En Galaxia Gutenberg aparece un nuevo libro de Andrés Sánchez Robayna: Las ruinas y la rosa. No es de poemas, aunque su sustancia sea, sobre todo, poética. Es una suerte de diario intelectual donde la reflexión sobre la poesía (propia y ajena) y sobre el arte en general imperan. También hay notas personales, más íntimas, sin llegar a ser páginas de ese diario que publica desde hace años. Me ha gustado mucho el tono. Lo fragmentario ayuda. Y lo breve. No faltan aforismos. Él, con humildad, habla de "apuntes". Eso sí, dentro del libro hay al menos un par de ensayos en toda regla: a partir de dos de sus maestros: Góngora y Octavio Paz. De muchos otros también hay referencias. Conversaciones incluso, en sentido figurado.
El lenguaje es otro de los asuntos que trata con más intensidad. Y la traducción. Y la lectura. Es, no cabe duda, la obra de un lector. Las citas abundan, a cada cual mejor traída y más iluminadora.
El poeta canario, por cierto, con un gran sentido de la oportunidad, traduce y prologa (el preliminar es del recién citado Octavio Paz) Gradas (Graons), del poeta hispano mexicano, nacido en Cataluña, Ramon Xirau. Con motivo del primer centenario de su nacimiento. La edición, en Galaxia Gutenberg, es bilingüe.
He disfrutado con El tiempo de los lirios, de Vicente Valero, que novela no es, aunque esté escrito con una prosa espléndida.
Hace diez años que el autor ibicenco cambió de rumbo y dejó la poesía. Canción del distraído, que era y no era un nuevo libro de poemas, apareció en febrero de 2015. Y hasta ahora. En 2014 publicó en Periférica Los extraños (del que ha salido una bonita edición conmemorativa), al que siguieron, en orden de aparición (a libro, casi, por año), El arte de la fuga, Las transiciones, Duelo de alfiles, Enfermos antiguos y Breviario provenzal. Aquí dimos noticia de esas sucesivas novedades. Le llega el turno, ya digo, a El tiempo de los lirios. Esta vez Valero viaja (bien acompañado) a la Umbría italiana para seguir los pasos de mi santo favorito (y el del Papa, que de él toma su nombre): san Francisco de Asís. Siglo XIII. Y en Asís se centra esta peregrinación a las fuentes, que diría Lanza del Vasto, en busca de la figura del santo errante y de su revolucionario mensaje, que tiene como principio básico la elección de ser pobre. El desprecio del dinero (y de los libros, por cierto). La pobreza voluntaria.
Me ha sorprendido la abundantísima bibliografía que despliega Valero en torno al franciscanismo. Digna de un erudito, en el sentido más noble de la palabra. Por eso, este libro es más que nada un ensayo. A esas ideas, y a sus estudiosos, seguidores y exégetas (desde sus contemporáneos medievales hasta los más cercanos: Goethe, Montaigne, Byron, Hesse, Weil, Chesterton, Saramago, Liszt o Pasolini), se suma un pormenorizado análisis del arte en esa región de Italia, sobre todo el relacionado con San Francisco. Pintores como Giotto y Cimabue, pongo por caso. De hecho, Valero escribe otro ensayo dentro de aquél: el relativo a la pintura de Giovanni di Pietro, Lo Spagna; "un encargo editorial", dice. Le siguen por todas partes.
Ah, y no olvida el cine, las películas que tuvieron al santo como protagonista. Hay muchas. Dirigidas por Rossellini, Curtiz o Zeffirelli.
En suma, quince capítulos que se corresponden con los quince días (del 28 de marzo al 11 de abril) que estuvieron recorriendo la Umbría, ciudad a ciudad, pueblo a pueblo, museo a museo, iglesia a iglesia, ruina a ruina...
A diferencia de lo que pasó en ocasiones anteriores, echa uno en falta más páginas del diario personal, pongamos, que aquí quedan reducidas a poco (algunas comidas, algunos paseos). Más de Vicente y menos de Valero, por expresarlo de otro modo.
Lo más valioso del libro, además de su prosa (la de un poeta), acaso sea la relectura del fenómeno franciscano y el logro de haber conseguido que el lector comprenda el verdadero alcance de aquella sublevación tranquila. Tan actual, a pesar del tiempo transcurrido. Clave a la hora de entender la historia del catolicismo.
Orlando González Esteva, nacido en Cuba en 1952 pero residente en Miami desde 1965, ya había publicado en Artes de México varios libros: Cuerpos en bandeja. Frutas y erotismo en Cuba, Concierto en La Habana y La edad de Papel, que, como otros libros suyos, comentamos aquí.
Con El parlanchín extraviado inaugura en el mismo sello mexicano la colección Ave Llana, otra preciosidad (el collage de la cubierta, la familia tipográfica Tribute de Frank Heine...). Aquella en grande, ésta en pequeño. La nota editorial no miente: "El parlanchín extraviado tiene un protagonista, el pueblo cubano, cuya locuacidad desvela al autor y parece afectarlo todo, desde la historia del país hasta las relaciones amorosas de sus habitantes. El silencio, el ruido, el lenguaje, la música, las arengas, la autocensura, la charlatanería de algunos animales y la sociabilidad de un árbol sagrado son los temas que se disputan estos textos breves donde sobresalen la sátira y el humor: La mudez de los peces alerta al cubano sobre los peligros de la profundidad".
Sobre ese asunto gira, con la gracia y el salero que le caracteriza, fruto de una imaginación desbordante, todo en este breviario compuesto por sentencias y aforismos que de vez en cuando se interrumpe con la aparición gozosa de un poema. A cada cual más agudo. Más divertido. El sentido del humor de González Esteva es seña de identidad de su luminosa poética.
Octavio Paz, que se refirió a su compasiva "burla sin saña", resaltó en su obra "algo muy raro en la poesía de nuestros contemporáneos: la música del verso" y habló de "poesía viva". Música (a ella se ha dedicado profesionalmente) que traslada el poeta a cuanto escribe. Se aprecia en estas prosas que no dejan de celebrar su destino de cubano universal y que tanto y tan bien explican esa particular, festiva forma de ser. A pesar de la dictadura comunista y del exilio. Ahí va una pequeña muestra.
Un cubano lacónico es una tan figura desconcertante que nunca falta quien se empeñe en sonsacarlo: urge averiguar cómo sobrevive alguien tan contrario a sí mismo.
Los cubanos no se hablan durante la apoteosis del acoplamiento: es la mayor demostración de amor de que son capaces.
Nadie tolera un minuto de silencio en Cuba. Ni el muerto.
Ante la inteligencia impar de su perro no es raro que el cubano concluya: sólo le falta hablar. Dios nos ampare.
Nada sabe del pasado; / del futuro, menos; siente / que no es lo suyo el presente, / el parlanchín extraviado.
NOTA: La fotografía es de la preciosa Biblioteca Municipal Arturo Gazul de Llerena (Badajoz).