10.9.18

Lecturas veraniegas (III)

Otra antología: La poesía del siglo XX en Italia (Visor). De 800 páginas. Su editor, el traductor Emilio Coco, es un viejo conocido de los lectores españoles de poesía. Son muchas sus aportaciones al conocimiento de la lírica italiana (una de las mejores del mundo) en nuestro país. Y las traducciones que ha hecho al italiano de autores españoles. Aquí se ocupa del siglo pasado, sí, y dice continuar la labor realizada por Antonio Colinas en su Antología esencial de la poesía italiana (Austral, Espasa Calpe, 1999) que remite, a su vez, a la para mí inolvidable Poetas italianos contemporáneos (Editora Nacional, 1978).
Incluye poemas de treinta poetas: Giorgio Caproni, Mario Luzi, Margherita Guidacci, Andrea Zanzotto, Giovanni Giudici, Maria Luisa Spaziani, Edoardo Sanguineti, Fernando Bandini, Alda Merini, Giovanni Raboni, Corrado Calabrò, Antonio Porta, Tiziano Rossi, Fabio Doplicher, Silvio Ramat, Dario Bellezza, Giuseppe Conte, Maurizio Cucchi, Vivian Lamarque, Eugenio De Signoribus, Donatella Bisutti, Patrizia Cavalli, Milo De Angelis, Roberto Mussapi, Giancarlo Pontiggia, Claudio Damiani, Valerio Magrelli, Antonella Anedda, Davide Rondoni y Andrea Di Consoli. El primero nació en 1912 y el último en 1976. 
Ha sido un verdadero placer esta lectura, tan demorada como intensa. Ni mucho menos conocía a todos los autores incluidos. O no más allá de algún poema aislado o de una referencia vaga o inconcreta. Que empiece con los versos de dos poetas que estimo, Caproni y Luzi, es todo un acicate para seguir. Y con qué estimables consecuencias. 
De Sanguineti, MeriniCucchi, Magrelli y Anedda, pongo por caso, ya contábamos con amplias traducciones. Y a buen seguro que de otros nombres aquí recogidos. Uno se quedaría, en el capítulo de los descubrimientos, con Giudici ("En mi año trigésimo"), Spaziani, Bandini ("Fueran mis versos"), Ramat, Bellezza ("Leo todavía a los poetas contemporáneos.."), Conte, Lamarque, Cavalli, Damiani, Rondoni y De Consoli.
Conviene, en fin, destacar que la muestra de cada poeta es generosa. No siempre es fácil hacerse una idea cabal de la obra de alguien por lo quede ella se recoge en los florilegios.
De nuevo en verano leo a Ricardo Piglia, sus diarios. Vamos, Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices (Anagrama), el segundo volumen. La pasada temporada, en Conil, le tocó el turno a la primera entrega, Años de formación.
No me han entusiasmado, confieso. O me han gustado menos que los anteriores, mejor. Sólo la que denomina "Serie E" me ha llenado de veras. Las páginas que dedica a sus reflexiones acerca del diario que escribe. Toda una poética. Dije "sólo", pero exagero. Hay mucho más ahí, pero tal vez para alguien a quien le apasione la narrativa, ya sea como lector o como autor (o las dos cosas a la vez). Por ejemplo, cuando se acerca a Pavese, Tolstói o Borges. O a la novela negra o policiaca. O cuando se refiere a su padre. Ah, qué sería de la literatura sin la figura paterna. No, no sobra esta lectura, sobre todo si admiras, como hace al caso, a Piglia. Esta mezcla de pensamiento, memoria y crítica, además del testimonio de los cotidianos pormenores de la vida de un hombre que se esfuerza por llegar a ser escritor. Con sus afanes, frustraciones, perezas y sobresaltos. Amorosos, literarios o políticos. Y esto último, tratándose de un argentino... 
Por cierto, si alguien seguir leyendo al Piglia más genuino, Anagrama acaba de publicar Los casos del comisario Croce, nuevas investigaciones de uno de los protagonistas de su famosa novela Blanco nocturno. Un libro que el autor de Adrogué ya concibió póstumo. 

Nota: La ilustración es de Pablo Gallo: "Lector ensimismado".