Il disperso (que puede traducirse por El extraviado, El desperdigado o, por fin, El desaparecido) es un libro emblemático de la poesía italiana del siglo pasado. Obra del milanés Maurizio Cucchi (1945), lo publica aquí, treinta y ocho años después, Vaso Roto.
Juan Carlos Reche, el traductor, en un epílogo digno de elogio, explica bien de qué estamos hablando. Tiene algo de novelesco todo lo relacionado con el libro, y no sólo porque Pasolini denominara a esta novedosa manera de proceder en poesía cantica narrativa. Se nos cuenta que primero se autoeditó una plaquette con poemas del libro, que más tarde se publicaron unos cuantos en la revista Almanacco dello Specchio (presentado por uno de los grandes de entonces: Giovanni Giudici), y que, por fin, dos nombres significativos de la escena poética italiana, pero de bandos distintos, el citado Pasolini y el crítico Alfredo Giuliani (que ensalzó en el diario Repubblica su "conmovedora impersonalidad") celebraron esa salido como un verdadero acontecimiento. Luego vino todo lo demás. Reche nos acerca esa extraordinaria recepción en boca de sus protagonistas.
Giudici habló de "poesía de narración (no narrativa)", de "esquirlas" y, cómo no, de "fragmentos", acaso la palabra clave para describir la técnica empleada por Cucchi. También aludió a la "impersonalidad", ya se dijo, y a "la mera notación (ni denotación ni connotación)" y al "parentesco lejano con la poesía-relato". Concluye, señala Reche que "cualquier explicación o aclaración ulterior de esta poesía sería una impostura". Paradójico.
En la segunda edición del libro, del 94 (de donde parte ésta), escribieron Giovanni Ravoni (que sitúa en la contraportada al poeta como un eslabón del "expresionismo lombardo" y habla de su "oralidad mental" y concluye que estamos ante un "romanzo milanese" (novela milanesa) y Valerio Magrelli (que aprecia en la solapa no una trama sino "más bien su deshacerse narrativo", a lo Beckett).
Alba Donatti destaca la importancia del "attrito", roce o fricción "entre autobiografía e impersonalidad, entre exposición y ocultamiento, entre escritura lírica y modos narrativos, entre realismo y visión onírica..."
Cucchi también se pronuncia. Aclara que el disperso es "un personaje sin identidad definida, quizá con una identidad diseminada o incierta. Y añade: "la respiración quería ser como la de la frase oral, a veces amplia y a veces abrupta; el tono, el del que dice o revela algo con reticencia". "Buscaba trazas o indicios , trazas de alguien, trazas mías en mí y en los otros. Escuchaba la palabra de la gente, quería que mi verso absorbiera lenguajes sucios, no poéticos".
¿Quién es il disperso?, se pregunta Reche, y responde: "Sabemos que hay alguien que desapareció, que es llorado por las mujeres de la casa, pero no sabemos si fue el único en desaparecer, ni las razones, ni si volvió o no llegó a volver, o si realmente apareció su cadáver o no..." Y afirma: "Este disperso se ha convertido en uno de los grandes personajes de la literatura italiana del Secondo Novecento".
A uno este tipo de poesía narrativa (que poco o nada tiene que ver con la que se estila por estos lares), le pilla ya demasiado hecho. No es exactamente lo mío, quiero decir. Con todo, reconozco que estamos ante una obra mayor. Uno lee y, al hacerlo, desaparece también entre el magma fragmentario que esta poética elusiva propone. A la busca de ese alguien que Cucchi define, en su calculada ambigüedad, tan bien.
A los lectores jóvenes le causará sensación y, digo más, les abrirá nuevas puertas. Me da que el libro va a calar en ciertos sectores del panorama. No parece que hayan pasado por él casi cuarenta años. Al revés. Buena señal. Se felicita uno por el acierto de los editores. Su publicación demuestra a las claras que Vaso Roto es una editorial de referencia. La reciente, simbólica salida a la palestra de Adonis en Babelia de la mano maestra de Rodríguez Marcos marcará un antes y un después. O, sin ir más lejos, por culpa de este espléndido Cucchi. Atentos.
Giudici habló de "poesía de narración (no narrativa)", de "esquirlas" y, cómo no, de "fragmentos", acaso la palabra clave para describir la técnica empleada por Cucchi. También aludió a la "impersonalidad", ya se dijo, y a "la mera notación (ni denotación ni connotación)" y al "parentesco lejano con la poesía-relato". Concluye, señala Reche que "cualquier explicación o aclaración ulterior de esta poesía sería una impostura". Paradójico.
En la segunda edición del libro, del 94 (de donde parte ésta), escribieron Giovanni Ravoni (que sitúa en la contraportada al poeta como un eslabón del "expresionismo lombardo" y habla de su "oralidad mental" y concluye que estamos ante un "romanzo milanese" (novela milanesa) y Valerio Magrelli (que aprecia en la solapa no una trama sino "más bien su deshacerse narrativo", a lo Beckett).
Alba Donatti destaca la importancia del "attrito", roce o fricción "entre autobiografía e impersonalidad, entre exposición y ocultamiento, entre escritura lírica y modos narrativos, entre realismo y visión onírica..."
Cucchi también se pronuncia. Aclara que el disperso es "un personaje sin identidad definida, quizá con una identidad diseminada o incierta. Y añade: "la respiración quería ser como la de la frase oral, a veces amplia y a veces abrupta; el tono, el del que dice o revela algo con reticencia". "Buscaba trazas o indicios , trazas de alguien, trazas mías en mí y en los otros. Escuchaba la palabra de la gente, quería que mi verso absorbiera lenguajes sucios, no poéticos".
¿Quién es il disperso?, se pregunta Reche, y responde: "Sabemos que hay alguien que desapareció, que es llorado por las mujeres de la casa, pero no sabemos si fue el único en desaparecer, ni las razones, ni si volvió o no llegó a volver, o si realmente apareció su cadáver o no..." Y afirma: "Este disperso se ha convertido en uno de los grandes personajes de la literatura italiana del Secondo Novecento".
A uno este tipo de poesía narrativa (que poco o nada tiene que ver con la que se estila por estos lares), le pilla ya demasiado hecho. No es exactamente lo mío, quiero decir. Con todo, reconozco que estamos ante una obra mayor. Uno lee y, al hacerlo, desaparece también entre el magma fragmentario que esta poética elusiva propone. A la busca de ese alguien que Cucchi define, en su calculada ambigüedad, tan bien.
A los lectores jóvenes le causará sensación y, digo más, les abrirá nuevas puertas. Me da que el libro va a calar en ciertos sectores del panorama. No parece que hayan pasado por él casi cuarenta años. Al revés. Buena señal. Se felicita uno por el acierto de los editores. Su publicación demuestra a las claras que Vaso Roto es una editorial de referencia. La reciente, simbólica salida a la palestra de Adonis en Babelia de la mano maestra de Rodríguez Marcos marcará un antes y un después. O, sin ir más lejos, por culpa de este espléndido Cucchi. Atentos.