31.7.11

Una certidumbre

Aunque primero, confiado, di la bienvenida desde aquí a la antología Poesía ante la incertidumbre. Antología (Nuevos poetas en español) y luego, algo mosqueado, informé acerca del manifiesto publicado contra ella, tras lo visto y leído por aquí y por allá, me parece un hecho constatable que ese libro es un intento fallido. ¿De qué? Vete a saber. Entre los seleccionados, esos sí, hay poetas. Y en la antología, poemas. La reseña de Túa Blesa en El Cultural, muy sensata, lo explica bien. Menos mal que los lectores de poesía son todo menos tontos.

30.7.11

Volatilidad... cultural

Aquí pasó lo de siempre, que diría el poeta. Blanca Portillo deja el marchito Festival de Mérida. No se siente apoyada por el gobierno del nuevo Monago ni por el ayuntamiento emeritense del viejo Acedo. No se entiende con la Junta, según el Hoy. Más de lo mismo. Los responsables de la cosa cultural en Extremadura y en España -gestores culturales, titiriteros y "de la ceja" en general-, salvo excepciones, gracias a los raros códigos de buenas prácticas, son menos que nada. Lo que el capricho del político de turno. Duran lo que una instalación en un museo. Y sirven para lo mismo: para que la señora de la limpieza, confundida, los tiré a la basura mientras los enteraos aplauden. Lo suyo es, por usar un término económico de moda, la volatilidad. Si difícil es mantenerse con los unos, no digamos con los otros. Al fondo, cómo no, la habitual fotografía indecente (de "Asier Exteandía caracterizado como un Cristo que se tapa los geniales (sic) con una cruz", según El Mundo). Esta vez no es de Montoya. Una excusa que me suena. Demasiado manida, ¿no? Da igual. Da pena.

29.7.11

Caracteres (Retana-Hidalgo Bayal)

 Aunque nuestra amistad esté por encima de los encuentros, la otra mañana quedé con Salvador Retana en la cafetería del Alfonso, según costumbre. Allí estuvimos un largo rato conversando, él con su bitter y uno con su té. Venía con libros, como siempre. Me ha prestado Ávila, de Jiménez Lozano, una delicia castellana que no conocía, y dos de Alberto Manguel: El legado de Homero y Conversaciones con un amigo. Precisamente con Manguel publicó Retana un libro precioso: Bestiario. Lo mismo que ahora, bajo su sello, La Rosa Blanca, y en colaboración con Siete de un Golpe. Ediciones de Arte, ve la luz otro: Caracteres, con cincuenta dibujos realizados a partir de la obra de Canetti. Esta vez los textos, doce extensos fragmentos escritos y fechados en Plasencia entre julio y diciembre de 2010, son, ahí es nada, de Gonzalo Hidalgo Bayal, quien al final de su ensayo en torno al carácter escribe: "No debemos, sin embargo, caer en el error de entender que, puesto que los dibujos surgen a partir de la lectura de Canetti, sean meras ilustraciones de los textos de Der Oh‐renzeuge ni cómodos ejercicios de recreación. No sería un disparate, pero sería un error. Si el punto de partida de Canetti es la observación de los comportamientos, el de Retana es la lectura de Canetti y la propia observación de los comportamientos, la combinación de lectura y experiencia, la prudente y serena equidistancia geórgica de Horacio, a lo que se añade el lenguaje pictórico. Así las cosas, cabe decir que dibujos y textos se ajustan de tal modo unos a otros, o entre sí, que no es fácil distinguir cuál es en cada caso el rostro y cuál la máscara. Tal es su adecuación".
No hace falta que recalque el carácter, sí, excepcional del libro del que, por ahora, sólo existe un ejemplar. El que tuve la suerte de tener en las manos el otro día. Aunque para suerte, eso sí, contar con amigos como él, que en esta aventura, tan quijotesca y desinteresada como todas las suyas, ha contado con otro buen amigo de verdad. Vamos, un par de caracteres.

28.7.11

Conferencias March

La Fundación Juan March incorpora a su página web una nueva sección: la de vídeos. Entre otras, se pueden ver resúmenes de conferencias recientes de Emilio Lledó, Francisco Rico (sobre Petrarca), Antonio Pau (sobre Rilke), Almudena Grandes o Agustín García Calvo. También hay vídeos de conciertos.

27.7.11

Benjamin en Ibiza

Walter Benjamin en Ibiza (1932-1933) es el título de un precioso documental de TVE perteneciente a la serie  Baleares, viaje en el tiempo en el que participa el poeta Vicente Valero, quien ya publicara un excelente libro sobre las estancias del filósofo judío en la isla mediterránea: Experiencia y pobreza. Walter Benjamín en Ibiza (Península. Barcelona, 2001), así como la edición de Cartas de la época de Ibiza (Pre-Textos, Valencia, 2008).

26.7.11

La poesía de Rosario Castellanos

En una entrevista reciente publicada en Poesía Digital, Amalia Bautista hacía referencia a una antología de poemas de la mexicana Rosario Castellanos que iba a editar en Renacimiento. La he encontrado esta mañana en El Quijote. Y me ha faltado tiempo para comprarla. Y, ya en casa, para leerla. El prólogo, tan claro y preciso como todo lo que escribe A. B., nos informa de esta injusta desconocida... en España. De su vida de mujer (sobre todo) inteligente y atormentada que murió en Tel-Aviv, donde era embajadora, antes de cumplir los cincuenta por culpa de un accidente doméstico (mucho antes había escrito: "Es tan fácil morir, basta tan poco") y, lo que más nos importa, de su poesía, inseparable de aquélla, de un marcado carácter autobiográfico, más evidente en sus últimos libros, que son, por cierto, los mejores.
Su condición de mujer es determinante, ya digo, en su poesía. Se ve que el feminismo, y R. C. lo practicó a su modo, en legítima defensa, puede ser algo más que ideología, que para según quién y en qué particulares circunstancias es una manera inevitable y natural de ser. Basta leer sus versos (y sus prosas) para darse cuenta de ello. En poemas como "Kinsey report", por ejemplo, donde alude a distintos tipos de mujer: la casada, la soltera, la divorciada, la lesbiana..., o en el impresionante "Lecciones de cosas".
Pero hay más. La soledad ("El hombre es un animal de soledades"), los amigos, el hijo ("Se habla de Gabriel"), el pasado ("Yo soy un ancho patio, una gran casa abierta: / yo soy una memoria"), el suicidio ("Advertencia al que llega"), la muerte ("(No es de los que invocan a la muerte. / Es de los que la hospedan, silenciosos)").
Empecé a anotar los títulos de los poemas que más me gustaban y la lista acabó coincidiendo, prácticamente, con el índice. "Destino", "Monólogo de la extranjera", "Sobremesa", "Ajedrez", "Economía doméstica", "Autorretrato", "Entrevista de prensa"... Copio debajo "Meditación el umbral", un poema que ejemplifica a la perfección de qué estamos hablando:

MEDITACIÓN EN EL UMBRAL

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.


25.7.11

Europa

"Durante más de dos siglos, Europa ha sido, si se me permite el oxímoron, nuestra única utopía razonable; a mí me parece que sigue siéndolo". Javier Cercas, "5 artículos no escritos sobre el 15-M", El País Semanal.

Un poema de Pablo Anadón

EL RUIDO DE LA SEGADORA

De pronto el ruido de la segadora
Se ha acallado, y entonces percibimos
Que nos ensordecía. Y entreoímos
En la mente el latido de esta hora
Silenciosa del campo… Hay una hora
Así en la vida, cuando lo que fuimos
Por años, se detiene, y descubrimos
Que esa voz que se apaga y se demora
Es la nuestra. Sentado en el sillón
De mimbre viejo en el umbral de casa
He traído de nuevo al corazón
Tanta cosa querida, y en la escasa
Luz del día he rezado una oración
Por vos, por mí, por lo que fue y ya pasa.



(Publicado en Periódico de Poesía, nº 39, mayo de 2011)

24.7.11

Una interpretación

Se me ocurrió en la autovía, viniendo de Madrid, en medio del atasco. Miré el secarral circundante y me acordé de Trapiello, que tantas veces ha pasado y pasa por esos andurriales (bonitos no son, al menos hasta Navalmoral, que es donde uno se desvía). Camino de su casa extremeña, o de vuelta. Seguro que esto ya lo ha pensado alguien, me dije. Con todo, añadí, puede que lo escriba. Por si acaso. Lo formularía así: del mismo modo que la poesía es para Andrés Trapiello el núcleo germinal de toda su obra literaria, porque su visión de la realidad (y de lo que no lo parece) es la de un poeta, su casa de Las Viñas, ese “oscuro rincón que piensa”, sería el centro, la médula, el corazón en forma de lagar, de su mundo vital, que no deja de ser sino la otra cara de aquél, el literario. Dicho queda.

23.7.11

Zambra dixit

"La poesía yo la asocio al balbuceo, a lo ininteligible. Es, como se ha dicho tantas veces, el laboratorio de la lengua. Nunca he dejado de escribir poesía, de intentarlo". Alejandro Zambra, novelista chileno, autor de Formas de volver a casa (Anagrama), en un Encuentro Digital de El País.

22.7.11

Milosz en El País

Tommaso Koch firma el artículo "Poesías de un náufrago entre escorpiones", al tiempo que el periódico rescata una entrevista con el poeta polaco, la reseña de Antonio Ortega sobre Tierra inalcanzable y otros textos publicados con anterioridad.

Aramburu y otros

Nostromo cierra el curso con un programa excelente en el que Ignacio Vidal Folch entrevista a los novelistas Fernando Aramburu, Ricardo Piglia y Ernesto Pérez Zúñiga, así como al poeta Edgardo Dobry.

21.7.11

El discreto GHB

Uno llegó a imaginarse a Gonzalo Hidalgo Bayal celebrando su jubilación como su personaje don Gumersindo, narrada en unas páginas memorables al principio de su novela El espíritu áspero. Pero no. Tan sólo, rendido a la educación y a la costumbre, consintió en cenar junto a sus compañeros de instituto -los que se van, como él, y los que se quedan-. Eso fue todo. No se le espera en la fiesta de la Consejería -si es que sigue- ni en la del ayuntamiento -que a buen seguro se mantendrá-. Tampoco le veo escribiendo algo entrañable para el libro de batallitas que, al parecer, editan en Mérida con esa fausto motivo. Ni recogiendo el tradicional reloj. Muchos ni siquiera sabrán que don Gonzalo pasa, en sentido literal, a mucha mejor vida.
De suyo discreto, aún no ha comentado a su librero placentino que en septiembre publicará un nuevo libro, noticia que éste recibía el otro día entre alborozado y sorprendido.
Si será reservado que a pesar de que el sábado estuvimos de ruta y nos recogimos a eso de las cuatro de la tarde, lo que dio para hablar, tampoco a mí me comentó nada acerca del Colloque Internacional Le monde romanesque de Gonzalo Hidalgo Bayal, organizado por la Université de Haute-Alsace (Mulhouse, Francia), hecho del que me entero gracias a Lama, que lo cuenta en su blog. Al menos ahora no tendrá que remover Roma con Santiago para poder ausentarse un par de días del trabajo.
Lo dicho, genio y figura. Jubilado o no.

Poesía rusa

Preguntale al señor de la noche qué noche es esta es el nombre de un blog de Natalia Litvinova dedicado a  traducciones de poetas rusos al castellano. Nacida en 1986, en Gómel, Bielorrusia, y residente en Argentina desde los 10 años, N. L. ha publicado un libro de poemas, Esteparia (Ediciones del Dock, Buenos Aires). Gracias, Carlos, la poesía rusa es grande. 

20.7.11

Cartel

Me refiero al que está aquí debajo. Lo diseñaron entre Alfonso Meléndez y Andrés Trapiello y le fue encargado al segundo, en su condición de tipógrafo, por la Junta para festejar el Día de Extremadura de 1994. Hay una bonita anécdota detrás. Quien era entonces responsable de la Consejería de Cultura, que no era otro que el bueno de Antonio Ventura, se dio cuenta al verlo, según T., de que el cuerpo de letra utilizado para su pueblo, Campanario, era menor que el usado para otra localidad vecina "más insignificante y ruin". Por eso  lo echó para atrás y M. y T. tuvieron que volver a componerlo, algo no poco costoso si se tiene en cuenta que allí había, hay, trescientos nombres taraceados. Fue entonces cuando el de Las Viñas aprovechó para incluir Pago de San Clemente, que ha quedado perpetuado junto al resto. Nada mejor para matar el rato que buscar ese lugar como si de localizar a Wally se tratase. Ése o cualquiera. El de cada cual, pongo por caso. Yo ya he encontrado Plasencia y, como ha de ser, no es más chico que Cáceres.

19.7.11

El capricho extremeño de Trapiello

Nostálgico de parra, garganta y molino, he vuelto sobre las páginas extremeñas de Andrés Trapiello en estos primeros días de vacaciones que tan incómodos, por cierto, se me hacen y en los que tan culpable me siento debido a una vaga sensación de pérdida de tiempo que lo impregna todo y que no puedo evitar. Días poco calurosos, para lo que se acostumbra por estas fechas, soportables en la tibia penumbra de las habitaciones.
Lo primero fue quitar la contracubierta, como hago siempre que un libro la tiene. Lo segundo, habituarme a la edición: demasiado lujosa acaso, rígida por lo de la tapa dura, con un papel de excesivo gramaje. Lo he dicho muchas veces: prefiere uno lo rústico, que no quiere decir lo publicado de cualquier manera. Lo sobrio, mejor. O lo juanramoniano, que es lo que ha defendido siempre nuestro amigo. Si no, me cuesta subrayar, por ejemplo. Puede que echara de menos la edición anterior, en La Gaveta, lo que al llegar a las fotografías de Rafael Trapiello se comprende imposible: por exigencias de la edición. Para entonces, tras la complacencia en las imágenes, uno ya se ha olvidado de otra cosa que no sea lo que allí se cuenta y, por añadidura, lo que ilustra, siquiera en parte, esa apasionante narración. Sí, detrás de esa apariencia serena que transmite lo que T. escribe en (o desde) su casa de campo, uno siempre encuentra esa pasión soterrada, sujeta con dificultad, imposible de disimular. Una pasión de la tierra, robando el título (y sólo eso) a Aleixandre, que tiene lo justo de romántica, pero que lo tiene.
Prólogos y epílogos aparte, me ha sorprendido la novedad de estas páginas que uno lleva transitando tantos años. Es la misma sensación que el autor describe al volver a un lugar mil veces visto y otras tantas hollado y que, sin embargo, le parece nuevo e insólito. Por eso, o para eso, releemos. La poesía, sobre todo, y esto lo es.
Me confirmo en lo que unos pocos pensamos: que nadie se ha acercado a Extremadura como él, con esa mezcla de respeto y admiración que revelan los millares de páginas que le ha dedicado, imprescindibles para saber quiénes somos y dónde vivimos. Nadie capaz de sacarle a esta angosta esquina (que, por extensión y por intensidad, es un mundo) ese jugo secreto que, como si se tratara de una fruta desconocida y maravillosa, T. ha sabido destilar.
En la poética de la humildad, del pequeño y cotidiano milagro, de la observación minuciosa de la naturaleza, del paisaje y, a veces, del paisanaje (hay páginas duras al respecto), es donde hay que buscar la clave de este libro que, a mi modo de entender, no es sino el núcleo de ese proyecto mayúsculo denominado Salón de pasos perdidos. Tal vez porque Las Viñas, el Lagar del Corazón, son el centro y la medida de lo que de verdad le importa a A. T. Una metáfota perfecta. Una especie de aleph, a la manera borgeana: “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos".
"No aspira uno a mucho en este rincón: cuidar unos pocos olivos, podar a su tiempo la parra, regar en el suyo unas tomateras, estercolar los rosales, recoger las zamboas, sembrar nardos, desbravar las zarzas, quitar las malas hierbas, ver amanecer con ilusión y ver atardecer en paz, escribir nuestros papeles y tener escogido y amistoso trato con algunos vecinos que hayan venido aquí, como a ermita del mismo cenobio, a cuidar también sus pocos olivos, a podar a su tiempo la parra, a cavar y regar su huerto, a cultivar sus rosales y hacer su trabajo, el que sea, con el impulso de quien ve salir el sol con ilusión y en paz lo ve acostarse.
Todo ello lo hemos encontrado en un rincón de la provincia de Cáceres. Me gusta pensar que se parece un poco a aquel “oscuro rincón que piensa” del que nos habló Machado. El rincón de los solitarios, de los poetas", ha dejado escrito T. en "Sigue tu camino", el texto que publicamos en Miradas sobre Extremadura (Editora Regional, 2008) y donde acaso mejor haya cifrado el sentido último (o primero) de su aventura extremeña.

Vivos... y muertos

"Quienes también saben de estas cosas son los críticos literarios. Los que abundan por nuestro país, quiero decir. Ellos descubren genios después de muertos y esa es su herencia. Ha ocurrido siempre y seguirá ocurriendo: recientemente ha habido un par de casos maravillosos. El de un joven escritor canario de mi generación, que siempre será joven porque no alcanzó los treinta años y el de un poeta ya no recuerdo si salmantino o zamorano, pero de por ahí. Dos malditos. Nadie los conocía y menos los habían leído y ahora aparecen un día sí y otro también en los suplementos literarios. ¿Qué ha ocurrido? Pues que se han reeditado sus escasos libros y los mismos críticos –los mismos eh, no otros– que los habían despreciado desde el más absoluto silencio y desinterés (por no hablar de ignorancia), se desgarran ahora las vestiduras como vestales enloquecidas ante la calidad del descubrimiento post-mortem. Muy post-mortem porque se han pasado calladitos durante veinte años. Las alegrías, en vida, me decía un amigo, que muertos no vamos a enterarnos". José Carlos Llop, "La compensación de los vivos". Diario de Mallorca.

18.7.11

Todo el mundo

«Una vez, Milosz fue a una cena en honor de Jerzy Kosinski, un escritor de origen polaco que se había hecho muy famoso en América en los años 70. La vecina de mesa de Milosz era una fan de Kosinski y le preguntó a Milosz a qué se dedicaba. "Escribo poesía", contestó Milosz. La mujer le replicó con desdén: "Todo el mundo escribe poesía"». Eduardo Jordá, "Milosz", Diario de Mallorca.

17.7.11

Noción de lugar

"No me gusta la palabra patria (homeland). Prefiero hometown, ciudad natal: yo siento que pertenezco a un lugar mediante experiencias concretas. Evito los grandes ideales abstractos". 
Aleksandar Hemon, novelista bosnio residente en Chicago. Babelia El País.

16.7.11

La poesía como tal

"La única razón por la que importa la poesía es porque tiene algo diferente que ofrecer, algo más lento de asimilar, tal vez, pero más intenso; y además, algo necesariamente en menor escala, en términos de audiencia. No es mejor que la cultura de masas, pero sí una alternativa crucial frente a ésta. (...)
La poesía realmente vive cuando encuentra formas de hacer cosas que sólo ella puede hacer, en un ambiente saturado por los medios; la poesía realmente muere cuando se le trata y recubre como a todo, y a lo mismo de siempre".
En Contra el Mes Nacional de la poesía como tal, por Charles Bernstein. Periódico de Poesía.

15.7.11

La hermana muerte

Por fin llegó el envío. Y digo por fin ya que el amable servicio público de Correos tuvo a bien devolver a su remitente, en primera instancia, el citado paquete por la sencilla razón de que constaba en él la dirección de un apartado que ya no me pertenece, y en Plasencia, esta gran ciudad, tras años y años de haberlo tenido a mi nombre, nadie me conoce ni sabe la calle donde vivo. Normal.
Sí, por fin llegó La hermana muerta, el último libro de Santiago Castelo que ha publicado Vitrubio y del que ya pudimos leer una amplia reseña de Luis García Jambrina en ABC Cultural y otra de Simón Viola en Trazos, así como un entusiasta artículo de Juan Manuel de Prada, también en el citado diario madrileño.
A uno se le antoja que, por extensión, al franciscano modo, Castelo podría haber titulado su libro La hermana muerte, pues aunque dedicado a una muerte desoladora y concreta, de pronto, la de su querida hermana Lola, en él alude a la muerte de otros seres queridos -su padre, por ejemplo- y, en fin, a la muerte en abstracto, como presencia y como ausencia, como certeza y como destino.
De una elegía, pues, se trata. Escrita, eso sí, a tumba abierta. Sin las consabidas retóricas (tan encantadoras a veces), sin atisbos de pose (eso es literatura), sin otra pretensión que la de dar cauce, a través de las palabras, a un inmenso y devastador sufrimiento. Para eso, ya digo, Castelo se ha ceñido más que nunca a la verdad y, por tanteo, entre dudas, a la espera de esos versos capaces de dar alguna explicación, pero también algún consuelo, ha escrito uno de sus libros más intensos, más allá incluso de lo comprensible en un asunto de tal naturaleza.
Escrito sin aspavientos, con naturalidad, Castelo, dueño de esa precisión inherente a la mejor poesía, señor de una manera de decir que sostiene en la experiencia la clave de su eficacia, consigue que el lector, con independencia de que conozca o no a los protagonistas de esas muertes, sufra con él y se una a su duelo como lo haría, sin hojas y sin versos de por medio, con el de cualquiera.
Leí ayer La hermana muerta, del tirón, sentado en la penumbra, al atardecer (la hora de este libro orientado a poniente), al final de una tarde extremeña de julio, calurosa, de ésas que tan bien nos recuerdan las casi interminables de los felices veranos de la infancia y, a los que tenemos o tuvimos la suerte de tenerlos, los juegos y las risas con la hermana, el hermano...
Cerré el libro y quedaron flotando en el aire dos versos: "Hasta ahora contábamos los muertos a lo lejos / y de pronto es la muerte la que está entre nosotros".

14.7.11

Leyendo a Margarit

Dos amigos catalanes, de Reus, Carme Pujol y Rafael Arasa, me hacen llegar el último libro de poesía de Joan Margarit, No estaba lejos, no era difícil, publicado por Visor en su colección Palabra de Honor, que dirige Luis García Montero. Desde aquí les agradezco un detalle que viene a celebrar un breve encuentro, una amena conversación, en la plaza mayor de Plasencia, la primavera pasada. Han elegido bien. Leo a Margarit desde hace mucho, desde que descubriera sus poemas en la antología Nueva Poesía Catalana, de Joaquín Marco y Jaume Pont (Plaza & Janés), que tantas veces he elogiado y que tanto bien me hizo. Es verdad, también lo ha dicho uno, que su poesía no siempre me entusiasma. Lo achaco a que me resulta bastante reiterativa y él acaso demasiado grafómano. A veces, también, un poco plana, narrativa en exceso. Puede que la traducción (que hace él mismo) tenga, en parte, la culpa. Los poemas originales suelen tener una viveza que no siempre logran mantener los traducidos. Siempre hay, eso sí, en cada uno de sus libros un puñado de poemas memorables, lo que basta y sobra para reconocer al autor de fuste que Margarit es (acaba de recoger el Premio Nacional de Poesía en su tierra). De No estaba lejos, no era difícil se puede decir casi lo mismo que de sus libros anteriores. La guerra y la infancia, su hija Joana, la arquitectura, el mar y el amor, los lugares donde ha vivido, la vejez (ahora) son algunos de esos temas recurrentes a que hacía mención. También de él se pueden entresacar algunos poemas excelentes, llenos de emoción, sí, pero asimismo del ese pensamiento sensato y común, tan apegado a la vida, que le caracteriza. Con todo, la sorpresa del libro me esperaba al final, en el hermoso texto que lo cierra y que titula, sencillamente, Epílogo. De allí entresaco estas líneas:
"No, este tiempo no es el mío, pero es ahora cuando, en gran parte gracias a la poesía, siento una alegría tranquila que años atrás desconocía". 
"A la sustitución del miedo por la lucidez, lo llamo dignidad".
"No he encontrado mejor manera de amar a los demás que el ejercicio de la poesía, unas veces como lector y otras como poeta".
"... la poesía tiene la intensidad de la verdad. Lo que un poeta es, eso serán sus poemas: y no hay nadie más difícil de engañar que los buenos lectores de poesía".
"La poesía, a pesar de su exactitud y concisión, no puede ser nunca un atajo".

13.7.11

Turia, 99

Un número más y la revista cultural Turia, fundada y dirigida en Teruel por Raúl Carlos Maícas, llegará a centenaria. Y más joven y lozana que nunca, a pesar de los nubarrones que siguen cerniéndose sobre ella por culpa de la maldita crisis. Para demostrar que vida le sobra (como deberían sobrarle los suscriptores), está el 99, que anuncia en su faja roja (un color poco de moda en estos tiempos) a Czeslaw Milosz, Gervasio Sánchez (de él son las fotografías que lo ilustran) y Juan Eduardo Zúñiga (tan eterno como el espíritu de su querida Rusia). Con los dos últimos conversan y al poeta polaco le dedican el extraordinario Cartapacio, que encabeza otro Nobel, Vargas Llosa, y al que siguen: Zaleski, Zagajewski, Michnick, C. A. Molina, Güelbenzu, Monmany, Siles, Saladrigas, L. A. de Cuenca, Álvaro de la Rica, Á. Rodríguez Abad, Kosinska y él mismo, con un capítulo de El pensamiento cautivo que, en edición de Xavier Farré (traductor de los poemas del dossier), publicará Galaxia Gutenberg próximamente.
Ya dije que echaba de menos una reseña de Jaime Siles en ABC Cultural sobre la poesía completa de Milosz y aquí, sin embargo, borda un ensayo sobre la lírica del autor de Vilna, por más que, como aclara, no sea santo de su devoción.
Habrá que leer despacio tantas páginas interesantes dedicadas a Milosz.
Pero Turia es más. Más poesía, por ejemplo. En esta entrega hay poemas de Boris Vian, Clara Janés, Pureza Canelo, Amalia Bautista, Ferrer Lerín, Martín López-Vega, Rafael-José Díaz, Juan Marqués, Pérez Azaústre, Mercedes Cebrián, Julieta Valero, Sergio Gaspar, José Teruel, Montobbio, etc. Dejo para el final una agradable sorpresa: dos poemas inéditos de mi exigente paisano Manuel Neila.
A pesar de haber leído la parte lírica, el resto del número está (casi) sin explorar. Uno, que se conforma con placeres sencillos, pretende que dure. No dejaré para muy tarde los diarios de Maícas, ni algunas reseñas de las muchas que aparecen agrupadas en La Torre de Babel. Ya he dado buena cuenta de una: la que dedica Javier Lostalé, "La experiencia de lo íntimo", a la poesía reunida de Basilio Sánchez. ¿Cómo es posible que ningún suplemento literario le haya dedicado a ese libro el espacio que merece?
A falta, ya digo, de ir degustando cuanto atesora Turia, ya he tenido ocasión de sorprenderme con una de las entregas de la primera sección, Letras, firmada por Rafael Morales Barba: "La poesía social de Manuel Vilas o el nuevo realismo desorbitado". En efecto, este último adjetivo califica muy bien el estado en que quedé tras leer su original análisis crítico, que habrá hecho feliz, no me cabe la menor duda, al provocador poeta de Zaragoza. ¡Flipante!

12.7.11

¡Por fin!

En "Adiós a los anónimos" , el diario Hoy explica cómo va a terminar con los comentarios insidiosos, ofensivos, etc. ¡Ya era hora! Que les siga el resto.

Más de Morábito

Después de escribir sobre su último libro, puedo añadir y añado que Delante de un prado una vaca será publicado en España por Visor este mismo año. Además, para que la entrada sea del todo triunfal, Juan Carlos Abril ha preparado para la misma editorial madrileña una antología de su obra. Me alegro.

11.7.11

Primeras impresiones

1. Monago es ya flamante presidente de la Junta de Extremadura. Como a casi todos los cargos, se le conceden 100 días de rodaje antes de empezar a criticar su gestión. No va a romper uno esa tácita ley. Recuerdo perfectamente, eso sí, la primera vez que le menté en público. Por unas desinformadas declaraciones suyas donde venía a decir que ningún escritor extremeño era (re)conocido fuera de la región. Poco después, por otra metedura de pata del buen hombre (a vueltas con la libertad de expresión) y a costa del caso Tey, escribí en El Periódico Extremadura: "Que luego, a rebufo, Monago pida la dimisión de Ibarra porque la Editora Regional ha publicado Fuegos de Liborio Barrera, es parte del sainete a que este señor nos tiene acostumbrado cada vez que habla de cultura. Como cuando dijo que los escritores extremeños no eran conocidos fuera de Extremadura. Los que él frecuenta, sin duda".
2. Mi abuela Feliciana reñía a mi padre porque iba con un polo de Lacoste a la solemne fiesta de fin de curso que el colegio celebraba en el Teatro Alkázar. Era de la asociación de padres (todavía no "y de madres") y pensaba ella que la corbata y el traje eran lo adecuado para subirse a un escenario a entregar premios. He recordado la anécdota al ver que Monago aparece hoy en todas las fotos con patalón vaquero y polo, algo normal si no fuera porque presidía por primera vez una reunión de su nuevo gobierno, por muy "informal" que fuera. Y de esa guisa ha salido, ya digo, en la foto oficial, rodeado por primera vez de todos sus consejeros, que iban o elegantemente vestidas o con americana y corbata. Sí, puede que sólo sea una anécdota. Con todo, a ver si el protocolario Castaño le informa de sus obligaciones representativas. ¿O es que va a vestir durante toda la legislatura, por aquello de la sintonía, el look casual de Perico Escobar?
3. Mis amigas emeritenses ya me habían anticipado que la consejera de Cultura (y de Educación) iba a ser Trinidad Nogales. Se confirmó su sospecha. No la conozco. Sí a su marido, director del citado Museo, pero no voy a caer en el error que con tanto ahínco criticaba aquí atrás Blanca Álvarez cuando defendía a Elena Garro por su obra y no por haber sido la mujer de Octavio Paz.
El currículo de esta profesora de la UNED y conservadora del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida es contundente, lo que, claro está, no garantiza nada, pues una cosa es la preparación académica e intelectual y muy otra la gestión educativa y artística. No seré yo, por cierto, quien critique que se nombre para un cargo a alguien que, al menos a priori, tiene todas las capacidades para desempeñarlo y la preparación debida. En esto Monago supera con creces a Vara, que atendió a otras razones para poner al frente del área cultural a personas obstinadamente incapaces. Como por profesión y por afición dependo de ella, espero y deseo que lo haga bien.

4. Volviendo (un poco) a lo mismo, me avergüenzo, como veterano lector de El País, de que este diario afirmara en su crónica sobre la toma de posesión de Monago que el citado Museo de Mérida fue "rehabilitado por Moneo", cuando lo que hizo el afamado arquitecto fue proyectarlo.

5. Escuché íntegro el discurso de Rubalcaba, otro que empieza. Pero, ¿estuvo Vara allí? Si fue así, ha conseguido convertirse en invisible. Toma nota, Cumbreño.

10.7.11

Mi Facebook

Tuve una vez perfil en Facebook y me deshice de él. Ni lo usaba ni era algo que me interesara especialmente; como filosofía, digo. Soy un tipo solitario. He vuelto a caer y ahora, no sé por cuánto tiempo, vuelvo a tenerlo. ¿La razón? Me escribieron los amigos de Pre-Textos anunciándome la existencia de Estoy leyendo, invitándome a colaborar con algunas reseñas de sus libros, y me registré para poder entrar. Eso es todo. Descubro, eso sí, que mis hijos, algunos amigos y muchos conocidos andan por ahí. Y editoriales que aprecio. Y... Con todo, me niego a hacerme socio activo del club. No tengo tiempo de hacer vida social. Ni afición. Si alguien no recibe mi aceptación, o como se llame, que me perdone. Sería peor decir que sí para luego callar por sistema. Con este blog me basta. Y hasta me sobra.

9.7.11

Cuentos abisales

Criaturas abisales es el primer libro de Marina Perezagua (1978). Lo ha publicado Enrique Murillo en Los Libros del Lince y su justificación no deja lugar a dudas.
Perezagua es licenciada en historia del arte por la Universidad de Sevilla. Se nos informa, además, de que tras su licenciatura marchó a Estados Unidos con una beca de doctorado en filología hispánica, y durante cinco años impartió clases de lengua, literatura, historia y cine hispanoamericanos en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook. Actualmente vive en Francia y trabaja en el Instituto Cervantes de Lyon. Según tengo entendido, en septiembre se  irá a Nueva York, con una beca para el Master de Escritura Creativa en Español de NYU (en el que da clases de narrativa Antonio Muñoz Molina).
Todo esto no deja de ser el currículo más o menos llamativo o brillante de una joven que, como tantos, no dejan de sorprendernos con sus datos biográficos desde las solapas de sus primeras obras. Lo que importa es, sin embargo, los cuentos que ha escrito y estos sí que sorprenden, y no poco. Por una obviedad, lo bien escritos que están (algo más que un juego de palabras, que el fruto de las enseñanzas de un taller de escritura, que una habilidad técnica) y por las historias que encierran, capaces de inquietar al lector más avisado, pero también al más incauto. A uno, por ejemplo. Y eso que fui advertido por Juan Carlos Marset, exprofesor suyo, responsable de que los haya leído y, ahora lo entiendo, defensor a ultranza de Criaturas abisales. No, no es frecuente que un primer libro salga así: tan rotundo, tan redondo, tal solvente, tan propio. Ni tan angustioso, pervertido o cruel, si lo miramos desde el otro lado.
Poco amigo de la imaginación y de la fantasía, me he tenido que rendir a la evidencia y, cuando ya lo tenía asumido, desdecirme del verso del chileno Cristian Gómez Olivares (La casa de Trotsky, La Isla de Siltolá): "Lo que no es autobiografía es plagio". Si lo que cuenta Perezagua lo es...
No voy a destripar la materia de estos relatos insondables por donde viajan Olga y la lengua, Inés y su coma, Bernhard el rendido, la pobre familia Jacobs, Julieta la inventora (lo de "energía copulativa" me sonó a GHB), Gilda la nadadora, Dolores la infiel, la mujer carnívora, la hija de su padre y los hermanos Jana y Jano, protagonistas del cuento (dedicado a Patricia y Marset) que cierra este hondo y profundo círculo narrativo. Eso sí, si alguien quiere ir abriendo boca, o lo que sea, aquí pueden leer los tres primeros. Hablan (o gritan) por sí solos.

8.7.11

Historia de una lectura: "Lauda"

Las cosas fueron aproximadamente así. Al llegar a casa, recogí del buzón el último número de Clarín y, después de ver la película de cada sobremesa (en la Sexta3 casi siempre), me dispuse a hojearlo. Algo sobre  mi paisano, el teósofo Roso de Luna, que por una vez no firmaba Esteban Cortijo; una entrevista muy interesante con Sylvie Weil, a propósito de su libro En casa de los Weil. André y Simone (Trotta); poemas de Cecília Meireles y Shakespeare, traducidos respectivamente por E. García-Máiquez y C. Law; una cerrada defensa de la mujer, con Elena Garro al fondo, firmada por Blanca Álvarez; unas notas sobre Roma del poeta Bruno Mesa, que ha estado pensionado en la Academia de España... En Paliques, la sección de crítica, leí con detenimiento la reseña de Martín López-Vega sobre Perros en la playa, de Jordi Doce, y picoteé por el resto de comentarios; por ejemplo, el de Catarina Valdés sobre Francis Jammes (La Veleta publica El luto de las prímulas y a uno le encantó, también en esa colección, Del ángelus de la mañana al ángelus de la tarde, en versión de Díez-Canedo). También reparé en una de las reconocibles cubiertas de los libros de La Isla de Siltolá, ésas que homenajean la primera edición de las Greguerías de Ramón y que a uno tan bonitas y andaluzas le parecen. Caí en la cuenta de que podía tener ese libro en casa. Su editor ha tenido más de una vez la deferencia de enviarme ejemplares de sus distintas colecciones que voy leyendo poco a poco. Fui al estante y, en efecto, allí estaba. Ni lo abrí siquiera. Tampoco leí la reseña firmada por Juan Peña (que he acabado leyendo y que le hace justicia). Eso sí, a sabiendas de que a la mañana siguiente iría al molino, metí el ejemplar en la mochila. Por si acaso.
Tras meses sin pisar el campo, el lugar me pareció más precioso que nunca. Pusimos el motor, regamos el pequeño huerto, Alberto -que se cayó a la garganta, como en los mejores tiempos- recolectó algunos calabacines, podamos el rosal del arco, recogimos los huevos del gallinero, rompí una lámpara con la torpeza que me caracteriza y, por fin, tuve tiempo de sentarme un rato. Había renunciado a dar el paseo.
De la mochilina salió Lauda, que abrí con gusto: el olor del papel, su textura, la tipografía de Ibarra... La cita de Jiménez Lozano que se adelanta a los poemas me predispuso favorablemente. Lo que vino después pertenece a la fiesta que supone toda lectura digna de tal nombre. Más cuando lo es a ciegas. Quiero decir, cuando nada hace presagiar que uno va a leer un libro que puede merecer el calificativo de memorable, el que mejor se ajusta a la buena poesía, según Auden. ¿Quién era Pablo Moreno Prieto?  Para mí, un perfecto desconocido. No ahora, que ya he leído su libro. Para empezar, no me cabe duda de que PMP es un poeta. Digno de ese nombre y, más allá, de la tradición que tiene detrás en su condición de andaluz y sevillano. No me extraña que un jurado de poetas le concediera a su libro el premio Fundación Ecoem, que tampoco sé lo que es. Sí sé que, a medida que iba avanzando, el entusiasmo se abría paso en la quietud y, poema a poema, verso a verso, me iba ganando la palabra limpia, la dicción perfecta y el tono serenísimo de Lauda. Puede que el momento álgido, cuando caí en la cuenta de que ya no había marcha atrás, que esa poesía me vencía (o me salvaba) definitivamente, fue al leer "Peña de Arias Montano" y eso que no era consciente de que en la página de al lado me esperaba "Valle de la Vera", que es donde uno estaba, entre el Valle del Jerte y La Vera, que a decir verdad no es un valle. Lo que vino después no fue a menos.
Porque estaba en el campo, ya se dijo, me sorprendieron todavía más sus poemas de la naturaleza, una naturaleza no deshumanizada o salvaje sino doméstica y rural. El campo de los abuelos, el de su infancia. Y en esa naturalidad, del paisaje y de la forma de decir, Nueva York, Lisboa o Tubinga caben sin estridencias, que es lo único que brilla, por su ausencia, en este libro. Su música es callada.
Moreno Prieto escribe Sur con mayúscula. Tampoco me extraña. Su luz ilumina una poesía que tanto tiene que ver, nunca mejor dicho, con la de otro poeta citado en las páginas de Lauda, Eugénio de Andrade.
Gracias a estas sorpresas, a estos descubrimientos, mi fe en la poesía no decrece. Qué alegría más íntima, imposible de trasladar a esta escueta nota, he sentido al leer este libro que me estaba esperando sin saberlo, como cualquier milagro cotidiano, de los de andar por casa. ¡Loado sea!

6.7.11

El almanaque de Pavón

El cacereño de Cañaveral Tomás Pavón es del 59, como uno. Por eso y porque llevo años leyendo lo que escribe, me ha resultado muy sencillo dar buena cuenta de su último libro, Almanaque (Editora Regional de Extremadura. Colección Vincapervinca), que reúne un puñado de artículos que fueron publicados en su día por el diario Hoy, donde se le echa en falta. Pavón lleva tiempo alejado, no sé bien la causa, del periodismo literario. Sí, porque lo suyo es la columna con voluntad de estilo, que es la única que permanece y dura.
En la prensa regional, esa tradición ha sido fuerte. No hace falta recordar eso de que la literatura se escribe en los periódicos. Da igual dónde se impriman, Zaragoza o Vigo. En lo nacional, donde se sigue dando a duras penas (en El País, sobre todo), se echa en falta en una de sus mejores tribunas:  la de ABC. Ojalá esos cambios que se anuncian en la vieja casa de los Luca de Tena devuelvan a ese periódico centenario su genuina condición de "literario".
El título de Pavón, volvamos al principio, lo dice todo. Se suceden los textos a lo largo del año, lo que da una deliberada impronta de diario al recorrido.
Desde el primer momento, ya se dijo, se ve a las claras que a Pavón le importa más el cómo que el qué, sin que eso signifique, como en la falacia didáctica de la forma y el fondo, que las dos cosas no cuenten.
Sus lectores habituales, quienes hayan leído su obra más reciente, El desván de la memoria, encontarán aquí ese aire familiar que se respira dentro de su reconocible mundo literario y vital. De ahí que mencionara nada más empezar lo del 59. En los setenta, en su infancia, en los recuerdos de entonces -veranos, siestas, juguetes, atlas, piratas, cómics, etc.-, en ese viaje circular al pasado que no es sino un rodeo por el presente, se asienta no poco de lo escrito. Luego están las lecturas y los libros, cómplices necesarios de su aventura alrededor de la vida. Todo con elevadas dosis de "pura subjetividad", como cabe al caso.
Cita Pavón los paraísos: los artificiales de Baudelaire, los perdidos de Proust y "los fiscales, mucho más prosaicos". Nos lleva a una estática oficina en agosto. Nos cuenta cómo inventaba sus viajes en las interminables siestas de la infancia. Y nos habla de la alegría y de la depresión, de la felicidad y del aburrimiento, del pesimismo y la suerte. Al modo borgeano, en un año cabe una vida. De él y de los otros, condensada en poco más de 100 páginas que gracias al libro ya no perecerán por culpa de la fugacidad de los queridos periódicos.

El cuaderno de Isidro Hernández

Con el mismo título que ahora tiene su blog, El aprendiz, Isidro Hernández Gutiérrez, poeta y crítico de arte, publicó en 2008 (La Caja Literaria) un libro donde, como él mismo aclara al final, "se entremezclan notas, pensamientos, sobresaltos de la mirada, citas y evocaciones de experiencias personales"; "fragmentos", en suma, de lo que sucede y pasa.
Lo primero que el lector comprueba es que la novedad, tratándose de libros, es algo sin mucho sentido. Que poco importa, quiero decir, que lleve publicado años, siglos o apenas unos días, por más que algunos escriban al dictado de la moda y, en consecuencia, a favor de lo efímero.
Lo segundo, que no estamos ante un diario al uso, que es algo que, por suerte, puede afirmarse de la inmensa mayoría de los diarios que se publican de un tiempo a esta parte en España.   
Cuaderno de viaje, entre paréntesis, añadió IH al título. Hizo bien: de eso se trata. Toda vida, según la gastada metáfora, lo es. Y ya que menciono la palabra "vida", bueno será destacar que, según confiesa IH, "mi escritura siempre ha pretendido tender un puente necesario entre el arte y la vida". Si ambas cosas se pueden separar en la existencia de cualquiera, se podría añadir.
Viajes por Bretaña, ante todo (donde el autor estuvo trabajando), pero también por Canarias, su tierra (que, por cierto, tantos escritores y artistas ha dado y da), París, Barcelona, Galicia, Provenza, Suiza...
Por el perfil personal y profesional de IH, abundan las referencias a tres disciplinas que conoce bien: la poesía, el teatro y la pintura. Referencias en forma de aforismos, citas (muy bien traídas), anotaciones, lecturas (de textos, de paisajes), etc.
El personaje que pulula por las páginas de El aprendiz es un ser solitario y un punto melancólico, como suelen serlo los diaristas (al uso o no), reflexivo, culto y sereno (salvo en una ocasión: para despotricar de las antologías poéticas). Y ya que hablo de poesía, asunto central del libro, coincido con él en dos afirmaciones básicas: "entiendo la poesía como palabra dicha en voz alta" y "en poesía, la oralidad -la voz- es la madre del cordero". Por eso tengo tanto interés en conocer la suya: para oír esa voz.
En las últimas páginas, IH comenta que le dan ganas de "arrojar por la borda este cuaderno de anotaciones, divagaciones y sandeces varias". Porque de lo tercero no hay nada, hubiera sido un lamentable error. O eso cree, después de leerlo con el debido aprovechamiento, este afortunado lector.

5.7.11

Pobre cultura

Se extraña en ateneísta cacereño y diputado por IU Víctor Casco, uno de los tres de la fama, de que Monago "no abordara cuestiones relacionadas con la cultura o el medio ambiente", según cuenta Hoy. ¿Este hombre vive aquí? ¿Qué esperaba? Bueno está lo bueno. Concesiones hubo muchas, casi todas increíbles, pero de ahí a que Monago  y su equipo se preocupen por la cultura media algo más que una sarta de promesas infundadas.

4.7.11

Morábito

Ya ha pasado otras veces por aquí Fabio Morábito, el poeta mexicano nacido en Alejandría. Sí, como dejé escrito en un artículo sobre uno de sus libros, Alguien de lava, publicado hace unos años en Letras Libres, "lo primero que llama la atención de Fabio Morábito es, sin duda, su aparatosa biografía: nació, ya se dijo, en Alejandría, Egipto, en 1955, hijo de padres italianos, residió en Milán hasta los catorce años y en Ciudad de México desde entonces". En el D.F., es verdad, pero también en otras partes del mundo porque esa impronta viajera no ha dejado nunca de seguirle. No es ajena a esa vida movida la obra de Morábito. Lo volvemos a comprobar ahora, cuando publica Delante de un prado una vaca (ERA), setenta nuevos poemas que añadir a su escueta pero exigente bibliografía.
Recordaba en Babelia Benjamín Prado que para Auden todo poema moderno ha de ser narrativo. Es el caso. También el sábado hacía alusión  Raúl Rivero, en su colaboración semanal de El Mundo, a la narratividad poética de FM, en un texto donde, entre otras cosas, confesaba: "Creo en la poesía de Morábito".
Lo cotidiano elevado a categoría está en la base de sus versos. Alguien mira lo que pasa delante de sus ojos con la perplejidad y el asombro del que parece verlo todo por primera vez. O como si lo que ve fuera, en lugar de normal, extraordinario. Ahí radica la principal virtud de esta poesía que, toda evidencia y claridad, es puro misterio. El exceso de luz puede producir, de hecho produce, una extrañeza que es incapaz de provocar lo oscuro. Lo simple nos deja aquí más sorprendidos que lo complicado. Si algo se puede destacar de Morábito es su capacidad para lo inquietante. Basta leer "Ícaro" o "Llamada nocturna" para comprobarlo. Por cierto, dos poemas con título en un libro donde éstos brillan por su ausencia.
¿La clave? Ya se dijo. Nada nuevo: se funda en la mirada. "Porque esto es ver: criaturas y no cosas".
En la última parte de Delante de un prado... FM reúne una serie de poemas sobre la poesía. Nada metapoéticos, por cierto. "Como delante de un prado una vaca / que inclina mansamente la cabeza / y sólo la levanta para contemplar su suerte, / o una ballena estacionada justo / en la corriente de una migración de plancton, / a veces me sorprendo estático / y hundido, estacionado / en medio del gran prado del lenguaje. / Pero no tengo dos estómagos". A falta de ellos,  Morábito afirma: "Por eso escribo: para recobrar / del fondo todo lo adherido, / porque es el único rodeo en el que creo, / porque escribir abre un segundo estómago / en la especie".
No faltan en el libro algunos ingredientes habituales de Morábito: el humor, por ejemplo. En "Si alguien se pierde de improviso" o "Siempre me piden poemas inéditos", sin ir más lejos. O las referencias a la familia, algo del todo natural en alguien que es hijo de emigrantes y emigrante al fin y al cabo él mismo. Y ya ahí, esa curiosa su obsesión, presente en más de un poema, por la noción de hijo único (su caso al parecer) o, más exactamente, de padre de hijo único: "un padre se hace padre con dos hijos". "Se es padre sólo a corazón partido".
Toda la obra está llena de ventanas. Ventanas que se abren a los distintos mundos que componen el suyo: cosmopolita, pero íntimo; de todos, pero propio. "Ser como tú, querida Emily, / o como Antonio Porchia, / otro poeta en su jardín, / otro muy solo entre las flores".
En el artículo antes citado dije algo que puede servir otra vez de colofón a este breve comentario: "Así la poesía frágil y luminosa de Fabio Morábito, su lección de sencilla complejidad que nos ayuda a interpretar la complicada simpleza del mundo". Un gusto.

3.7.11

En la pasarela

Los muchachos de la escuela taller del ayuntamiento limpiaban de maleza las orillas del paseo fluvial. He pasado junto a un par de brigadas distintas. En las dos estaban descansando y, mientras tomaban su refrigerio, chicos y chicas reían y se gastaban bromas. Un poco más allá de la segunda cuadrilla, un muchacho negro, subsahariano, solo, contemplaba el agua desde la pasarela del Molino de la Pared Bien Hecha. Al pasar a su lado, vi su mirada perdida y una expresión de tristeza en su cara. Sonaba música africana. Era fácil imaginar lo que estaba pensando.

2.7.11

En Sevilla

Una cosa es ver en los informativos de la tele a los sevillanos (viajeros y estables) arrastrando sus cuerpos por las calles bajo un calor inclemente y otra muy distinta sufrirlo en carne propia, como nos pasó a nosotros ayer. Sí, tampoco es lo mismo ir sin prisa por la ciudad, como un turista, aprovechando la belleza que ese lugar te ofrece, que haciendo alocadas gestiones de acá para allá, a la busca desesperada de un sitio donde tu hijo pueda vivir el próximo curso.
Cuando uno ya acariciaba la idea de pasarse en Salamanca algunas horas a lo largo de los próximos años, cambian la tornas y, sin previo aviso (luego dicen de los poetas, que si profetas y tal), uno se ve bajando cada poco al Sur, otra delicia, donde el muchacho ha decidido iniciar sus estudios universitarios. Bueno, o eso parece, porque cualquier seguridad tratándose de estos asuntos es cosa delicada.
Con todo, ayer, caminando por Tetuán o Sierpes entre miles de personas de "rebajas", intentando comer cualquier cosa entre guiris, charlando con taxistas de esto y de lo otro, entrevistándonos con directores de colegios y residencias universitarias, una de las ciudades más bonitas del mundo se le quedaba a uno en mero desierto hostil y toda esa poesía que encierra (la que vienen escribiendo, en los últimos tiempos, poetas que admiro) en versos deshilachados que no resistían, como nosotros, la caló.
Ya habrá ocasión, supongo, de volver a la Sevilla real, no a la del espejismo.

1.7.11

Políticas culturales

1. Del mismo modo que el ascenso de Ibarra fue parejo al crecimiento de la vida cultural de esta tierra, la caída de Vara venía anticipándose en la calamitosa gestión de esa vitalidad artística perdida.
2. Los cronistas locales, esos curiosos seres anacrónicos que se debaten entre la erudición y el humo, me parecieron siempre personajes dignos de una novela. Por eso los elevé a secundarios de la segunda y última de las mías. Los de pueblos y ciudades extremeñas se acaban de constituir en asociación y, cómo no, han elegido presidente a quien mejor puede representarles. Un engolado artículo en la prensa regional de un no menos fatuo venerable (que diría, con sorna, don Román) delataba esa elección por anticipado. No me equivoqué. Al día siguiente... hélas! Bendito y con Dios vaya. Él y su tropa. ¡Viva Argamasilla!
3. El alcalde Pizarro ha decidido crear un potente Departamento de Cultura en el ayuntamiento placentino. Él, en tanto que concejal del ramo, será el máximo reponsable, pero cuenta en el equipo con Julio Pérez, que vuelve a dirigir la Universidad Popular que el mismo Pizarro fundara hace años, cuando era concejal de educación, y con el escritor Juan Ramón Santos Delgado, entre otros.
Creo que ha hecho bien. Se trata de aplicar un criterio de excelencia; esto es, poner a los mejores en el mejor sitio posible, donde van a dar más de sí mismos. Tanto Julio como Juanra, son funcionarios municipales y ambos cumplían con solvencia sus obligaciones profesionales lo que no obsta para que sean más útiles organizando cursos y actividades en la UP o programando buenas obras de teatro y organizando una feria del libro digna de tal nombre. Levantando, en suma, la cultura local de una ciudad con aspiraciones.
Lo que había era bastante penoso. Desde hace demasiado. Vuelve uno a estar esperanzado.