25.6.14

¿La Editora?

De Bartleby & Company
Aquí atrás, en Salamanca, Antonio Colinas me preguntó por la Editora. La Regional de Extremadura, claro. Dudaba el poeta leonés de que siguiera existiendo.
Mientras nos escuchaba otro poeta, el joven salmantino Andrés Catalán, hablamos, le expliqué lo poco que sabía, mencioné un nombre (que de nada le sonaba) y, con aires de tristeza, se evocó lo que fue. 
Ante tamaño silencio, que da a entender lo que no es, tal vez convenga reparar por una vez en los recientes derroteros de esa casa, tan significativa e importante para el imaginario cultural de los extremeños. Y, ya se ve, que no sólo. A uno, vaya esto por delante, este asunto le desconsuela. Por eso opino.
¿Balance? Tras el cambio político y después de meses de incertidumbre y sin dirección, alguien, sin tener en cuenta, según creo, los razonables principios de mérito y capacidad, nombró a alguien y de su tarea acaso se pueda destacar la desaparición de colecciones, el cambio del aspecto de los libros (para mal, aunque a la tipografía le dedicaré otra entrada), la simpleza y mediocridad de su escasa oferta (salvo señaladísimas excepciones: ¿desde cuándo no se da cuenta de un libro en verdad valioso publicado por ella?), así como la sumisión a los compromisos y el amiguismo (tan propio de la política regional, además del nepotismo) que subyace tras no poco de lo que se publica con fondos públicos (aparezca o no, por vergüenza, en el catálogo). ¿Se seguirán pidiendo informes de lectura?, me pregunto. ¿Lo hay de esa novela de la que es autor el otrora máximo ideólogo cultural del PP extremeño y que al parecer ha sido rechazada por la Editora tal y como se comenta, no sin sorna, en los mentideros literarios pacenses?
Anécdotas mediante, ni siquiera la publicación del último libro de Nuno Júdice (en versión de Luis María Marina, una obra de la que me ocuparé un día de estos), un oasis en esta larga travesía del desierto, casi un espejismo, o la inminente reunión de la obra experimental de Antonio Gómez (un compromiso que logramos arrancar al poeta durante mi etapa en esa casa y del que es copartícipe Miguel Ángel Lama), pueden justificar la resurrección del mortecino proyecto. Al menos hasta que el criterio sea el que es. O el que no, según se mire, recortados presupuestos al margen. 
Más allá de esto y de aquello, por aterrizar en asuntos tan delicados como concretos, uno, ingenuo por naturaleza, cree que si en esta tierra hubiera una oposición responsable (o dos, en el caso de que IU la ejerciera), alguien habría preguntado hace tiempo en el Parlamento al PP  no sólo por el estado general de la pobre Editora, sino también por las coediciones de su catálogo. Sí. Cuando quienes ahora gobiernan eran oposición y los que lo consienten piaban, cada poco se ponía en solfa la limpieza de las comisiones que concedían las extintas Ayudas a la Edición. Sonríe uno al pensarlo. Se reunía un cualificado grupo de personas (profesores universitarios, escritores, representantes de asociaciones...) y decidían, con luz y taquígrafos, sobre las ofertas presentadas. Era raro que alguna no quedara avalada si cumplía el mínimo exigible. Ahora se conceden de forma discrecional, salvo que se nos explique lo contrario (la opacidad es norma), y nadie, ya digo, se da por aludido. No es que uno ponga en duda los merecimientos de ciertos autores y editores para que sus obras sean subvencionadas, ni que descrea de las prestaciones, pero habrá que reconocer que el procedimiento no es el que se espera de un ente público en esta época de escasez y descrédito.
Hace unos años, publicar un libro en la Editora era un honor. Autores extremeños importantes vinculados a editoriales de ámbito nacional no tenían empacho en entregar un original, previamente solicitado, para que pasara a formar parte de ese modélico catálogo. En la Editora hay libros de Landero, Cercas, Hidalgo Bayal, Trapiello, etc. Ese ejemplar equilibrio resulta hoy impensable. De ahí, tal vez, el incremento de las mencionadas coediciones. Antes, esos libros se habrían impreso con el sello regional. Bastaba. Otro tanto cabría decir de los jóvenes, encantados de empezar su andadura en una editorial tan digna.
Hay, sin duda, problemas más graves, por eso me temo que esto que vengo diciendo les importe a muy pocos. Y cuando digo "muy pocos" quiero decir, con todo respeto, a cuatro gatos, por no decir a dos. Ah, y de estos dos, ninguno caza. O manda. Seguimos.