1.7.11

Políticas culturales

1. Del mismo modo que el ascenso de Ibarra fue parejo al crecimiento de la vida cultural de esta tierra, la caída de Vara venía anticipándose en la calamitosa gestión de esa vitalidad artística perdida.
2. Los cronistas locales, esos curiosos seres anacrónicos que se debaten entre la erudición y el humo, me parecieron siempre personajes dignos de una novela. Por eso los elevé a secundarios de la segunda y última de las mías. Los de pueblos y ciudades extremeñas se acaban de constituir en asociación y, cómo no, han elegido presidente a quien mejor puede representarles. Un engolado artículo en la prensa regional de un no menos fatuo venerable (que diría, con sorna, don Román) delataba esa elección por anticipado. No me equivoqué. Al día siguiente... hélas! Bendito y con Dios vaya. Él y su tropa. ¡Viva Argamasilla!
3. El alcalde Pizarro ha decidido crear un potente Departamento de Cultura en el ayuntamiento placentino. Él, en tanto que concejal del ramo, será el máximo reponsable, pero cuenta en el equipo con Julio Pérez, que vuelve a dirigir la Universidad Popular que el mismo Pizarro fundara hace años, cuando era concejal de educación, y con el escritor Juan Ramón Santos Delgado, entre otros.
Creo que ha hecho bien. Se trata de aplicar un criterio de excelencia; esto es, poner a los mejores en el mejor sitio posible, donde van a dar más de sí mismos. Tanto Julio como Juanra, son funcionarios municipales y ambos cumplían con solvencia sus obligaciones profesionales lo que no obsta para que sean más útiles organizando cursos y actividades en la UP o programando buenas obras de teatro y organizando una feria del libro digna de tal nombre. Levantando, en suma, la cultura local de una ciudad con aspiraciones.
Lo que había era bastante penoso. Desde hace demasiado. Vuelve uno a estar esperanzado.