25.5.13

Tres libros

Da gusto echarle un vistazo al catálogo de la benéfica colección asturiana Deva. El número 33 -aunque veterana, ha ido a un ritmo pausado- corresponde a El niño de arena, ópera prima del joven poeta (real) Carlos Iglesias Díez. Reúne poemas escritos entre 2003 y 2011. Un breve prólogo en la solapa de Fernando Beltrán y un extenso y pormenorizado epílogo de su amigo, poeta y compañero de estudios Rodrigo Olay presentan a la perfección tanto el historial del libro como a esta poesía de línea clara, urbana, realista, que sigue la estela de la poética española de la experiencia en su versión más sutil, mínimalista y despojada. "Los restos de la noche", "Briznas" y "Puntos suspensivos" son las partes que lo forman. Según Olay, "paisajes alucinados y noctívagos que un niño insomne imagina en la penumbra de su cuarto", "un delicado catálogo de obsesiones recurrentes alfabéticamente ordenadas" y "el tema del amor", respectivamente. En esta última parte también aparecen unos sentidos versos dedicados a la memoria del padre muerto. No ha empezado Iglesias con mal pie. 

Otra vuelta de tuerca a la misma poética citada hace un momento parece dar también el poeta y pediatra extremeño Carlos de las Heras (1949) con su nuevo libro, Tratado de melancolía urbana (Complugenia. Gran Vía). Nada que ver con su obra anterior, Los cabreros, publicada en 2009. Aquel mundo rural a punto de extinguirse da paso a una poesía instalada en el tráfago urbano (madrileño sobre todo: en la cubierta, una fotografía de la Gran Vía con el Círculo de Bellas Artes al fondo), muy en sintonía, repito, con la que practicaron y aún practican, siquiera en parte, los más conspicuos poetas de aquella famosa corriente. No falta aquí, claro está, el tono personal y los asuntos, al ser autobiográficos (o eso parece: no se olvide el componente de ficción que defiende, para la poesía, esa tendencia), no pueden sino insistir en lo más propio. Poemas, en suma, llenos de vida o donde la vida entra de lleno. Su actualidad, sus problemas, sus padecimientos, etc. "Antes del saqueo" (primera parte) y "después del saqueo" (tercera), con un intermedio de homenajes: a Bécquer, Lorca y Miguel Hernández, además de un poema penúltimo y otro final, donde -a modo de poética- el autor cuenta cómo concibió esos versos y ese libro, en sus paseos mirandeses entre Briñas y Haro.

Una de mis carencias lectoras, y son muchas, remite a la obra de Mauricio Wiesenthal. Sobre todo en su vertiente memorialística (Libro de Réquiems, El esnobismo de las golondrinas y Siguiendo mi camino), que es la que más me interesa. La Isla de Siltolá, que va volviendo a su ser, publica ahora sus poemas reunidos: Perdidos en poesía (Colección Vela de Gavia). 
Explica W. en un prólogo claro, valiente y combativo sus ideas acerca de la poesía, tan particulares como, en cierto sentido, clásicas. Su defensa, por una parte, de la métrica y la rima, de la música y la cadencia y de la estrofa, así como su rechazo, por otra, del verso libre, en el que no cree, como no cree en "la poesía intelectual". Defiende que en estos tiempo aciagos, cada cual debe seguir "el camino propio". Y eso hace, lo que me parece del todo respetable.
Se nos dice que se mostraba W. esquivo y reservado para editar sus versos y no estoy del todo seguro de si no hubiera sido mejor que siguieran en el cajón. Más allá de su valor, digamos, simbólico, no creo que aporten mucho ni a su extensa obra ni a la poesía española (y a la catalana y a la italiana, que en esas lenguas escribe también). No es que falte dignidad, ni tal o cual poema logrado o al menos ese "verso feliz" al que hizo alusión Borges, que acaso aparezca en cualquier el libro. No es casualidad que, del conjunto, prefiera los "Poemas del astrónomo", unas prosas poéticas. Con todo... Puede ser que no haya llegado el momento de entrar en ese mundo y, por tanto, que el libro deba esperar una lectura futura. Lo más probable. O que lo que a uno le suena a poesía pretérita, incluso un poco afectada y de otra época, se deba a una educación sentimental y literaria alejada de los modelos que W. ha tenido presentes. Nada, en fin, que no tenga solución ni que importe demasiado.