29.12.23
28.12.23
El mundo literario de Hidalgo Bayal
Un deambular circular. Estudios sobre la obra literaria de Gonzalo Hidalgo Bayal apareció hace algunos meses en la colección Biblioteca Filológica Hispana de Visor Libros, aunque me temo que pocos se han enterado. Algo normal si tenemos en cuenta la miopía crítica que nos invade y, yendo a lo provincial, el interés que suscitan en nuestros críticos las naderías y ocurrencias del patatal patrio, todo lo contrario de lo que aquí se cuece. Hay una excepción, eso sí: la reseña de una de las mejores especialista en Bayal, Concha de D’Olhaberriague, publicada en El Imparcial.
Un deambular circular es un libro de Ana Calvo Revilla, catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en Universidad CEU San Pablo. En Linkedin precisa que es doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, Licenciada en Filología Clásica por la de Valladolid y Premio Extraordinario de Doctorado. El curioso puede seguir informándose porque hay más en su brillante currículum; por ejemplo, que se ha "centrado en el estudio del microrrelato y en la narrativa española contemporánea, especialmente en la obra de Gonzalo Hidalgo Bayal, José Jiménez Lozano, Ricardo Menéndez Salmón y José María Merino" y que ha "realizado diversos estudios sobre la obra de José Antonio Muñoz Rojas, Jaime Siles y Carlos Marzal". Fue, en fin, fundadora y directora de Microtextualidades. Revista Internacional de microrrelato y minificción.
Su antiguo compañero de docencia en las aulas universitarias, el placentino Juan Luis Hernández Mirón (para Bayal, "el landeriano alto", editor de Las cosas del campo), se felicita en su "Nótula" por la salida del libro y añade "Ya iba siendo hora de que alguien fijara su instinto crítico y su preparación académica, y con la debida extensión, en la obra tan estéticamente ponderable de Gonzalo Hidalgo Bayal".
Lo que viene después es un dechado de inteligente análisis crítico acerca de unas de las obras narrativas y ensayísticas más singulares y estimulantes de la literatura española contemporánea. Centrado en tres novelas: El espíritu áspero, Nemo y La escapada, pero con un alcance mucho mayor. Antes de entrar en ellas con detalle, Calvo Revilla repasa la trayectoria del extremeño con una ejemplar lucidez. El título que ha dado a cada uno de los capítulos a que me refiero son elocuentes: "La literatura: condena o gracia", "Bajo el cobijo de las letras", "En la ruta de la seda, eternamente" y "El perdurable oficio de la ficción". Este último se divide a su vez en otras tres partes: "Legendaria Murania: una geografía de autor", "El eterno retorno y las grietas del yo: reescritura del mito de Sísifo" y "Letanía existencial de una nada que duele".
El lector habitual de GHB o quien al menos haya transitado parcialmente por sus páginas reconocerá en estos epígrafes algunas de las claves de su poética. En quienes no, es fácil aventurar que se abrirán expectativas estimulantes que tal vez les impelan a pedir en la librería más cercana alguna obra suya. En primavera, por cierto, saldrá la próxima.
Uno de los mayores aciertos de quien conoce tan bien la obra bayaliana es el de haber sabido escoger las citas más pertinentes para que el lector comprenda de forma cabal las ideas que sustentan su escritura, no sólo de raíz ferlosiana. Su cultura lectora -de lo clásico a lo moderno- impresiona a cualquiera. Citas, matizo, que emergen de sus libros y de otros textos y entrevistas en los que GHB alude a lo que ha escrito. Citas, añado, no sólo suyas, sino también de quienes se han acercado a sus libros. Conviene recordar el exhaustivo dosier que le dedicó la revista Turia (número 137-138) en 2021 y que presentamos en Cáceres junto a uno de sus mejores valedores: Luis Landero. Y El efecto M. Territorios narrativos de Gonzalo Hidalgo Bayal, que en edición de Felipe Aparicio Nevado apareció en el sello La Rosa Blanca, donde se recogen las ponencias del Colloque Internacional "Le monde romanesque de Gonzalo Hidalgo Bayal" celebrado en enero de 2012 en Mulhouse, Université de Haute-Alsace (Francia).
Hablando de citas, una de Brodsky condensa el punto de vista principal de su empeño: "Si un poeta tiene una obligación respecto a la sociedad es la de escribir bien". "No tiene otra opción", explica el ruso, si no quiere sumirse "en el olvido". Según Calvo Revilla, GHB "encarna el ideal de escritor que permanece «resuelto a vivir de la literatura como una condena o gracia, y no como un ganapán o medio de hacer fortuna»", palabras que toma de una mención de Juan Goytisolo a su amigo Sánchez Ferlosio, un nombre imprescindible, sí, en la aventura bayaliana. Después lo califica de "narrador esencial" y destaca tanto su "dimensión verbal" como su "tesón lingüístico", lo que genera una "gran densidad expresiva".
En el segundo capítulo se centra en su biografía. Vuelvo a la mencionada carpeta de Turia para evocar la precisa cronología que allí publicó Miguel Ángel Lama, por más que esta dé sobrada cuenta de los hitos de su vida.
En el tercero, se aborda lo ensayístico, una labor inseparable de la narrativa; complementaria de aquella, si se quiere. Y ahí tres libros: Camino de Jotán. La razón narrativa de Ferlosio, Equidistancias y El desierto de Takla Makán. Lecturas de Ferlosio. Y otra cita, absolutamente pertinente: "La obra literaria es manifestación de un triángulo avenido, la configuración lingüística de la realidad por parte del escritor, elementos estos (escritor, realidad y lenguaje) que se dan generalmente en conflicto, con supremacía de un vértice sobre otros, acentuando un desequilibrio que marca caracteres de autor o de época, corrientes literarias, movimientos, etc.".
Es obvio que al leer a Ferlosio está, al mismo tiempo, leyéndose a sí mismo. Distingue en él "la conciencia intelectual de la palabra y la confianza en ella".
Se analizan después conceptos de su maestro que le han servido para exponer su propia poética; así, procedimiento cebolla y procedimiento ajo, narración trascendente y narración inmanente, personajes de manifestación y personajes de existencia, carácter y destino... No se olvida "la intención moral", otra clave necesaria para entender el alcance de su obra.
Calvo Revilla recuerda lo que uno afirmó hace ya tiempo: que es "el mejor lector" de Ferlosio, algo que avalan ferlosianos de verdad como Pollán, Azúa, Echevarría o Savater.
El capítulo cuarto, que se inicia con una detallada bibliografía del autor, se subdivide en tres partes. Una está dedicada a su "topografía literaria" y a Murania, que es y no es Plasencia, la ciudad donde reside desde su infancia: Otra al mito de Sísifo (con un oportuno desvío a Camus: "los hombres mueren y no so felices"), la "simbólica circularidad" (atiéndase al título del libro) que orienta su obra laberíntica, los personajes (arruinados, desorientados, viajeros y forasteros, según Calvo Revilla; peripatéticos y memoriados, según Fernando del Val) y a su "capacidad fabuladora". La última afronta la "disposición melancólica", un tono que la caracteriza y donde son frecuentes (suma y sigue) los personajes "apesadumbrados" que sufren la tristeza y el fracaso de sus vidas en lugares tan decadentes como Murania, lo que mueve a la autora a reflexionar sobre el "carácter literario" de la alegoría (de las ruinas, pongo por caso), que GHB reivindica.
En las últimas páginas Calvo Revilla plantea unas, digamos, conclusiones generales acerca de su obra literaria. En qué tradición se inserta, su estilo ("manierista de gran fuerza narrativa y retórica"), su "prosa de aliento poético", su condición de "magistral orfebre del idioma", su gusto por la "pirotecnia verbal" (una riqueza de recursos sin fin que va, por poner coto, de las figuras retóricas a la creación de neologismos pasando por los juegos de palabras, donde brillan con luz propia sus palíndromos). "Lo importante de la ficción son los hechos que se cuenta", ha dicho GHB, o que "el yo brilla más cuando se esconde".
Los tres capítulos siguientes, como se dijo al principio, se ocupan de tres novelas concretas: El espíritu áspero, Nemo y La escapada. De las anteriores, cabe puntualizar, ya se había ocupado la profesora en anteriores ocasiones. Son, sin duda, tres novelas importantes, tanto en la trayectoria de GHB como en el panorama narrativo hispánico de los últimos años.
Siento debilidad por la primera. La que más tardó en escribir. Publicada por Tusquets -como ha venido siendo habitual desde que rescataron Paradoja del interventor-, sus 560 páginas condensan su mundo de forma sorprendente. No es extraño que Calvo Revilla lo compare con esos clásicos de los que hablaba Italo Calvino. ¡Monumental!
Nemo cumple con una de las obsesiones (limitaciones, diría él) favoritas de Bayal: una novela que se mantenga suspendida en el silencio. En esta, un personaje (Nemo, Nadie, Nimú) decide no hablar. De ella dije: "lo que aquí prima es el poder absoluto del lenguaje por más que, paradójicamente, sirva para urdir una compleja (no digo complicada) reflexión sobre sus límites y sus excesos, sobre la palabra y el silencio. 'La realidad no sólo es terca, también es prosaica y gramatical', leemos". Por eso la autora sitúa a su autor "en línea de continuidad" con Kafka, Roth, Beckett y Buzzati. Forma parte de esa estirpe.
Reseñé La escapada también para Turia, "una especie de autobiografía moral" (Calvo Revilla dixit) que se atiene a lo sostenido por Fernando Aramburu (otro defensor del legado literario bayaliano): "Que un escritor componga textos con una modulación especial, además de rara (y es inevitable que lo que atenta contra las convenciones lingüísticas despierte al principio extrañeza), es un logro al alcance de contados escritores. (…) Dicho de otro modo, más allá de tres o cuatro renglones es imposible impostar un estilo inconfundible”. Y este lo es.
Uno ha seguido muy de cerca la carrera literaria, digamos irónicamente, del de Higuera de Albalat y no puedo por menos que corroborar lo que pone en la nota editorial que publicita la salida a escena de este denso ensayo modélico (un verdadero elogio de la filología) escrito por una lectora perspicaz que ha sabido colocarlo a la altura de la complejidad de lo que analiza. Sí, "la obra literaria de Gonzalo Hidalgo Bayal ha sido considerada por la crítica como una de las más sobresalientes en el panorama de la literatura española contemporánea. La vastedad de su producción literaria, la riqueza y la profundidad de su universo imaginario y la belleza de su prosa impecable así lo confirman".
NOTA: La fotografía de GHB es de Sergio Enríquez Nistal para El Mundo.
23.12.23
Felices Fiestas
Así en un solo día se marchita
la flor lozana de la humana vida,
y aunque regresen nuevas primaveras,
ella no vuelve ni rejuvenece.
Cojamos hoy la rosa, en la mañana,
porque pronto se irá la luz del día;
cojamos hoy la rosa, sí, y amemos,
que dar y recibir amor podemos.
Torcuato Tasso, Jerusalén liberada, XVI, 10-15, traducción de José María Micó.
(La fotografía es de la Plaza Mayor de Plasencia en 1926.)
15.12.23
2023: UN EXUBERANTE AÑO POÉTICO
Este es el artículo publicado en EL CULTURAL donde repaso, en efecto, el año poético. Con las limitaciones de espacio que hay que asumir y las propias de quien llega hasta donde puede. Mantengo el título que le di y las últimas correcciones que incorporé. Para evitar distingos, no me atreví a mencionar una muerte que me ha afectado especialmente: la de la poeta Marta Agudo. Que al menos conste aquí.
No soy responsable de la elección de la fotografía que ilustra el texto y creo que el asunto de las memorias de la viuda de Alberti es lo menos sustancial del artículo, pero respeto el sesgo periodístico que siempre predomina en estas decisiones.
Lo peor, ay, es elaborar la lista de libros que debo enviar cada año. De "los mejores", se dice. Calificaciones aparte, todos me parecen dignos de elogio. Debo aclarar que hasta la presente edición, los críticos no debíamos tener en cuenta las novedades de nuestros colegas, y me parecía bien. En esta ocasión esa norma se ha suprimido y por eso -muy agradecido a mis votantes-, en la selección final aparece mencionado un libro mío. En el noveno puesto. No, no tuve el cuajo de votarme a mí mismo.
Añado la lista que envié de mejores libros traducidos, que no se ha tenido en cuenta. Ya que la hice...
La del 23 ha sido una añada excelente. Confirma lo que
venimos manteniendo: que la poesía en España, tanto la escrita en nuestro
idioma como la traducida (este año, de cosecha magnífica), goza de una óptima salud;
opinión que se sostiene de la única forma posible: con buenos libros. Solventes
y necesarios, no “los demasiados” de Zaíd. Para intentar ordenar el caos, se
inventaron las listas. Soy reacio a ellas. Porque uno escoge entre lo leído,
que dista de ser todo, y sobre la base del propio criterio. Prueba de lo
afirmado más arriba, esta de El Cultural. La encabeza El dorado, un
libro escrito en estado de gracia por el cordobés Rey (el último que publica,
dice). Le siguen Euforia, de Marzal, que regresa por todo lo alto
a la poesía trece años después, y El baile de los pájaros, de
Basilio Sánchez, un nombre imprescindible de la Generación de la Democracia. Obras
espléndidas son también el arriesgado, por motivos temáticos y formales, Libro
mediterráneo de los muertos, de María Ángeles Pérez López, y el melancólico
Flores de fuego, que confirma la voz de Victoria León. De los que
quedan, voté (el máximo) por Estancia de la plenitud, del conspicuo
Fermín Herrero, y por Demonios, de Ben Clark, pura frescura. No llegué a
tiempo de leer los de Prado y Carnero, un verdadero maestro. Más allá de estos títulos,
conviene recordar, porque quedan fuera del recuento, las poesías reunidas. Por
edad, de Carlos Edmundo de Ory, Julia Uceda, Francisco Ferrer Lerín, Víctor
Botas, Pablo Guerrero, Jon Juaristi, Miguel Casado, Francisco Javier Irazoki, Fernando
Aramburu, Carlos Alcorta, Aurora Luque…
Este año –el del fallecimiento de grandes poetas como los
norteamericanos Louise Glück y Charles Simic (ambos publicaron libros este año
aquí), y del neerlandés Henrik Nordbrandt– se ha reconocido con premios de
importancia a tres mujeres: la uruguaya Circe Maia (Federico García Lorca), la
nicaragüense Gioconda Belli (Reina Sofía) y la gallega Yolanda Castaño, la
séptima poeta que recibe el Nacional en las ocho últimas ediciones. La
situación predominante de la poesía dizque femenina se evidencia, por ejemplo,
en las últimas entregas de Julia Otxoa, Esther Ramón, Berta García Faet o Vanesa
Pérez-Sauquillo. Más allá –la poesía no tiene género: lo es o no–, incidiría en
la presencia de buenos libros en todas las generaciones del panorama. De
novísimos como Carnero y De Cuenca; ochenteros como Benítez Reyes
y Antonio Moreno; y, mayormente, jóvenes, que no dejan de deparar sorpresas. Basta
con fijarse, por no hablar de sellos clásicos, en los catálogos de La Bella
Varsovia, Ultramarinos o La Isla de Siltolá y en colecciones como Adonais, al
alza.
Volviendo a los galardones, mencionaría a algunos ganadores con
libros plausibles: William González Guevara (Hiperión), Rodrigo Olay (Emilio
Prados), Juan Vicente Piqueras (Ciudad de Lucena), Pedro Flores (Generación del
27)…
Luis Antonio de Villena dio a la imprenta un controvertido libro
sobre su amistad con Francisco Brines que contrasta con la emocionante elegía
que le ha dedicado Vicente Gallego. Polémica han resultado también las memorias
albertianas de María Asunción Mateo. ¡Menuda polvareda!
No quisiera olvidar en
este sucinto recuento cinco perspicaces ensayos de poesía: Diez ventanas,
de Jane Hirshfield; Ensayos completos, de Louise Glück; El
sueño cumplido, de Eloy Sánchez Rosillo; Contra los influencers, de Martín
Rodríguez-Gaona; y Jacob y el ángel, de José Luis Rey.
Cerrado el plazo para enviar las listas, siguen llegando a
mi mesa nuevas entregas. Tan interesantes como Cuando hable el gato, de Álvaro
García, otro que regresa, y La imperfección de la belleza, del sigiloso
Carlos Medrano. E la nave va.
MEJORES LIBROS DE POESÍA DE 2023
El dorado, José Luis Rey (Visor)
Euforia, Carlos Marzal (Tusquets)
El baile de los pájaros, Basilio Sánchez (Pre-Textos)
Libro mediterráneo de los muertos, María Ángeles Pérez López (Pre-Textos)
Flores de fuego, Victoria León (Vandalia)
Estancia de la plenitud, Fermín Herrero (Pre-Textos)
Demonios, Ben Clark (Sloper)
Paradero desconocido, Benjamín Prado (Visor)
Sobre el azar del mapa, Álvaro Valverde (Tusquets
EXTRANJEROS
Euforia, Carlos Marzal (Tusquets)
El baile de los pájaros, Basilio Sánchez (Pre-Textos)
Libro mediterráneo de los muertos, María Ángeles Pérez López (Pre-Textos)
Flores de fuego, Victoria León (Vandalia)
Estancia de la plenitud, Fermín Herrero (Pre-Textos)
Demonios, Ben Clark (Sloper)
Paradero desconocido, Benjamín Prado (Visor)
Sobre el azar del mapa, Álvaro Valverde (Tusquets
Perfil perdido, Guillermo Carnero (Visor)
Verdadera vida, Adam Zagajewski (Acantilado)
Poesía reunida, Kathleen Raine (Linteo)
Junto al pozo del vivir y el ver, Charles Reznikoff (Kriller71)
Lo que está en los diarios, Christa Wolf (papelesmínimos)
Tierra adentro, Louis Brauquier (La Veleta)
Marigold y Rose. Una ficción, Louise Glück (Visor)
Diario de otoño, Louis MacNeice (Pre-Textos)
Ágora, Ana Luísa Amaral (Sexto Piso)
No pudimos ser amables, Bertolt Brecht (Galaxia Gutenberg)
Poesía reunida, Kathleen Raine (Linteo)
Junto al pozo del vivir y el ver, Charles Reznikoff (Kriller71)
Lo que está en los diarios, Christa Wolf (papelesmínimos)
Tierra adentro, Louis Brauquier (La Veleta)
Marigold y Rose. Una ficción, Louise Glück (Visor)
Diario de otoño, Louis MacNeice (Pre-Textos)
Ágora, Ana Luísa Amaral (Sexto Piso)
No pudimos ser amables, Bertolt Brecht (Galaxia Gutenberg)
7.12.23
Como si no hubiera pasado nada
Después de sus paisanos y maestros Miłosz y Szymborska,
era más que probable que al poeta polaco (y muy europeo) Adam Zagajewski (Lvov,
1945-Cracovia, 2022) le hubiera correspondido el Nobel si la muerte no se
hubiese cruzado antes de tiempo en su camino; sin embargo, es uno de tantos
Borges que lo merecieron y no lo lograron, como otro de los suyos, en la gran
tradición de la poesía polaca contemporánea: Zbigniew Herbert.
Dudo que él lo buscara. Si la poesía (al menos la verdadera) es el hombre, la
humildad, la compasión y la sencillez, virtudes clásicas, fueron
consustanciales a su forma de ser y, en consecuencia, de decir; cualidades
reñidas con distinciones tan vanas como azarosas.
Tal vez porque en España su escritura irrumpió con un insólito
fervor, le concedieron el Príncipe de Asturias. Hablo de En la belleza
ajena y Poemas
escogidos, que nos descubrió
Pre-Textos; los libros de poesía Tierra del fuego, Deseo, Antenas,
Mano invisible, Asimetría y Aquí; los de ensayo En
defensa del fervor, Dos ciudades, Solidaridad y soledad y Releer a Rilke, además de
su inusitada autobiografía Una leve exageración, publicados por
Acantilado. Al enumerarlos, cómo no mencionar al principal traductor de sus
versos, Xavier Farré.
Si dejamos al margen sus primeras entregas, el resto de su
poesía conforma un único libro creado en torno a varios temas recurrentes (los
viajes y las ciudades, el arte y la música, el amor y la amistad, la lectura y la
poesía, la identidad y la memoria) y, lo más importante, a un mismo tono, que
se distingue, según Farré, por «el carácter epifánico combinado con los
elementos de carácter histórico o de carácter moral en otras ocasiones, la
ironía perfectamente dosificada, el equilibro entre la cotidianeidad y el
estilo elevado, la celebración y también el tono elegiaco que se transforma en
canto, en celebración de nuevo». Su voz, elegante y melancólica (de «alegría disfrazada»),
«nos adentra en el misterio de la realidad» y «destaca por su serenidad, por su
tono conversacional que en cualquier momento puede desembocar en una súbita
iluminación».
Como todo poeta moderno, Zagajewski no sólo reflexionó, ya se
dijo, acerca de la poesía en sus poemas, también lo hizo en prosa y a partir de
la ajena; por ejemplo, en su ensayo Releer a Rilke, a quien admiraba.
Porque, como dejó escrito el mexicano Pacheco «no leemos a otros: nos leemos en
ellos», es fácil aplicar a su obra estas líneas donde establece, con Mallarmé,
«una distinción entre los poetas que describen a personas, objetos y
situaciones y los que [como él] están más interesados en captar, no las
descripciones, sino qu’est-ce que ça veut dire, es decir, “qué significa
esto” […], “qué quieren decir esas personas, objetos y situaciones”». O estas
otras: «Sabemos que el ámbito fundamental de la poesía es la contemplación, a
través de la riqueza del lenguaje, de las realidades humanas y no humanas, en
sus divergencias y en sus numerosas coincidencias, trágicas o felices». O, en
fin: «El don de Rilke […] fue su misteriosa capacidad para abordar el tema de
sus poemas por la vía más directa», un don que también él, amante de la naturalidad,
poseía. Sí, «Hay que hacerse cargo de todo el peso del mundo / y hacerlo
ligero, soportable», escribió en «Improvisación». No por nada abrió su último
libro con esta cita de Lévinas: «La verdadera vida está en otro lugar, pero
nosotros estamos aquí».
“Lo que esperamos de la poesía es la poesía”, sostuvo, y eso
es lo que encontrará el lector al acercarse a los versos intemporales de este
humanista errante que afirmaba: «Hay que vivir como si no hubiera pasado nada.
Dar largos paseos. Contemplar las puestas de sol. Creer en Dios. Leer poesías.
Escribir poesías. Escuchar música. Ayudar al prójimo. Hacer la pascua a los
tiranos. Alegrarse del amor y llorar la muerte. Como si no hubiera pasado
nada».
NOTA: Este artículo se ha publicado en EL CULTURAL, en el número especial con motivo de su 25 aniversario.
La fotografía es de The New York Times. De Alamy.
3.12.23
Por lo menudo
Fermín Herrero
Pre-Textos, Valencia, 2023. 78 páginas. 16,00 €
Pre-Textos, Valencia, 2023. 78 páginas. 16,00 €
Es fácil identificar al farsante lírico por las citas iniciales que emplea. Por lo gratuitas que suelen resultar con relación a lo que plantea. De uno de nuestros poetas más genuinos no podíamos esperar tal desliz. La de
Agamben hace referencia a cómo los poetas del XIII llamaba estancia “al
núcleo esencial de su poesía”. La de Hölderlin, al hombre, que “no soporta más
que por instantes la plenitud divina”. “Después, la vida no es sino soñar con
ellos”. De ahí, sí, el título de la nueva entrega del soriano Herrero (Ausejo
de la Sierra, 1963) que no hace sino reafirmar su radical necesidad en el panorama
poético.
“Este es un canto de alabanza / ya que no puede serlo de
humildad / por culpa del que, en vez de limitarse / a la mirada, escribe cuanto
ve, / lo que piensa que ve, lo que pretende / ver, aunque nada vea”. Así empieza
este conjunto de treinta y un cantos sin título unidos por el mismo tono
celebratorio. De gratitud hacia la vida. Se podría hablar de monólogo interior
en línea con una poesía meditativa (“el que contempla”), del pensamiento,
incluso metafísica que, sin embargo, nunca pierde pie. Tal vez porque la
naturaleza y el campo, el paisaje de sus altas tierras castellanas, están en el
centro de sus reflexiones, realidad y símbolo a la vez.
Desde lo sencillo y lo cotidiano, su voz, limpia y cristalina,
alcanza un vuelo, un alto grado de significación, que nos recuerda, pongo por
caso, al primer Claudio Rodríguez o a su admirado Jiménez Lozano, tan cercanos
a su propio ver y sentir. Esta es una poesía que se adensa en su claridad, que ilumina
con naturalidad lo más hondo.
Lo hímnico atraviesa cada verso a pesar de que, como dijo
José Antonio Gabriel y Galán, “la vida es dura y bella”. “Porque es dura es
bella”, matiza Herrero.
Contenida, “sin énfasis”, “mi palabra de invierno y por lo
austero, / agarrada a la tierra” se detiene en momentos sucesivos (“No hay más
que el aquí y el ahora”) que dan cuenta, sobre todo, de la felicidad: “los días
más felices de mi vida”. Se fija, “por lo menudo”, en el bambú o en un guijarro
(“están en lo que están”); en tordos, jilgueros, vencejos, golondrinas y
garzas; en el frío del cierzo y la nevada (“No conozco un silencio / tan puro,
no ha de haberlo”); “por junto, en equilibrio”, “por entero”. “En cada cosa hay
/ hermosura”. En una higuera, por ejemplo. Porque “cada mirada es una
respuesta”. Porque “la tierra, que es hondura, nos resume”.
Herrero no desdeña la extrañeza que suele sobrevenirle en medio
de la soledad helada (“Aquí la soledad / es un estado, porque es lo sustantivo”).
En su lugar serrano. Siempre el mismo y siempre diferente: “Mira que he
desgastado estos parajes”, dice. Un mundo tan de la memoria como intempestivo
que no se hunde “en la añoranza / de mi tierra como aquel cuarteto de Li Bai”.
“De sobra sé que cuanto / pude esperar lo tuve, si no más”,
escribe. Y: “Qué más puedo / pedir: no he estado nunca solo / como la sierra,
como el tiempo”. Dos hermosísimos poemas de amor dan fe de ello.
Esta aceptación de la vida, acompasada al ritmo de las
estaciones, que apuesta por “lo cierto”, sin olvidar que en la “fugacidad se
cifra / mi destino”, aporta al lector una serenidad benéfica.
“Con qué consuelo, un hombre / está mirando al pájaro /
solitario”. El mismo que uno siente al terminar, feliz, Estancia de la
plenitud.
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)