31.1.15

El fugitivo

La huida hacia delante es el primer libro que publica el joven Víctor Peña Dacosta (Plasencia, 1985) y eso es siempre un acontecimiento, en especial para el autor. Si se me permite la intromisión, uno también lo vive con intensidad. Porque conoce a Víctor (y a sus padres, Puri y Manolo) desde que era chico (ya apuntaba maneras), porque tuve ocasión de leer la obra cuando aún era inédita y le animé a que intentara que dejase de serlo y, en fin, porque aparezco como "artista invitado" en su ópera prima, lo que no deja de ser un honor y, añadiría, casi una grata costumbre si tengo en cuenta lo ocurrido en los libros recientes de dos amigos suyos, Juan Ramón Santos y Álex Chico, miembros de número de la lírica plaga placentina. Más allá de lo personal, que no es preciso ocultar (me remito a lo dicho por Echevarría), está el libro y los poemas que lo componen y eso es, sin lugar a dudas, lo que de verdad importa. Nada que ver esta lectura en papel con la efectuada en mayo de 2013 sobre la copia de word, que, por cierto, difería bastante de la versión definitiva publicada ahora por La Isla de Siltolá; mejorada, según creo.
El libro se abre con tres citas: de Mann, Hidalgo Bayal (vecino de puerta del poeta desde que aquél nació) y Homer J. Simpson, lo que da pistas fiables de por dónde transitan estos versos. De su tono (muy apegado a lo musical), quiero decir: alta y baja cultura, pongamos. El resto de las que abren las distintas partes que componen el volumen siguen la misma pauta y, de "variadas fuentes", lo mismo están firmadas por Houellebecq, Gil de Biedma o Eliot, que por Sr. Chinarro, Tyson, Castro o Rajoy (y hasta por su abuela, Silveria Peña: "Todos los amores son interinos"). 
"Conjugación simple", un breve poema que actúa a manera de prólogo, es una suerte de poética (con un guiño a otro amigo y poeta, Víctor Martín). 
En la primera serie, "Configuración personal", donde lo autobiográfico (nótese el juego de palabras) se convierte en rasgo fundamental, ya encontramos poemas que llevan en su título el término featuring, que Peña explica como "una especie de 'colaboraciones especiales' al rockero modo. Es decir, he tomado versos de poeta que respeto y admiro (como Álvaro Valverde, L. A. de Cuenca, Almudena Guzmán o María López Ponz) y he escrito un poema a partir del plagio de alguno de sus versos (convenientemente marcado en cursiva, claro). Estos poemas escritos, por así decirlo, 'en colaboración con' han recibido el título de 'featuring' seguido del nombre correspondiente, tal y como uno estaba acostumbrado a encontrar desde pequeño en aquellos objetos, hoy desaparecidos, llamados discos y que aún puede ver después del título de las canciones ese canal de porno light que es la MTV". 
"Trabajos de amor dispersos" están sí, entre la poesía de amor, entendida a su modo (políticamente incorrecto, sin temor al sexo explícito), y la novela negra (de línea negra, digamos, a la manera del citado LAdC), y es donde mejor se aprecia, por su impronta narrativa, que no miente cuando dice: "Confieso que escribo en verso por pura pereza". Y el humor, marca de la casa, tal vez el signo distintivo más evidente de esta poesía que no teme el riesgo y la experimentación verbal. Humor y desparpajo trufados de ironía y de sarcasmo, una mezcla no apta para pacatos. Tampoco faltan unas gotas de cinismo, tan adecuadas a un tono donde la risa no puede, ni quiere, ocultar la tristeza, el hastío y la desesperación. En "Captatio benevolentia" leemos: "Debo admitirlo: / no escribo para sentirme mejor, / escribo para sentirte peor. / Que no es lo mismo."
"Los papeles del divorcio" abunda en lo personal (con sendos antirretratos) y en lo amoroso y constituye una de las secciones más logradas y unitarias del conjunto.
Viene después "Un añito en el infierno" (donde alude a su experiencia en Casablanca y donde, por ejemplo, encontramos uno de los poemas más contundentes, "Nihilismo") y, por fin, "Adaptación al miedo", que abrocha perfectamente este prometedor primer libro con ejercicios literarios de alto voltaje, como la "Carta abierta..." de un Víctor Peña de 19 años al actual (muy Gil de Biedma) o el poema final, con el mismo título que esa parte. 
Más allá del sexo, la bebida y el rock’n’roll, de algunas irreverencias, provocaciones varias y mucho entretenimiento, La huida hacia delante (un título que me recuerda el aserto de Tomás Sánchez Santiago: "Todo escritor es un fugitivo") delata la presencia de un nuevo poeta y de una nueva poesía, débitos y homenajes mediante; algo que no se puede confundir con el mero pero peligroso juego de hacer versos.