31.3.14

GHB en Zafra

El diario HOY publicó ayer una crónica de Víctor Pavón (autor de la fotografía) sobre el acto de entrega del Premio "Dulce Chacón" a Gonzalo Hidalgo Bayal por Conversación
Por su parte, GHB  publica en su blog las palabras que, según costumbre, leyó allí.

¡100 años!

Con L. A. de Villena, O. Paz y C. Bousoño. Madrid, 1991














Felicidades, maestro. En este mismo instante alguien te deletrea.

30.3.14

Liliputienses

Por lo mismo que dije el otro día, no da uno cuenta como debiera, con la adecuada regularidad, de la labor de Chema Cumbreño y sus plurales Ediciones Liliputienses, un proyecto que se fundamenta en el necesario diálogo con la literatura española de ultramar. Para remediar, siquiera un poco, ese involuntario desaire, traigo aquí algunos libros, de antes y de ahora, publicados allí. Así, la antología de Alberto Santamaría (Torrelavega, 1976) Los poemas añadidos (Selección poética 2003-2013), uno de nuestros poetas jóvenes más vivos y un teórico ineludible; El equilibrista de Bayard Street, de Eduardo Chirinos (Lima, 1960), reedición de su primer libro norteamericano, escrito en Rutgers (desde 2000 reside en Missoula y trabaja en la universidad de Montana) pero muy viajado (por Europa, sobre todo), el primero de los suyos que leo (sólo conocía poemas sueltos) y que, según creo, no ha perdido un ápice de frescura; ¿eres okupa?, de mi admirada Carmen Hernández Zurbano (Salamanca, 1976), Premio de Poesía El Buscón, donde uno regresa a su mundo particular y a su voz no menos personal. Sí, "lo afirmo / se puede hacer arte de la existencia propia". 
Con nuevo diseño (Cumbreño es todo menos conservador), con forma de libro y no tanto de cuaderno, como hasta ahora, ve de nuevo la luz Cómo hemos llegado a esto, de Víctor Martín Iglesias (Plasencia, 1985), cuya primera edición publicó Casavaria en Nueva Jersey, USA, hace cuatro años. Lleva un no prólogo de servidor y puede que algún amigo le informe de esto. Sí, porque en la contracubierta, al final de una divertida nota autobiográfica, escribe: "No tengo blog. Tampoco los leo". 
La última hora de la editorial es digna de mención. Después de que un poeta despechado llamara a Cumbreño, entre otras lindezas, "diva de mierda", éste ha decidido publicar un librito colectivo que lleve ese mismo título y en el que aparezcan textos acerca de la vanidad y el ego en el mundo del arte y la poesía. No son pocos los que han aceptado el ofrecimiento para colaborar. Supongo que Aramburu estará entre ellos. 

29.3.14

Paz en El Cultural

Cuando me llamó Blanca Berasátegui, directora de El Cultural, para pedirme que seleccionara un poema de Octavio Paz para la antología que pensaban publicar en el suplemento (y que salió ayer), lo tuve claro. No es que uno tenga la memoria prodigiosa que exige recordar de golpe la extensa obra poética del mexicano, sólo la certeza de saber cual es el poema suyo que más me gusta. Es muy breve y se publicó en su último libro poético, Árbol adentro (1987). Siguiendo la tipografía de la primera edición de Seix Barral, dice así:

HERMANDAD
                      
   
          Homenaje a Claudio Ptolomeo

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.



28.3.14

El premio de Bonilla

 DANIEL MORDZINSKI
Los habituales y quienes pasen de vez en cuando por aquí recordarán que Juan Bonilla estuvo en Plasencia hace poco y, por eso, en este rincón. Leyó en el Aula de Literatura. Venía cansado porque aprovechó el viaje para hacer un tour y ya había pasado por otras aulas y le esperaba aún alguna más. 
Cuando vi que era finalista del premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, le escribí para darle la enhorabuena y le advertí que lo ganaría. Mi argumento: el paso por el Aula favorece esas situaciones y son varios (no diré muchas por no exagerar) los casos en que, tras la lectura placentina, éste o aquélla han ganado tal o cual galardón, público o privado. No me creyó, como es lógico, pero dejó caer un: "Que San Mario Vargas Llosa te oiga!!!!!" Y nos oyó. Y lo ha conseguido.
No tengo dudas respecto a los otros finalistas, en especial Chirbes, unánimemente reconocido, acaso el mejor novelista vivo de la España de hoy. Recuerdo, eso sí, que una mañana de 2012, a la entrada de Huelva capital, uno al volante y él de copiloto, Bonilla me habló con fervor de esa novela entonces inédita y de cómo en la editorial seguían teniendo dudas sobre si publicarla: demasiado literaria. Por eso me alegro aún más de este premio que viene a señalar el valor de la literatura frente al del maldito bestsellerismo que nos invade. Que ya nos ha invadido. A los últimos premios planetarios me remito. 
Ah, que Javier Rodríguez Marcos, a quien por culpa de un inoportuno y persistente resfriado no pude escuchar, se vaya preparando. Leo que tiene libro inédito. ¿Será el próximo Loewe? Al tiempo. 

27.3.14

Dos luneros más

En efecto, la colección Luna de Poniente de De la Luna Libros, publica dos nuevas entregas, Al Qarafa, de Javier Pérez Walias (Plasencia, 1960) y Materia de nubes, de Luis María Marina (Cáceres, 1978). 
El del profesor placentino, que lleva la letra Q, gira en torno a la muerte y toma su título del nombre de un cementerio cairota. Me ha gustado especialmente la segunda sección del libro, "Inscripciones", donde la contención lapidaria contrasta, creo que para bien, con el tono que su poesía ha adoptado en los últimos tiempos, muy cercana en su manera de decir a la de poetas como Antonio Gamoneda y Juan Carlos Mestre (a quien se homenajea en "Resurrección de los seres vivos"). No es la única parte de este intenso libro donde los poemas olvidan los inspirados versículos y las libres asociaciones de palabras e imágenes y, ya digo, quizá porque la muerte es tan escueta, se acercan, con acierto, a la concisión del epigrama o del epitafio. Así, en "La muerte a vista de pájaro", "Atardecer en la garganta" o "Inhumado en vida". Personal sin paliativos, aunque no caiga en el intimismo (léase, por ejemplo, "Hospital antituberculoso. Salamanca, febrero de 1983"), Walias levanta, como colofón, una estela a la memoria de sus muertos, los que pueblan los versos de esta obra vital.
Con la letra P, la obra del diplomático cacereño entra en colisión con aquel verso del poeta Miguel D'Ors, quien en su poema "Cosas que no soporto en un poema" escribió: "Que suceda en Lisboa." Porque vive y trabaja en esa ciudad, porque esa ciudad blanca (a la que ya cantara, hace un cuarto de siglo, otro extremeño universal, Ángel Campos Pámpano) destila literatura a raudales y por un sinfín de razones más, Marina, con una prosa torrencial (que le leímos en su libro sobre México D. F.), nos acerca su visión de la capital del Tajo y para ello no sólo echa mano de sus propias vivencias y sensaciones y miradas, sino también de las palabras de otros, como Luís Amorim de Sousa, Gastão Cruz o, qué casualidad, Eugenio D'Ors, con los que dialoga. 
Sin usar una sola mayúscula, en prosa (del todo poética, digamos), mezclando géneros distintos (el ensayo, por ejemplo, con el diario) e idiomas diferentes, mediante extensos fragmentos sin apenas puntos y aparte, Marina divide su libro en cuatro partes: rochadocondedeóbidos ("deambulaciones por el alma de Lisboa"), paláciogalveias (en conversación con Cruz, Lacerda y otros), jardimbotânico (o el Barroco) y, la más breve, a modo de coda, miradourodagraça.
Escrito, nunca mejor dicho, en estado de gracia, esa ciudad eterna (según Pla, "un pretexto de meditaciones permanentes"), queda de nuevo fijada con palabras. No había otro remedio.

26.3.14

Dos catalanes

1. Centenario Vinyoli
Sí, Joan Vinyoli también cumple cien años. Su poesía muchos menos. Sigue tan fresca y viva como siempre. Por suerte, en numerosas ediciones, asequible tanto al lector catalán como al español. 
Aquí se puede ver todo lo referente al Any Vinyoli. 
Lo mejor, con todo, leer o releer al poeta barcelonés, autor de Passeig d'aniversari.

2. Ferrater 
Vi el programa por casualidad el pasado viernes. Y me gustó. El Imprescindibles de la dedicado al poeta y crítico catalán Gabriel Ferrater, al que no olvido. Otra estupenda ocasión para volver a sus Mujeres y días (Seix Barral).

25.3.14

¡Avalancha!

Lo confieso: no doy más de mí.
Agradezco profundamente, y lo digo sin un ápice de ironía, que, además de los amigos, también los conocidos, los saludados y hasta los que no son ninguna de las dos cosas, por decirlo a la manera de Pla (y de Trapiello), me envíen sus libros a casa, algo que ya viene siendo norma desde hace tiempo, y que, insisto, me honra por el depósito de confianza que el gesto conlleva. Con todo, ay, el hecho empieza a ser preocupante. Me agobia verlos llegar cada día, cómo ocupan mesas y estanterías y se extienden por pasillos y habitaciones y, lo que es peor, no poder leerlos todos.
Omito lo que opina al respecto mi pobre cartera. La funcionaria de Correos, digo.
Es verdad que no puede uno asegurar tan alegremente como antes que sólo es un lector, lo que en realidad soy. Así y todo, tienen que comprenderme: es imposible que dé cuenta aquí (no digamos allá) de cuanto se publica o recibo. Y lo intento, como bien sabe quien frecuenta este colmado rincón. O lo intentaba, mejor. Pido paciencia y mando disculpas. Al decirlo, no puedo evitar acordarme de Aramburu otra vez, de lo bien que ha sabido reflejar algunos peregrinos modales del gremio poético. Al final Gimferrer y yo vamos a tener que darle la razón: som així, semos asina.
Bromas aparte, me permito mencionar siquiera algunos de los últimos títulos que han llegado y que he leído, así como el nombre de sus autores: GPS, de Agustín Calvo Galán (Amargord); Las vidas de las imágenes, de J. Jorge Sánchez (Luces de Gálibo); Barreras, de Hasier Larretxea (La Garúa); Cantos : & : Ucronías, de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán (Calambur); Los matemáticos no saben pilotar aviones, de David Delfín (Editorial Círculo Rojo); Climas, de Rafael Morales Barba (Diputación de Cáceres); Detrás de la noche, de José Cercas (Norbanova); Axis mundi, de Pilar Verdú del Campo (Diputación de Soria); Arcadia desolada, de Pedro Juan Gomila Martorell (La Lucerna)... Mil gracias. 

24.3.14

Estación Poesía

En la mejor tradición sevillana y de la mano del CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla) comienza su andadura Estación Poesía, una revista cuatrimestral en papel (disponible en la red) en la que, se nos dice, escritores sevillanos compartirán espacio con autores del panorama poético español e internacional.
Está dirigida por el poeta y traductor Antonio Rivero Taravillo y forman parte de su Comité asesor los también poetas Enrique Baltanás, Juan Bonilla, Luis Alberto de Cuenca, Ana Gorría, Ioana Gruia y Aurora Luque.
Estos son los colaboradores de la primera entrega por orden de intervención: Felipe Benítez Reyes, Erika Martínez, José Manuel Benítez Ariza, Juan Manuel Macías, Hilario Barrero, María Alcantarilla, Álvaro Valverde, Manuel Moya, Trinidad Gan, Piedad Bonnett, Francisco Barrionuevo, Ben Clark, José María Jurado, Lola Mascarell, Susana Benet, Jesús Aguado, Josefa Parra, José Luis Morante, Pablo Fidalgo Lareo, Pilar Márquez, Juan Lamillar, María Ruiz Ocaña, Antonio Praena, Javier Vela, Josep M. Rodríguez, Lola Terol, Álvaro García, Joaquín Pérez Azaústre, Olga Rendón Infante, Juan Carlos Abril, Carlos Alcorta, Francisco José Martínez Morán y Toni Montesinos. ¡Larga vida!

Ah, estos son mis versos, los últimos que he escrito:

MIRADA

Sobre la  pasarela, contemplando
el río y su transcurso, las orillas,
los árboles sin hojas y el molino,
de equívoco aire inglés;
suspensa sobre aguas turbulentas,
su mirada era digna de un poema.
Era postrera, o eso parecía.
La de un hombre que mira por vez última.
Que quiere despedirse de un paisaje
mil veces entrevisto y otras tantas
observado con calma porque es parte
de aquello que es él mismo. 

23.3.14

JRM en Plasencia

Foto Daniel Mordzinski
La próxima semana visita el Aula José Antonio Gabriel y Galán el poeta y periodista Javier Rodríguez Marcos. Como de costumbre, la lectura abierta al público en general será el martes, día 25 de marzo a las 20:00 horas, en la Sala Verdugo, antigua Aula de Cultura de Caja Extremadura. Al día siguiente, miércoles 26 de marzo, el autor visitará el IES Gabriel y Galán en un encuentro con alumnos de los seis institutos de la ciudad.

22.3.14

Zagajewski dixit (2)

"Me gustaría que profundizase en ese objetivo de la poesía como un vehículo para llegar, partiendo de lo cotidiano, a algo más profundo o abstracto", le dice Alberto Gordo al poeta polaco Adam Zagajewski, y éste responde: "Esa poesía a la que alude es sin duda la más interesante y podría oponerla a otros tipos de poesía que a mí no me interesan. Hablo, por ejemplo, de la poesía lingüística, que se realiza dentro del lenguaje, a través de sus distintas modulaciones. O de la poesía irónica, que parte de la ironía y llega a la ironía; es decir, es una poesía sin meta. O de la poesía materialista, que no posee elementos trascendentales ni expresa añoranzas. O de la poesía eminentemente religiosa, en la que falta a menudo el elemento de realidad, a mi juicio indispensable."
Luego Gordo añade: "Decía también que no le interesa lo que ha llamado 'la poesía irónica', que parte y llega a la misma ironía. Pero en cambio en sus ensayos la ironía es un arma habitual utilizada, además, por otros escritores, también polacos, como Adam Michnik". "Por supuesto, yo no condeno la ironía, responde el autor de Mano invisible. La ironía es un medio de expresión capital. La ironía y el sentido del humor. Lo que sí condeno es esa poesía que eleva la ironía a límites totalizadores. Creo que es una actitud muy poco fructífera, muy poco interesante. Pero la ironía puede ser muy positiva; mira si no Kierkegaard, el gran ironista. Creo que la ironía tiene a menudo un reverso de drama y, para ser completa, ha de manifestarse también con esa parte dramática. Los escritores que son capaces de mostrar esa plenitud son los más interesantes." De El Cultural.

21.3.14

Día del Agua (y más)

Tras la excursión de ayer a Santiago de Alcántara, un delicioso paseo por el Parque Natural Tajo Internacional, nos espera otro día complicado. El del Agua, que en el colegio celebramos, nunca mejor dicho, por todo lo alto gracias a un lanzamiento de cohetes de agua (sólo los ganadores del concurso) y, entre otras actividades, a la inauguración del Jardín Vertical, que ha quedado precioso. Un jardín donde madres, padres, profesores, alumnos y Juan Antonio, cómo no, han dejado su impronta vegetal.  
Estupendos resultaron, antes de ayer, los talleres de Sombras chinescas y de Teatro negro. Pura poesía. Tal que en Praga. 
Toni Gudiel
Tan estupendo, o casi (es broma), como el último descubrimiento gramatical: las conjunciones "yujuísticas", que, como su propio nombre indica, son muy divertidas y saludadoras, como su joven inventora. 
También esta mañana me escaparé un momento a Las Claras para conversar con los alumnos del IES "Ramón Carande", de Jerez de los Caballeros, que vienen a Plasencias de ruta literaria. 
Y esta tarde, en el mismo sitio, se reúne el jurado del Premio Internacional de Artes Plásticas Obra Abierta de Caja de Extremadura. Gane quien gane, está uno muy satisfecho de la selección. Cincuenta obras (de las 992 presentadas) que, o eso creo, van a gustar. 

Porqueno

"Las historias de Juan José Millás (Valencia, 1946) están tan llenas de personajes desdoblados que es imposible entrar en su casa sin verlo todo doble. El portero automático tiene dos botones —casa y estudio— y el estudio, dos habitaciones. Las dos están forradas, pavimentadas de libros. Le gustaría deshacerse de algunos, pero las bibliotecas no los quieren, "que es como si los bancos no quisieran dinero", dice. Del que no se deshará es del poemario de Louise Glück que corona el montón más próximo al sillón de leer. “Es fascinante”, explica. La estadounidense es, como todos los poetas según Millás, una escritora Porqueno. Lo dice aplicando a la literatura la división acuñada por uno de los personajes de su nueva novela, La mujer loca, que Seix Barral publica la semana que viene. Según esa división, hay gente Porquesí y gente Porqueno, depende de su facilidad para adaptarse a las convenciones. Para poner una ferretería hay que ser Porquesí. Para escribir poesía, Porqueno." 
Juan José Millás en conversación con Javier Rodríguez Marcos. El País

20.3.14

De ruta

Porque las circunstancias mandan, uno ha cambiado las sabatinas rutas de las cañas (como decimos aquí) por las naturales o turísticas. La última por Las Hurdes y Las Batuecas. El otro día me acerqué hasta Riomalo de Abajo. Al lado del puente, en Riomalo, a secas, celebrábamos mi compañero Baldomero y yo las comidas de Navidad, previo encargo de la famosa paletilla de cabrito al horno que allí preparan. (Una vez, recuerdo, almorzaba en la mesa de al lado el malogrado torero Julio Robles.) Como no había pedido nada de antemano, en esta ocasión tomé unas alcachofas (no precisamente de temporada) y unas chuletillas de cabrito a la brasa. Tras la entretenida tarea de limpiar de carne, cuchillo en ristre, los huesos del animalito, decidí, otro imprevisto, subir al Meandro del Melero, donde, aunque parezca mentira -al menos a mí-, nunca había estado. Al último que le oí hablar del lugar fue a Moga, que por allí anduvo a finales del pasado año. La caminata es amena. Tres kilómetros dicen que hay desde el puente hasta el mirador y el único peligro, turistas había pocos, fue encontrar a la procesionaria del pino haciendo su recorrido penitencial. Desde que a mi hija le cayeron encima unas cuantas orugas hace años, le tengo mucho respeto a esos repugnantes bichitos. Pinar arriba, las vistas son magníficas. En todo el trayecto. Cuando coronas el último cerro, ya con vistas al meandro, te das cuenta de la justa fama que el sitio merece. Impresiona, y hasta da un poco de vértigo. Luego, al llegar al mirador propiamente dicho, la cosa cambia. De bien a mejor. La nieve de la sierra de Béjar, al fondo, daba a la imagen un aliciente más. Allí estuve diez minutos, casi solo. Contemplando aquella maravilla con tintes de milagro. De los milagros en los que uno cree, quiero decir. La bajada fue tranquila. El paseo apenas duró una hora. 
Volví después sobre mis pasos, hasta el cruce de Ladrillar y Las Mestas. La carretera sigue igual que cuando estuvimos en otoño: cortada, con semáforos, muestra de la desidia de quien corresponda, Junta o Diputación.
De la patria del ciripolen hacia arriba, la cosa se complica aún más. Estrechez, curvas cerradas, demasiado tráfico y, cómo no, panorámicas espléndidas, montes azules, ríos de cauce imposible, rocas y árboles en precario equilibrio que se confunden entre sí, umbrías selváticas e inquietantes precipicios, y la sensación, que uno nota sin querer, de estar en un lugar mágico, el desierto de Las Batuecas, sitio apartado y eremítico sobre el que ha reflexionado no poco el batueco Fernando Rodríguez de la Flor. Un lugar, sí, de la poesía, por decirlo con María Zambrano.
Y ya que menciono al ensayista salmantino, hasta su querida Sierra de Francia subí y hasta La Alberca llegué, atestada, como siempre, de domingueros (como uno), por decirlo de alguna manera. Hace años que no paro allí. La última vez, en busca del poeta José Luis Puerto. En esta ocasión, siguiendo una recomendación de mi compañero Antonio Moriano, me acerqué al hotel Abadía de los Templarios, que no está mal, y en su cafetería me tomé un té, exquisito por cierto. Y, ya de vuelta, Sotoserrano abajo, llegué hasta el cruce de La Pesga y, entre olivos, a Mohedas (con la vista de Granadilla, el pueblo abandonado, en lontananza); una carretera en la que una tarde, cuando trabajaba por esa zona, de camino a algún colegio, paré un rato y estuve leyendo un libro de Heaney. Lectura que propició, lo recuerdo bien, un poema, no sé si publicado o inédito. 
Con el sol ya caído, Plasencia. Vuelta a la dura realidad, y un pensamiento: lo terrible puede suceder en medio de la belleza. Que si no es de Rilke, lo parece. 

19.3.14

De Zaragoza

Hay libros que se leen en primera persona. Como éste. Se titula Notas sobre Zaragoza del capitán Marlow, su autor es el conradiano Fernando Sanmartín y lo publica la ejemplar Xordica. 
Está escrito "por la noche", nos explica en el prólogo, algo que confirma en el último capítulo, concretando que "a partir de las doce". En el mes de julio, unos días antes de un viaje a Finlandia. Ahí mismo nos dice: "Aquí, en estas páginas, hablo de Zaragoza, mi ciudad." "Porque llevo muchas años en ella", precisa. Y, por si no hubiera quedado claro, añade: "Zaragoza es el argumento de estas páginas". Antes ha confesado ("Esto es un libro. También una confesión."): "No entiendo la vida sin la escritura". Y: "yo escribo sobre lo cercano, sobre mí; lo hago sin retóricas." En efecto, lo que uno lee es una conversación de Sanmartín con su ciudad. Intensa, breve ("escribo libros menudos con la sinceridad como única sintaxis"). Habla con ella de su infancia ("De cada uno de nosotros habría que pedir informes periciales acerca de qué niño fuimos") y de la prematura muerte de su padre, militar (qué si no en esa capital de la milicia); de Yorgos, su hijo, tan futbolero, del Real Zaragoza, como él; de los amigos, no pocos escritores y pintores: Romeo, Melero, Cerdá, Castro, Fortún, Grasa, Conget, Marqués, Escuín, Guinda, M. de Pisón...; de fotografía y de fotógrafos ("el fotógrafo es un cronista"); de lugares: bares, edificios, calles, bulevares, restaurantes, etc.; del Ebro ("ese río teósofo y abecedario") y de las piscinas, donde nada (una afición muy zaragozana); de las bicicletas ("con la bicicleta uno puede llegar a la subjetividad"); de la burguesía y de las niñas burguesas (siempre tan guapas, que huelen tan bien); de las Fantas y las terrazas situadas en veraniegas plazas incandescentes...
Se considera "un geógrafo que toma notas". Cree que "la ciudad es un libro antiguo". También que "Todos hemos sido algo que ya no somos. Y eso mismo le sucede a una ciudad." O que "Todos hemos dejado de ser algo. Todos."
El aforismo y, digamos, la greguería ("El bingo es un guion de Buster Keaton") se entremezclan con el relato autobiográfico. Por encima de todo uno aprecia iluminaciones, epifanías.
Hay mucho humor. También ironía. En el mismo tono sereno, elegante que Sanmartín gasta para todo. "Pues el hombre es el idioma. Lo dijo Umbral." Y recuerda: "Se escribe porque la vida es hostil." O en otro sitio: "Llorar por dentro es lo peor que puede suceder."
J. L. Melero y F. S., por Lara Albuixech
Las setenta y dos páginas de este libro son un auténtico "chaparrón de literatura" que a algunos nos empapa con dulzura el alma. Más allá, se establece un comprensible el dilema entre huir o quedarse. "Tuve argumentos para irme. Pero me quedé", puntualiza. 
Está en Sitges, el barrio marítimo de Zaragoza, y escribe: "si no pudiera volver a mi ciudad el dolor me volvería loco". Y en la página siguiente: "Escribir de la ciudad donde uno vive puede ser una confidencia, aunque algunos digan que es una gilipollez, una vulgaridad o una mezcla de las dos". Algo que no puedo leer, y perdonen la intromisión, sino en clave personal.
Ya lo dijo Cavafis en un verso que es la cita que abre estas Notas: "La ciudad te espera siempre."
En un momento dado, y a propósito de Antón Castro, leemos: "siempre supe que su prosa y sus poemas son un refugio". Piensa uno lo mismo de los libros sustanciosos, sobrios y verdaderos de Fernando Sanmartín, tan emocionantes, ay, tan vitales. 

18.3.14

Zagajewski dixit (1)

"Hay escritores que aman la acción: Malraux en la guerra civil española, Orwell en la misma guerra en Cataluña, Peguy quién murió en la Primera Guerra Mundial, Apollinaire, quién se convirtió en soldado voluntariamente, François Villon en acciones de distintos tipos. Saint-John Perse, era un funcionario de alto nivel, o tu maravilloso Seferis, quien fue diplomático (como Claudel, Oscar Milosz, Neruda o Czeslaw Milosz). No todos los poetas son introvertidos (aunque probablemente es algo cierto en la mayoría de ellos) pero aún esto no ha sido algo exagerado, y sería difícil imaginar una película basada en mi vida: un tipo sentado en una silla, oyendo a Bach o a Schubert. La silla a veces está en Cracovia, otras en París, Houston, Chicago u otro lado. Pero la quietud de la persona sentada en la silla refleja el ruido del mundo (o el ruido del tiempo, como Mandelstam decía). Además, siempre me intriga cómo los poetas pueden ser completamente silentes en su estudio y, al mismo tiempo, expresivos, casi histriónicos, al recitar su trabajo en público. Dos caras de la misma moneda." 
Adam Zagajewski, que acaba de visitar España, en conversación con Dimitris Angelis.

16.3.14

El gen

Ahora que los científicos de varias universidades chinas y escocesas acaban de demostrar que la pereza se debe a un gen, que el vago nace y no se hace, me ratifico en lo que vengo afirmando en público y en privado, sin pruebas fiables, desde hace años; a saber, que los poetas también nacen con uno determinado y que más pronto que tarde algún equipo de investigación de alguna universidad norteamericana, por ejemplo, publicará en una revista especializada el descubrimiento del gen de la poesía, ese que los poetas traen incorporado al nacer. Tiempo al tiempo. Después de leer Ávidas pretensiones, creo que la cosa es todavía más probable. La pena es que los periodistas se quedarán sin una de sus preguntas más socorridas. Con lo difícil que es entrevistar a esos extraños seres. Por el gen. 

15.3.14

La poesía de Julia Uceda

Hasta hace unos años resultaba llamativo encontrar el libro de un poeta de edad avanzada digno de ser tenido en cuenta. Había excepciones –en nuestro ámbito, Aleixandre, por ejemplo–; con todo, se atribuía el valor, el genio, a la poesía juvenil, cuando no adolescente, digamos que “a lo Rimbaud”. Los últimos libros de Julia Uceda (Sevilla, 1925) lo desmienten. En el viento, hacia el mar  (1959-2002) reunía su poesía completa y no sólo se alzó con el Premio Nacional de Poesía: supuso el rescate de una poeta que, como otros, había quedado orillada en los márgenes del canon. Llegaron luego, para demostrar lo que digo, Zona desconocida (2006) y Hablando con un haya (2010). Tanto el primero como el tercero, publicados por la Fundación José Manuel Lara, en la colección Vandalia, de Jacobo Cortines, lo mismo que Escritos en la corteza de los árboles (2013).
No es frecuente, nada aquí lo es, que un poeta ponga al frente de un libro veintitrés apretadas páginas de reflexión sobre su propia poesía. Es lo que ha hecho, con mano maestra, Uceda en “¿Somos quienes quisimos ser?” La pregunta no es baladí. Ni retórica. Ella misma señala un lugar común de la crítica acerca de su poesía: que en ella abundan “las interrogaciones, las dudas, las inseguridades de no saber”. No sin diferenciar entre versos y poesía, afirma que “la escritura poética se apoya en algo tan elusivo como las emociones”. También que “siempre he creído que el poeta debe dar testimonio de sí mismo, del lugar desde el que habla y de aquello que lo define”. O que “la palabra es la dueña absoluta de la situación”: “Los problemas de un escritor siempre tienen que ver con las palabras”. No es mal punto de partida. Repasa luego sus libros, sin olvidar un momento decisivo en su vida (y en su obra): su primer viaje a París, años cincuenta. Una década más tarde se va a vivir a EEUU. “Nunca podré decir que regresé a España aunque tampoco me consideré una exiliada”. “No desprecio nada, pero mi lugar es mi casa, esté donde esté”, ahora Galicia. Allí, añade, su estudio (dentro) y su jardín (fuera). Su “isla de silencio”. “Casi podría decir, confiesa, que no pertenezco a ninguna parte y a todas”. Una verdad que se adapta bien a una poesía que mediante mitos y símbolos se convierte en “un idioma universal”. Más allá, “la voz de la mirada”, “otro medio de comunicar en el silencio”.
A pesar de la natural extrañeza, la poesía de Uceda responde a la pregunta “¿Quién soy?”. “En todo escritor deben encontrarse, sin exceso, sus señas de identidad”, alega.
Sobre el libro que nos ocupa, dice que es “un intento de llegar a un pasado profundo”. Sin eludir “cruces de tiempo”: un pasado que no lo es: “Todos los llaman recuerdos, pero no son recuerdos”. Y un propósito: “Escribir a toda prisa unas notas, poemas en este caso, en trozos de las cortezas de los árboles como si fueran hojas desenganchadas de un cuaderno abandonado por alguien”. “Vivir de nuevo una vida pasada”. Anterior a las “voces articuladas”. Solo “sonidos” (de árboles, pájaros, lluvia). “¿Qué se oía”, se pregunta (y título de un poema). Y qué no: el silencio también dice. “Experiencias que sólo se pudieron comunicar en la forma poética”.
En “Kairós” evoca la pregunta que hizo de niña: “¿dónde / estaba yo antes de estar aquí?” Hacia ese ”antes deshabitado” caminan estos versos intempestivos. En “Bocetos” leemos: “¿Desde dónde vino? ¿De qué sitio inhóspito, de qué espacio / vano reúne fragmentos de otro pensar?” Y en “Círculos”: “Yo solo voy buscando / palabras e historias no nacidas.” “Estoy en el entonces”. “Pues el recuerdo y el futuro caminan / por la misma senda”, escribe en “Palabras y campanas”.
Entre el puñado de poemas que forman el libro, hay algunos especialmente logrados. Así, amén de los ya mencionados, “Rastas”, “Punto azul” (la música y Sloterdijk), “Siempre olvida los nombres” (“como si las ciudades / fueran una y la misma en cualquier continente / y en el mismo tiempo.”), “Álbum” (un canto memorable en cinco partes), “Simposio” (“¿Cómo saber en qué tiempo he vivido?”), “Kadish” (“No hubo lugar en donde no habitara, / de donde no viniera.”)
La ironía de ”Torpeza” cierra Escritos, como ella lo llama, y de qué sabia manera.
Ojalá ese “tiempo profundo” a que Uceda alude, “no pasado, presente o futuro”, dé para más libros como éste. No estamos sobrados de poetas así. 

14.3.14

Año Paz

En Jockey, 1991
Antón Castro ha publicado en su blog el Programa de actos del Centenario de Octavio Paz en España. El comisario es Aurelio Major.
Uno estará, si nada lo impide, el próximo 7 de junio en la Feria del Libro de Madrid para recordar al mexicano junto a poetas de este y del otro lado del Atlántico. Los convocados son: Aurelio Asiain, María Baranda, Tulio Demicheli, Jordi Doce, José Luis Gómez Toré, Tedi López Mills, Julio Hubard, el citado Aurelio Major, Víctor Hugo Piña Williams, Esther Ramón, Ada Salas, Sandra Santana, Juan Soros y Jorge Valdés Díaz-Vélez.

13.3.14

Unas jornadas en Casacristo

Ávidas pretensiones, la novela con la que Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ganó el último premio Biblioteca Breve de Seix Barral, tiene un argumento muy sencillo: un grupo de poetas españoles se reúne en el centro de estudios de un convento serrano de Motilla del Pinar para celebrar, durante tres días, un congreso. De lo que sucede en esas "Jornadas Poéticas en Casacristo", como se las conoce entre el "gremio lírico hispano", da cuenta este relato divertido que su autor, explícito, ha dividido en tres partes: "Planteamiento", "Nudo" y "Desenlace". 
Que nadie espere, eso sí, que alguien con la trayectoria de Aramburu se haya rendido sin más a la trama. Acaso lo mejor del libro es el lenguaje empleado, rico en juegos de palabras (algunas veces, al leer, se ha acordado uno de otro novelista de semejante estirpe, digamos: Gonzalo Hidalgo Bayal), en el empleo de neologismos y palabras raras o en desuso, en la combinación de sentidos mediante el uso de barra ("instó/rogó", "perdido/abandonado", etc.), en la ingeniosa utilización de frases interruptas y un sinfín de recursos, ya digo, dignos del escritor que es y de la literatura que representa, que nada tiene que ver con la de los premios previsibles y los best sellers al uso.
Que tampoco espere el lector un roman à clef. No hay claves aquí, o eso me parece. Si acaso, las justas. Ya lo explica en la nota introductoria. Uno ni ha conocido nunca una "feria de poetillas" o un "simposio de majaretas" semejante (puede que lo de El Torno...) ni, más allá de los que se mencionan por su nombre y apellidos, ha identificado claramente, entre "realitas" y "metafas", a un solo poeta (o poetisa) de cuantos figuran en la obra (28 para ser exactos), y aquí conocernos, lo que se dice conocernos, nos conocemos (casi) todos. No, no creo que vayan por ahí las pretensiones de Aramburu. Los tipos -los personajes- son eso: símbolo, modelo, ejemplo, y no otra cosa, por más que sientan y penen como cualquiera. Lo mismo que el enredo, tan delirante. Exagerado para recalcar su vena satírica, en la mejor tradición de las letras patrias, donde no faltan, para redondear, grandes dosis de sexo y escatología.
Por lo demás, la novela se lee muy bien. Engancha desde el principio.
Entre líneas, Aramburu deja caer algunas opiniones sobre la pobre poesía, que más que objeto de mofa (algo legítimo) es, ironía y hasta sarcasmo mediante (por no hablar del cinismo puntual), objeto de aprecio y hasta de deseo, aunque sea en pretérito. En boca de algún que otro poetilla se cuela alguna que otra verdad, siquiera póstuma, por seguir a Félix de Azúa, que ha confirmado para ella su propio Titanic. Y es que una cosa es reírse de la banda (los diez mil poetas españoles contemporáneos vivos, según las últimas estadísticas) y otra de la sacrosanta poesía, más después de que el autor haya reunido también sus versos en forma de libro. Y que, caiga quien caiga, no ha muerto.
Si tuviera que elegir un capítulo paradigmático, que diría un metafa, mencionaría el primero de la tercera parte, donde Eugenio Alpuente...
El mundo literario de Fernando Aramburu se amplía con esta obra hilarante donde, insistimos, lo lingüístico prima. Una obra que le confirma como uno de los narradores más ricos y versátiles del panorama. 

12.3.14

Cumbreño dixit

Comenta Salvador Vaquero a José María Cumbreño en El Periódico: "Alguna vez has denunciado una "corrupción poética" en España..." A lo que éste responde: "Pero no soy el único, ni mucho menos, que lo cree. En cuanto se ahonda un poco en el mundo de la edición y los premios literarios, resulta fácil descubrir un evidente flujo y reflujo de favores: un premio casi cantado, una reseña en tal suplemento, la publicación en tal colección... Lo suficiente como para que unos cuantos consigan vivir del cuento y viajar por medio mundo (con todos los gastos pagados) de festival en festival".
"En otra parte he leído unas declaraciones tuyas en las que afirmabas que en la poesía española hay más ruido que nueces... ¿Hay mucho vendedor de humo?", pregunta Vaquero. "Demasiados -contesta el poeta cacereño-. Y lo malo es que encima logran vivir de la venta de ese humo".
"¿Qué aporta la poesía latinoamericana a la creación peninsular?", inquiere Vaquero, y Cumbreño responde: "Menos de lo que debería. Compartimos una lengua y a veces se diría que habitamos planetas distintos. Confío en que, poco a poco, la comunicación entre los poetas de todos los países hispanohablantes vaya volviéndose mucho más fluida y que podamos conocer a los espléndidos autores que ahora mismo escriben en Latinoamérica".

11.3.14

Pablo Fidalgo con la boca abierta

Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984), autor de La educación física (Pre-textos, 2010) y La retirada (Premio Injuve. Instituto de la Juventud, 2012), ha publicado de nuevo en la editorial valenciana un libro tan sorprendente como su título: Mis padres:Romeo y Julieta.
Poco importa si su nombre figura ya en los primeros recuentos generacionales. Lo que sí sé que esta obra está a la altura de un poeta, mal que le pese (“No maduraré, sólo me haré viejo”), en sazón.
Desde el principio, en “Prólogo”, pero sobre todo en los primeros poemas de “Casa de acogida”, la claridad y el misterio se alían para instalar al lector en un mundo inquietante: “Yo tenía dos vidas: / una era una pequeña verdad, / la otra era una verdad absoluta. / ¿Cuál crees que elegí?”.
La técnica empleada es la del monólogo (muy propio si tenemos en cuenta que Fidalgo se dedica profesionalmente al teatro) y está salpicado de constantes y múltiples preguntas de esas que se denominan retóricas, lo que aquí no deja de ser una paradoja.
Son poemas en primera persona, sin título, discursivos y su tono es reflexivo y biográfico. Poemas que dan cuerpo a un solo poema cuya estructura se resuelve, como señalara Octavio Paz, mediante el recurso de la composición.
El libro no deja de ser el relato de una vida, desde antes incluso de nacer. “Fui creado en un hotel, en un viaje, / y eso lo marcó todo”. De su vida y, conviene precisar, de la de sus padres, auténticos protagonistas de esta apasionante, imposible historia de amor que da lugar, ya ven, a un gran poema de amor.
“Mi madre quiere que me crea su idea / porque yo soy el último viaje hacia mi padre”. Sí, un hombre y una mujer que tienen un hijo al tiempo que sus trayectos se separan. Un padre que se va. Y una madre ·difícil” que se inventa una “lengua materna” (la “verdadera”) “para que el hijo no olvide esa presencia”. Acaso una ficción: “Mientras mi madre conducía / nos convertimos en nuestra propia leyenda”.
Un viejo asunto, dirán algunos, y, sin embargo, pocas veces, por no decir ninguna, ha tenido uno ocasión de leer bajo la singular forma de la poesía, lo que cambia todo, esa experiencia que, por común que sea en estos tiempos, no deja de resultar en cada caso única. Y ésta, sin duda, lo es. Escrita, conviene resaltarlo, sin ñoñería, autocompasión o patetismo; con lucidez, ironía, hondura y emoción. “El fracaso de mis padres fue mi única historia”, escribe.
En torno a la familia (“lo que mantiene vivas a las familias es el enfrentamiento”), a la casa (“cada uno tendrá que buscar su propia casa”), y también a una época determinante: la dictadura (con la guerra al fondo) y su fin (“Mi padre es una generación”), la voz poética bucea en las relaciones con su madre y con su padre mientras medita sobre su inestable, precario lugar en el mundo.
Pero en el libro no sólo se rememora lo que sucedió, también se proyectan soluciones a destiempo y se ofrecen aclaraciones imposibles, a sabiendas de que “mire donde mire están mis padres, su medida del mundo.”
No poca importancia tienen, en la parte final del libro, “Río do mar”, las alusiones a su “primer amor”, otro personaje esencial en la trama del extenso poema.
Sin apenas referencias geográficas (la estación de Pontevedra, la playa de Ortigueira, Cais do Sodré y un hotel en la costa donde todo empieza), extraña la capacidad de Fidalgo para la introspección, más si tenemos en cuenta su edad. Eso es lo que uno entiende al leer: “Un hijo no es más que la representación / de un amor que no pudo ser.”
Un libro escrito, en fin, “mientras imaginaba una infancia verdadera.” La que refleja esa elocuente fotografía que aparece en la última página del libro y en la que se ve al autor, cuando niño y con la boca abierta (“y ese gesto anticipa mi vida”), de la mano de sus jóvenes padres. 

Nota: Esta reseña se publicó el sábado 8 de marzo de 2014 en ABC Cultural (número 1.130).

10.3.14

Carta del molino

Barrado. Los Regajones desde el camino de Los Ancharejos. Foto ELRISCO
El sábado, aprovechando el buen día, volví a los alrededores del molino, esos senderos por los que tanto ha caminado uno durante años; caminos que considero, si se me permite el exceso, parte sustancial de mi territorio.
Paseo solitario, sólo alterado por las constantes idas y venidas de dos helicópteros ocupados en las tareas de extinción de un pequeño incendio en la sierra, por cima de Gargüera. En más de hora y media, no vi a nadie. 
Hacía mucho. Demasiado. No obstante, mira uno esos contornos con la naturalidad de quien los ha frecuentado. Y los conoce. Y hasta los quiere. Por eso cae en la cuenta de que las plantaciones de cerezos se extienden con una avidez preocupante. Van desapareciendo los olivos, las higueras, los castaños... Paisaje monotemático y, en consecuencia, más pobre. A la vista, que no al bolsillo de los propietarios de esas parcelas. 
Me acordé de Brutus, la mastina con nombre de mastín que desapareció hace unos meses. Alberto y yo estuvimos cavando a finales del pasado verano, con todo el dolor del mundo, una tumba para ella. Tan mal estaba. Pero fue verla y... resucitar. Animalito. Luego, un buen día... Nadie ha dado con ella. 
¡Cómo bajaba la Garganta del Obispo! Y qué pena contemplarla solo. La visión merecía compartirse.
Al llegar a casa, después de la ducha, comprobé en la cara que el sol ya es de un marzo que mayea. Fue el primer paseo del año en mangas de camisa. Para el próximo, además, crema y gorra. 

9.3.14

LMP

Ha leído uno de todo a propósito de la muerte de Panero. Se nota que a los medios les encanta el malditismo. Siguen asociando poeta con bicho raro. De entre las pocas cosas sensatas, rescato los breves textos de Carlos Marzal -que ha comentado a su vez, Felipe Benítez- y de Zoki, tan equilibrado como emotivo -del que me informa Carlos Medrano-. Los copio aquí con el tácito permiso de sus autores.

A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE LEOPOLDO MARÍA PANERO
Aunque ha muerto hoy, tengo la impresión de que Leopoldo María Panero ejercía de cadáver desde hacía ya muchos años. Desde la infancia. Era nuestro muerto oficial, el profeta de una Iglesia, la del malditismo, que necesita un sumo sacerdote sobre la tierra. Tengo la impresión de que a sus fieles les interesaba más la leyenda hagiográfica de Panero que sus evangelios: más sus salidas de tono y sus disparates que sus libros; más su deterioro - que interpretaban como una muestra inequívoca de genialidad- que los mismos poemas. A ciertos espectadores, tan preocupados de su propia salud, les encanta que algunos artistas malgasten la suya. 
Creo que fue un poeta enormemente desigual, un poeta loco en muchos sentidos: poderoso y genialoide, clarividente y confuso, palabrista y certero. En "Narciso" y "El último hombre", los libros suyos que más me gustan, hay un buen puñado de magníficos poemas, de una rara violencia verbal, de una bronca extrañeza, de un tierno desamparo, que es el desamparo de todos sus lectores. Carlos Marzal

SOBRE LEOPOLDO MARÍA PANERO
"Hasta la publicación de sus 'Poemas del manicomio de Mondragón', Leopoldo María Panero visitaba zonas de riesgo poético. Nada era previsible en sus textos. Después, deteriorada la salud, encontró una fórmula eficaz para sobrevivir protegido por las palabras. Esto se sentía en el trato personal. Cuando lo visitaba, venía a mi encuentro sin que se supiera observado. Muchas veces lo vi caminar ensimismado por un jardín con suelo de gravilla, lejos del personaje construido entre todos. Luego pasaba horas exhibiendo ingenio, citas literarias, humor fino. También comunicaba una interminable lista de persecuciones padecidas. Creo que nos contemplaba desde esos falsos delirios. Cuando faltaba media hora para la despedida, se quitaba las máscaras, arrumbaba los juegos, y ahí surgía un hombre profundo, solitario, con temblores de abandono. Así regresaba el poeta verdadero". Francisco Javier Irazoki

8.3.14

Poemas del carbón

Antonio Bravo García es uno de tantos extremeños que tuvo que salir de su tierra natal camino de la emigración. Sus padres se marcharon a Asturias, a Mieres, para trabajar en la minería en la postguerra. A aquel mundo desaparecido, de ayer, remite el título de su libro Mitología de cristales negros (Gijón, 2013), un libro que sorprende por su verdad, algo que, sin ser reconocido como recurso literario, aquí es pieza fundamental y aporta notable valor al empeño. 
Profesor de la Universidad de Oviedo, de Filología Inglesa, se aprecia su gusto por poetas ingleses como Wordsworth o Auden, cuyos tonos casan estupendamente con su manera de decir. 
Alude el propio Bravo a la poesía "social" en una Nota del Autor (donde menciona incluso a Celaya), pero uno cree, sin embargo, que por mucho que la lucha de aquellos hombres y mujeres (bajaran o no a la mina) esté presente en estos versos épicos, lo que prima es la visión crepuscular de aquel mundo oscuro y perdido donde la felicidad brilló a veces. Algo que se percibe sobretodo en la primera parte, "Qué verde era mi valle", la más inspirada del conjunto. 
La infancia, la adolescencia, la juventud... La casa, el colegio, el instituto, los parques... La tristeza, la enfermedad, la muerte... La madre.
Recuerda Bravo "991 A. D.", el cuento de Borges, donde el caudillo exige a un soldado, el poeta del pueblo, que abandone el campo de batalla, salve así su vida y sea el cantor de todo aquello. Como aquél, Bravo se erige en "testigo privilegiado" de lo que sucedió: "Yo soy tu pregonero del tiempo del olvido / en estos foscos días del desahucio."
Con esta cita termina, por cierto, el breve pero muy logrado prólogo de Francisco Trinidad, otro fantasmal habitante de la cuenca del Caudal y testigo también de la penosa vida que allí llevaron numerosas familias.
Al final, eso sí, entre la desolación y las ruinas, gracias al poder reparador de la memoria, vuelve a verdecer (escrito) aquel valle. Algo que hay que agradecer al elegiaco Bravo García.

7.3.14

Loewe, en recuerdo de Octavio Paz

Este es el vídeo que la Fundación Loewe ha editado con motivo del 25 Aniversario de su famoso y prestigioso Premio de Poesía y para celebrar el primer centenario del nacimiento del que fuera presidente del jurado, el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz. De lujo, como todo en esa casa. En defensa de la pobre poesía.

Festival de Artistas Extremeños

El teatro Alkázar de Plasencia acogerá el próximo viernes 28 de marzo el I Festival de Artistas Extremeños, que contará con la presencia de tres generaciones de autores de nuestra región: el veterano Luis Pastor, que se encuentra de gira con su último disco por España y Portugal "¿Qué fue de los cantautores?", el ecléctico Markos Bayón (El autoGnomo), productor, compositor y guitarrista de Bebe, y voz de proyectos tan dispares como Perroflauta, Combolinga o Comando Macondo, y el placentino Lino Hernández, compositor y cantante del grupo Cuarto Creciente.
Dos horas de música, para un festival en el que también colaborarán el cantante y poeta extremeño José Manuel Díez (El Desván del Duende) y el actor Javivi Gil (Ana y los siete, Plaza de España, Inocente inocente), que oficiará de conductor de la gala con su habitual sentido del humor.
El espectáculo comenzará a las 21:00 horas y las entradas podrán retirarse el mismo día del concierto en el teatro Alkázar, al precio de 8 euros, o en los puntos de venta anticipada, al precio de 6 euros: Ambrosía La Vida (C/ Puerta de Coria 8), La Puerta de Tannhäuser (C/ Zapatería 22). La ONGD extremeña Movimiento Páramo será la beneficiaria del festival.

6.3.14

La poesía de Wright

La editorial Vaso Roto, siempre tan atenta a la poesía estadounidense, publica No se quebrará la rama, de James Wright (Ohio, 1927-Nueva York, 1980), un libro, ahora lo sabemos sus lectores en español, necesario para comprender el panorama de la poesía contemporánea de su país natal, donde vio la luz en 1963. 
Una potente, abarcadora mirada, fija sobre el papel el paisaje del Medio Oeste norteamericano. Sus ciudades y pueblos, sus granjas, sus animales y sus árboles -todos ellos nombrados por sus nombres de pila- y, cómo no, su paisanaje, hombres y mujeres que, como en todas partes, sufren y están solos y tristes. Sí, hay mucha desolación en esos horizontes abiertos que también son nombrados específicamente; lugares a los que vamos con Wright, a modo de road movie; sitios de diferentes estados que acaban conformando un mapa que viene a coincidir, como en el poema de Borges, con el rostro de quien lo dibuja. 
Es de destacar el trabajo realizado por el traductor, el poeta Antonio Rivero Taravillo, que ha captado a la perfección el tono conversacional y se ha fijado en los mil detalles que caracterizan esta poesía plena de sugerencias, a pesar de su claridad. Todo un mundo. 
Resulta curioso, en fin, encontrar un poema titulado "Eisenhower visita a Franco" y "En recuerdo de un poeta español" (Miguel Hernández), algo que tiene fácil explicación si tenemos en cuenta que Wright fue traductor de poesía española (JRJ, Machado, Neruda, Vallejo...).

5.3.14

Una de (no) prólogos


¿Me lo parece a mí o se están poniendo de moda los prólogos en los libros de poesía? Sin ir más lejos, casi acabo escribiendo uno para Cómo hemos llegado a esto, el libro de Víctor Martín Iglesias que publica Ediciones Liliputienses, y eso que los creo innecesarios, salvo que se trate de poesía reunida, de antologías o de rescates (como hace al caso). En fin. 

4.3.14

Vidas de extraños

Hace tiempo que Vicente Valero, (Ibiza, 1963) tiene demostrada de sobra su valiosa condición de poeta y, más allá, de ensayista. Eso sí, su prosa había estado hasta ahora al servicio del estudio y de la biografía (de Walter Benjamin, por ejemplo), centrada en su isla natal, tierra de paso o de acogida de numerosos escritores y artistas. Periférica, que no se caracteriza por editar libros de autores españoles, publica Los extraños, su primera obra, en rigor, narrativa. No sé, si como dice en la contracubierta, es "uno de los más importantes debuts en la narrativa española de los últimos años". Tampoco me importa. Lo que sí sé es que me ha gustado mucho y que he disfrutado de lo lindo con su lectura. 
Aunque contiene mucha poesía, algo inevitable si se tiene en cuenta quién lo ha escrito, que no tema el lector de prosa: ni parece ni es la novela de un poeta. No al menos, ya digo, como quiere el tópico. La estructura, tal el lenguaje empleado, es eficaz y sencilla: Valero rescata la biografía de cuatro parientes suyos, cuatro "extraños": un abuelo, un tío y dos tíos abuelos. Cada uno merece un par de capítulos y, a pesar de que estamos ante una obra de ficción publicada en una colección (largo recorrido) dedicada a ello, el tono y el contenido de la obra parecen del todo autobiográficos y el narrador no otro que el propio Valero, protagonista a ratos de las historias. 
Las vidas narradas del abuelo Pedro Marí Juan, el tío Alberto y los tíos abuelos Carlos Cervera y Ramón Chico no pueden, en su normalidad, ser más extraordinarias. Tampoco, o eso entiendo, podrían haber estado mejor contadas.
Dos militares (el teniente Marí y el comandante Chico), un artista de cabaret (Cervera o Angelito o Aurelio) y un jugador de ajedrez (Alberto Valero) que permiten a Valero, entre otras cosas, rememorar su infancia, ofrecer un retrato discreto de su familia, evocar paisajes tan alejados como el desierto del Sahara y el sur de Francia (además de su particular paraíso mediterráneo), o a personajes tan dispares como Saint-Exupéry, Hidalgo de Cisneros, la Argentinita o Roso de Luna.
Las peripecias vitales de estos "extraños", sus aventuras, los intrígulis de sus novelísticas vidas, permiten a Vicente Valero, mediante esa mezcla donde la inventiva se encuentra con la verdad, o la imaginación (en el mejor y más hondo sentido) con la realidad, ofrecer a sus lectores un libro que a uno ya se le antoja, por su extraña naturalidad, inolvidable. 

3.3.14

En el instituto

El de uno, el "Gabriel y Galán", donde hice COU durante el curso 1975-76, cuando murió Franco, y donde tan feliz fui después de diez años encerrado (como externo) en un colegio religioso donde aprender seguro que aprendí, pero de otra manera. Mi ilusión hubiera sido hacer el bachillerato de letras allí. Un imposible. Me tuve que contentar con ese año del que siempre destaco un hecho decisivo en mi vida: gracias a mi profesor de Literatura, Gerardo Rovira, por su ejemplo y por la pasión que ponía en lo que explicaba, me hice lector. Y hasta ahora. 
Pues bien, en el "Gabri", como le llaman, estuve el viernes, dentro del programa del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España denominado "Encuentros Literarios en Institutos de Educación Secundaria", cuyo mayor misterio es que siga existiendo. Con chavales de 4º de la ESO, algunos de los cuales habían sido alumnos míos en Primaria, en el "Alfonso VIII", mi colegio.
A los saludos al equipo directivo y de algunas profesoras (a cuyos hijos tengo en clase), como María Jesús (a la que en la charla posterior cambié un apellido) y Marga, le siguió una larga entrevista en el despacho de la directora (uno de los periodistas, Álvaro, el hijo de Álvaro, mi librero favorito). A continuación, la lectura. Néstor Hervás, viejo amigo y compañero, organizador del invento, eligió el mejor sitio: la biblioteca. Mi primera biblioteca escolar, podría decir. (Decorada, como se ve en la imagen, para el carnaval.) Entre los presentadores, Jesús, un antiguo alumno que sigue siendo tan formal como era. Los poemas, de Plasencias, y un par inéditos. Detrás de uno, a lo grande, se iban proyectando las fotografías que ellos mismos habían tomado de algunos lugares que se menciona en esos versos. Rematamos el acto con un entretenido coloquio y la firma de ejemplares. Se portaron muy bien. Después, nos fuimos. Eran las dos y veinte, hora de salida. 
Como premio, N., en nombre del centro, me invitó a comer. Estuvimos los dos solos. Viernes, puente... La comida fue estupenda, como el vino, y la charla, memorable. Y eso que estamos conversando desde septiembre del 91, cuando nos conocimos en el patio del colegio de Galisteo. Como quien dice, ayer.
Le hubiera gustado a uno rematar la jornada asistiendo en La Puerta de Tannhäuser a la presentación de Treinta poemas de amor sin una canción desesperada, de Mónica Gabriel y Galán, sobrina del escritor José Antonio Gabriel y Galán y biznieta del poeta que da nombre a mi instituto. No pudo ser.


2.3.14

El BB de Aramburu, por Rodríguez Rivero

Inés Baucells / ABC
"Significativo pleno de notables planetarios en el almuerzo del Premio Biblioteca Breve, que este año recayó en una novela de Fernando Aramburu. Las cosas no son casuales, claro, y a las mesas de la desangelada sala del Musseu Marítim se sentaban, entre otros, los ejecutivos Badenes, Revés y Tixis, que daban al acto el espaldarazo corporativo tras una importante reestructuración editorial que ha dejado algunas heridas. También estaban Elena Ramírez, la anfitriona y ahora responsable transversal del área de literatura extranjera, y la imparable Belén López, que culmina (por ahora) su trayecto rompe-techos-de-cristal desde Temas de Hoy a la dirección del área de literatura española del grupo, con el trofeo de El tiempo entre costuras como implícita carta de navegación. Había otros editores (caseros y externos), asesores, autores (muy) admirados, eficaces (y bellas) agentes, sufridos libreros, apasionados bloggers y otros personajes del cada vez más abigarrado métier del libro. Y prensa, abundante prensa, siempre eficazmente pastoreada por la cada día más elegante Ana Gavín. Pero esto no es (solo) una crónica de sociedad y me interesa recordar aquí que mi admirado Fernando Aramburu es todavía un autor de Tusquets, esa editorial asociada —digámoslo así— a Planeta desde hace un par de años (mutatis mutandis, como Seix Barral, en 1962; como Destino en 1989; como Espasa en 1991). Por allí andaba también mi amigo (supongo) Juan Cerezo, que lleva lo mejor que puede el día a día de Tusquets desde que su propietaria, la señora de Moura, empezó a dejar carga de trabajo. Recuerdo melancólico las declaraciones de doña Beatriz a Carlos Geli al día siguiente de que se hiciera pública la “asociación”: “yo sigo independiente, a mí no me ha comprado nadie”. Bueno, es una manera de verlo, pero hay otras. Y a menudo es malo insistir en las cosas, sobre todo cuando uno se traslada desde el coqueto palacete de Cesare Cantù al atiborrado edificio corporativo de Diagonal 604. También insistió el autor premiado en que Ávidas pretensiones no es un roman à clef. Tanto lo hizo, desviando incluso su inspiración a los tejemanejes del Gruppe 47, que conozco a más de uno que va a leer con lupa esa novela satírica en torno a poetas (o poetrastos) con más o menos experiencia. Un mosqueo, debo decir, que también suscitó la ambivalente laudatio de Pere Gimferrer, a quien no sentí del todo a sus anchas."
"Premio", Manuel Rodríguez Rivero, El País.