrafo, según costumbre, estará uno todavía más cerca de comprender la verdadera dimensión de este poeta tan claro como profundo. 

ELOGIO DE LA MUJER (Prov 31, 14)

El corazón de la mujer es alto
Pero no sólo por eso la mujer oscila
Ella es como el navío mercante
Que llega cargado de grano

La mujer es el telar dentro de la vida
No sólo por eso la mujer es más que la vida
Ella es como el navío mercante
Que llega cargado de grano

3.2.16

Dos poemas de Umberto Saba


Saba en Trieste, 1953. Panorama

LA CABRA

Le he hablado a una cabra.
Estaba sola en el prado, y atada.
Saciada de hierba, mojada
por la lluvia, balaba.

Aquel monótono balido fraternizaba
con mi dolor. Y yo le respondí, primero
en broma, luego porque el dolor es eterno,
tiene una sola voz y no varía.
Esta voz la oía
gemir en una cabra solitaria.

En una cabra de rostro semita
oía quejarse todos los males,
todas las vidas.

(Traducción de Carlos Vitale)

PALABRAS

Palabras,
donde se reflejaba el alma del hombre
-desnuda y sorprendida- en los orígenes;
busco un ángulo en el mundo, un oasis
propicio en que lavaros con mi llanto
de la mentira que os ensucia. Juntos,
el cúmulo de recuerdos espantosos
se desharía como nieve al sol.

(Traducción de Jesús López Pacheco)

2.2.16

Tres de tres

No, no hay que fiarse de las apariencias. Este modesto librito, Poemas de la bancarrota, de Javier Gil Martín, publicado por Ediciones del 4 de agosto en su colección Planeta Clandestino (162), reúne un puñado de poemas estupendos y lleva un prólogo de Carlos Piera que no deja de ser una lección, sí, además de una cerrada defensa de la poesía. Alude el profesor y poeta a la poesía "concisa. Muy concisa" de Gil, que no estorba (como tanta que por ahí revolotea), "porque es lenguaje" y no pretende ser objeto. "La poesía resume", escribe, "porque lo que busca es la verdad" y la verdad "es siempre cualquier cosa menos prolija". "A cambio de lo cual es memorable", sentencia. Coincido con él en la elección de algún poema especialmente significativo, como "Badajo". Me han gustado también, por ejemplo, "Tanto siglo XX para esto" y "A la sombra". "No describir; / desescribir lo visto", leemos. 

El poeta Luis Alonso (Valladolid, 1955) formaba parte de la antología Sentados o de pie. 9 poetas en su sitio. Publica Mientras canta Billie Holiday en la Fundación Guillén (donde ya se editó La música del tiempo). En su colección Maravillas concretas. En "Declaración de bienes", a modo de prólogo, explica que ha pretendido con los poemas recogidos en el libro "salvar cosas del fuego". La memoria, sí, convertida en cuerpo de bomberos al rescate de aquello que nos hizo vibrar y no merece ser olvidado. Enumera Alonso momentos y situaciones a salvar de la quema. Sus versos son narrativos. En su relato, reflexiona y evoca. Habla de la desnudez de un cuadro de Lucien Freud, de mayo en el jardín abandonado y de los abandonos de octubre o de la ensoñación del sur. Elogia la risa ("Soy rico en sonrisas"), de lo poco que "nos ha servido el viaje" y de la gloria venidera. Del consuelo de que "tarde o temprano todos / acabaremos siendo Borges". De la casa de siempre, de Nieves y de otras, de que "amamos aquello que envejece" porque "sólo lo muy usado empieza a ser amable". Y del amor, "un bien perecedero que, no obstante, "nos mueve a seguir de hoy para mañana", "cuanto nos queda de ahora en adelante". Al cabo, "mientras cante Billie Holiday nada estará perdido".

Devenir publica La senda honda, ópera prima de José Manuel Ramón (Orihuela, 1966). El exhaustivo prólogo de José Luis Zerón Huguet, compañero de aventuras literarias (en la revista Empireuma) explica el proceso de escritura del libro y analiza con detalle, ya digo, la obra.
Escrito entre 1988 y 1991, el autor ha "actualizado" el contenido y ha añadido un poema extenso, el final: "De regreso".
El libro, como quien lo firma, va por libre, es decir, no se adscribe a corriente alguna y, a pesar de la reescritura, conserva un aire intempestivo, como de otra época. En lo que eso tiene de positivo y en lo que no tanto. "Escribo -afirma- porque temo a la muerte", acaso como todos. Estamos ante una manera de decir muy personal, repito. Honesta, sin lugar a dudas. Ante una poesía que se dirige a sí misma, por más que el lector, como es lógico, acceda, siquiera en parte, al sentido final de unos versos donde encontramos "la naturaleza brumosa que somos", la mirada de un hombre. Y su vida. Es bastante.

1.2.16

Moga crítico

Encuentra uno cierta relación entre la envergadura física del poeta, crítico y traductor Eduardo Moga, un tipo muy alto y bastante corpulento que escribe poemas torrenciales, y los libros que últimamente ha publicado; así, el monumental Hojas de hierba de Whitman, las anotaciones de sus diarios reunidas en Corónicas de Ingalaterra o, en fin, La disección de la rosa, que acaba de aparecer en la mortecina, ay, Editora Regional de Extremadura; casi quinientas páginas donde reúne más de sesenta reseñas, estudios y artículos literarios publicados en distintas revistas (Letras Libres, Turia, Cuadernos Hispanoamericanos, etc.) desde 2007 hasta la actualidad. 
El prólogo, "Umbral", es del mexicano Aurelio Major y en él destaca sus cualidades como crítico. De carácter fuerte (aquí todo es a lo grande, ya decía), indica que Moga se decanta por la línea de Auden, la de comentar los libros con los que sintoniza o aprecia y dejar de lado los que no. Algo, señalo, que no siempre ocurre. Es bien conocida su fobia por la poesía de la experiencia y, antes, por los poetas de la denominada Escuela de Barcelona (aquí hay ejemplos). 
Moga reivindica, sí, el gusto propio y no oculta "los presupuestos desde los que emite sus juicios". Se decanta por la "prosa ensayística" y, como es propio de la crítica responsable, cuida el lenguaje de sus textos como si de escribir un poema o un relato se tratara, o casi.
Se nota a la legua su pasión (fervor, diría Zagajewski) por la poesía y su entusiasmo lector, que atiende a muchas variantes líricas. Major alude al "venero" y al "veneno" de aquélla como acicate de su tarea. A su "aguda atención" y, al cabo, repite una incuestionable verdad: "leer es en realidad releer".
Moga analiza, entre otros, libros de Jesús Aguado, Álvarez Piñer, Jacinto Antón, Fernando Aramburu, Christian T. Arjona Félix de Azúa, Pío Baroja, Fernando Beltrán, Olga Bernad, José Manuel Caballero Bonald, Julio Camba, Miguel Casado, Ángel Cerviño, José Ángel Cilleruelo, Antonio Colinas, Corredor-Matheos, Álvaro Cunqueiro, Óscar Curieses, Álex Chico, Jordi Doce, Basilio Fernández, Agustín Fernández Mallo, Julio César Galán, Antonio Gamoneda, Eduardo García, Pablo García Baena, Federico García Lorca, Sergio Gaspar, Pere Gimferrer, Gómez Toré, González-Ruano, José Agustín Goytisolo, José Hierro, Gabriel Insausti, Javier Lostalé, José Antonio Llera, Juan Malpartida, Mario Martín Gijón, José Martínez Ros, Ana Mª Martínez Sagi, Juan Antonio Masoliver Ródenas, Juan Carlos Mestre, Blas de Otero, María Ángeles Pérez López, Javier Pérez Walias, Ignacio Peyró, Mariano Peyrou, Benito del Pliego, Albert Ràfols-Casamada, Mateo Rello, Jorge Rodríguez Padrón, Basilio Sánchez, Andrés Sánchez Robayna, Tomás Sánchez Santiago, José-Miguel Ullán, José Ángel Valente, Vicente Valero, Álvaro Valverde, Manuel Vázquez Montalbán, Joan de la Vega, Manuel Vilas, Carlos Vitale, María Zambrano y Antoni Rossell.
Una fiesta, sí, por decir poco, donde, a lo grande pero con el debido rigor, se celebra la existencia de la literatura y de los libros. Para Eduardo Moga, a los hechos me remito, más de media vida.
Ah, y para que no decaiga ya se anuncia otro volumen donde agrupará trabajos sobre libros de autores hispanoamericanos. 

31.1.16

Un poema de José Luís Peixoto


a la hora de poner la mesa, éramos cinco:
mi padre, mi madre, mis hermanas
y yo. después, mi hermana mayor
se casó. después mi hermana pequeña
se casó. después, mi padre murió. hoy,
a la hora de poner la mesa, somos cinco,
menos mi hermana mayor que está
en su casa, menos mi hermana
pequeña que está en su casa, menos mi
padre, menos mi madre viuda, cada uno
de ellos es un lugar vacío en esta mesa donde
como solo. pero estarán siempre aquí.
a la hora de poner la mesa, seremos siempre cinco.
mientras que uno de nosotros esté vivo, seremos
siempre cinco.

Galveias













Nota: Este poema, que, como me comenta Antonio Sáez (a quien he consultado antes de hacer público este atrevimiento), «es su "poema estrella", sí, y escrito muy joven, de su primer libro. De la época de "Te me moriste"», abre el cuadernillo de la Díez-Canedo de Badajoz donde el alentejano leyó el pasado día 21. Hizo el número 143 en la lista de poetas que han pasado por el Aula que fundara Ángel Campos Pámpano. Que hoy estaría, por cierto, de lo más contento.

Más poemas

Alfredo Alencart publica en el blog Crear en Salamanca tres poemas inéditos míos que, eso sí, ya se habían publicado antes en revistas. En la portuguesa Devir ("Futuro") y en la sevillana Sibila ("Pompeya, MMXIV" y "Ovas"), para ser exactos. Agradecido. 

30.1.16

Elegías de Jurado

Dedicó uno apenas cuatro poemas "a la bondadosa memoria de mi padre" y el nuevo libro de José María Jurado García-Posada, Gusanos de seda, lo está a la "tierna memoria" del suyo, que murió recientemente. Se ve que los dos tuvimos suerte. Con esa complicidad de ánimo es más fácil adentrarse en las páginas, no muchas, de un libro tan singular como la obra de este sevillano que vivió su infancia en Cáceres y que viaja por el mundo con la mirada atenta del observador memorioso. 
La edición, una delicia, se debe al propio autor: JMJ (me recuerda JMMJ, el sello personal de otro elegante, José María Micó, que acaba de enviarme "Los simoníacos", de su serie Dantesca). Pudiera parecer que la intimidad del homenaje exigiera cuidar todos los detalles, hasta ése. 
Una fotografía actual, del poeta en Roma, y otra en Sevilla y en brazos de su padre (era el 74, el año de su nacimiento), flanquean los sentidos versos elegíacos que componen, ya decía, un libro que va a su aire, aunque cargado, como es común en Jurado, de referencias cultas: a la poesía, el arte y la música. No es extraño que en la contracubierta (el libro ha sido diseñado por el extremeño Pámpano Vacas y está impreso en Badajoz) se inserten dos textos elogiosos y precisos de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Colinas, dos maestros confesos del poeta. El primero alude al talento de Jurado basado en un "oído exquisito, una profunda sensibilidad y un poder de convicción que traslada al lector al territorio emocional del poeta, haciéndolo partícipe de su visión del mundo". El segundo, afirma que "hay pocos poetas tan secretos, por auténticos" que él. Y señala el "claro frescor de sus versos", "la cultura tan finamente expuesta (y fundamentada) que late en los mismos" y "la originalidad con la que son presentados los temas en cada poema". 
Estos no sólo se centran en la recordada figura paterna, sino que alcanzan, en ese tono melancólico de las pérdidas, asuntos, se dijo, habituales en la poética de Jurado. Así, la infancia (en "Águilas, 14": la casa familiar y la madre), los viajes (Roma, Lisboa, Salzburgo, Trafalgar o Cáceres, al que dedica el emotivo "Canción triste de Hill Street"), la música, la pintura y la literatura (Schumann, Pärt, Mann, Trakl, Sánchez Cotán), su vida ("Miércoles de ceniza", "Enero en la Isla León", "Fin de curso", "Let it be")... Barroco a rachas y clásico siempre, sonetos mediante, la dicción serena y meditada de Jurado se abre paso entre la naturalidad y la emoción sin que el lector tenga que hacer esfuerzo alguno, como explicaba De Cuenca, para habitar ese mundo que el poeta recita. 

Presentación

Esta noche, a las ocho, en la librería-café La Puerta de Tannhäuser se presenta el libro Un hombre espera, de Álex Chico. El autor estará acompañado por Juan Ramón Santos.

29.1.16

Un poema de Antonio Moreno


CAMINO DE LA PIEDRA ESCRITA   

                                               A Álvaro Valverde

EL que dice saber, ¿qué sabe? Nada.
Ve, sin embargo, y llega hasta el camino
que algunos llaman de la Piedra Escrita.

Hay granados y almendros en sus márgenes,
y un monte perfilado por el oro
cegador de esta tarde en cambio lúcida.

Hay tanta claridad, que absorbe a todo
aquel que va, camina y pasa dentro,
hacia ella, y se lo lleva con su luz.