11.9.13

La casa de Keilson

En "la paradoja de que uno podía vivir en tierra extraña y, al mismo tiempo, en casa" y, más tarde, a partir de la lectura del libro de Scholem sobre mística judía, que "todo ser es un ser en tierra extraña", justifica el escritor, médico y psicoterapeuta alemán (especializado en la ayuda psicológica a niños huérfanos judíos) Hans Keilson la elección del título de esta obra escrita en sus últimos años de vida, próximo a cumplir la centena (murió en 2011 a los 102). 
Como en el caso de Fermor, un contemporáneo, estamos ante un anciano vigoroso y lúcido que es capaz de recordar y analizar sucesos esenciales de su existencia; la de un judío alemán (natural de Freienwalde) que escapó del horror nazi y se instaló en Holanda; un hombre al que siempre persiguió la tristeza ("Lo primero es la tristeza", "la tristeza es el fundamento de todos mis sentimientos vitales"), pero no hasta el punto de que se le notara, como él decía, que haber vivido la Soah ("un "adentrarse en la incertidumbre") y no haber podido salvar a sus padres de la muerte en Birkenau-Auschwitz (a pesar de que llegaron a estar en Holanda), un hecho que no dejó de perseguirlo, como culpa, hasta el final, le imposibilitara para llevar a cabo su "razonable" proyecto de vida. 
Amante de la poesía, poeta ("lo que realmente me llega al alma es la poesía"), tomó de unos versos de Boutens la inspiración para abordar Ahí está mi casa: "Y la vida es sólo vida / si conmueve a la muerte". En otro lado escribe: "La muerte confiere dignidad al médico".
El libro se cierra con unas páginas muy especiales: una larga conversación de Keilson con su editor (que también lo es, en lo literario, de estas memorias), Heinrich  Detering, titulada "Cien años", que desvelan aún más de lo que podemos leer en el corpus de la obra. Una obra, por cierto, escrita con un deliberado tono fragmentario, por ser algo "inacabado" e "inacabable".
Keilson revela ahí que estuvo tentado de titularlas Memorias de un tímido. "Haber sobrevivido. Haber producido" es para él lo más importante. También "contarlo todo". Como psicoanalista creía que "uno enferma por culpa de lo que no cuenta". Y relatarlo en alemán, porque "la lengua ha sido mi patria". Los recuerdos de su infancia y ese idioma le impidieron odiar a Alemania. "Es mi naturaleza", afirmó.
Minúscula, que publica el libro con pleno acierto en la ejemplar colección Alexanderplatz (en traducción de Carles Andreu), ya había incluido en su catálogo La muerte del adversario y Una comedia en tono menor, dos novelas cortas sobre las que, visto lo visto, habrá que volver.