Sentados o de pie. 9 poetas en su sitio es el título de una antología de Antonio Piedra que publica la Fundación Guillén de Valladolid, en su colección Cortalaire, donde se reúnen poemas de "un grupo poético de afinidades coyunturales", como se le define en el prólogo. Los poetas convocados, nacidos entre 1951 y 1964, son, por orden de intervención, esto es, de edad: Luis Díaz Viana, Luis Alonso, Luis Santana, Luis Ángel Lobato, Luis del
Álamo, Carlos Medrano, Eduardo Fraile, Javier Dámaso y Mario Pérez Antolín. (Sí, cinco Luises, como señala en su reseña Miguel Ángel Lama.) El ocurrente título se refiere a esta fotografía:
Aunque nacidos en nueve provincias distintas y uno de ellos, el último, en el extranjero, a todos les unen sus ancestros vallisoletanos y en esa ciudad castellana se iniciaron en la literatura. Son "herederos directos de la Transición", nos dice Piedra, no forman una generación sino un grupo (para explicar el distingo echa mano de otro paisano ilustre, Jorge Guillén, santo patrono de la Fundación que edita el libro), carecen de líder y van por libre y a su paso (con no poca obra inédita a sus espaldas). Ninguno se dedica profesionalmente a la escritura, viven ajenos al mundillo literario, sus referentes poéticos son múltiples (por más que puedan distinguirse ecos de, pongamos, Claudio Rodríguez o Francisco Pino, al que algunos trataron) y, en fin, podrían acogerse, a modo de lema general, a unas palabras de Juan Ramón: "Quisiera que me dejaran ser lo que soy".
Confieso que, salvo a dos, no conocía bien (otra cosa es "de oídas") a ninguno de los seleccionados. Ni de los que están sentados ni de los que permanecen de pie. De uno de esos dos, Mario Pérez Antolín, ni siquiera conozco sus libros, si bien hemos cruzado alguna que otra misiva. A quien sí conozco es a Carlos Medrano. Puede servir de paradigma a lo que esta antología de poetas, digamos, anómalos significa. Nació en Salamanca en 1961, vivió en Extremadura hasta 1979 y en nuestra universidad pasó el curso 1982-83, en la Facultad de Filosofía y Letras. Se marchó, pero volvió al cabo de los años como profesor de instituto, al de Jaraíz de la Vera. Aquí ha publicado el grueso de su obra: las tres primeras entregas de las cuatro de que consta su producción: Corro (1987), A lo breve (1989) Las horas próximas (1990) e Imágenes, encuentros (1996).
En la antología se anuncia como inédito El asedio del agua, un libro del que forman parte poemas que ha venido publicando en su blog, isla de lápices, donde también rescata versos escritos hace tiempo, inéditos o no.
Uno, como lector y amigo, le anima a que vuelva a la vida impresa. Por lo leído, justificadamente. Mientras, podemos contentarnos, no es poco, con los poemas incluidos en esta interesante antología. No sólo una más.