30.9.13

La cultura y la vida

Sergio Vila-Sanjuán, barcelonés del 57, confiesa haber tenido "la inmensa suerte de poder dedicarme de forma continuada, desde hace treinta y seis años, al periodismo cultural". Desde 1987, en La Vanguardia, donde dirige el acreditado suplemento Cultura/s, Premio Nacional al Fomento de la Lectura del año 2013. 
En Libros de Vanguardia, colección de su periódico, ha aparecido La cultura y la vida, un volumen muy bien editado y con sugerentes ilustraciones en el que el periodista y escritor (Premio Nadal de este año) reúne un conjunto de catorce crónicas. Con él damos un paseo por el Bucarest de Mircea Eliade (el libro no podía empezar mejor); conocemos el primer taller literario del ámbito hispanoparlante, que puso en marcha el novelista chileno José Donoso en Sitges (días evocados con el suicidio de su hija Pilar al fondo); asistimos a la americanización de la cultura española que propició el programa Fulbright; visitamos un paraíso para bibliófilos, "un edificio espiritual" con 160.000 volúmenes: el Museo Bodmer de Ginebra; observamos la creatividad de Ferran Adrià y "su obsesivo interés por documentar su trabajo"; o vemos la pintura realista y sorprendente (que uno desconocía) de los hermanos Santilari.
Ya en Barcelona, su ciudad del alma, ciudad de los libros (qué bonito el texto dedicado a sus librerías) Vila-Sanjuán documenta el proceso que llevó al fusilamiento del pedagogo y activista Ferrer Guardia; la vida cultural de la burguesía barcelonesa de antes de la guerra (al recuperar la insólita figura de Isabel Llorach, fundadora del Conferentia Club, que se reunía en el Ritz) y de la posguerra (a partir de los dietarios del escritor Luis Monreal); rescata la memoria de su tío Pipe, "Conde de Miramar", guionista y productor de La saga de los Rius; rememora el "endemoniado rodaje de la película Tuset Street" y, entre otros asuntos, viajamos con él hasta el boom del diseño (hay una foto memorable con Barceló, Mariscal y otros que da fe de aquel efervescente momento), las revistas modernas (como Diagonal Sur-Expres), los grupos literarios imposibles (de uno de ellos llegó a formar parte, junto a Marcos Ordóñez, Llàtzer Moix e Ignacio Vidal-Folch, entre otros letraheridos modianescos) y los bares de noche en los felices ochenta, los que preludiaban una nueva ciudad erigida sobre el olimpismo.
Que ha sido y es un testigo de excepción, como suele decirse, lo demuestra, pongo por caso, su retrato de "un señor de Barcelona", Lluis Permanyer, Perma para los amigos.
Todos los textos se acogen a lo que Herrscher denominó "periodismo narrativo", escritos con una estructura semejante a la de cualquier relato. Son mezcla, en equilibrio, "de vivencia personal de una situación y testimonio de los personajes implicados". Nunca dejan de lado a la Historia, carrera que cursó Vila-Sanjuán.
Comenta, en fin, que su colega argentino Leonardo Faccio le decía que sólo podía hacer buenos artículos a partir de obsesiones y añade que no pocas de las suyas están en estas páginas. 
Está claro que Sergio Vila-Sanjuán ha hecho de la cultura su vida. Y ésa es una inmensa suerte para sus lectores. Que dure.

29.9.13

Otra lista

La revista Quimera ha preguntado a críticos, editores, profesores, escritores y poetas por los diez libros de poesía más representativos de los últimos 35 años, entre 1977 y 2012, y el resultado es éste:













Libro del frío, de Antonio Gamoneda
Cuaderno de Nueva York, de José Hierro
Casi una leyenda, de Claudio Rodríguez
Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda
No amanece el cantor, de José Ángel Valente
Fragmentos de un libro futuro, de José Ángel Valente
De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, de Blanca Andreu
El otoño de las rosas, de Francisco Brines
La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre
Y todos estábamos vivos, de Olvido García Valdés

Cuando me invitaron a participar en la encuesta, rehusé. No me gustan las listas. Y todo lo que tenga que ver con el cómputo poético. Me recuerda el concepto de "democracia total" del último Azúa. Por lo demás, en ésta hay libros excelentes y otros que no me lo parecen. Así de simple. Sobran y faltan, como en cualquier inventario. Nada nuevo.
Reconozco, eso sí, la valentía de Chico y Vico, guías de esta peligrosa expedición. 
Puestos a sacar un par de conclusiones, sin haber leído el número en cuestión, resulta llamativo que de la que fuera tendencia lírica dominante durante más de una década del periodo establecido, la archifamosa "poesía de la experiencia", no se mencione ni un sólo libro. O que dos autores hagan doblete.
En fin, a pesar de la poesía verdadera que la mayor parte de esos libros alberga (lo que vendrían a demostrar quienes los analizan), el asunto no tiene demasiada sustancia. O eso creo. Serio que es uno, como diría Gonzalo. 

28.9.13

La felicidad lingüística

¡Qué hermoso título! Buena parte de la literatura, no digamos de la poesía, es eso. Y así lo entiende Carmen Hernández Zurbano, salmantina criada entre La Vera y Plasencia, residente en Cáceres, pediatra de profesión, estudiosa de la literatura por gusto y viajera por necesidad. 
En este rincón celebramos la salida de su primer libro, Géisery lo que aquellos versos anunciaban, que había poeta: una voz y un mundo, lo confirman estos otros, los de La felicidad lingüística, libro que lleva la letra N de la colección Luna de Poniente.
No sin ironía, abre el libro "Diga 33", un poema. Le siguen las secciones "33", "¿Qué hace el sonido de la noche en verano dentro de casa" y "La felicidad lingüística".
Los poemas, sin título y escritos siempre con minúsculas (algo más que un gesto: una poética), avanzan fragmentariamente a paso (casi siempre) de versículo, con sonoros silencios señalados con significativos espacios en blanco.
Estamos ante una poesía fresca que carece de aparente retórica. Lo explícito se impone, quiero decir. Y eso vale para el amor o para el sexo. Realismo no sé si limpio o sucio, poco importa, que recrea la vida en familia (son poemas muy hermosos los que dedica a su infancia), el verano y los viajes (de Argentina a Ibiza: "qué intenso viajar y cómo se abre el corazón", dice en "Saludos y agradecimientos") y, en fin, lo que sucede y pasa. Sí, hay algo de diario en estas páginas. Y mujeres. O, digamos, palabras de mujer ("qué difícil / ser joven y mujer"). Es más, a uno la escritura de Hernández Zurbano le ha recordado a la mejor poesía femenina (con perdón) que he leído. Acaso por su crudeza. Y por su ternura, según. De todo hay. En todo caso, lo menciono como elogio.
Cabe explicar, además, que se cruzan en la obra distintas voces, que son distintos personajes los que hablan. Un juego de palabras que da una plasticidad especial al libro.
Aludimos antes a su poética. Podemos definirla a partir de un poema y de unos versos. Éstos: "la cotidianidad / es donde quiero / hacer descubrimientos". El poema: "si la realidad no es sino como / la hemos conceptualizado / lingüísticamente / dónde están / amor / los pájaros  el amor  el deseo / si no los nombras".
El amor y el sexo, ya citados, y sus azarosas e intensas historias están en el centro de La felicidad lingüística. El exigente y extenso poema bonaerense que lleva este título (y que se lo da al conjunto) da buena cuenta de ello.
Celebramos la llegada de Carmen Hernández Zurbano al panorama poético, sí. Su segunda entrega confirma, ya se dijo, que era por algo. 

27.9.13

Las Hurdes desde Buñuel

La próxima semana tendrán lugar en las jornadas 'Las Hurdes desde Buñuel'; en concreto, los días 4 y 5 de octubre en la Hospedería de Las Mesta.


Se ha creado una página web donde el curioso o el interesado puede consultar el programa previsto, los participantes y numerosa información acerca del encuentro, de Las Hurdes y de Buñuel, protagonista del mismo.
Uno estará en la Mesa redonda 5: "Las Hurdes o el poder del imaginario", con Gonzalo Hidalgo Bayal y Bernardo Atxaga. Presentará David Matías (que ha diseñado, por cierto, la citada página), autor de la tesis doctoral en ciernes Las Hurdes imaginarias.

Víctor vs. Víctor


26.9.13

Condición del extraño

Efi Cubero nació extremeña. A pesar de los muchos años que lleva viviendo en Barcelona, ese vínculo fundacional sigue muy presente en ella. Es más, me atrevería a decir que el desarraigo que trajo consigo el temprano abandono de su pueblo natal, Granja de Torrehermosa, camino de la emigración, una forma de exilio, marca esa verdadera condición de extraña que Cubero ha sido y es. 
Sus lectores llevábamos tiempo esperando este libro. Uno, sin embargo, se ha visto sorprendido por el alcance del desafío. No es elegante decir que estamos ante el mejor de los suyos, aunque no creo que mienta al afirmarlo.
Publicado, qué oportuno, en la colección Tierra de La Isla de Siltolá, lleva al frente un enjundioso, profundo y hasta prolijo prólogo del zambraniano Jesús Moreno Sanz, que no puede evitar su formación filosófica a la hora de analizar la obra. Más allá, llegados a ese punto donde el lector y el autor conversan sin intermediarios, podemos afirmar que es fácil identificarse con ese discurso bien trabado y muy bien escrito (y oído o escuchado) donde la extrañeza pasa a ser, no ya de quien escribe, sino del que lee, que se pone en la piel y en el corazón del otro.
El primer poema de la primera parte, el que da título al libro, nos coloca sobre la pista. Sin concesiones. Se trata, sí, de "darse de bruces contra su propio fondo". Se suceden los poemas (entre mis preferidos, "Viento", "Panteón", "Ruinas", "Búsqueda", "En el metro", "Sed", "Huella": "La eternidad fue un trozo de cielo / en las encinas", "Mélanos": "Como yo no soy nada melancólica / me curan muchas cosas de la melancolía, / por ejemplo el verano", "Vínculo", "Existir, "Lugares, "Lumbre", "Almendra", Cambiar"...) y alguien expresa "enigma y esperanza, / sólo la vida sobre tanta muerte". Alguien que navega "con el lastre / de todo lo soñado", que se da cuenta de que "Ante quien mira y pasa, ese mar permanece" y que "Tan sólo es inocente lo intuido". Que sabe, en fin, que "nunca ningún exilio ha sido inútil".
"Es lo que tiene caminar a solas, / callada y sin testigos durante tanto tiempo", dice Efi Cubero y, al hacerlo, está hablando de sí misma. Como cuando escribe: "Ser guijarro, soportar inclemencias". Precisamente por eso ha sido capaz de arrancarle a la vida este puñado de poemas que parecen escritos en estado de gracia, por decantación, palabra por palabra, verso a verso. Si la palabra madurez significa algo en poesía es por hechos como éste. Efi Cubero ha llegado donde quería, y me da que ella lo sabe. Lo confirman los dos poemas del "Epílogo": "Veneno" y "Jara". Ella, "Sólo un pájaro solo".

25.9.13

Ir, quedarse...

Beata Bieniak. "Valise"
"Tengo la impresión de que los que ya no viven ahí donde nacieron nunca dejan de tener presente ese lugar ni de preguntarse qué hubiera sido su vida y qué hubieran sido ellos mismos de no haberse ido. (...) es algo que a mí me da vueltas todo el tiempo. Hasta hace poco sentía que los que se iban ganaban lugares en lugar de perderlos, pero últimamente se me ocurre que esa posición más bien optimista ignora el hecho de que irse es una experiencia a menudo desgarradora, sobre todo si uno lo hace solo. Más allá de cuán amables o desastrosas sean tus nuevas circunstancias, ya no estar ahí para acompañar a tu gente (en las buenas y en las malas) es más duro de lo que se tiende a creer." Rodrigo Hasbún. En "La diligencia del abismo", José Andrés Rojo, Babelia, El País.

24.9.13

Poesía china

Qué refrescante me resultó la lectura en plena canícula de la antología Poesía china (S. XI a. C.-Siglo XX) publicada por Cátedra en su colección Letras Universales en edición de Guojian Chen. 
Uno no ha dejado de frecuentar esa tradición desde el, digamos, primer deslumbramiento, otro florilegio: el mítico de Marcela de Juan publicado allá por los setenta del siglo pasado por Alianza.
Ya en casa, feliz con mi libro en la mano, recordé que en esa misma colección había una muestra de poesía china. La localicé pronto, cosa rara. En efecto, estamos ante una nueva edición, corregida y aumentada, de Poesía china clásica. Ésta, de 2001, está fechada por mí el 17 de marzo y debajo está escrito: "Día del Cerezo en Flor". Aquí en el Valle del Jerte, claro.
Chen ha mantenido el exhaustivo estudio introductorio, a lo que parece informado y riguroso, y ha añadido una nota "A esta edición" donde explica los cambios: se añade un capítulo titulado "Nueva poesía china (siglo XX)", de unas treinta páginas, donde se reúnen 24 poemas de 17 poetas. Asimismo, incorpora nuevos nombres de clásicos. En suma: se ha pasado de 92 a 155 poetas y de 252 a 408 poemas. El cambio, pues, es sustancial y el libro, en consecuencia, distinto.
Las biografías de los poetas son muy interesantes y, en ocasiones, esas vidas contadas en unas pocas líneas se parecen a pequeñas novelas. Qué peripecias, qué aventuras. Y qué borracheras.
Por otra parte, ¡con qué poco se ha logrado escribir una poesía tan grande! Elementos sencillos, escenas cotidianas, pasiones vulgares, miedos frecuentes, placeres habituales, sentimientos comunes... La naturaleza, el paisaje... Lo humano: el amor, la guerra, la pobreza, el exilio...
Da gusto, sí, volver sobre lo recordado o conocido (Wang Wei, Li Po, Tu Fu, Dongpo...) y lo desconocido u olvidado (Tao Yuanming, Meng Haoran, la poetisa Li Qingzhao...). Incesante la poesía china de todos los tiempos, una tradición indispensable de nuestras tradiciones. 

23.9.13

El Baudelaire extremeño

Joan Margarit ha tenido a bien, y se lo agradezco, despejar mis dudas respecto a las iniciales J. A. G. H., "Baudelaire / ressec d'Extremadura", a quien dedica un poema en su último libro, Se pierde la señal
"En cuanto al Baudelaire extremeño, murió hace cuatro años, tendría setenta años entonces. Se trata de mi amigo José Antonio González-Haba Guisado, de Trujillo, hijo de un terrateniente extraordinariamente, hoy diríamos, fundamentalista católico.
Compañero de Colegio Mayor (San Jorge) en Barcelona de 1956 a 1961 y después amigo en Barcelona hasta que él empezó su peregrinaje por Mallorca (contable de constructora), Villanueva de la Serena (donde crió una docena de cerdos negros), Madrid (donde se casó y separó al poco) y, por fin, fue a pasar sus últimos, pongamos treinta años, en Paredes de Melo, en Cuenca, uno de aquellos pueblos que había creado Franco en su “Extensión Agraria”. Le faltaba muy poco para ser alguien con la suficiente normalidad o sentido práctico, u orden mental mínimo para concretar en algo su pensamiento. Era inteligente y bueno. Nos entendimos siempre desde nuestras dispares vidas y su voz en el teléfono resonó hasta poco antes de morir, de repente, en Paredes, donde nunca lo visité".
En otra carta posterior, añade: "Algún día puedes incluso ver algunas cartas que conservo y un par de confusos poemarios, “Puente de Hierro” y “Canción preámbulo al desastre” No están en condiciones ni de escanearse. A lo sumo, de transcribirse. Quizá se podría hacer una publicación en su tierra. Sería un bello desagravio que él nunca imaginó".

22.9.13

Marianna Ucrìa

Sorprendido por la lectura de Bagheria, me animé a leer una de las dos novelas de la autora florentina publicadas en España: La larga vida de Marianna Ucrìa (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, traducción de Atilio Pentimalli). Lo hice a ciegas, mediante pedido a mi librero, y sólo al abrir el libro en Conil descubrí que se trataba de una novela histórica. Apenas atrevesé, no sin cierta desazón, las primeras páginas, me di cuenta de que no era una obra de género (enojoso la mayor parte de las veces) y que a lo histórico se le sobreponía literatura de la mejor estirpe, la que ha cultivado esta gran dama de las letras italianas. Más interés cobró cuando vi que se trataba de una biografía novelada, en el mejor sentido, de una antepasada suya, a quien se nombra en el título, que se desarrollaba en Sicilia y que aludía a la fundación de Bagheria y de un terminal mundo nobiliario dieciochesco que ella, en parte y a cierta distancia, recrea en el citado librito de la editorial Minúscula. 
La protagonista, sorda y muda (un misterio), encarna un personaje memorable al que seguimos desde su más tierna infancia hasta la muerte, alguien que se comunica por escrito (otro aliciente capital), una mujer inteligente y observadora capaz de construir un mundo a la altura de sus aparentes limitaciones, ajeno al que se le impone desde la cuna por su pertenencia a la clase aristocrática palermitana.
Novela de detalles, magníficamente narrada, de linaje gatopardiano, barroca a rachas (por el pormenor descriptivo), incisiva, sensible y llena de reflexión y de pensamiento, su lectura me deparó algunas de las mejores horas de este agobiante verano. 

21.9.13

Panero

Pere Durán. El País
Juan Luis, poeta, hijo del poeta Leopoldo Panero, que ha muerto en Torroella de Montgrí a los 71 años. Desde que se retiró en los ochenta a ese pueblo gerundense, "la existencia fue para Juan Luis Panero una serie de juegos para aplazar la muerte, los jocs per ajornar la mort, de su querido Joan Vinyoli", como escribe Fernando Valls.
Uno siempre leyó con gusto su poesía y sus artículos (ejerció durante un tiempo como crítico, por ejemplo) y sus memorias, propias de alguien que había vivido (y bebido) mucho. No pocos de los de mi generación aprendimos a leer y a escribir acaso mejor gracias a sus prosas y a sus versos. Y eso que fue un escritor parco. Como aquéllos, opté por su poesía frente a la de su hermano Leopoldo María, el maldito más famoso de la lírica patria contemporánea. En los dos, no lo dudo, hay pose, mucha literatura, pero uno siempre ha preferido el orden al galimatías. O la lucidez al caos.
Teníamos, si se puede decir así, un maestro común: el citado Vinyoli. Bueno, más de uno: Paz, Eliot...
Lo conocí personalmente en Barcelona. En un autobús que nos llevaba desde el hotel hasta la fiesta del 30 aniversario de la editorial Tusquets. Fue una conversación breve.
Será uno de esos poetas a los que seguiré releyendo.

20.9.13

Se pierde la señal

No lo parece. El poeta catalán Joan Margarit (Sanaüja, comarca de la Segarra, Lleida, 1938) da a la imprenta una nueva obra (Visor) que se titula como esta entrada. Nuevo libro en castellano ("El castellà m'ofega i no lo odio" / "Me ahoga el castellano y no lo odio"), traducido por él, pues la primera edición en su lengua original es de 2012. 
D. Sam Abrams precisa en la nota de la contracubierta: "La poesía no es una cuestión mayoritariamente de los años de juventud", algo que demuestra la trayectoria de Margarit: ha publicado seis libros nuevos de poemas en la última década, de Joana al que comentamos. 
A mi amiga Isabel Sánchez le preocupa, como a tantos, que los lectores rara vez se acerquen a la poesía. Incluso los que forman parte de los clubes de lectura. Se pierde la señal, casi cualquier libro del autor de Casa de Misericordia, puede ser leído sin temor por el lector menos habituado a la poesía. Y será una lectura provechosa, no me cabe duda.
Aquí, como en el resto de su producción poética, nos encontramos con el poeta perplejo ante la poesía, "la primera lógica", su roca de Sísifo, "una forma de esperanza"; con su madre, la familia y los recuerdos de la infancia, con la inevitable Guerra Civil al fondo y la no menos hiriente postguerra (el miedo a su final marca, según él, a su generación, como explica en el "Epílogo"); con su mujer, compañera de tantos años, y su hija muerta, Joana, siempre presente; con la vida misma, a través de los años de juventud y madurez y, ahora, con los de la vejez, que avanza inexorable; con su profesión de arquitecto y sus metáforas vitales y creativas; con la cultura, que nos dignifica, ya sea en forma de construcción, de obra musical o pictórica, en prosa o verso ("de Chéjov y de Tolstoi aprendí / que nuestra salvación es explicarse. / Conocer el dolor de las palabras.") ...
Libro lleno de verdad, "objetivo profundo de la poesía"; escrito por alguien que cree que "la poesía es una herramienta para gestionar el dolor y la felicidad y, sobre todo sus vertientes ya domésticas, la tristeza y la alegría, una gestión de la que depende lo que se guarda de la vida pasada". 
"He sido un hombre práctico. / Brusco, fiel, solitario. Agradecido."

P. D. Le queda a este lector una pequeña duda patriótica: quién será ese "Baudelaire / ressec d'Extremadura" (ese "seco Baudelaire de Extremadura") que aparece en el poema "J. A. G. H.".

19.9.13

Otoño Bayal

A la espera de la inminente llegada de su nueva novela, La sed de sal (otro palíndromo), GHB es el protagonista de El efecto M. Territorios narrativos de Gonzalo Hidalgo Bayal, que en edición de Felipe Aparicio Nevado aparece en el sello La Rosa Blanca. El libro, al exquisito cuidado de Salvador Retana, director de la colección, impreso con elegante lujo en Gráficas Romero de Jaraíz de la Vera (pueblo natal de Aparicio y lugar de residencia de Retana), reúne las ponencias del Colloque International "L'oeuvre romanesque de Gonzalo Hidalgo Bayal" que se celebró durante los días 18 y 19 de octubre de 2012 en la Université de Haute-Alsace (Mulhouse, Francia).
Tras un interesante liminar del editor literario, abre el volumen (de 295 páginas) "El efecto M", conferencia que pronunció GHB en la ciudad alsaciana, una personal suerte de poética (de "teoría narrativa"), con toques cinematográficos, que comienza: "Podría empezar diciendo que, como lector, me interesan las novelas de alta calidad estilística, que exploran conflictos morales y que se sostienen sobre cierta intensidad intelectual, ingredientes que, puesto que no siempre se dan juntos, se prestan al equilibrio de las compensaciones. Que, como la novela es ficción, descreo de la novela documental, o del documento novelado; esto es, me interesa la novela que crea, que evoca o que levanta un mundo. (...) Me gustaría creer, en consecuencia, que lo que escribo aspira a combinar estos tres puntos: calidad poética en la expresión, autonomía en el relato e intuición moral de fondo".
Ningún bayaliano debería perderse esas páginas ni el resto de las dedicadas a la obra de un clásico vivo, uno de esos escritores, rara avis, que nacen cada cincuenta o cien años, como precisa Aparicio, y cuyos libros están destinados a perdurar en el tiempo. Una azarosa circunstancia de la que algunos no dudamos. Por eso, vendrán más libros como éste, si bien éste seguirá siendo el primero, y serán muchos más los estudiosos que se acerquen a un mundo narrativo único.
Por si fuera poco, y aunque esté mal decirlo, GHB firma en la veterana Cuadernos Hispanoamericanos "Leyendo a Álvaro Valverde", un extenso texto (12 páginas en la revista), mitad semblanza y mitad ensayo, que viene a demostrar, entre otras cosas, que uno ha tenido la inmensa suerte de encontrarse en su camino con un lector agudo y cabal.

P. S. Añado otro dato al Otoño Bayal: el relato "Adames" en el número de octubre de la revista Quimera.

18.9.13

Madzirov

Pre-Textos publica Lo que dijimos nos persigue, libro del poeta macedonio Nikola Madzirov (Strumica, 1973) en una conseguida traducción (hablo de lo que leo en español, claro) de Yolanda Castaño y Marija Petrovska. En el pertinente prólogo, "Música silenciosa", otro poeta, Josep M. Rodríguez nos da algunas claves acerca de Madzirov y de su poesía. Por ejemplo, que su apellido, palabra de origen árabe, en consonancia con los azares vitales de sus antepasados, significa nómada, persona sin hogar; que es un poeta reconocido internacionalmente, aunque, por edad, con poca obra todavía (Encerrados en la ciudad, galardonado como mejor libro debutante de Macedonia, En alguna parte de ninguna parte, Premio Aco Karamanov, y Piedra trasladada, Premio Hubert Burda para poesía de Europa del Este y Premio Hermanos Miladinov, el más prestigioso de su país); que sus versos están en relación con la rica tradición de poetas del citado Este europeo (Zagajewski, uno de ellos, compara sus poemas con "cuadros expresionistas"); y que lo más importante para él "es el silencio" (por eso Rodríguez denomina a sus poemas como "universos de música silenciosa"). Citando a Cocteau, concluye: "El poeta no inventa, sólo escucha".
Leí el libro del tirón en una cafetería salmantina de la Rúa una luminosa mañana de finales de julio y sólo interrumpí la lectura para mirar por la ventana (y descansar de tanta intensidad con la visión de más belleza) y para escribir un sms a mi amigo Basilio Sánchez con el fin de transmitirle sobre la marcha mi deslumbramiento. Por poemas como éste:

EL QUE ESCRIBE

Tú escribes. De las cosas que ya existen.
Pero ellos dicen que estás inventando.

Te callas. Igual que una red lanzada
por pescadores furtivos. Como un ángel
que sabe lo que la noche traerá.

Y viajas. Olvidas,
para poder regresar.

Escribes, y no quieres recordar
la piedra, el mar, tampoco a los creyentes
que duermen con las manos separadas.

O como este otro:

HE VISTO SUEÑOS

Yo he visto sueños que nadie recuerda
y llantos en tumbas equivocadas.
He visto abrazos en un avión que cae
y calles de arterias todas abiertas.
Yo vi volcanes más dormidos aún
que raíces de un árbol genealógico,
y vi también a un niño que no teme la lluvia.
Pero a mí no me vio nadie.
A mí nadie me vio.

17.9.13

Brazo en alto

Me lo dijo Alberto con toda su juvenil naturalidad: "¿y de qué se extrañan?" Se refería al revuelo levantado por la fotografía de Juan Parejo, dirigente del PP extremeño y miembro del gobierno de Monago, en la que éste aparece saludando brazo en alto. Está de moda reproducir imágenes semejantes de jóvenes (y no tanto) del partido en actitud parecida, ya sea con gestos o mediante símbolos. 
Tiene razón la periodista Manuela Martín: un señor que representa a todos los extremeños en razón de su cargo institucional debería dimitir por algo así. Si esto no fuera España, ya habría sucedido. 
En una ocasión reflexionó uno acerca de cierta representatividad inasumible, como hace al caso, y de ese franquismo -aquí, fascismo o falangismo- que no hemos sido capaces de superar o, dicho de otra manera, que impregna buena parte de nuestros comportamientos civiles. Un lugar común. La derecha y su tradicional hipocresía. Sé de lo que hablo. Nos educaron para eso. Más allá, su falta de fundamentos democráticos. Aludo al fondo. Y a amplias facciones del PP. En esa rémora estamos y seguiremos estando. Lo peor es que, por increíble que parezca, son las nuevas generaciones quienes más acentúan esa disonancia moral. No les faltan modelos. Mera pose, dirán algunos. Pecadillos de adolescencia, otros. Vergüenza, vergüenza y asco, digo yo. 

16.9.13

Made in China

Avanza la colección Luna de Poniente y con la letra M aparece en escena Made in China, de José María Cumbreño
A partir de una cita de un campeón chino, precisamente, de tenis de mesa, el poeta más latinoamericano de Extremadura y buena parte de España reúne en este libro treinta y nueve poemas (cada número un título), más o menos al uso, y cuatro textos misceláneos que llevan al frente "Made in China". 
Quienes ya hayan leído a Cumbreño saben de sobra que los géneros le importan poco. Que el aforismo, el verso clásico y lo narrativo conviven por igual dentro de los artefactos que escribe, donde nunca falta la reflexión metapoética (en este caso, sobre la base de la metáfora del bazar chino). Aquí, lo mismo. Quizá sea el relato lo que prime, porque en realidad estamos ante una historia: la relación entre Emilia, una anciana española, y su cuidadora, Gladys, ecuatoriana por más señas. Una historia y sus consecuentes ramificaciones, claro. Ya sean las familiares (con hijos, nietos...) o las sentimentales (la soledad, el miedo, la emigración...). Al fondo, cómo no, la vida. Y ya allí, nuestra inevitable condición de extranjeros, un estado civil que todos compartimos sin remedio. 
En cursiva, Cumbreño pone voz a sus personajes. Quien escribe es alguien que escucha. O, mejor, un observador sensible que ve y oye con atención. Para que no se le escape ningún detalle. 
En el poema "Treinta y seis (Motivos para escribir un libro)" leemos:

Hay libros que se escriben (dicen) por necesidad.

Hay libros que se escriben (aseguran) por interés.

Y otros, como éste, simplemente por mala conciencia.

¿Está claro? De forma meridiana, como el tono general de la obra, realista hasta la médula, por increíble que a veces nos parezca la realidad, en especial la que muestra Cumbreño, asombrosa en su cotidianidad.
Para complementar la lectura de esta nueva entrega, no estaría de más acercarse a la antología Curso práctico de invisibilidad (Poesía 1998-2013), recién publicada por ediciones del 4 de agosto. Dos por uno. Y a precio de "chino".

15.9.13

O Kirios Mihalis

Así, el Señor Mihalis, terminaron llamando los griegos al escritor británico y héroe de guerra en Creta Patrick Leigh Fermor, Paddy para sus amigos. Dolores Payás, traductora de algunas obras suyas al castellano, como Roumeli, publica, también en AcantiladoDrink Time! (En compañía de Patrick Leigh Fermor), una "semblanza, personal y sentimental" del viajero inglés que se asentó, tras años y años de vida nómada, en Kardamili, donde se construyó (junto a su mujer, la fotógrafa Joana Rayner), una casa frente al mar Mediterráneo rodeada de luz, viento y olivos.
Payás, que ha traducido la acreditada biografía de Fermor escrita por Artemis Coopper (RBA), conoció al autor de Un tiempo para callar en ese mítico lugar y con él convivió a temporadas en los últimos años de su vida, de 2009 a 2011.
Recomienda la autora que se empiece a leer el librito (sólo por su tamaño) por el final, por el "Apéndice biográfico", salvo que uno conozca bien las peripecias vitales de aquel perfecto gentleman. No es necesario. La manera de ser de Fermor y algunas de sus aventuras (imposible relatarlas todas), así como la narración apasionada, pero sin sentimentalismos, de Payás, que llegó a ser su amiga, bastan para disfrutar de un rato muy placentero. Pena que las 110 páginas no den para más. 
A falta de leer, una gustosa tarea ya asignada, la citada biografía de Cooper, la obra de Payás aporta un curioso punto de vista, amén de personal, sobre la ancianidad de Fermor, alguien que, se nos cuenta, eludió la tentación de la amargura, que nunca perdió la fe en la vida y al que, conversador impenitente, sólo tumbó la mudez impuesta por la postrera enfermedad. 
Su querida Joana, Elpida, su fiel asistenta, sus vecinos, conocidos, compañeros de armas y amigos, debieron disfrutar mucho de la compañía de un hombre generoso, anfitrión en Kardamili de medio mundo, bebedor (de ahí el título: la hora de la copa, parte esencial de su rutina diaria), caminante y nadador, lector consumado, frecuentador de la poesía, que para su funeral dejó dispuesto que se leyeran, además de un hermoso texto del Evangelio Apócrifo de Santiago, las siguientes palabras: "Amor y bendiciones para todos los amigos, gracias a todos por una vida de inmensa felicidad".

14.9.13

Atxaga

Me gustan los libros pequeños. Y breves. Dan mucho de sí la mayor parte de las veces. Más que los voluminosos, que anuncian felicidad lectora a raudales para defraudarla casi siempre.
Hace meses que Jordi Doce me envió un librito de la colección la voz del poeta, del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha estado encima de mi mesa desde entonces, a la espera de su momento. Y qué momento tan agradable, por cierto, una vez leído. 
El paraíso y los gatos es un texto híbrido, como casi todos los de Atxaga, que dio el título de Poemas & Híbridos a su poesía reunida. Lo narrativo es aquí poético, y viceversa.
En un cedé adjunto se puede escuchar la lectura de ese sorprendente y divertido poema o relato en la voz del escritor vasco, una lectura que se interrumpe de vez en cuando para escuchar, en el acordeón de Jabier Muguruza, hermosas canciones. 
Cierra el texto un poema extenso, dividido en nueve partes, "Written in USA", que le hace a uno añorar la poesía del autor de Etiopia; en su versión más canónica, quiero decir. 
Éste es el último fragmento:

IX
Virgilio, es la vida tan frágil. 
Pájaros, campanillas, palabras.
¿Qué pueden hacer en esta nueva
Edad de Hierro, cómo lucharán?
Si te creyera santo, si no supiera
que serviste a un emperador
y a veces te faltó la piedad,
imploraría tu amparo, te rezaría.
Pero no podemos pedírtelo todo,
es suficiente con el consuelo
que tus lejanos versos aún nos da.



Por si fuera poco, en el libro se recoge también una conferencia, El lugar de la utopía, leída por Atxaga en el Foro Claudio Rodríguez de Zamora.

13.9.13

Poesía checa

A uno le ha gustado desde joven curiosear la poesía extranjera; leerla y conocerla, quiero decir, con independencia de mi ignorancia de otras lenguas. Para eso existe la traducción, esa bendición de Babel, y los no menos loados traductores. En el caso que nos ocupa, Patricia Gonzalo de Jesús es la encargada de verter al español a una decena de poetas checos de ahora. Pre-Textos, que la presenta por todo lo alto en la preciosa colección Cruz del Sur, titula la muestra Antología de la poesía checa contemporánea
No es, digámoslo pronto, un florilegio más. Lleva un prólogo de Monika Zgustová, hasta ahí todo normal, pero la selección no ha corrido a cargo de la traductora sino del crítico y editor Radim Kopáč, que firma, a modo de epílogo, "Un collage de dos más ocho" (en alusión a los ocho poetas y dos poetisas incluidos), donde, en una primera parte, y en orden ascendente, entresaca citas sobre la poesía a cargo de los distintos poetas seleccionados y luego, en orden descendente, unas breves pinceladas biobibliográficas de cada uno. En cuanto a los poemas seleccionados, también es novedoso el planteamiento: se han elegido, con generosidad, versos de uno o dos libros de cada autor, salvo excepciones, y, a veces, se presentan poemas inéditos. Así no sólo se aprecia la variedad y riqueza del conjunto, sino que también se profundiza lo suficiente en la obra de cada cual. El libro se acerca a las 400 páginas.
Zgustová cita unas palabras de otro poeta checo, el Nobel Jaroslav Seifert, que situán muy bien la perspectiva: "La poesía ha acompañado a nuestro pueblo en los tiempos más negros de este siglo". La Segunda Guerra mundial, el comunismo... Y añade: "la poesía, y la cultura en general, devuelven la dignidad a la gente humillada". 
Estos diez poetas -el más viejo nacido en 1928 y la más joven en 1981- siguen la fascinante senda de esa tradición poética, digna de un culto país europeo del Este. 
Zbyněk Hejda y Jiří Gold me han dejado patidifuso: ¡qué poesía! Tanto (o casi) como Ivan Wernisch, Jiří H. Krchovský y Petr Borkovec. Petr Král, Ivan M. Jirous, Kateřina Rudčenková y Marie ŠŤastaná no decepcionarán tampoco al lector. Confieso, eso sí, que con Karel Šiktanc no he podido. Empecé por sus poemas, es el primero de la lista, y tuve que dejarlo. A él y a la antología. Volví a intentarlo y, para poder seguir, me lo salté. Lo demás... Nadie es perfecto.

12.9.13

Lo de Dalí

Que me perdone la inmensa mayoría, pero esas más de 700.000 visitas a la exposición del excéntrico pintor ampurdanés en el Reina Sofía dicen poco acerca de este país. O mucho, si le damos la vuelta al argumento. Sobre el gusto estragado del ciudadano medio. 

Chacón

Me refiero a Carmen, o Carme, la política catalana que se ha ido a Miami. La conocí en Badajoz hará una década. Acudió a una reunión sobre cultura (en esas lides empezó como dirigente del PSOE) que tuvo lugar en el Zurbarán. En el bar del hotel, que tantos recuerdos me trae y donde tantos momentos agradables pasó uno a lo largo de los años, compartimos mesa un pequeño grupo de personas capitaneado por Paco Muñoz. Por allí estaba Antonio Franco y no sé quién más, acaso Pámpano. No era un acto de partido. O no sólo. La buena mujer apenas abrió la boca y mi primera impresión, la que dicen que importa, ha permanecido: me pareció un ser bastante insulso. Estuvo todo el rato ajena y silenciosa. Dueña de un silencio que, según creo, no procedía de la timidez o la cautela. Tendría cosas más importantes en las que pensar. Extremadura, ay, ese fin del mundo. 

11.9.13

La casa de Keilson

En "la paradoja de que uno podía vivir en tierra extraña y, al mismo tiempo, en casa" y, más tarde, a partir de la lectura del libro de Scholem sobre mística judía, que "todo ser es un ser en tierra extraña", justifica el escritor, médico y psicoterapeuta alemán (especializado en la ayuda psicológica a niños huérfanos judíos) Hans Keilson la elección del título de esta obra escrita en sus últimos años de vida, próximo a cumplir la centena (murió en 2011 a los 102). 
Como en el caso de Fermor, un contemporáneo, estamos ante un anciano vigoroso y lúcido que es capaz de recordar y analizar sucesos esenciales de su existencia; la de un judío alemán (natural de Freienwalde) que escapó del horror nazi y se instaló en Holanda; un hombre al que siempre persiguió la tristeza ("Lo primero es la tristeza", "la tristeza es el fundamento de todos mis sentimientos vitales"), pero no hasta el punto de que se le notara, como él decía, que haber vivido la Soah ("un "adentrarse en la incertidumbre") y no haber podido salvar a sus padres de la muerte en Birkenau-Auschwitz (a pesar de que llegaron a estar en Holanda), un hecho que no dejó de perseguirlo, como culpa, hasta el final, le imposibilitara para llevar a cabo su "razonable" proyecto de vida. 
Amante de la poesía, poeta ("lo que realmente me llega al alma es la poesía"), tomó de unos versos de Boutens la inspiración para abordar Ahí está mi casa: "Y la vida es sólo vida / si conmueve a la muerte". En otro lado escribe: "La muerte confiere dignidad al médico".
El libro se cierra con unas páginas muy especiales: una larga conversación de Keilson con su editor (que también lo es, en lo literario, de estas memorias), Heinrich  Detering, titulada "Cien años", que desvelan aún más de lo que podemos leer en el corpus de la obra. Una obra, por cierto, escrita con un deliberado tono fragmentario, por ser algo "inacabado" e "inacabable".
Keilson revela ahí que estuvo tentado de titularlas Memorias de un tímido. "Haber sobrevivido. Haber producido" es para él lo más importante. También "contarlo todo". Como psicoanalista creía que "uno enferma por culpa de lo que no cuenta". Y relatarlo en alemán, porque "la lengua ha sido mi patria". Los recuerdos de su infancia y ese idioma le impidieron odiar a Alemania. "Es mi naturaleza", afirmó.
Minúscula, que publica el libro con pleno acierto en la ejemplar colección Alexanderplatz (en traducción de Carles Andreu), ya había incluido en su catálogo La muerte del adversario y Una comedia en tono menor, dos novelas cortas sobre las que, visto lo visto, habrá que volver.

10.9.13

Pessoa y España

Comisarios: Antonio Sáez y Jerónimo Pizarro

Emilio Antero

Nicanor Gil













Otra mala noticia: Emilio Antero ha muerto. Sus amigos le despiden en facebook. Recuerdos, fotografías, elogios... Le echan ya mucho de menos y apenas se ha ido. Lo comprendo. Uno no llegó a esa categoría, la de amigo, pero pasé muy buenos ratos en su compañía. En presentaciones de libros, lecturas del Aula y, en fin, en multitud de acontecimientos a los que nunca faltaba, a costa de tener que bajar y subir a Plasencia desde su casa de Guijo de Santa Bárbara, el lugar que había elegido para vivir. Una elección que lo dice todo, al menos para mí, enamorado desde muchacho de esos parajes veratos, montañas de Gredos, por donde pasábamos camino del refugio de Nuestra Señora de la Nieves y de la Covacha. 
Había sido profesor de inglés, era escritor y fotógrafo, no dejó de viajar, de moverse. Era el perfecto compañero de reunión, un gran conversador, un hombre vital, atento y afectuoso que transmitía bondad a raudales.   
En más de una ocasión me enseñó, antes o después de que se lo dedicara, las guardas de alguno de mis libros. Estaban llenos de anotaciones minúsculas a lápiz, ideas u opiniones, no sé (nunca me dejó ver con detenimiento esas hermosas miniaturas), acerca de su concienzuda lectura. 
La última vez que cruzamos palabras fue con motivo de una entrevista a GHB (del que fue alumno en su taller de escritura). Era el autor de la foto, pero no habían puesto su nombre. Le alegró mucho que tanto Gonzalo (por carta) como yo (mediante un guiño en el blog) defendiéramos esa silenciada autoría.
Que la tierra, que tanto quisiste, te sea leve, Emilio. No te olvidaremos.

Emilio Antero

9.9.13

Tertulianos

Los empezamos a ver, no tanto a escuchar (¿para qué?), en las nuevas cadenas de la tedeté. Extravagantes tertulianos intercambiables, con el don de la ubicuidad, que debatían con redundancia acerca de todo lo humano y lo divino a cualquier hora y en cualquier sitio, poco importaba si a costa de tener que contradecirse. Personajes no pocas veces estrafalarios, procedentes de los sitios más variados: el periodismo, la universidad, la literatura, la política... Ahora se sientan en las cadenas, digamos, serias: Cuatro, La Sexta, Telecinco... Incluso en la pública, perdida en la deriva de su desprestigio. 
De todos, acaso el más pintoresco sea Marhuenda. Es mi debilidad. Boyero le ha dedicado este verano una simpática columna. Sí, para uno, él es el paradigma. La sinrazón. 

8.9.13

Clarín, 106

A finales de agosto llegó la nueva entrega de la revista asturiana y, como siempre, cargada de textos de interés. Así, entre otros (no los he leído todos), a Cioran dedica Bruno Mesa un ensayo en el que sostiene su condición de humorista; Juan Lamillar se acerca, con conocimiento de causa, a otro ensayista: el polémico Aquilino Duque, poeta ante todo; un feliz descubrimiento me ha parecido la poesía del sueco Lars Gustafsson, el autor de Muerte de un apicultor, del que Andrés Catalán y Neila García traducen un puñado de poemas; otro hallazgo: la poesía de Txema Martínez, que presenta y traduce Antonio Cabrera, con anuncio incluido de una antología del catalán; Felipe Benítez publica "Cerillas húmedas", impromptus y aforismos con la agudeza que le caracteriza, mucho más que meras ocurrencias; mi paisano Marciano M. Martín sigue con sus interesantes pesquisas judías, esta vez en torno a sefarditas y republicanos en el destierro; Ernesto Baltar escribe un luminoso ensayo sobre el Santayana viajero, tan del sentido común en esto como en todo, que da gusto leer; Pablo Antón Martín Estrada visita la casa de Pascoaes, junto a Amarante, y uno se ha acordado de Viaje a Pascoaes, el libro de António Cândido Franco que tradujo Antonio Sáez para la extinta colección 'Viajeros y estables' de la Editora Regional de Extremadura; y otro paisano, Manuel Neila, relata un viaje a Katmandú. 
No falta un abundante número de reseñas (firmo una, dedicada al libro de José Teruel sobre los años norteamericanos de Cernuda, que publicaré aquí un día de estos) y un curioso texto de José Cereijo en torno a "ciertas imprudencias borgianas". Seguimos.

7.9.13

Malos tiempos para la épica

No es mal título el elegido por Luis Bagué y Alberto Santamaría, jóvenes profesores universitarios (de Alicante y Salamanca, respectivamente), críticos y poetas, para reunir un puñado de textos donde, según se nos dice en la solapa, "algunos de los autores más destacados de la última promoción reflexionan sobre el trazado de fronteras de la lírica reciente, la construcción de la identidad, la música del fragmento, la ironía discursiva y estética, la confluencia de distintas tradiciones literarias, las relaciones peligrosas entre ciencia y lenguaje, o la importancia de la Red en la configuración de un nuevo horizonte hipertextual." Que nadie se asuste. Estamos ante un panorama que analiza la poesía española "surgida bajo el efecto 2000". Los editores firman "2001-2012: una odisea en el tiempo", perfecta y completa introducción a lo que viene detrás y, si me apuran, un texto que en sí mismo justifica, por su pertinencia y alcance, la publicación de la obra que, no lo he dicho, aparece en Visor Libros, en coedición con el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert.
En Malos tiempos para la épica. Última poesía española (2001-2012) se habla de continuidades y discontinuidades ("Toda generación es continuista hasta que no se demnuestre lo contrario"), de realismo y simbolismo (eterno meollo de la cuestión), de la duda retórica (muy propia de la denominada "generación desolada"), del sujeto poético ("llámame equis"), de la ironía (como "forma de lo paradójico"), del fragmento (o del fragmentarismo), de las tradiciones (y la superación del síndrome que Paolo Virno llamó del déjà vu), de la red y, por fin, de la escritura como "palimpsesto".
La lista de estudiosos (todos ellos poetas jóvenes y en activo), es elocuente, incluso para quienes, es mi caso, no estamos al día en materia poética. A los de Santamaría y Bagué, hay que añadir los nombres de Juan Carlos Abril, Erika Martínez, Mariano Peyrou, Andrés Navarro, Antonio Lucas, Carlos Pardo, Ana Gorría, Juan Andrés García Román, Ana Merino, Guillermo López Gallego, Ángel Luis Luján, José Luis Gómez Toré, Josep M. Rodríguez, Raúl Quinto, Rosa Benéitez y Javier Moreno.
Como es obvio, hay ensayos (creo que es el término adecuado) que me han gustado más que otros. El conjunto, insisto, es notable y hay reflexión e información suficiente como para que el debate dé mucho de sí.
Agrupados en varias partes ("Vivir en los pronombres: nombrar lo real", "Cuestión de estilo", "Traiciones y tradiciones" y "Poesía y tecnología"), se nota que nuestros poetas pertenecen a esa generación que, dicen, la mejor formada de España. Puede que a eso se deba  lo que a uno se le antojan, seguro que sin razón, puntuales excesos teóricos, propio de gente muy intelectualizada que, como se ve, maneja una ingente bibliografía; destellos, acaso, de innecesaria sesudez. Con todo, matizo. No será uno quien niegue la aptitud del poeta para acercarse al hecho poético -propio o ajeno- e intentar, a pesar de lo que dijo Steiner sobre su "opacidad", explicarlo. Es un rasgo de deseable modernidad. Y digo más: eso que denomino "excesos" no deja de ser una exageración mía, pues que la norma del libro es el equilibrio y, a partir de versos o poemas concretos de los distintos autores, priman los ejemplos sobre las vacuidades especulativas.
"Más allá de realismos y simbolismos, la poesía actual se concibe como un género portátil y un arma cargada de sentidos. No cabe duda: corren malos tiempos para la épica", escriben, a modo de resumen, Santamaría y Bagué. Y me da que es así.

6.9.13

Ceres: puro teatro

No quisiera uno ponerse apocalíptico, pero si haberse gastado 600.000 euros (100 millones de pesetas) de dinero público en la pasada gala de los Premios Ceres de Teatro, hoy y ahora (no ayer ni antes), en una sola noche, no crea alarma social, ¿qué puede hacerlo ya en esta región apática y, me temo, moribunda? Un espectáculo digno de Sobera. Puro teatro.
Y qué decir de la incongruencia de los teatreros. ¿Sobreactuación? Dejémoslo en despropósito. Sí, sí, que rebajen el IVA cultural, esa injusticia, pero mientras... ¡que no decaiga! Me recuerdan, salvando las distancias, a los tres de IU. ¡País!

5.9.13

Vicente Sabido

Que yo recuerde, nunca había hablado con Blanca. Muchas de Blanca, la mujer del poeta extremeño Vicente Sabido, residente en Granada, donde trabajó como profesor en su universidad. Murió ayer. Al abrir su teléfono móvil, Blanca ha visto un sms que le envié hace unos días. Le preguntaba cómo iba "esa lucha". "Tenemos que ganar. Por la poesía", añadí. La maldita enfermedad no cejaba. Por eso me ha llamado. 
Desde que Yolanda y yo lo conocimos en Badajoz, en el famoso congreso de escritores extremeños del 82, el del "Manifiesto palmario, horrible pero necesario contra el arte rupestre del siglo XX en el oeste de España" (que firmamos los tres), fue nuestro amigo. Desde entonces le llamábamos tío y él a nosotros sobrinos.
Qué conversación más triste, qué pena tan grande. Salvo por el consuelo de que sus versos seguirán aquí. Renacimiento acaba de publicar una antología: Amor (selección y prólogo de José Julio Cabanillas), que, me cuenta Blanca, llegó a tener en las manos. 
Me confesaba que, tras leer esta mañana un artículo dedicado a su memoria en la prensa local, se decía a sí misma que había sido una suerte convivir tantos años con Vicente, por lo bueno que era (doy fe) y por su condición de poeta. Ese Amor es por ella. Sobre todo. 
No nos vimos tanto como ahora hubiera querido, es cierto, pero se pasó unas cuantas veces por la Editora, sobre todo por la sede de Manos Albas, y nunca dejamos de escribirnos. Era de Mérida y en Mérida le dirán mañana una misa a las 20:30 en la Basílica de Santa Eulalia. Adiós, amigo.

La Balada de Šalamun

En la colección de Poesía de la editorial hispano-mexicana Vaso Roto no suelen publicarse libros, digamos, complacientes. Busca un lector cómplice, ajeno a los prejuicios poéticos, abierto y sin anteojeras, interesado por lo nuevo y lo diferente, moderno y cosmopolita, exigente en suma. Jeanette Lozano ha escrito: "Vaso Roto toma su nombre de dos fuentes: un poema de James Merrill: “The Broken Bowl” y también de Hölderlin: Dejad que la vasija rompa el vaso para que todo lo divino se convierta en cosa humana. Es nuestro deseo y por este hemos venido luchando. Creemos que el acto poético prepara el camino para la construcción del verdadero ser. Esperamos que por éste, nuestros lectores escuchen esa resonancia y con ella su palabra".
Pocos libros más adecuados a ese espíritu editorial que Balada para Metka Krašovec, del esloveno Tomaž Šalamun (Zagreb, Croacia, 1941), uno de tantos niños europeos damnificado por el nazismo que, de huida en huida, se acabó convirtiendo en una suerte de viajero permanente. En un testigo del horror y del miedo. Y, de paso, en escritor. Otro lugar común. Como Simic, por ejemplo, compañero de colección, un autor con el que uno le encuentra similitudes.
Se nos avisa en la contracubierta del libro que la Balada dedicada por Šalamun a su mujer, la pintora Metka Krašovec, ocupa un lugar central en su obra; "es, a la vez, un compendio de sus modos y el más ambicioso de sus libros. Reflexiones familiares, amorosas, sobre la amistad y su país se entremezclan con notas de viaje por México o los Estados Unidos. La poética de Šalamun es polifónica, trata de decirlo todo de todas las maneras y en todos los tonos, y este conjunto de poemas es el que mejor permite comprobarlo".
Uno, que tenía a Šalamun por miembro de número de la selecta academia lírica de Martín López-Vega, siempre ojo avizor allende nuestras fronteras, sabe que hace años, en 1999, Visor publicó Selección de poemas, una antología de Pablo Fajdiga que no recuerdo haber leído, aunque puede que sí, y que Abraham Gragera ha traducido al menos cinco poemas de Balada, uno, decía, sostiene que los lectores en español podemos conocer como es debido la poesía del esloveno gracias al arrojo de una editorial consecuente, sí, pero también, o sobre todo, a la titánica tarea de Xavier Farré, traductor, entre otros, de Milosz, Herbert y Zagajewski. "Entrar en el món i en la llengua de Tomaž Šalamun exigeix una dosi important d’esforç, esforç que després es veu recompensat amb escreix. D’alguns poemes, no recordo quantes versions n’he fet, era un treball de correcció i de nova correcció", ha comentado Farré en su blog (donde se puede leer el poema "West Broadway").
No en vano el libro elegido está "unánimemente reconocido como uno de los libros esenciales de la poesía europea de las últimas décadas". Su primera edición data de 1981, si bien en algún poema el poeta confiesa su edad, 37 años entonces, y el último está fechado el 11 de septiembre de 1979. 
Como no es una novela, poco puede uno decir de su contenido. Además, tiene casi trescientas páginas (dando por descontado que la edición es bilingüe). Lo que sí puedo afirmar es que la de Šalamun me parece una poesía fragmentaria, elíptica, con aires de collage, hermética a rachas (acaso por eso), paradójica: oscura por momentos pero, en otros, de una claridad deslumbrante, surrealista a su manera, pero llena de realismo. Una poesía seca en el mejor sentido, sin asomos de barroquismo y literatura; histórica y civil, personal y de todos; políglota y viajera (USA, México, ya se comentó). Intempestiva y líquida, diría, como este tiempo.
Al principio, sobre todo, en los primeros poemas, hay versos que parecen aforismos: "La soledad es un disparo en el vacío". "La muerte es una extraña bebida". Otros, del mismo tenor, se inclinan, más imaginativos o surrealizantes, hacia el aerolito o la gueguería. Una forma de proceder que aporta a lo escrito un tono sentencioso. Uno de tantos, porque otras veces, en los poemas largos (el que da el título al libro, por ejemplo), el sentido de la composición se impone y el tono pasa a ser, aunque siempre dentro de los límites que le marcan el fragmento y la elipsis (esa suerte de silencio), discursivo e incluso narrativo.
Dios es una presencia constante ("Dios es el Vacío", "Dios es mi lector") en esta Balada en la que aparecen muchas voces: de abuelos, padres, familia y vecinos, amigos, lugares... 
Me alegro de haber leído este libro rico y complejo. Me reafirma en el convencimiento de que la poesía, cuando de verdad lo es, siempre sorprende. Porque habita en el humano territorio de la perplejidad.

Con mi lengua,
como un entregado 
perro fiel, Te lamo
la cabeza dorada,
lector.
Mi amor
es terrible.

4.9.13

Marías en Formentor

Tolo Ramón. El País
Me resulta raro ver a Javier Marías en un entorno que no sea urbano o de interior; la biblioteca de su casa, por ejemplo, donde tantas veces le han retratado. Aquí está entre pinos, en Formentor, donde fue a recoger el famoso premio literario
José Carlos Llop publicaba el pasado domingo en su columna de Diario de Mallorca una certera semblanza del autor de Todas las almas: "Javier Marías en España".
Aunque he viajado dos veces a Mallorca, no conozco Formentor. Hace unos días, eso sí, pude ver en La 2 un precioso documental sobre la construcción de ese mítico hotel y su ya larga vida. Para uno estará siempre estará asociado al poema "Conversaciones poéticas", de Jaime Gil de Biedma, que lleva por subtítulo "(Formentor, mayo de 1959)" (tres meses antes de que uno naciera), dedicado a su amigo Carlos Barral. Por cierto, las conversaciones ahí siguen. Y Marías, más indignado que nunca y con nueva novela en marcha. 

Más Plasencias

Jesús García Calderón publica en su blog "Plasencias" de Álvaro Valverde: La luz de una sabia codicia".

El pasado 18 de julio apareció en el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón esta reseña de Elías Moro.

3.9.13

Los veranos de Llop

Aunque me pesaba (confieso mi admiración por el autor y compré la obra en cuanto salió, en primavera), dejé a propósito Solsticio, la nueva novela de José Carlos Llop, para leerla en Conil. Me daba la impresión que era un libro que debía disfrutar a la orilla del mar, por mucho que las bravas aguas frías del Atlántico se parezcan lo justo a las tibias y calmas del Mediterráneo natal del escritor mallorquín. 
Los veraneos de su infancia en la batería militar de Betlem, en la bahía de Alcudia, están en el origen y en el fin de esta novela corta que denominaremos así a falta de otra designación más exacta. Lo digo porque no dejan de ser una memorias y cuanto allí se relata pertenece a la biografía de Llop, algo que no se oculta. Que ni siquiera se embosca. "La memoria es también una forma de la literatura", leemos. 
Como suponía, el libro es delicioso, palabra cuyo uso me afea mi hijo, pero que uno encuentra adecuada para describir ese emocionante viaje al paraíso perdido. Porque "cuando el paraíso desaparece, siempre aparece la literatura", era preciso que Llop lo escribiera; algo de lo que nos congratulamos sus lectores, compañeros a la postre de su aventura.
Uno, por cierto, no ha tenido más remedio que leerlo en cierta clave personal. Por ser sobrino de artillero (lo que era el padre del escritor) y, sobre todo, primo y compañero de juegos veraniegos de niños criados en Melilla, un significativo enclave cuartelario. 
La felicidad y la belleza se imponen en Solsticio a cualquier otro sentimiento, por más que el miedo y la muerte acechen por las esquinas de una vida expuesta a la luz cegadora y al calor sofocante de la isla. 
Llop se propone, y lo consigue, "la transfiguración de un espacio real en espacio mítico". Tal vez por eso -y por otras razones que deberá descubrir el lector-, abundan las referencias a la literatura antigua y, más allá, a la Biblia. 
En esa Arcadia, un "paisaje de la felicidad" donde sólo había presente ("un presente solar, mediterráneo, clásico"), vivieron sus solsticios ("Todos los veranos eran el mismo verano"), además de Llop, sus padres (figuras esenciales de esta representación) y su hermano menor. También algunos amigos a los que visitaban o les visitaban.


Al fondo, una pretensión para la vida: "su perdurabilidad tranquila en el tiempo".
"El tiempo de Betlem fue el tiempo de la verdad", afirma Llop. Y añade: "este es un libro antiguo que reivindica su necesidad de ser antiguo para ser. Nació en esa paisaje, un paisaje limpio, noble y ascético que siempre acabó en el mar". 
Paseos, baños en la cala, excursiones, juegos, siestas... y, en fin, todo aquello que conformaban aquellos idílicos meses de agosto en aquel seco y remoto rincón mallorquino han permitido a Llop componer otro libro memorable (el "Epílogo", por ejemplo, es por sí solo una pieza digna de elogio), clave en su bibliografía (siquiera sea por las pistas que da, a modo de poética, para comprender mejor otros libros suyos), casi tanto, aunque la dimensión sea otra (y las comparaciones odiosas), que En la ciudad sumergida. Creo que esta obra marca, en muchos sentidos, el devenir de su particular literatura, de su voz y de su mundo. Es una veta que nos dará en el futuro satisfacciones dignas de celebrar. Al tiempo.

2.9.13

Luces y sombras de agosto

Vejer de noche, Lourdes Castellanos
Empezó agosto en Conil, como es costumbre, y el día 8 añadí a mi edad un año más. 
Se puede decir que uno aprovechó los diecisiete días conileños. Tan rutinarios y sencillos como siempre. Paseo matutino, tareas caseras, lectura, baño en la playa, piscina, comida y descanso, lectura y piscina, playa de nuevo, puede que alguna caña, cena y, pronto, a la cama. Le puedo sumar a esa inercia la tradicional visita a Cadiz, que se saldó sin libros, y otra a Vejer, para asistir a la procesión de Nuestra Señora de la Oliva, que vimos enfrente de la biblioteca municipal (Palacio del Marqués de Tamarón), al lado del actor Paco Algora y su puesto ambulante de firma de libros. Fue una excusa perfecta para volver a ese pueblo alto, blanco y laberíntico, esta vez de la mano de un vejeriego de pro que nos enseñó, en un inolvidable paseo nocturno, lo que Y. y yo, asiduos de ese sitio, todavía no habíamos logrado descubrir. 
Como está mandado, un par de días sopló el levante (que, según dicen, este verano ha azotado esas costas como hacía tiempo). Y me pasé por la librería María Zambrano. Y fuimos a tomar tapitas a los bares de siempre y una copa (los demás, yo cocacola) en la terraza a poniente de Pedro Jesús, por La Atalaya, nuestro barrio de allí. (Me he dado cuenta de que hago más vida social en esas dos semanas que en el resto del año.)
Pero agosto es también placentino. De madrugadores paseos, encierro en casa por culpa del calor, películas y tertulias televisivas y, cómo no, lecturas. Bueno, y recuerdos. El 26 se cumplió el octavo aniversario de la muerte de Fernando Pérez, que este año me pilló con el blog apagado. Y cinco hace que murió Ángel Campos, a quien también he recordado este verano mientras leía despacio el homenaje que se le ha dedicado en el número 7 de la revista El Alambique, que dirige Agustín Porras. El dossier ha quedado estupendo, algo que hay que agradecer al anfitrión y a los colaboradores, sí, pero también al coordinador del mismo, Miguel Ángel Lama. ¿Ausencias? No sé. No he echado a nadie en falta. Allá penas.
Uno tomó notas para escribir una guía de lugares que iba a ser el relato de mis encuentros con Ángel. De los más significativos. No me atreví. Envié a Lama este poema, escrito desde la admiración. También desde la rabia, por cómo se hicieron algunas cosas. 

HOMENAJE (Á. C. P)

Lo que iba a ser una conversación
entre viejos amigos que leyeron tus versos
con la pasión debida
se ha convertido al cabo en un evento
con discursos, placas y autoridades.
Extraños nada más, usurpadores.
Lo dejó dicho Holan: al poeta
no le perdonan ni la muerte.


Este verano se fue también la madre de mi amigo Carlos Medrano. En Valladolid, por donde pasé fugazmente hace unas semanas. Se fue con discreción y elegancia. Conservo una fotografía de ella, ya seriamente enferma, con su hijo. En el hospital. Lo dice todo.
Y se fue Martín Ferrand, uno de mis primeros referentes culturales, cuando salía en televisión después de comer para comentar libros y exposiciones de pintura, y Seamus Heaney, un poeta al que admiro, de cuyas reflexiones sobre poesía tanto he aprendido. Uno de los grandes, sin duda, que, además, me caía muy bien.

1.9.13

Leer para contarlo

¿No es un buen título para el libro de memorias de un bibliófilo? A uno le parece excelente. Cualquier lector podría hacerlo suyo, pertenezca al bando de los que leen sin más, poco importa el soporte, o al más escogido de los que procuran leer primeras ediciones en papel de obras adquiridas (normalmente, en librerías de viejo) tras largas pesquisas y no siempre a un precio asequible. Soy del primer grupo y, sin embargo, me ha apasionado la lectura de estas páginas no menos conmovedoras que el "bibliófilo aragonés" José Luis Melero dio a la imprenta hace diez años en una colección denominada Biblioteca Aragonesa de Cultura sufragada por Ibercaja (entonces existían las Obra Sociales y Culturales de las entidades de ahorro) y algunas instituciones públicas. Un libro, por cierto, inencontrable salvo para los entendidos, muy codiciado, con bellas ilustraciones de distintas cubiertas y exlibris, regalo de uno de esos curiosos letraheridos a los que no sé cómo afectará esa inminente e inevitable revolución que traerá consigo el, para uno, enojoso libro electrónico. 
Melero lo dice desde el principio alto y claro: "A mí lo que me gusta es leer", que es, precisamente, eso que no hace la mayor parte de los de su cofradía, meros coleccionistas. "Uno es sólo un lector", insiste. Pero el salto cualitativo aquí es otro: animado por sus amigos, Martínez de Pisón ante todo, el de convertirse, proceso natural, en "escritor". No es que no hubiera escrito y publicado antes, pero no tenía un libro propio en la calle. 
Vitalista confeso (de los de vivir antes que escribir), Melero traza un gran imaginario donde lo aragonés es parte sustancial (repárese en el subtítulo). 
Salvo el teatro (un arte, lo comprendo, que detesta), el resto de géneros está bien representado. Los autores y sus obras van de la mano de tal o cual circunstancia, de tal o cual anécdota (a cada cual más divertida: Retana, Villalón, Paso...), las que, fiado a su memoria, fija en el papel y donde da cuenta de la adquisición (dónde, cómo...) y posterior lectura de las mismas. De las más importantes a las menos. 
Librerías y libreros (Inocencio Arias, Valdés, Primitivo Lahoz, etc.), colegas y amigos (Vicente Martínez Tejero y Ángel Artal, sobre todo), sufridas mujeres (ay, Yolanda, otra coincidencia), escritores, gitanos y "vendedores ocasionales", editores, artistas, rastros, etc. se suceden y dan forma a una suerte de retablo de las maravillas donde el tono, desenfadado y a ratos decididamente humorístico, lo es todo. 
La erudición, que abruma, no impide nunca el disfrute y, aunque no siempre el libro o el personaje aludido nos resulte ni de lejos conocido, el relato, la literatura, lo bien contado, vence cualquier atisbo de pedantería. 
Melero recorre las mejores librerías de viejo de España, nos cuenta la compra de algunas bibliotecas privadas, nos explica algunas claves para ser un buen bibliófilo (no hace falta, por ejemplo, ser un Bárcenas), la importancia de las dedicatorias (mi ejemplar tiene dos), nos habla de las viudas e hijos que despejan en cuanto pueden las estanterías (ya han coincidido los de la funeraria con los bibliopolas en casa: caja por caja) y nos confiesa, en fin, que a pesar de que la edad atempera los vicios, él sigue dispuesto a seguir en el empeño, porque, dice, "sigo siendo feliz refugiándome en los libros". 
No me resisto a formular un deseo: que Melero aborde en un libro (da para eso) sus relaciones con la poesía, que aquí no falta, siquiera sea porque empezó como poeta en su querida Zaragoza natal, una ciudad libresca, como queda se sobras demostrado en esta obra. 
Con Leer para contarlo llegó hasta Plasencia un intempestivo y benéfico cierzo que aplacó el sofocante calor de julio.
Va leyendo uno a Melero hacia atrás, con la certeza de que el refranero esta vez acierta: "Más vale tarde que nunca".