En las aguas de octubre, Marta López Vilar (Madrid, 1978), autora de La palabra esperada, De sombras y sombreros olvidado y de la edición de (Tras)lúcidas. Antología de poesía escrita por mujeres (1980- 2016), publicada también por Bartleby, evoca personajes mitológicos, históricos y literarios de Grecia y Roma, sobre todo, así como lugares tanto de esas viejas civilizaciones como de otras partes del mundo: "Eleusis" (dedicado, no por nada, a Aurora Luque), "Cementerio de Keramicós", "Sunion", la isla de Skiazos, "Etna", Lisboa...
Parece mentira que tras siglos de constantes asedios sobre esos seres y esos sitios siga siendo posible escribir nuevos versos, dignos de tal nombre, sobre esos referentes, como digo, en teoría agotados. López Vilar sale airosa del trance -que no deja de ser un viaje- y da a la imprenta un libro fresco y sugerente donde la mayor parte de los poemas se ajustan a la técnica del monólogo dramático. Versos clásicos, en el más puro sentido, sobrios, cincelados (por exactos), adaptados, sí, al tono de ese lejano mundo que rememoran; paradójicamente, tan cerca aún de nosotros.
Abundan las citas. En varios idiomas. Cabe precisar que MLV es traductora del griego, del portugués (suya es La carretera de Sintra. Antología de poesía portuguesa contemporánea) y del catalán; lenguas que tan bien han interpretado la realidad y el símbolo del mar y lo marítimo. Y el agua aquí es una palabra clave, ya desde el título (tomado de un poema de Fernando Pinto do Amaral). Como lo son la luz, el verano, el almendro o la higuera.
Me ha gustado mucho poemas como "Ovidio llega a Tomos", "Última meditación de Marco Aurelio", "Oráculos", "Estela de Damoclides", "Sotiría" (con el drama vital de los poetas María Polydouri y Costas Cariotakis al fondo: "Soy la loca que canta tu hermosura"), "Indemne", "Las higueras"...
"Escribir es despedirse", leemos, lo que nos pone en la pista del tono melancólico, elegíaco, que caracteriza al conjunto. Un conjunto, por lo demás, espléndido, a la altura de aquello que nunca muere: nuestro origen.
El libro lleva una introducción, "Vuelvo a escuchar la lenta voz del agua", de Antonio Crespo Massieu.
LAS HUELLAS
No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo
Wislawa Szymborska
Dejo mi palabra hundida en esta primavera.
De ella crecerán las hojas que cubriránla puerta de mi casa,
-esta casa, cualquier casa-,
los nombres
que no desaparecen, pero tampoco nombran.
Escribir es despedirse,
sellar con hielo el corazón de un muerto.