27.6.18

Lecturas de final de curso

Cualquiera que se haya dedicado a la enseñanza sabe perfectamente que los finales de curso son siempre tensos. Al cansancio de los alumnos se suma el de los docentes y a estos se les acumulan mil  y una tareas burocráticas que logran crispar sus ya frágiles nervios. Eso por no hablar del típico conflicto de última hora, ya sea provocado por alumnos o progenitores, incluso por tal maestro o profesor, para que nadie diga que echo balones fuera. Ya que lo menciono, supongo que a los aficionados al fútbol les habrán aliviado este estresante colofón educativo los partidos del Mundial. A los que no lo somos (pedimos disculpas por ello), la lectura (si eres lector, claro) nos resulta un antídoto perfecto contra la mencionada crispación. Como uno ya es mayor y no está obligado, en este terreno, a satisfacer otro gusto que el propio, confesaré que me han ayudado estas últimas semanas un puñado de libros que comulgan con mis intereses lectores. Sólo unos pocos, advierto, de entre los que he tenido ocasión de disfrutar estos últimos meses. No dejo de agradecer la generosidad de cuantos me envían sus libros. Empiezo por gente de mi edad, como Felipe Benítez Reyes (al que saco un año) o Luis Alberto de Cuenca (que me saca nueve, aunque no lo parezca). 

Del primero he leído Ya la sombra, un libro de tono grave, que diría nuestro añorado Miguel García Posada, sin que ello signifique solemne (eso nunca), siquiera sea porque la vida al filo de los sesenta... No es el de Rota un poeta irregular ni cambiante, por eso los que vuelvan sobre esta última entrega lo reconocerán pronto. A mi manera de leer, esta es una de sus mejores obras. Por genuina, añado. Y por honda. Léase "Ciclos" o "La materia invisible", por ejemplo, o "El lector adolescente". Por lo demás, conviene destacar la ilustración de la cubierta, un precioso collage del autor de Sombras particulares.

Del segundo he devorado Bloc de otoño (como el anterior, en Visor, aunque éste en la colección Palabra de Honor), un libro que reúne poemas de 2013 a 2017. No le he hecho caso y lo he leído en riguroso orden de aparición, que es como uno lee siempre los libros. Como han dicho otros lectores y críticos es verdad que algunos poemas puede que sobren, pero a uno le da igual porque en todos ha encontrado un hallazgo, un guiño, una lección, un sentimiento o, en fin, algo que lo justifique sobre la página. Algunos son memorables y formarán parte de esa antología esencial que el futuro deparará al poeta madrileño, con permiso o no de los políticamente correctos. Eso sí, el florilegio será, como este volumen, bastante grueso. Tiempo al tiempo. 

A Arturo Tendero, otro cincuentón (le saco dos años), ya lo había leído. Para uno siempre será el de la revista La siesta del lobo, el defensor de César Simón, al que dedica un emotivo poema en su último libro, El otro ser (La Isla de Siltolá). Un libro que, por cierto, me ha encantado. Sin ningún pudor lo afirmo. Es un libro logrado, personal, directo, estupendamente escrito y con un ritmo que se cuelga del oído del lector de principio a fin. No creo que a nuestra avanzada edad, insisto, se puede escribir de otra manera ni decir cosas diferentes a las que, con gran sentido de la medida, dice Tendero, uno de los excelentes poetas albaceteños de ahora. Chapeau!

De Enrique Zumalabe Ramblado (onubense del 77 y, como uno, maestro) ya habíamos hablado también aquí. Repite editorial y nos entrega La lluvia o mañana, que no está tampoco nada mal. Vamos, que está muy bien. La suya es también una poesía de línea clara, sin prescindibles oscuridades, vagarosas experimentaciones e innecesarias alharacas. Habla de lo que le pasa a él, que viene a ser, cuando el poeta acierta, lo que nos pasa a todos. El toque portugués (más que la visita a ciudades como Oporto) le añade un plus de credibilidad lírica, algo en lo que coincide con los demás poetas reunidos en esta entrada: que son buenos lectores y que de sus lecturas trasvasan no poco a sus poemas. Léase "No soy Borges" o "Con la venia de Horacio". A este hombre de apellidos complicados ya no lo pierdo de vista. A la segunda... 

Tampoco me ha decepcionado Tacha, de Francisco José Martínez Morán (¡uf!), que aparece en Renacimiento gracias, supongo, al buen olfato de Abelardo Linares o de su hija Christina, no sé. Aquí la máxima virtud está en la mínima expresión. Quiero decir que borda los poemas breves, que no es tan fácil. Poemas que a pesar de su concisión, o tal vez por eso, resultan contundentes y acerados, como un buen golpe de boxeo. Léase "Sobre aquel páramo". Versos sin contemplaciones donde abundan también las lecturas y los homenajes a clásicos, sobre todo, algo que siempre se agradece. A modo de ejemplo: "Farai un vers de dreit nien" por donde surgen Guillermo de Aquitania y... Luis Alberto de Cuenca. Ejemplar. 

Dejo para el final, pero sin intención (me temo que en estos tiempos estas explicaciones, ay, son necesarias), Las variaciones insensibles (A la sombra de los días, de Ibañez y Salcines editores), obra de la santanderina Elda Lavín, editora de La Mirada Creadora, y sólo porque el tono es diferente y la poética menos realista, digamos, que la de los libros anteriores. Eso con ser los suyos poemas apegados a la vida. Y al amor, que viene a ser lo mismo. La diferencia la marca acaso una propensión más reflexiva o hasta, digamos, metafísica. Unos poemas para leer con atención y releer de nuevo (lo que exige, por otra parte, cualquiera que se precie). Versos sutiles donde prima un lenguaje que no deja ningún resquicio a la prisa o al descuido. Permanezcan atentos. 

24.6.18

Lumeras, fotógrafo

El placentino Lorenzo López Lumeras (1961), que vive desde hace años en Badajoz, ha ganado la segunda edición del premio Internacional de Fotografía Santiago Castelo que concede el Centro Unesco de Extremadura con la imagen que ilustra esta breve noticia. 
"Fue la última mañana de niebla pacense, a comienzos de la primavera. Me levanté, observé una suave niebla y no dudé en dirigirme a donde confluyen el Guadiana y el río Gévora, 'la pesquera'. A un kilómetro de Badajoz. Enfrente, la alcazaba", ha contado.
Además de fotógrafo, Lumeras es músico: estudió percusión en el conservatorio de Badajoz y saxofón en el de Cáceres y es profesor de las escuelas municipales de música de Badajoz y forma parte de la Banda Municipal de Badajoz desde 1997. Al parecer, lo suyo es el pop, blues y jazz-fusión, pero también la música cubana y el flamenco.
Con todo, es la fotografía un arte que domina. Imágenes suyas han sido premiadas recientemente aquí y fuera de España y exposiciones como "Lugares habitados" (es especialista en retratar esos espacios de la desolación y la memoria), que reúne fotos de Badajoz, Cáceres, Tánger y Elvas, demuestran a las claras su excelencia. O las realizadas este mismo año en las calles de Lisboa. No estaría de más darse un paseo por su muro de Facebook donde el curioso encontrará numerosas muestras de su excelente quehacer. Uno siente especial predilección por una foto de las ruinas del Teatro Cervantes de Tánger. Sí, la poesía, me atrevo a decir, está muy cerca del trabajo de este hombre. No le pierdan de vista. 

22.6.18

Un poema inédito













AZUFAIFO

Me conmueven los árboles.
Por lo que son.
Por lo que nos ofrecen:
sombra, belleza, oxígeno…
Por su forma
e incluso por su nombre.
El azufaifo, por ejemplo.
Donde trabajo hay uno.
Plantado, al parecer,
por un maestro
que viajó a Tierra Santa.
En septiembre da frutos
oscuros y muy dulces
que encantan a los niños.
Será humilde su aspecto,
pero su nombre esplende.
Por hermoso y exótico.
Dice uno azufaifo
y su boca se llena
de sabores remotos,
de lugares lejanos.

Nota. Este poema se ha publicado en la preciosa revista Piedra del Molino, de la que es director Jorge de Arco. En un número donde se incluye una antología de poetas de Valladolid, con versos, entre otros, de José Jiménez Lozano, Fermín Herrero, Esperanza Ortega, Miguel Casado, Javier Dámaso y Fernando del Val.
El dibujo que lo ilustra aquí es de Aurora Altisent. 

17.6.18

Antonio Sánchez-Ocaña, ASO

El periodista placentino Antonio Sánchez-Ocaña murió de improviso el pasado viernes, lejos de su ciudad natal, que celebraba sus Ferias. Estaba, como tantos paisanos, en una playa del sur. Junto a su mujer, nuestra querida Margari, una persona cariñosa y simpática. La noticia ha sorprendido, sí, a propios y a extraños. Era joven aún, deportista, se cuidaba... Ya se ve que la muerte no atiende a razones. 
Para los de aquí, ASO, que es como firmaba en el diario HOY, su periódico de toda la vida, de donde salió también precipitadamente por culpa de la crisis y los eres, siempre será el que acuñó, para referirse a Plasencia, lo de "La Muy". Pura, inteligente ironía. El que tanto y tan bien informó sobre cuanto ocurría, ya fuera con su nombre, sus siglas o bajo el seudónimo de Gil Vetón. 
Recuerdo bien cómo lo conocí. Fue en los portales de la plaza. Entonces era estudiante, llevaba un precioso plumífero azul y caminaba cabizbajo y solitario. Muchos años después, acabó de personaje en una de mis novelas; o en las dos, no recuerdo bien. Siempre he creído, me lo comentaba Santiago Antón en el tanatorio, que detrás del periodista se escondía un escritor. Por sus artículos...
Cuando lo del premio "Extremeño de HOY", me hizo mucha ilusión que me lo entregara él. Quedó registrado en una fotografía que veo cada vez que visito a mi madre, porque la tiene puesta encima de una mesa con retratos familiares. Y ya que menciono esos galardones, qué buenas eran sus crónicas de sociedad, inigualables a las de nadie por estos pagos. Dignas del ¡Hola!, pero del de verdad, no del de ahora. Creo que disfrutaba en esas distancias. 
Fue bloguero. A quien imagino detrás de la creación del Legado Miguel Sánchez-Ocaña, su padre, ya en poder de todos los ciudadanos a través del Ayuntamiento. En la actualidad, trabajaba en Mérida como jefe de prensa de Ciudadanos en la Asamblea de Extremadura, pero nos veíamos con frecuencia. Casi siempre a la orilla del río, por donde ambos teníamos por costumbre pasear. Era muy elegante y educado y nunca llegamos a romper -de tímido a tímido, supongo- una sobria cordialidad en el trato. Se lo decía a su hermano pequeño, el padre de Piro (al que su tío apoyó decididamente), que además de estimar a Antonio, lo admiraba. Fue una suerte conocerlo y, para esta ciudad tan vinculada a su extensa familia, un lujo haberlo tenido de cronista. Habrá que reconocérselo de alguna manera. 

Tres antologías

En la colección La Gruta de las Palabras, que dirige para Prensas de la Universidad de Zaragoza el escritor Fernando Sanmartín, se publica Al sur de la palabra, una antología de poetas marroquíes contemporáneos. La edición y el ilustrativo prólogo son de Juan Antonio Tello, profesor de francés del Instituto Español 'Severo Ochoa' de Tánger, y la traducción corre a cargo de éste y de Victoria Khraiche. 
Como la poesía del joven país vecino, la muestra se caracteriza por "la multiplicidad y la pluralidad". Los autores incluidos, nacidos entre 1942 y 1988, escriben en árabe o francés.
La eclosión de la poesía marroquí moderna se sitúa en los años sesenta del siglo pasado, en los principios de su independencia, y su carácter fue de denuncia, resistente y reivindicativo. Al estilo de nuestros cantautores. En la de ahora, variada como se ha dicho, no encuentra uno diferencias con la que se escribe en cualquier lugar del mundo, en lo que a la calidad respecta. Su modernidad, digamos, es indiscutible. Los poetas, hombres y mujeres, tampoco son distintos. Destaca su alta cualificación educativa y, en consecuencia, destacan los titulados universitarios. 
La selección no podía empezar mejor, con un precioso poema de Bassry (Settat, 1960), "Ejercicios sobre la soledad". Me han llamado también la atención los poemas de Bentalha, Boudouma, El Assimi (muy barceloneses), Gharrafi (un poeta viajero), Hmoudame (autor de "Tánger ragtime"), Madani (tangerina de nacimiento, ciudad donde reside otro poeta: El Annaz), Raoni (la más joven) o Laâbi (el mayor del grupo). Todo un acierto. 

La Agencia Andaluza de Instituciones Culturales de la Junta de Andalucía publica una preciosa y limpísima antología de poemas de Pablo García Baena, miembro fundador del grupo Cántico. El título elegido, un verso del poeta cordobés: Un navío cargado de palomas y especias. La selección, las notas y el estudio preliminar son del también poeta Guillermo Carnero. Nadie mejor. Tras dedicar su tesina de licenciatura (dirigida por Blecua) a la mencionada cuadrilla lírica, fue quien, gracias a la mítica antología El grupo Cántico de Córdoba: un episodio clave de la historia de la poesía española de posguerra (Editora Nacional, 1976; segunda edición ampliada, Visor & Fundación Vicente Núñez, 2009), puso en nuestro mapa poético la obra de Pablo García Baena, Ricardo Molina, Julio Aumente, Juan Bernier y Mario López, que tanto influyeron en los novísimos. Después de describir en "Un asunto de familia", desde una visión personal, cercana y biográfica, las generalidades del grupo, Carnero aborda su poética, que resume al final, de efectiva manera didáctica, en cinco puntos. Realiza más tarde unas consideraciones acerca de la religiosidad de García Baena (actualizando opiniones pretéritas al respecto) y, por fin, analiza su depurada técnica del verso a partir de lecciones extraídas de sus dos primeros libros: Rumor oculto y Mientras cantan los pájaros. A un puñado de poemas memorables y muy bien escogidos, le sigue, a modo de colofón, una útil bibliografía poética.

Hilario Barrero, poeta (acaba de dar a la imprenta BlendingCuadernos de Humo, donde leemos: Qué cruel es el tiempo / que te pone delante de tu rostro / su espejo cada día / y te niega la luz cuando es de noche), diarista, profesor jubilado de la Universidad de Nueva York, ciudad en la que vive desde hace décadas, vuelve a sorprendernos con su tarea de traductor y publica en La Isla de Siltolá A quien pueda interesar, antología (bilingüe) de poesía en inglés, según reza el subtítulo. Es complementaria de otra que vio la luz en la misma editorial sevillana, Lengua de madera. Aquélla, sin embargo, sólo recogía poemas breves. Aquí se reúnen más de un centenar de poemas, cortos o largos, de cincuenta y cuatro poetas, del siglo XVIII hasta la actualidad. Los divide Barrero en varios grupos: primitivos, modernos, postmodernistas, novísimos, y jóvenes. Incluye tres "mini antologías": de Sandburg, Gilbert y Hall (que junto a su mujer, J. Kenyon, Barrero dio a conocer al público español).
Confiesa que empezó el florilegio "hace casi cuarenta años", que es muy personal, para todo tipo de lectores y, en última (o primera) instancia, que lo concibió para sí mismo.
A todos los poetas incluidos se les puede calificar de "clásicos" y, en consecuencia, son muy representativos del panorama de la poesía escrita en inglés a lo largo de los últimos siglos.
Son muchos los agradables hallazgos que uno se encuentra, poco importa por dónde abra el elegante volumen. Ya sean versos de Frost o de Simic, de Thomas o Stevens, de Walcott o Berger, de Levertov y Schuyler. Y de poetas mucho menos conocidos.
Los lectores habituales de la revista Clarín ya conocíamos algunos de estos versos. De Donald Hall, pongo por caso. Poemas magníficos como "El amo" y "Té" o el divertido "A la manera de Horacio".
La mayor sorpresa para mí está, con todo, en el primer poema, de Robert Southey (1771-1843), donde se lee: "Y, sobre los bosques vecinos que se divisaban, / la torre de la iglesia de Navalmoral nos anunció / nuestro lugar de descanso esa noche, -una señal bien recibida; / aunque nos demoramos deliberadamente para contemplar / con detenimiento la llanura fértil de Plasencia..."
Una delicia, sin duda.

15.6.18

Eugenides dixit

TNY / Basso Cannarsa
¿Cree que la pantalla ganará la guerra contra la palabra escrita?, le pregunta Álex Vicente al escritor norteamericano Jeffrey Eugenides (Detroit, 1960), y éste responde: "Acabo de leer un ensayo de Marilynne Robinson donde sostiene lo contrario: que Internet, pese a todos sus problemas, nos ha recordado que seguimos necesitando el pensamiento complejo. En la red hay cientos de espacios para una escritura extensa y coherente. La pantalla no ha hecho más que revelar una propensión a leer, a escribir y a pensar que sigue estando viva en nuestros cerebros. Somos animales que leen y que piensan. Y seguiremos desarrollando esas actividades, aunque sea de nuevas maneras". En El País

13.6.18

Munárriz y Blanco en El Cultural

Jesús Munárriz
Hiperión, Madrid, 2017. 65 páginas.               

Con más de veinte libros de poesía a sus espaldas, numerosas antologías que la compendian y otras tantas traducciones de poetas alemanes, franceses, ingleses, portugueses, etc., el “teóricamente jubilado” editor Jesús Munárriz, navarro de San Sebastián (1940), da a las prensas un libro con “ritmo de jaiku” formado “por acumulación”, según nos explica, escrito “a lo largo de una década” (fechado entre mayo de 2008 y enero de 2017), que iba a titularse Del siglo en que nací, al que luego le antepuso el rótulo del primer libro de Borges, por siempre inédito, y, al final, añadió lo del cuento triste.
No es casualidad que vea la luz cien años después del triunfo de la Revolución Rusa, que “está en el origen de su escritura”. Y añade: “«Todas mis composiciones líricas son poemas de circunstancias» dijo Goethe, así que no tengo por qué avergonzarme de que los míos también lo sean”. Fiel a su poética, Munárriz mantiene que Las vidas de los humanos nunca escapan a su circunstancia. Ni la poesía, si no quiere tintinear en el vacío, debe hacerlo”. Dicho y hecho. Tras citar a Machado, comienza su recorrido por la memoria y por la historia con “Proemio”, un extenso poema donde se entremezclan lo lírico y lo narrativo, pues que de ambos recursos hace uso esta poesía en los límites. Una poesía, cabe añadir, concebida por alguien con muy buen oído. Allí, personajes (Duchamp, Mata Hari, la virgen de Fátima…) y situaciones que se confabulan para intentar contestar la pregunta: “¿A qué responde el caos?” O: “¿Qué marca un rumbo al caos?”
La preocupación cívica, que nunca ha desdeñado el humanista Munárriz en su obra, marca este itinerario cronológico a través del siglo “con más muertos de la historia”, desde que, en Petrogrado, “lo aleatorio desplazó a lo posible, / a lo previsible”.
“Todo fue como fue, todo es como es” y los humanos siguen siendo incapaces de disfrutar del mundo “en paz, en convivencia, con justicia”.
“No hay tierra firme para la utopía” y lo que empezó vislumbrándose como paraíso se convirtió pronto en un infierno.
Cuarenta y tres poemas sin título, entre lo descriptivo y lo interpretativo, se suceden para dar cuenta de la esperanza del proletariado (“Fue una descarga eléctrica”), de cómo “se mataron unos a otros / con entusiasmo ideológico”, de “una época de luchas despiadadas, / de enfrentamientos permanentes”, del golpe de estado como best-seller, de la explotación de los mitos históricos a favor de las “formaciones” fascistas o estalinistas, de las dictaduras de partido y los gulag, de los poetas (como Ajmátova o Pasternak, que “nunca claudicaron”), de la guerra fría y la Europa sovietizada, de los “desesperados estallidos” (Praga, por ejemplo), de la caída del muro de Berlín, de los otros comunismos (cubano, vietnamita, etc.)… Y la constatación, al cabo, de lo que ahora vivimos: capitalismo a ultranza, belicismo y globalización.
“¿Cuántas revoluciones / quedan aún por hacer? / ¿Y por traicionar?”, se pregunta quien sabe “que no va a soportar ese futuro”. “Sobrevivir” es la palabra. En este “planeta agobiado”. “Puede ser un final, / puede ser un principio”. Hay esperanza: “Aún podemos lograrlo, / eso espero”. “No es fácil el asunto, no, no es fácil”, dice en “Epílogo”, pero el hombre, ese ser que “padece y espera”, sigue intentándolo.

Alberto Blanco
Pre-Textos, Colección La Cruz del Sur, Valencia, 2018. 92 páginas. 

“Nada es más difícil que ser un escritor mexicano”, dijo Julio Ortega sobre Blanco (México, 1951), para ponderar lo conseguido con “una de las obras más vastas, originales y diversas de la nueva poesía en lengua española”, según José Emilio Pacheco. Traductor, artista plástico y visual, músico y autor de cuentos infantiles, además de poeta, beneficiario de las becas Fulbright y Guggenheim, Premio Xavier Villaurrutia, su poesía se agrupa en dos volúmenes de doce libros cada uno (El corazón del instante y La hora y la neblina), a los que han seguido títulos como Amherst suite o Hacia el mediodía, ambos publicados en España. Como el segundo, Pre-Textos nos presenta una preciosa y oportuna antología que, sin ser amplia, recoge poemas fundamentales de Blanco y añade veintitrés inéditos. Aunque en el índice se indica la procedencia de cada uno, en el libro se suceden sin solución de continuidad, lo que permite que el lector perciba una obra unitaria y no un florilegio.
Estamos ante una poesía sobria y concisa, de vocabulario asequible y apariencia sencilla (léase “El trigo” o “No las grandes verdades”), caracterizada por un tono estoico y sereno (así en “El trébol”, donde se constata que el paraíso está “al alcance de la mano”), pero desde la que se vislumbra el misterio (“Los búhos”).
“Yo sólo quiero / la realidad… // Este es mi sueño”, escribe. O: “Aquí estoy: / esta es la vida”. Y: “Nada se compara a estar vivo”.
No falta la ironía (“Himno de acción de gracias”) ni la reflexión sobre el lenguaje (“El hombre es un sueño del lenguaje”, dice) y la escritura (“El tiempo del poema”).
Con poemas como “Mapas”, “Tokonoma” o “Caminata” hubiera bastado. Pero hay mucho más. Aquí, “Sólo / la belleza / una cierta elegancia / una serenidad eternamente inalterable”.

Nota: La reseñas de los libros de Jesús Munárriz y Alberto Blanco se publicaron el pasado viernes, 1 de junio, en El Cultural.

11.6.18

Toda la poesía de Rubén Darío

El Fondo de Cultura Económica publica un libro que impresiona. Por su aspecto, más de ochocientas páginas, y porque compendia todos los libros poéticos completos que escribió Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1914). Lo titula "Yo soy aquel que ayer no más decía", el primer verso del primer poema de Cantos de vida y esperanza
Los coordinadores de este volumen, nunca mejor dicho, al filo del centenario, han sido los profesores Ricardo de la Fuente Ballesteros (Universidad de Valladolid) y Francisco Estévez (Universidad de Málaga) y en ella han participado también, como editores, el mexicano Juan Pascual Gay y Alberto Acereda (Universidad de Arizona), autor del ajustado estudio preliminar. Sus apartados atienden a su trayectoria vital y literaria, a Darío en su época, a su lugar en la tradición poética hispánica, a la revisión crítica y a los consiguientes problemas textuales. Se dedican también a los criterios de edición unas sustanciosas y pertinentes páginas. Con todo, porque uno está muy lejos de ser especialista en la obra del nicaragüense, no pretendo analizar filológicamente esta obra. Sí puedo afirmar que da gusto volver a leer la poesía de este pionero, moderno (y modernista) por antonomasia, que tanto ha inspirado e influido en la lírica posterior en nuestra lengua y por cuyos poemas tantos y tantos empezaron a pergeñar sus versos. ¿No basta "Lo fatal" para consagrar a su autor y perpetuarlo? ¿No es éste uno de los poemas que muchos lectores elegirían como uno de los mejores de la poesía universal? 
Aunque se trata, ya se dijo, de una edición crítica textual (con la intención de "ofrecer con exactitud la poesía que Darío escribió y luego reunió en libro poético"), los poemas, a pesar de las notas, se leen bien, que es, ya digo, lo que al cabo importa. Al final del libro se incluye una amplísima bibliografía general sobre Rubén Darío, así como la propia de un poeta, éste sí, imprescindible.

7.6.18

Ibiza, otoño
















                    Para Elena Ruiz y Enrique Juncosa

He visto en San Miguel
olivos centenarios
que en medio de las rocas
emergen como encinas.

He visto calas solas
donde el mar se remansa
y sus aguas parecen
las tranquilas de un río.

He visto las higueras
y las viñas doradas
y apenas la humedad
transformaba el paisaje.

He visto que en el puerto
los barcos advertían
que hay islas más allá,
que venimos de otra.

He visto las paredes
ocres de piedra seca
semejantes a aquellas
que dejamos aquí.

He visto las murallas,
los jardines cerrados,
los cipreses que anuncian
una vida mejor.

He visto lo que antes
sólo había leído.
Coincide con el sueño
de viajar hasta Ibiza.

Qué extraña sensación
regresar a un lugar
donde nunca has estado.

Nota: Este poema inédito forma parte de El mediodía de mañana. 18 poetas españoles, una antología editada por Elena Ruiz y Enrique Juncosa para celebrar los sucesivos ciclos de lecturas poéticas del MACE, el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza. Tanto el precioso dibujo de la cubierta (el cangrejo de arriba) como algún otro que ilustra el interior del libro son obra del mallorquín Miquel Barceló. El título del florilegio está tomado de un verso del ibicenco Antoni Marí. 

4.6.18

Savater dixit

EFE
“Para ser un buen maestro hace falta ser ignorante. Los sabios son malos profesores porque no entienden la ignorancia de los demás. Yo comprendo muy bien lo que no comprenden los demás. Cuando voy a explicar algo entiendo lo que se le resiste al otro porque a mí también me ha costado entenderlo”. Fernando Savater. De un artículo de Luis Pablo Beauregard, El País.

1.6.18

Una entrevista

El escritor y periodista Javier Morales me entrevista para El Asombrario & Co., la sección del diario Público. El titular: Álvaro Valverde, poeta caminante: “En el paisaje siempre encuentro motivos de inspiración”. 
La fotografía que ilustra la breve conversación sobre asuntos naturales o campestres (no soy, en rigor, ecologista) es de Salvador Retana, que de esto sabe mucho más que yo. Estoy al pie de los eucaliptos de Yuste. No son árboles muy ecológicos, es verdad, pero estos están en el origen de mi conciencia poética, junto a la hiedra encarnada que vi aquella inolvidable mañana de otoño en que visité, siendo un chaval, el monasterio extremeño en compañía de mis tíos.