31.7.23

Landero dixit

"Estamos buscando nuevas formas de enseñar morfología y sintaxis, con técnicas inductivas, para que sea más reflexiva, más creativa, menos automática, para que nadie sufra lo que el estudiante de tu artículo «El gramático a palos». Un día conseguiré convencerte de que la gramática es divertida", le comenta Alfonso Ruiz de Aguirre a Luis Landero en la entrevista que le ha hecho para el dossier que la revista Barcarola le ha dedicado, y el de Alburquerque responde: "Pero si a mí me gusta mucho. Pocas veces he estado en clase tan a gusto como con la sintaxis. Escribir en la pizarra una frase enorme y estar toda la hora con los alumnos. Yo les decía: «Vamos a hacer ahora como los detectives. Primero, hay que preguntar, en plan detectivesco. ¿A quién le preguntamos? Al verbo, el principal sospechoso. ¿Quién es tu sujeto? ¿Con cuántos complementos vienes? ¿No será usted impersonal? Es muy divertido. ¿Cuál puede ser el sujeto? ¿Y por qué? ¿Es sujeto? No lo demos por hecho, vamos a demostrarlo, porque igual estamos equivocándonos». Me encanta la gramática. Lo que no me gusta es la rutina gramatical con la que se abruma a los chicos. La gramática es vida. Nada más interesante que relacionarla con la vida. Pero se ha enseñado gramática de forma mecánica, se les ha metido a los alumnos con un cucharón: así, lo mismo que se aprende se olvida, y no sirve para nada". 
Antes ha dicho a su entrevistador que "lo mío es lo concreto, la cosa poética y narrativa, y mis mejores cualidades son la imaginación y la intuición".
Más adelante comenta a propósito de su ordenada biblioteca, cuando Ruiz de Aguirre le pregunta qué libros son necesarios para entenderle: "La poesía desde luego. Yo empecé escribiendo poesía y sigo leyéndola. Antonio Machado, Juan Ramón, Bécquer, Neruda, César Vallejo, Lope de Vega, Quevedo... Me he empapado de poesía y eso termina saliendo aquí y allá, quizá porque soy un poeta frustrado. Es muy bueno para un escritor leer poesía y, si es de joven, mejor. Además, te educa el oído. La poesía se hace con intuiciones, buscando atajos expresivos. Estéticamente nada educa más que la poesía". 
Termino recordando que en la última caja del proyecto de Salvador Retana Náufragos, dentro de una de las botellas, va un poema inédito de Landero, "Benditos", que desdice a las claras que no sea un poeta. 

1.7.23

Un sobresalto en la memoria

Carmen Martín Gaite
Ed. de José Teruel
La Bella Varsovia, Barcelona, 2023. 160 páginas. 
 
 
CMG (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) ha pasado a la historial de la literatura por su obra narrativa, lo que no obsta para que se también reconozca, entre otras, su labor como ensayista y poeta. Su poesía, por centrarnos, se publicó por primera vez en 1976 y en Libros Hiperión, con el título A rachas. Le siguieron nuevas ediciones en 1979, 1986 y 1993.
Esta reproduce, con leves variaciones, la que figura en el tercer tomo de las Obras Completas publicadas por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores en 2010 bajo el título Después de todo. Poesía a rachas. Al cuidado de aquélla y de ésta, José Teruel. De su solvencia da buena cuenta el prólogo: “Sacar los asuntos del caos”, donde explica con clarividencia los rasgos fundamentales de su poética. “La poesía es una lucha tenaz y muchas veces fallidas por retener el instante en que las cosas hablaron un lenguaje especial y nos incitaron a captar ese recado urgente que apenas insinuado se esconde, dejando un sobresalto en la memoria”, escribió la salmantina. Nunca dejó de escribir esa “visita intermitente”. Esta “escritura intempestiva –aclara Teruel– fue objeto de una cuidada atención y revisión por parte de su autora”. De tono autobiográfico, no deja de ser “una meditación sobre su experiencia”.
“Como casi todos los narradores de mi generación, yo empecé escribiendo poemas”, dice en “A rachas”, texto incluido en la antología Poemas, recitados por ella (le encantaba leer en voz alta). Publicó el primero (1947) en una revista universitaria de su ciudad natal, inspirados en una fotografía del padre del poeta Aníbal Núñez. Entre ese año y el 49 escribe varios cuadernos que, debidamente reconstruidos o reelaborados (a veces de memoria), formarán el corpus, muchos años después, de su citada ópera prima. Con un aire existencial, neorromántico y de época, entre la realidad y el deseo, un “motivo recurrente”: “la conciencia del tiempo”, un asunto central que no abandonará nunca.
A este “ciclo de juventud” le sucede otro “intermedio”: el de los “poemas posteriores”. Hasta 1975, desde aquellos borradores estudiantiles, no reveló ninguno nuevo. Un año después, Munárriz publicó A rachas. Para entonces, es una “mujer ya afincada en la capital” y no, confiesa, “una jovencita provinciana y soñadora” que no logra apresar el flujo del tiempo y a quien no le resulta fácil abrigarse de su incuria, resume Teruel. Los de la “primera entrega” fueron escritos entre el 69 y el 75. Los de la “segunda”, desde el 76 hasta poco antes de la muerte de su hija, en 1985. Son poemas cercanos a los del Grupo del 50, sección barcelonesa. Lenguaje coloquial, ironía, paisaje urbano… No faltan canciones (recuérdense sus colaboraciones con Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada, su gusto por el cancionero galaico-portugués y por la poesía popular).
En Después de todo, del 93, se constata “la pérdida de los grandes asideros” de su vida. La pérdida de Marta, el fin del amor… Aun así, continúa; “contra viento y marea”, como prometió a su hija. Léase “Lo juro por mis muertos”. Y ahí, la intimidad: “No se dice lo secreto, se cuenta”. Porque “lo verdadero es secreto”. El “descalabro”, señala el editor, como “fuente literaria”.
Su poesía es limpia y fresca. Genuina. Emocionante. Propia de quien dijo “Necesito poesía”. Con poemas tan logrados como, pongo por caso, “Callejón sin salida”, “Espiga sin granar”, “Convalecencia”, “Descarrilamiento”, “Madrid la nuit”, “Mi ración de alegría”, “Let it be”, “Diez coplas de amor y desgarro”, “Todo es un cuento roto en Nueva York” (con Hopper al fondo) o cuantos componen Después de todo.
La poesía no fue “un pariente marginal de su obra”, sino “una forma de visión” que impregnó lo narrativo y lo ensayístico. Concluye Teruel que “lo genuinamente poético no reside en la forma ni en el tema, ni siquiera en el uso del verso, sino «en un tratamiento temporal de la experiencia humana»”. El tiempo como eje. Su inexorable paso.

NOTA: Esta reseña de ha publicado en EL CULTURAL.